Por The New York Times | Maria Abi-Habib and Ana Maria Hanssen
En las entrañas del hotel Trump National Doral de Miami, en un pequeño espacio que conduce a las habitaciones eléctricas, un enorme retrato del 45º presidente de Estados Unidos descansa sobre un trozo de espuma deteriorada de color púrpura.
Guardado junto a una pila de viejos tapetes de yoga, el retrato del expresidente descansa bajo una luz halógena y el brillo metálico de los conductos de aire, apuntalado entre dos puertas con carteles que dicen “ELECTRICAL ROOM No Storage” (Sala de instalaciones eléctricas, no es almacén).
La pequeña habitación se ve abrumada por el grandioso retrato, de unos dos metros y medio de altura, en el que aparece un sonriente Donald Trump.
Aunque durante meses el retrato ha permanecido en ese lugar, aparentemente ignorado, en Washington se encuentra en el centro de un debate sobre las leyes y la ética que rigen los regalos presidenciales.
La semana pasada, la obra de arte figuraba como uno de los cerca de 100 regalos de gobiernos extranjeros, por un valor de más de 250.000 dólares en total, que desaparecieron después de que Trump abandonó la Casa Blanca, según un informe publicado por los miembros demócratas del Comité de Supervisión y Responsabilidad de la Cámara de Representantes.
Los demócratas quieren que todos los objetos en paradero desconocido se gestionen según la legislación estadounidense. Para evitar el soborno o la influencia indebida sobre funcionarios del gobierno de Estados Unidos, cualquier regalo de países extranjeros con un valor de más de 415 dólares debe ser comunicado al Departamento de Estado.
Si los funcionarios desean conservar los regalos, deben pagar por ellos su valor de tasación.
El retrato fue un regalo que el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, le entregó a Trump en su último año de mandato.
The New York Times encontró la obra pocos días después de publicar el perfil del artista salvadoreño que la pintó. Tras la publicación del artículo, un lector envió un correo electrónico informando que en octubre había visto el retrato en el hotel.
El lector, que pidió mantener su anonimato para que no le prohibieran volver a visitar el hotel, dijo que él y su hijo habían asistido a un torneo de golf el pasado otoño en el Doral y decidieron echarle un vistazo a la grandiosa propiedad. Empezaron a abrir puertas al azar y vieron salones de baile ornamentados, pasillos revestidos de mármol y muebles de madera con filigranas doradas.
Cuando abrieron una puerta dorada, hallaron a Trump, o al menos su imagen pintada, en el Despacho Oval.
El jueves, el Times envió a un periodista al Doral para comprobar si el retrato seguía guardado en ese oscuro lugar. Y allí estaba, junto a una pila de tapetes de yoga y acumulando polvo. El trozo de espuma púrpura sobre el que descansa el retrato, aparentemente para proteger el marco dorado, empieza a mostrar cierto desgaste y se ha desmoronado un poco sobre el suelo.
El lienzo fue pintado por Francisco Antonio López Benavides, de 59 años, quien dice que sus obras están influenciadas por el surrealismo y por lo que él define como arte hiperrealista.
En una entrevista con el Times tras la localización del retrato, López Benavides se mostró emocionado al enterarse de que su cuadro había sido uno de los regalos que, al parecer, Trump se llevó de la Casa Blanca. Dijo que se sentía “halagado” de que la pintura fuera un tema del informe de los demócratas, que enumeraba los regalos que Trump recibió de gobiernos extranjeros, incluyendo costosas joyas de Arabia Saudí y palos de golf de Japón.
“Yo no soy político. Esto es raro para mí, son cosas que yo no esperaba”, dijo mientras explicaba que, como artista, no está acostumbrado a la atención y a estar en medio de un escándalo político.
López no tiene formación artística y se crió en un pueblo pobre donde no se vendían pinturas, sólo lápices. Su primer cuadro lo pintó gracias a una caja de óleos que le regaló un misionero estadounidense que intentó adoptarlo, pero su padre rechazó la oferta.
Los demócratas del Comité de Supervisión y Responsabilidad de la Cámara de Representantes afirman que se infringieron las normas que supervisan este tipo de regalos.
Un portavoz de Trump no respondió inmediatamente a una petición de comentarios. Un representante del hotel tampoco hizo comentarios.
“Te voy a decir lo que mi corazón siente como artista”, dijo López cuando se le preguntó qué sentía al saber que su retrato estuvo afuera de unas instalaciones eléctricas del hotel de Doral durante al menos cinco meses.
“Estoy feliz de que la pintura esté intacta, bella, preciosa”, dijo. “Mi mayor deseo es que todo se mejore en el mundo y que esta pintura le quede al presidente Trump, porque es un regalo de mi presidente Nayib Bukele para él y yo soy parte. Somos el presidente Trump y el presidente Bukele”.
Maria Abi-Habib es corresponsal de investigación con sede en Ciudad de México y cubre América Latina. Anteriormente ha reportado desde Afganistán, todo Medio Oriente e India, donde cubrió el sur de Asia. @abihabib
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