La instalación de la nueva planta de UPM volvió a debatirse públicamente en las últimas semanas, luego de que el diputado Eduardo Lust interpelara a cuatro ministros sobre el contrato firmado por la anterior administración.
Además de Lust, varias organizaciones se oponen a la instalación de la nueva planta, aduciendo motivos económicos, contractuales, pero también ambientales. Estos últimos plantean varias interrogantes, ya que autoridades de la anterior administración han insistido en los estrictos controles ambientales que se exigen y señalaron que el impacto de la planta es menor que el de la actividad agroindustrial. El ex ministro Tabaré Aguerre contrastó el año pasado las 70.000 toneladas de fósforo que importa anualmente Uruguay para uso productivo, con las 24 toneladas toneladas que vierte UPM al Río Uruguay.
En este marco, lLas evaluaciones ambientales realizadas para otorgar los permisos a la nueva planta de UPM fueron satisfactorias? Eduardo Gudynas, investigador uruguayo especializado en temas de medioambiente y desarrollo (premiado con la cátedra Arne Naess en justicia global y ambiente 2016), cree que para responder a esa pregunta "lo que debe tenerse en claro es que esa evaluación tenía, y tiene, distintos componentes, y a su vez, dentro de cada uno de ellos se consideraban diferentes asuntos; a su vez se debían incluir audiencias públicas, mecanismos para que los interesados pudieran acceder a los expedientes, y así en más".
Más allá de estas determinaciones de los técnicos, "la decisión final es política", dijo a Montevideo Portal.
Teniendo en claro todas esas facetas, para Gudynas "existieron algunos componentes positivos, como los pedidos de DINAMA de información adicional a la empresa, o las indicaciones muy claras de las lagunas que existían en los reportes de UPM".
Hubo sin embargo otros componentes negativos, "como el entregar permisos por etapas dejando cuestiones críticas para más adelante". Otra crítica que realizó el analista fue a los modos en que se realizaron las audiencias públicas. "Del mismo modo, no pueden olvidarse ausencias, como las de una evaluación de amplia escala geográfica de los efectos de todo el conjunto del emprendimiento (considerando a la vez las plantaciones forestales, la planta de celulosa y el ferrocarril)", agregó.
"Estamos frente a un emprendimiento que puede decirse que, por su impacto territorial y especialmente en el agua, es como si se construyera repentinamente la segunda ciudad del Uruguay. Entonces, sopesando todo esto la conclusión es inevitable: en su conjunto la evaluación no fue satisfactoria", respondió.
Gudynas consideró que la renegociación de aspectos del contrato entre UPM y el actual Gobierno debió incluir cuestiones ambientales. "El anterior gobierno aceptó en ese contrato condiciones injustificables, como los plazos perentorios para la evaluación ambiental, y por eso anduvieron a las corridas en otorgar los permisos para comenzar las obras. Los documentos técnicos iniciales tenían unas 1.700 páginas, con detalles desde cómo funcionarían las calderas hasta como deberían ser las chimeneas. El contrato que firmó el gobierno Vázquez aceptó hacer todas esas evaluaciones en doce meses, lo que es increíble. No sólo eso, sino que el mismo gobierno canceló sus propias capacidades para hacer evaluaciones regionales, que entendieran el impacto de todo ese complejo en varios departamentos a la vez", afirmó.
Impacto ¿profundo?
Consultado sobre si la nueva planta de UPM generará un impacto ambiental importante en el país, el analista dijo que "es imposible negarlo".
"La discusión ya no puede ser si el impacto será ‘importante' sino que deberíamos estar analizando la escala de esa gravedad. Me explico con unos ejemplos. El consumo de agua de UPM equivale al que hace una población de aproximadamente 900 mil personas; sólo por eso, es como si se sumaran al menos las 10 ciudades más populosas de Uruguay después de Montevideo. Del mismo modo, los efluentes tienen un volumen enorme, y corresponden a los que arroja una ciudad de más de 200 mil personas; es como sumar Salto y Paysandú a los vertidos al Río Negro", dijo.
La planta producirá unas 30 mil toneladas de lodos primarios por año, y otras 38 mil de lodos secundarios, agregó. "La cantidad de químicos que consumirá también será abrumadora; por ejemplo, unas 88 mil toneladas al año sumadas de sulfato, cloruro y clorato de sodio", indicó Gudynas.
"Entonces por este tipo de razones nadie puede decir que no estamos ante el emprendimiento puntual con más alto impacto ambiental en la historia del país. La única forma de minimizar esto es volver a caer en lo que hacía, por ejemplo la anterior ministra del ambiente, diciendo que la contaminación ‘era estable' o confundiendo las unidades de medida del agua consumida", reflexionó.
Gudynas agregó que como muchas veces se piensa en los "impactos agudos", como pueden ser un derrame u olores desagradables, "no falta quienes digan que como eso no ocurre, o no ocurre con frecuencia, en las otras plantas que ya operan, hagan un razonamiento simplista concluyendo que no habrían efectos negativos sobre el ambiente".
"Pero el problema es que esta próxima planta por un lado es mucho más grande, lanzará al río muchos más efluentes contaminados, y por otro lado, el curso de agua que los recibe, el Río Negro, es mucho más pequeño al compararlo con el Río Uruguay. Además, tampoco puede minimizarse que UPM2 también genera residuos sólidos o semisólidos que quedan en su predio, y su volumen es realmente impresionante. ¡Recordemos que la planta generará más de 7 toneladas de lodos por hora!", dijo.
Exigencia ambiental
Gudynas recordó que la empresa ha sostenido que cumplirá los estándares de Uruguay y otros que son europeos. "Está muy bien. Pero de todos modos persisten los riesgos, y entre ellos, los mayores están sobre la calidad del agua en el Río Negro. Ahora bien, en ese asunto hay dos cuestiones adicionales. Una, es que ese río ya está contaminado; los propios reportes de DINAMA lo indican. Otra, es que parecería que UPM contribuiría con dinero para el saneamiento de Paso de los Toros y pueblo Centenario. Por esto no me sorprendería que termináramos en una discusión infinita donde si alguien indica que UPM2 contamina, se le responderá que esa polución en realidad se debe a esos otros orígenes en la cuenca, y hasta se culpará a los brasileños, o bien que lo que pudiera impactar la planta de celulosa fue contrarrestado por el tratamiento de los efluentes. Esto ya sucede con la contaminación en la cuenca del Santa Lucía donde siempre hay algún otro a quién culpar, y hasta hubo un ministro que apuntó contra Hernandarias por traer el ganado vacuno", afirmó en relación a Tabaré Aguerre.
"Y aquí en Uruguay les encantan las discusiones infinitas o cargarle las culpas a un país vecino como si eso fuese una mágica excusa para detener la contaminación o para justificar un nuevo estudio diagnóstico mientras que poco o nada se hace. Ese es un problema de cómo funcionan las políticas públicas en el país", criticó.
¿Hay un equilibrio posible entre el cuidado del ambiente y el desarrollo productivo y el crecimiento económico del país? Y si lo hay, ¿dónde se marca esa línea?
Gudynas está convencido de que eso es así y que hay múltiples formas de lograr esos balances entre cuidado del ambiente y usos humanos productivos. "Desde esa perspectiva, UPM es parte de una estrategia que es inseparable de las plantaciones forestales, de la apropiación intensiva del agua, y de una infraestructura de exportación a la globalización. Es una estrategia ecológicamente insostenible, por su demanda de agua, su intensidad y los impactos. Pero es además económicamente cuestionable al menos por tres razones. Una ya ha sido dicha muchas veces, y es que los puestos de trabajo permanentes son muy pocos; otra, que no siempre se reconoce, se debe a que el país pone proporcionalmente muchísimo dinero, y el retorno será mucho menor, dadas las ventajas tributarias otorgadas. Pero además, es seguir dependiendo de las exportaciones de materias primas, y no sólo ello, sino que entre todos los commodities se apuesta al más primario de los primarios. Que eso fuera concretado por un gobierno de izquierda es una enorme paradoja, porque toda la izquierda latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX consideraba que seguir dependiendo de exportar materias primas era un atraso", concluyó.
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