Por The New York Times | Pete McKenzie
En estos días, el fondo del lago está cubierto por un dosel invasor, introducido al ecosistema porque algunos dueños de carpas doradas decidieron botar ahí el contenido de sus tanques. Marcadas espirales de maleza forman un muro impenetrable alrededor de la orilla del lago. Incapaces de atravesarlo para completar su traslado diario, los cangrejos de río prácticamente han desaparecido.
Ahora, la tribu local, Te Arawa, en colaboración con agencias de conservación, hace todo lo posible para ponerle un alto al explosivo crecimiento de las hierbas, que asfixian ecosistemas acuáticos otrora inmaculados. En el lago Rotoma, la tribu aplicó una herramienta centenaria que resultó una sorprendente solución, lo que ha avivado un candente debate sobre el uso de la sabiduría maorí ancestral como complemento de la ciencia convencional.
Te Arawa, que desde épocas inmemoriales ha utilizado tapetes tejidos con fibras naturales, conocidos como uwhi, para atravesar cuerpos de agua y recolectar alimento en marismas de poca profundidad, emplea tecnología moderna de buceo para engrapar uwhi bajo el agua donde los herbicidas acuáticos no han funcionado o no deben rociarse. Esta medida ha ayudado a impedir el crecimiento de la maleza y crear nuevas rutas migratorias para los cangrejos de río.
“Es un perfecto ejemplo de uso combinado de matauranga Maori” (la sabiduría maorí tradicional) “y ciencia occidental”, afirmó William Anaru, director de bioseguridad de Te Arawa.
El uso del uwhi es un ejemplo del creciente respeto que se han ganado en las sociedades de Occidente los sistemas de conocimiento indígena, acumulado y transmitido de una generación a otra desde hace siglos.
En Canadá, una ley promulgada en 2019 establece que el gobierno debe considerar el conocimiento indígena para tomar decisiones regulatorias. En Nueva Zelanda, algunos investigadores inspirados por la llamada matauranga han realizado estudios para determinar si los bosques kauris sufren algún daño por la falta de oraciones de los maoríes y para evaluar el uso de barba de ballena en el tratamiento de infecciones micóticas que están arrasando con los árboles nativos.
El fenómeno ha causado polémica entre los académicos que no acostumbran utilizar sistemas de conocimiento amorfos o incluso espirituales. La consecuente reacción ha generado división en la comunidad científica de Nueva Zelanda, propiciado la intervención de uno de los más distinguidos académicos del mundo y abierto el diálogo para explorar el significado de “saber” algo.
Según Dan Hikuroa, profesor de estudios maoríes en la Universidad de Auckland, el concepto de matauranga Maori “abarca sabiduría, cultura, valores y una visión cósmica particular”.
Engloba elementos diversos, desde observaciones sistemáticas sobre las áreas en que las plantas crecen mejor o qué estrellas es necesario seguir para atravesar océanos enormes, hasta leyendas que cuentan que algunos ríos son el hogar de los taniwha (seres supernaturales impredecibles).
Estas leyendas pueden ser literales y también metafóricas, señaló Hikuroa. Conceptualizar un río como el hogar de un taniwha, por ejemplo, ayuda a describir su apariencia sinuosa y advertir sobre su volatilidad o la posibilidad de que se desborden sus bancos.
Además, matauranga no se reduce a un conjunto de conocimientos, sino que también es una filosofía fundamentada en valores como kaitiakitanga y manaakitanga, es decir, custodia y hospitalidad.
Sin embargo, muchos de los científicos de Nueva Zelanda con posturas más tradicionales consideran que el aspecto espiritual y moral de matauranga se opone a la ciencia convencional, que no presupone la aceptación de valores particulares y se limita a conocimientos que pueden demostrarse de manera empírica.
Esa tensión alcanzó un punto crítico el año pasado, cuando un conjunto de académicos distinguidos de Nueva Zelanda publicó una carta abierta en The Listener, una revista de gran circulación a nivel nacional. En ella, denunciaron cambios propuestos a los programas de estudio escolares que “colocarían a la par” la sabiduría maorí y la ciencia convencional y enseñarían que la “ciencia se ha utilizado para reforzar el dominio de ideologías eurocéntricas”.
Kendall Clements, un biólogo marino que firmó la carta, dijo que su intención no era menospreciar el concepto de matauranga, sino enfatizar las diferencias entre este y la ciencia convencional.
Matauranga tiene las “semillas de la ciencia”, explicó, “pero de ahí a afirmar que la sabiduría maorí es equivalente a la ciencia es un salto ilógico, porque hay muchísimos elementos de matauranga que no se encuentran en la ciencia, como visiones, profecías y danza”.
Los defensores de matauranga opinan que esa postura demuestra una falta de comprensión. Hikuroa concordó con que matauranga no es lo mismo que la ciencia convencional. No obstante, es valiosa, afirmó, porque ofrece otras explicaciones sobre el mundo y alienta a las personas a pensar de otra manera.
“Si intentamos explorar esa diferencia, quizá podamos, juntos, llegar a una mejor solución que si tomamos un solo conjunto de conocimientos por separado”, comentó. Para Te Arawa, combinar matauranga con la ciencia convencional ha sido positivo. Entre la jungla de maleza crecida en las aguas someras del lago Rotoma ahora hay un enorme claro.
La tribu optó por utilizar los uwhi después de no lograr nada con tapetes de yute y herbicida, dos alternativas que son más costosas e involucran el uso de materiales importados que por lo regular causan desconfianza entre los lugareños.
Cory O’Neill, principal buzo de Te Arawa, explicó que los uwhi que colocó su equipo han sido más efectivos que los tapetes de yute y otros de caucho, que pueden desprenderse del fondo del lago debido a la acumulación del gas producido durante el proceso de descomposición de la maleza.
Un aspecto todavía más positivo es que, si bien los uwhi impiden el crecimiento de malezas gruesas, los pequeños huecos del tejido permiten que plantas nativas más delgadas crezcan y creen nuevos bosques. Ahora, por primera vez en décadas, los cangrejos de río del lago Rotoma tienen el camino libre para acceder a su antigua área de alimentación entre plantas de las que habían dependido por milenios.
“En esencia, hemos creado nueva matauranga”, señaló O’Neill, antes de acomodar con cuidado sus rastas bajo la capucha del traje de neopreno y sumergirse en el lago. “Así que vamos a utilizarla para acabar con el resto de la maleza que hay en el lago”. Un tapete tejido con fibras naturales, conocido como uwhi, usado para atravesar cuerpos de agua y recolectar alimento en marismas de poca profundidad, bajo la superficie del lago Rotoma en Nueva Zelanda, el 7 de mayo de 2022. (Cornell Tukiri/The New York Times) Dan Hikuroa, profesor de estudios maoríes en la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda, el 6 de mayo de 2022. (Cornell Tukiri/The New York Times)