El reloj interno de los adolescentes hace que se acuesten y despierten tarde, lo que conspira con la necesidad de que se acuesten temprano para ir a primera hora de la mañana a clase.
Un trabajo que se llevó a cabo en 2020, en plena pandemia, dio cuenta de que el sueño de 15 jóvenes, de entre 15 y 17 años, aumentaba unos 30 minutos cuando las clases eran remotas, porque podían levantarse más tarde. En el trabajo analizaron los datos del sueño para los días en los que los adolescentes tenían clases al otro día, a veces virtuales, a veces presenciales, a veces 7:30 y otras veces a las 11:00.
Además, descubrieron que entrar una hora más tarde al liceo les permitía a los jóvenes dormir 30 minutos más. Es decir, los horarios liceales restringen la oportunidad de sueño en los adolescentes uruguayos, que son muy tardíos.
El proyecto es parte de la investigación de doctorado de Ignacio Estevan, docente de la Facultad de Psicología. El trabajo es coordinado por el Grupo de Investigación en Cronobiología dirigido por Ana Silva y Bettina Tassino.
En diálogo con Montevideo Portal, Estevan explicó cómo llevaron a cabo esta investigación y cuáles serían algunas recomendaciones teniendo en cuenta los hábitos de los jóvenes.
“En mi maestría trabajamos con cuestionarios y caracterizamos a los jóvenes adolescentes uruguayos en distintos liceos, viendo que eran muy tardíos y en general entre semana dormían muy poco, en particular los que iban de mañana temprano al liceo. Los que iban de tarde dormían un poco mejor”, explicó Estevan.
“Conseguimos equipos (actímetros) para confirmar lo que ellos nos contaban, utilizando medidas directas de su comportamiento. La hipótesis principal era que los jóvenes dormían poco, principalmente cuando tenían actividades temprano, porque sabíamos que en la región son particularmente tardíos en sus preferencias. Si juntamos que duermen muy tarde, pero las actividades de enseñanza comienzan muy temprano se da un conflicto”, agregó.
El investigador sostuvo que este trabajo lo hicieron en julio de 2020, plena pandemia, y utilizaron “equipos de registro en 15 adolescentes”. “Vimos cómo se comportaban en vacaciones, es decir, qué hacen y cuánto duermen cuando no tienen muchas presiones. Luego analizamos cuánto dormían y qué hacían cuando tenían clases y en los días libres”, aseveró.
Por un lado, buscaron tratar de comparar las vacaciones con días de clase para confirmar que “a los jóvenes si los dejas sin presiones y sin ser exigidos duermen más de ocho horas, más de lo que se recomienda, es decir, tienen un sueño con una duración saludable”. “Si se les da la oportunidad los jóvenes duermen, pero en días de clase no están durmiendo lo que precisan, incluso en un contexto de clases virtuales. A veces las clases empezaban a las 9 o 10, ya que había grupos partidos, separados, para evitar que estén concentrados de a muchos en clases”, comentó.
En un segundo artículo vieron día a día, en función de a qué hora empiezan y cómo son las clases, cuánto duermen. “Si les movés una hora el comienzo de clases el estudiante duerme alrededor de 30 minutos más, si les movés dos horas duermen una hora más. Los chiquilines para despertarse e ir al liceo ponen la alarma, pero no logran ponerse una alarma para irse a dormir. Siempre se van a dormir a la misma hora sin tener en cuenta a qué hora se tienen que levantar al otro día. No tienen capacidad de planificarse mucho, son muy tardíos y terminan durmiendo poco”, sostuvo Estevan
La virtualidad y el sueño
Estevan dijo que fue “interesante que las clases sean heterogéneas en los horarios, algo que no se hizo en otros países durante la pandemia”. “En el caso de los estudiantes al pasar a la modalidad virtual, como ocurrió con los adultos y el teletrabajo, ganaron horas de sueño al evitarse los traslados”, contó.
“Se vio que todos en más o menos medida tenemos menos sueños del que precisamos, ya que si nos levantan las restricciones dormimos un poco más. Hay una discusión más de fondo de que a pesar de que se duerme un poco más la calidad de sueño de mucha gente se vio afectada por distintos temas: cuestiones económicas, ansiedad o cuestiones afectivas. Se generó una etapa de incertidumbre que provocó muchas cosas más”, aseguró el investigador en relación a la pandemia.
Estevan sostuvo que lo que trataron “era ver si el sueño era distinto en vacaciones”. “Encontramos que en vacaciones se levantaban mucho más tarde que en los días libres. La adolescencia muestra la preferencia más tardía en su ubicación de sueño, lo que tiene que ver con procesos biológicos, la pubertad, y con cuestiones psicosociales como tener más autonomía y más sociabilidad con sus pares. Empiezan a autorregular su comportamiento y se ven cambios”, señaló.
“En vacaciones si quitamos presiones los adolescentes duermen lo necesario. Además, entre lo que los horarios que los jóvenes prefieren y lo que les pide la sociedad hay un desfasaje, al que se ha denominado jet lag social. A los jóvenes les gustaría estar activos o durmiendo a determinado horario, pero la sociedad se lo pide otra cosa. Eso implica restricciones de sueño, que es en lo que trabajamos nosotros, y este otro fenómeno que tiene que ver con ese desfasaje”, añadió.
Recomendaciones
Si fuera por los jóvenes los horarios tendrían que ser muy distintos a lo que está funcionando hoy. Estevan comentó que “debería haber cambios en el funcionamiento institucional, lo que es difícil porque demanda acuerdos mucho más amplios y a veces conflictos entre distintas necesidades”. “Hay padres que prefieren que sus hijos estén temprano en el liceo porque van a trabajar, o hay liceos que tienen determinada cantidad de turnos por horario. Por otro lado, está la necesidad de los jóvenes que les gustaría o preferirían otra organización”, aseveró.
“Estamos juntando evidencia que tiene que ver con factores que pueden ayudar a estar más sincronizados con lo que está pasando alrededor. Por ejemplo, se sabe que la luz temprano a la mañana hace que nos vengan ganas de dormir antes porque nuestro reloj se adelanta. En cambio, la luz en la noche, como las pantallas, hacen que nuestro reloj se retrase y que las ganas de dormir aparezcan más tarde”, afirmó.
El adelantamiento o el retraso es poco y no se compara con las dos horas de déficit de sueño que están teniendo los jóvenes. Por exponerse a la luz temprano a la mañana se mueve 20 o 30 minutos el momento de dormir. “Igualmente la exposición a la luz, cuidar las pantallas y la actividad física hay que tenerlo en cuenta”, dijo el investigador
En otro trabajo, que todavía no publicaron dan cuenta de que estar activos físicamente intensamente a la noche, antes de dormir, hace que te vayas a dormir más tarde. “Cuidar estas cosas ayuda a acomodarse, seguramente no duerman ocho horas los jóvenes, pero eso podría ayudar a contrarrestar la tendencia a ser más tardíos”, explicó Estevan.
“Otro tema es el de la cena, que al ser tardía en Uruguay hace que los jóvenes se duerman tarde. Pero es una actividad social importante, a veces un momento de encuentro. Se puede pensar en que ese evento sea anterior para que los jóvenes se acuesten más temprano”, expresó.
“Todas estas cosas pueden ayudar, en cierta medida, a que los jóvenes se ajusten un poco más a los tiempos escolares que están en desacuerdo con lo que los jóvenes precisan”, concluyó.