El robot Garmi se parece a cualquier otra máquina con sus ruedas, sus brazos y una pantalla negra que le sirve de ojos. Los investigadores esperan que pueda paliar la falta de personal sanitario en una localidad del sur de Alemania.
Para el médico jubilado Günter Steinebach, este robot representa “un sueño” porque podría “realizar diagnósticos y tareas de cuidado”. A largo plazo, podría también proporcionar asistencia y tratamientos.
El humanoide Garmi fue creado por una decena de investigadores de la Universidad técnica de Múnich, especializados en geriatrónica, una disciplina que trata de aplicar las nuevas tecnologías a la geriatría.
Los investigadores trabajan en Garmisch-Partenkirchen, una localidad que cuenta con un gran número de ancianos y está situada en los Alpes de Baviera, una región del sur de Alemania.
El país se enfrenta a una de las tasas de envejecimiento más elevadas del mundo y las autoridades calculan que para 2050, harán falta 670.000 personas adicionales que trabajen en el sector sanitario.
El objetivo de los investigadores es simple: introducir robots en las residencias de ancianos u otros lugares especializados en geriatría para evitar que los médicos multipliquen sus desplazamientos.
Multitarea
“Hoy tenemos distribuidores automáticos de dinero. Podríamos imaginar que un día, basándonos en el mismo modelo, las personas hagan su examen médico en una suerte de centro tecnológico”, explica el doctor Abdeldjallil Naceri, de 43 años.
Con la ayuda de un robot, los médicos podrían examinar los resultados de los pacientes a distancia, una herramienta útil para las personas que viven en lugares alejados.
Los humanoides también podrían realizar una multitud de tareas como servir la comida, abrir una botella de agua, pedir ayuda u organizar una conversación por video con familia y amigos.
En el laboratorio, el médico Günter Steinebach se prepara para probar la efectividad del robot. En la mesa de su despacho hay tres pantallas y una palanca de mando.
Al otro lado del cuarto, un investigador ha sido elegido como cobaya y se sienta sobre una silla frente a Garmi. El robot le coloca entonces un estetoscopio sobre el pecho, teleguiado por el doctor Steinebach.
Los datos médicos aparecen inmediatamente en la pantalla del médico. “Imaginen si hubiera tenido eso en mi antiguo consultorio”, lanza sin soltar la palanca.
Otros médicos visitan regularmente el laboratorio para dar su opinión sobre el robot. “Es como un niño de tres años. Debemos enseñarle todo”, resume el doctor Abdeldjallil Naceri.
“Confianza” en el robot
Aún se desconoce cuándo Garmi estará listo para ser producido en cadena y usado de manera diaria. Tampoco se ha calculado aún los costes que implicaría su utilización. “Tenemos que lograrlo, las estadísticas lo demuestran, es urgente. Para 2030 deberíamos ser capaces de integrar este tipo de tecnología en nuestra sociedad”, opina Naceri.
Si un día el proyecto sale a la luz, Garmi se usaría en los pasillos silenciosos de la residencia de ancianos Sankt Vinzenz en Garmisch-Partenkirchen.
La idea le produce una sonrisa a la señora Rohrer, de 74 años. “Hay cosas que el robot podría hacer, como servir bebidas o comida”, considera la jubilada, que vive en la residencia.
Para Eva Pioskowik, la directora del establecimiento, la falta de personal “es parte del día a día”.
“Un robot no sería la solución, pero tal vez permitiría que el personal pase más tiempo con los residentes”, opina.
Para el equipo de Abdeldjallil Naceri, el principal desafío será, sin embargo, que los pacientes acepten el humanoide. “Deberán tener confianza en el robot”, admite. “Que lo usen como usamos un teléfono inteligente hoy en día”, añade.
Pauline Curtet para AFP