Por The New York Times | Lucas Joel

Hace unos 4500 millones de años, según muchos científicos, la Tierra tuvo un encuentro con Tea, otro objeto planetario del tamaño de Marte. Cuando los dos mundos chocaron, según se piensa, los escombros salieron disparados al espacio, quedaron atrapados en la órbita de la joven y dañada Tierra y dieron lugar a la formación de nuestra luna.

Pero la colisión con Tea pudo haber hecho más que eso, según un estudio publicado el mes pasado en la revista Geophysical Research Letters. El impacto puede haber dado lugar a algo más: la tectónica de placas, el motor que impulsa el movimiento de las gigantescas placas continentales y oceánicas de la Tierra, que provoca terremotos y erupciones volcánicas, y que remodela la superficie de nuestro planeta cada 200 millones de años aproximadamente.

Los científicos que estudian la Tierra llevan mucho tiempo estudiando y debatiendo el origen de la tectónica de placas, y se han propuesto otras teorías. Qian Yuan, investigador postdoctoral del Instituto Tecnológico de California y coautor del nuevo artículo, y sus colegas, defienden la colisión de Tea como el origen de la tectónica de placas. A partir de simulaciones por computadora, argumentan que el suceso produjo el calor necesario durante los primeros días de la Tierra para poner en marcha el proceso.

La tectónica comienza con el ascenso de columnas de magma sobrecalentado procedentes de las proximidades del núcleo de la Tierra que se asientan bajo las placas del planeta. Las columnas pueden debilitar la corteza, y la lava puede entrar en erupción y empujar las placas superiores.

Impulsadas por la lava en erupción, las placas se rozan y chocan entre sí, y también pueden sumergirse bajo otras placas y penetrar en el interior del planeta en un proceso denominado subducción.

En investigaciones anteriores, Yuan describió unas “masas” del tamaño de continentes flotando a unos 3200 kilómetros bajo la superficie de la Tierra, cerca del núcleo. Él y su equipo creen que esas masas son restos de Tea que, expulsados violentamente, crearon el calor necesario para formar las primeras columnas de magma que pusieron en marcha la tectónica. Se cree que las masas gigantes están conectadas a las columnas de magma, lo que significa que podrían estar impulsando la tectónica de placas.

“Las simulaciones muestran que el catastrófico impacto gigante que formó la Luna encendió el motor que impulsa la tectónica de placas”, afirmó Yuan.

Otra pista está en Australia occidental. Allí, en un lugar llamado Jack Hills, las rocas contienen cristales que se formaron hace unos 4400 millones de años, no mucho tiempo después, geológicamente hablando, de que Tea golpeara la Tierra.

Esos cristales de Australia, llamados circones, se forman solo donde hay subducción de placas, y la subducción solo puede darse en un planeta con una tectónica de placas activa.

Una vez que Yuan supo que los circones se formaron relativamente poco después del impacto de Tea, se convenció de que la colisión tuvo algo que ver con el inicio de la tectónica de placas.

Bradford Foley, geofísico de la Universidad Estatal de Pensilvania, cree que la idea de que la tectónica de placas se inició a partir de una colisión planetaria tiene mérito. Pero no es la única forma en que puede iniciarse la tectónica, afirmó.

“El impacto gigante es una forma posible de hacer que el núcleo de la Tierra esté inicialmente muy caliente”, dijo. “Es una idea interesante que me alegra ver publicada para que la comunidad científica la debata, pero que fácilmente puede ser sobrevalorada y dramatizada en exceso para el público en general”.

Una explicación alternativa que el estudio no refuta, según él, es que la formación inicial del núcleo planetario podría haberlo calentado lo suficiente como para que comenzara la actividad tectónica.

El reto, explicó Yuan, consiste en representar con precisión los estados físicos de nuestro planeta de hace más de cuatro mil millones de años.

“Confiamos en nuestro modelo, pero ¿representa en verdad toda la Tierra real?”, preguntó Yuan. “Esa es una cuestión que habrá que explorar con pruebas futuras”.

(Hernán Cañellas via The New York Times)