Por The New York Times | Carl Zimmer
Los paleontólogos presentaron la semana pasada los huesos fosilizados de una de las ballenas más extrañas de la historia. Este leviatán de 39 millones de años, llamado Perucetus, posiblemente pesó unas 200 toneladas, tanto como una ballena azul, el animal más pesado conocido hasta ahora.
Aunque las ballenas azules son elegantes y rápidas buceadoras, el Perucetus era una bestia muy diferente. Los investigadores sospechan que navegaba perezosamente por aguas costeras poco profundas, como un manatí mamut, impulsando su cuerpo parecido a una salchicha con una cola en forma de remo.
Algunos expertos advirtieron que tendrían que descubrirse más huesos antes de que se pueda hacer una estimación rigurosa del peso del Perucetus. Pero todos coincidieron en que el extraño hallazgo cambiaría la manera en que los paleontólogos veían la evolución de las ballenas a partir de los mamíferos terrestres.
“Se trata de un fósil extraño y estupendo, sin duda”, dijo Nicholas Pyenson, paleontólogo del Museo Nacional Smithsonian de Historia Natural, que no participó en el estudio. “Este descubrimiento deja claro que hay muchas otras formas de ser una ballena que aún no hemos descubierto”.
Mario Urbina, paleontólogo del Museo de Historia Natural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima, Perú, vio por primera vez al Perucetus en 2010. Caminaba por el desierto de Atacama, en el sur de Perú, cuando observó una protuberancia rocosa que sobresalía de la arena. Cuando él y sus colegas terminaron de desenterrarlo, el bulto resultó ser una vértebra gigantesca.
Al seguir excavando, los investigadores encontraron 13 vértebras en total, junto con cuatro costillas y parte de una pelvis. Excepto la pelvis, todos los fósiles eran muy densos y extrañamente gruesos, por lo que resultaba difícil averiguar a qué tipo de animal pertenecían.
Solo la pelvis revelaba con exactitud lo que los científicos habían encontrado. A diferencia de los demás huesos, la pelvis era pequeña y estaba formada con delicadeza. Tenía crestas y otros rasgos distintivos que daban a entender que era de ballena, en concreto, de una rama temprana del árbol evolutivo de las ballenas. Las ballenas evolucionaron a partir de mamíferos terrestres del tamaño de un perro hace unos 50 millones de años. Algunas de las primeras especies tenían extremidades cortas y probablemente vivían como focas, cazando peces y arrastrándose hasta la costa para reproducirse.
Estas primeras ballenas desaparecieron al cabo de unos millones de años. Fueron sustituidas por un grupo de ballenas totalmente acuáticas llamadas basilosáuridos. Estos escurridizos animales podían crecer tanto como un autobús escolar, pero conservaban vestigios de su vida terrestre, como unas diminutas patas traseras con dedos.
Los basilosáuridos dominaron los océanos hasta hace unos 35 millones de años. Cuando se extinguieron, surgió otro grupo de ballenas que dio lugar a los antepasados de las ballenas actuales.
Las ballenas más grandes de la actualidad, como la ballena azul y el rorcual común, solo alcanzaron su tamaño gigantesco en los últimos millones de años. Los cambios en las corrientes oceánicas sustentaron vastas poblaciones de krill y otros invertebrados cerca de los polos. Las ballenas crecían enormemente recogiendo estas presas en inmersiones rápidas.
La pelvis del Perucetus reveló que se trataba de un basilosáurido, pero la ballena había evolucionado hasta convertirse en un basilosáurido distinto a todos los encontrados hasta entonces. Eli Amson, experto en tejido óseo del Museo Estatal de Historia Natural de Stuttgart, Alemania, descubrió que sus costillas y columna vertebral tenían capas adicionales de hueso externo, lo que les daba formas hinchadas.
Un hueso típico está lleno de poros, que lo hacen más ligero sin sacrificar su resistencia. Amson observó que los huesos del Perucetus eran sólidos en su totalidad. El fósil es tan duro en algunas partes que sería imposible clavarle un clavo con un martillo.
“Solo haría chispas”, dijo.
Amson y sus colegas escanearon los huesos fósiles en 3D para reconstruir el esqueleto completo de la ballena. Compararon al Perucetus con otros basilosáuridos que se han conservado de la cabeza a la cola.
Si el resto del Perucetus fuera una versión más densa y gruesa de estas ballenas, su esqueleto completo pesaría entre 5,8 y 8,3 toneladas. Eso significaría que el Perucetus tenía el esqueleto más pesado de cualquier mamífero: huesos que pesaban el doble que los de una ballena azul.
Ese voluminoso esqueleto también sugiere que el Perucetus tenía un cuerpo grueso como un barril. Aunque el Perucetus solo medía dos tercios de la longitud de una ballena azul, Amson y sus colegas sospechan que pesaba más o menos lo mismo.
“Sin duda está en el rango de las ballenas azules”, dijo Amson.
Pyenson cree que es prematuro hacer tal estimación. “Hasta que no encontremos el resto del esqueleto, creo que deberíamos dejar de lado la cuestión de los pesos pesados”, afirmó.
Pero Hans Thewissen, paleontólogo de la Northeast Ohio Medical University, que no participó en el estudio, dijo que la estimación era razonable. “Estoy de acuerdo con el entusiasmo en torno al peso”, dijo.
El fósil sugiere que el Perucetus alcanzó un tamaño tan grande sin alimentarse como hacen las ballenas azules. El análisis de sus huesos sugiere que vivía más como un manatí colosal.
Los manatíes se alimentan de hierbas marinas en el fondo del océano. Sus pulmones están llenos de aire y sus intestinos producen gas al fermentar su comida. Para mantenerse bajo el agua, los manatíes han desarrollado huesos densos que funcionan como un contrapeso.
La estructura de la columna vertebral del Perucetus es similar a la de un manatí. Amson imaginó a la ballena nadando al estilo de un manatí, subiendo y bajando lentamente la cola.
Basándose en las rocas donde se hallaron los fósiles, Amson y sus colegas sospechan que el Perucetus se desplazaba lentamente por aguas costeras de no más de 45 metros de profundidad. Pero cómo alimentaban sus cuerpos gigantescos sigue siendo un misterio. Independientemente de cómo se las arreglara para subsistir, el Perucetus es la prueba de que las ballenas no tuvieron que esperar hasta épocas recientes para hacerse enormes. “El mensaje más importante no es que podemos entrar en el Libro Guinness de los Récords”, dijo Amson. “Es que hay otro camino hacia el gigantismo”. Comparación del Perucetus, arriba, con una ballena azul, en el centro, y otro basilosáurido más pequeño, Cynthiacetus peruvianus. (Florent Goussard; Centro de Análisis e Imágenes del Museo de Historia Natural de Londres; Marco Merella y Rebecca Bennion vía The New York Times) Reconstrucción del Perucetus, una ballena de 39 millones de años y 200 toneladas de peso que los científicos sospechan que pasaba su tiempo en aguas costeras poco profundas como un manatí. (Alberto Gennari vía The New York Times)