Cuando cansado e incómodo por las picaduras tras tres semanas acampando a orillas del Napo, en la Amazonía peruana, Aldo Benites vio restos de mandíbula de un animal, supo inmediatamente que eran de delfín. Lo que descubriría más tarde es que se trataba de una especie desconocida que vivió hace 16 millones de años.
Aquel 20 de febrero de 2018, el día que se produce el hallazgo que recoge este miércoles la revista Science Advances, Benites era todavía un estudiante universitario que participaba, junto a diez investigadores, en una de las expediciones paleontológicas que se llevan a cabo en la Amazonía peruana aprovechando la temporada seca, cuando los fósiles quedan al descubierto.
Hoy, afiliado a la Universidad de Zúrich, recuerda en una entrevista con EFE ese penúltimo día de expedición en el que, caminando por la ribera del río Napo junto a John Flynn, un conocido investigador de mamíferos fósiles del Museo de Historia Natural de Nueva York, este vio unos huesos incrustados en una pared y le dijo: “Esto es un cráneo”, y él le planteó si estaría conectado con los restos de cara y mandíbula superior que acababa de ver.
Las técnicas de la paleontología moderna, principalmente un escáner digital en la superficie del fósil, revelaron que pertenecía a una nueva especie de delfín de agua dulce, de entre 3 y 3,5 metros de longitud, que tiene 16 millones de años y ha sido bautizado como Pebanista yacuruna en honor a un mítico pueblo acuático que se cree que habitó la cuenca del Napo, en la actual región peruana de Loreto, provincia de Maynas.
“Yacuruna es un nombre mítico que viene de la composición de dos palabras, yacu que es agua y runa que es persona del agua”, explica Benites.
Sorprendente parentesco
Lo más sorprendente de este animal, hasta ahora desconocido, es su parentesco: “Cualquiera hubiera pensado que este delfín que vivió en la Amazonía Peruana hace 16 millones de años sería un pariente del delfín rosado, Inia geoffrensis, la sorpresa es que Pebanista es un pariente cercano de unos delfines que habitan los ríos del sur de Asia, llamados Platanista”.
El parentesco común queda evidenciado “por el gran desarrollo de sus crestas faciales, unas estructuras óseas usadas para dirigir mejor el sonido que emiten bajo el agua y orientarse en su navegación”, apunta.
El actual Platanista de Asia es un animal que vive en ríos con muy poca visibilidad, por lo que sus ojos se han reducido hasta tal punto que son delfines prácticamente ciegos que se guían principalmente por el sonido, por lo que las crestas son fundamentales para ellos.
Sus parientes peruanos, Pebanista, “debían de estar en proceso de perder la visión mientras las crestas empezaban a desarrollarse de forma notable para mejorar su navegación acuática”, relata Benites.
A los investigadores también les ham llamado la atención las grandes inserciones musculares en el cráneo para la mordedura y el hocico alargado con muchos dientes, lo que indicaría que este delfín se alimentaba principalmente de peces.
Una Amazonia muy distinta
Preguntado por la conservación en el tiempo de los huesos, Benites dice que la clave está en Los Andes y en los ríos: el levantamiento posterior de la cordillera (donde hace 16 millones de años había mil y pico metros máximo hoy puede haber hasta cinco mil) ha sacado estos huesos a la superficie, “y los hemos encontrado porque los ríos erosionan estas rocas con fósiles”, dice.
“Dieciséis millones de años atrás, la Amazonía peruana era muy distinta a lo que es en la actualidad, gran parte de la planicie amazónica estaba cubierta por un gran sistema de lagos y pantanos llamados Pebas, se cree que la biodiversidad era inmensa, mayor que la actual”, detalla.
Este nuevo delfín pertenece a los Platanistoideos, un grupo de delfines muy común en los océanos de todo el mundo entre finales del Oligoceno e inicios del Mioceno, entre hace 24 y 16 millones de años atrás.
Los investigadores piensan que sus ancestros, originalmente marinos invadieron los ecosistemas de agua dulce y se adaptaron a las aguas más opacas de los ríos, mediante evoluciones oseas como las citadas crestas faciales para guiarse mejor a través del sonido.
Cuando el Sistema Pebas empezó a dar paso a la Amazonía moderna, hace unos 10 millones de años, un nuevo sistema acuático y hábitat habría llevado al Pebanista a la extinción, tras la cual, el delfín rosado habría ocupado su nicho ecológico, huyendo a su vez de los océanos donde los delfines modernos estaban ocupando su espacio.
El fósil del delfín gigante está depositado de forma permanente en el Museo de Historia Natural de Lima.
En el equipo que lo encontró en 2018, dirigido por el paleontólogo peruano Rodolfo Salas-Gismondi, había científicos de varias universidades Norteamericanas y europeas, al igual que en el estudio publicado hoy, en el que participa también la investigadora de la Universidad española de Salamanca, Diana Ochoa.
Caty Arévalo / EFE