Por The New York Times | Robin George Andrews
Un grupo de investigadores cree que el corazón de hierro de nuestro planeta cumple un ciclo de rotación cada 70 años e informa que estamos en medio de uno de sus grandes cambios.
Imaginemos el núcleo interno de la Tierra, el centro denso de nuestro planeta, como una bailarina pesada y de metal. Esta bailarina, compuesta de hierro, es capaz de hacer piruetas a velocidades siempre cambiantes.
Ese núcleo puede estar en la cúspide de un gran cambio. Un grupo de sismólogos informó el lunes en la revista Nature Geoscience que después de pausas breves pero peculiares, el núcleo interno cambia la forma en que gira —en relación con el movimiento de la superficie de la Tierra— una vez cada pocas décadas. Y es posible que, en este momento, se esté realizando uno de esos cambios.
Esto puede sonar como el argumento de una película taquillera en la que presenciamos la destrucción del mundo. Pero no debemos preocuparnos: nada apocalíptico resultará de este ciclo del giro planetario, que es posible que haya sucedido durante eones. Los investigadores que proponen este modelo especulativo buscan avanzar en la comprensión del santuario más interno de la Tierra y su relación con el resto del mundo.
El núcleo interno es como “un planeta dentro de un planeta, por lo que la forma en que se mueve es obviamente muy importante”, dijo Xiaodong Song, sismólogo de la Universidad de Pekín y uno de los autores del estudio.
En 1936, la sismóloga danesa Inge Lehmann descubrió que el núcleo externo líquido de la Tierra envuelve un núcleo de metal sólido, y desde entonces eso ha desconcertado a los científicos.
“Es extraño que haya una bola de hierro sólida como flotando en medio de la Tierra”, dijo John Vidale, sismólogo de la Universidad del Sur de California que no participó en el estudio. Los científicos creen que el núcleo se cristalizó a partir de una sopa de metal fundido en algún momento del pasado no muy lejano de la Tierra, después de que el infierno interno del planeta se había enfriado lo suficiente.
El núcleo interno no se puede analizar de manera directa, pero las ondas sísmicas energéticas que emanan de los potentes terremotos y las pruebas de armas nucleares de la era de la Guerra Fría se han aventurado a través del núcleo interno, iluminando algunas de sus propiedades. Los científicos sospechan que esa bola de hierro y níquel tiene unos 2446 kilómetros de largo y es casi tan caliente como la superficie del sol.
Pero estas ondas también crearon un enigma. Si el núcleo fuera inerte, los viajes de las ondas que se sumergen en el núcleo provenientes de terremotos y explosiones nucleares nunca cambiarían; sin embargo, con el tiempo, lo hacen.
Una explicación es que el núcleo interno está girando, y desvía estas ondas. A mediados de la década de 1990, Song fue uno de los primeros científicos en sugerir que el núcleo interno podría estar girando a una velocidad diferente a la de la superficie de la Tierra. Desde entonces, los sismólogos han encontrado pruebas que implican que el giro del núcleo interno puede acelerarse y ralentizarse.
¿Por qué sucede eso? Una idea es que dos fuerzas titánicas están luchando por el control del corazón del mundo. El campo magnético de la Tierra, generado por corrientes de hierro arremolinadas en el núcleo externo líquido, está tirando del núcleo interno, lo que hace que gire. Ese impulso es contrarrestado por el manto, la capa mucilaginosa ubicada encima del núcleo externo y debajo de la corteza terrestre, cuyo inmenso campo gravitatorio atrapa el núcleo interno y frena su giro.
Al estudiar las ondas sísmicas de inmersión en el núcleo registradas desde la década de 1960 hasta la actualidad, Song y Yi Yang, otro sismólogo de la Universidad de Pekín y coautor del estudio, postulan que este tremendo tira y afloja hace que el núcleo interno gire hacia atrás y hacia adelante en un ciclo de aproximadamente 70 años.
A principios de la década de 1970, en comparación con alguien parado en la superficie de la Tierra, el núcleo interno no giraba. Desde entonces, el núcleo interno ha girado gradualmente más rápido hacia el este, superando la velocidad de rotación de la superficie de la Tierra. Posteriormente, el giro del núcleo interno se desaceleró hasta que pareció detenerse en algún momento entre 2009 y 2011.
El núcleo interno ahora está comenzando a girar gradualmente hacia el oeste en relación con la superficie de la Tierra. Es probable que acelere y que luego vuelva a desacelerarse, llegando a otro punto muerto en la década de 2040 y completando su último ciclo de giro hacia el este y el oeste.
Este ritmo de 70 años, si existe, podría tener un efecto tangible en algunas de las zonas más profundas de la Tierra. Pero es posible que solo sea capaz de provocar una turbulencia comparativamente menor más cerca de la superficie, tal vez causando cambios sutiles en el campo magnético del planeta, o incluso modificando muy ligeramente la duración de un día, que se sabe que aumenta y disminuye en un fracción de milisegundo cada seis años.
Este es solo uno de varios modelos que buscan explicar los viajes erráticos de las ondas que llegan al núcleo. También es posible que la capa más interna de la Tierra se tambalee. O, por el contrario, el núcleo ferroso podría tener una superficie metamórfica, retorciendo cualquier onda sísmica que lo atraviese. “No importa qué modelo te guste, hay datos que no concuerdan”, dijo Vidale.
Debido a su inaccesibilidad, la explicación de este reino abisal podría eludirnos para siempre. “Ciertamente es posible que nunca lo averigüemos”, dijo Vidale. Pero, agregó, “soy optimista. Las piezas van a encajar algún día”. Earth Geology Research Nature Geoscience (Journal) your-feed-science