El reconocimiento rápido de las caras es una habilidad clave en los seres humanos y en otros primates, y, ahora, un equipo de investigadores ha descubierto un nuevo circuito cerebral detrás de esta capacidad, en un experimento en monos.
Los responsables de la investigación son científicos de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos. “Este circuito recién descubierto explica por qué somos capaces de detectar y mirar rápidamente las caras, aunque aparezcan primero en el campo visual periférico, donde la agudeza visual es escasa”, resume Richard Krauzlis, autor principal del estudio.
En los primates adultos, el cerebro desarrolla regiones especializadas del córtex temporal, denominadas “parches faciales”, que proporcionan la capacidad de reconocer y distinguir a los individuos por sus rasgos faciales.
Sin embargo, el reconocimiento facial depende de los detalles finos que proporciona la visión central de alta agudeza del ojo; para reconocer una cara, primero hay que mirarla directamente.
Cuando nacen, los bebés carecen de la agudeza visual necesaria para ver estos detalles finos y las áreas específicas de la cara del córtex no se desarrollan hasta más tarde. Aun así, los bebés suelen orientarse y mirar las caras muy pronto en la vida, lo que sugiere que hay otro proceso en juego, apunta un comunicado de los NIH.
Krauzlis y su equipo se plantearon la hipótesis de que el colículo superior —conocido por detectar objetos— podría proporcionar el eslabón perdido. Este órgano, que forma parte del mesencéfalo, indica al resto del cerebro si hay algo en algún lugar, no qué objeto es, sino simplemente que está ahí.
Funciona con extrema rapidez y conecta directamente con las partes motoras del cerebro, dirigiendo los movimientos de los ojos hacia objetos de interés, o apartándose del camino de un objeto en la visión periférica.
Para comprobar si el colículo superior podría ayudar a detectar caras en concreto, los investigadores reunieron una colección de imágenes que incluían caras, objetos biológicos no faciales, como manos y brazos, y otros elementos como frutas u objetos fabricados por el hombre.
A continuación, mostraron estas imágenes a monos adultos en su campo visual periférico y registraron las respuestas neuronales en el colículo superior.
Estudios anteriores habían sugerido que la detección de objetos por el colículo superior era agnóstica, es decir, que esta parte del cerebro se limitaba a notar la presencia o ausencia de algo, sin diferenciar qué podía ser.
Sin embargo, en este trabajo, el equipo descubrió que en 40 milisegundos, más de la mitad de las neuronas que habían medido respondían con mayor intensidad a las imágenes de caras que a otros tipos de objetos. Algunas neuronas adicionales mostraron finalmente preferencias por otros tipos de objetos, pero no hasta los 100 milisegundos.
En decir, la detección específica de caras fue mucho más rápida que la detección de otros objetos, y fue preferida por una gran proporción de las neuronas medidas, resumen los autores del estudio publicado en la revista Neuron.
También pudieron determinar que, aunque el colículo superior puede recibir información visual directamente del ojo, este proceso de detección de objetos requiere, en cambio, la entrada primero de la parte inicial del córtex visual.
Dado que el colículo superior también vuelve a conectarse con el córtex visual más adelante en la vía de procesamiento visual, los científicos sospechan que este circuito proporciona un mecanismo para resaltar la importancia de determinados objetos.
Los hallazgos no solo ayudan a explicar cómo los primates perciben y reconocen las caras, sino que podrían tener implicaciones para comprender trastornos como el autismo, en el que la detección y el reconocimiento facial suelen estar alterados desde la primera infancia.
EFE