Por The New York Times | Shira Ovide
Quiero remontarme al ascenso y a la caída de un otrora popular sitio web de narrativa llamado Upworthy. Es uno de un sinfín de ejemplos del poder de Facebook y de otras superestrellas tecnológicas para impulsar o destruir los sueños de otras compañías.
Hace poco, hablé con Eli Pariser, uno de los cofundadores de Upworthy, sobre la historia de la compañía. Es relevante porque casi una década después de su inicio, todavía estamos luchando con los riesgos y las recompensas de un puñado de compañías tecnológicas que sirven como portales al éxito en línea.
Ahora, Pariser participa en un proyecto que tiene ideas emocionantes pero difíciles de imaginar para escapar de esta trampa.
El relato de Upworthy no es nuevo ni muy inusual... y ese es el problema. Casi todas las personas que intentan ganarse la vida en el internet, o en el mundo real, conocen las trampas potenciales de depender de Facebook, Amazon, Google y Apple. Sin embargo, prácticamente no hay manera de evitar a estos gigantes.
Cuando se creó Upworthy en 2012, su misión era lograr que la gente prestara atención a lo que consideraba de valor social e inspirar a individuos con titulares escritos para atraparnos en Facebook (cosas como: “Hazte a un lado, Barbie; eres obsoleta” y “Este chico asombroso pudo vivir 19 años increíbles en este planeta. Lo que dejó a su paso es fantástico”).
En el auge de su popularidad a finales de 2013, casi 90 millones de personas visitaban el sitio web de Upworthy cada mes. Alrededor del mismo número de estadounidenses visitan Yelp al menos una vez al mes, según Comscore.
Otros copiaron las tácticas de Upworthy de manera incesante y el resultado fue un mar de sensacionalismo en Facebook. “¡No podrás creer lo que ocurrió después!” se volvió una descripción en burla de las publicaciones en Facebook que prometían una recompensa tentadora y te hacían dar clic, pero a menudo no cumplían con lo prometido.
Facebook hizo una serie de cambios a partir de 2014 para que circularan menos publicaciones que la compañía consideraba “cazaclics”. Upworthy estaba lejos de ser el peor promotor de cazaclics, pero se vio atrapado en el movimiento que pretendía acabar con ellos. Upworthy todavía existe con su misión de impacto social, pero afirma que tiene estrategias diferentes para llegar a las personas a través de las redes sociales. Un vocero dijo que una tasa relativamente alta de personas responden o interactúan de otra manera con las publicaciones de Upworthy en Instagram, una aplicación que es propiedad de Facebook.
Pariser reconoció que Facebook no era el único culpable de los problemas de Upworthy. Los difusores de noticias en línea son a menudo éxitos efímeros. Sin embargo, Pariser aseguró que Upworthy tenía la intención de brindar lo que le importaba a Facebook (y después lo que Facebook quería que se cambiara).
Es posible que los gigantes tecnológicos tengan buenas motivaciones para hacer cambios que en ocasiones dañan a los negocios más pequeños; por ejemplo, eliminar las publicaciones engañosas en Facebook era una meta digna. (Aunque este tipo de publicaciones todavía existen en Facebook, solo que son diferentes).
Los inesperados ascenso y caída de Upworthy la convirtieron en solo una de muchas compañías que se benefician y se ven perjudicadas porla influencia de las superpotencias tecnológicas de Estados Unidos. A los gigantes tecnológicos les encanta presumir las maneras en que ayudan a los pequeños negocios (lo que en definitiva hacen). Sin embargo, tienden a decir que es una anomalía cuando las pequeñas empresas sufren. No lo es. Es el otro lado de su influencia y alcance.
Eso es parte del legado de nuestra vida digital en la que unas cuantas superpotencias tecnológicas tienen una enorme influencia sobre lo que leemos, compramos, así como en las maneras en las que nos mantemos informados y entretenidos.
Pariser es ahora codirector junto con Talia Stroud de un grupo llamado New Public, el cual intenta construir vidas más saludables en línea con alternativas más agradables a los gigantes tecnológicos.
Ellos y otros, incluyendo a investigadores del Instituto Aspen, imaginan sitios web más pequeños y aplicaciones con otros objetivos que no sean obtener ganancias, de manera similar a los parques, escuelas y bibliotecas públicos. Pariser citó como ejemplo a Front Porch Forum, un foro de discusión local e independiente en Vermont.
Estamos acostumbrados al internet que tenemos ahora y sé que es difícil vislumbrar cómo sería un camino diferente o cómo podría ocurrir. Front Porch Forum es digno de mencionar en parte porque es muy poco común.
No obstante, vale la pena pensar en maneras de sacudir la estructura del internet como existe en la actualidad. El punto es tener más opciones para que tus vecinos que desean formar un grupo en línea tengan más de dónde elegir que Facebook o Nextdoor, las compañías como Upworthy no tienen que depender de Facebook y los vendedores de libros tienen oportunidades más allá de Amazon.
“Vivimos en un mundo en el que todos comemos de unos cuantos restaurantes de comida rápida”, afirmó Pariser. “Pienso que tener una variedad de restaurantes será más placentero; además de ser más útil y nutritivo”. Vivimos a expensas de los caprichos de los gigantes tecnológicos. ¿Qué pasaría si los pequeños negocios tuvieran alternativas? (Jordan Speer/The New York Times).