Por The New York Times | Anna Kodé
La primera noche en su nuevo hogar, Clint Basinger estaba desempaquetando unas cuantas cajas sueltas en la sala, cuando de la nada, cerca de medianoche, oyó una voz que resonaba por el pasillo desde el otro lado de la casa. “Buenas noches”, dijo la voz. “Es hora de dormir”.
Luego oyó el sonido de unas cerraduras. “No podía hacer nada con las puertas, todas las ventanas estaban cerradas, todos los sensores de movimiento encendidos”, cuenta Basinger, que había pasado quince años ahorrando para comprar esta casa de tres habitaciones y dos niveles en Asheville, Carolina del Norte. “No tenía ni idea de qué hacer, así que esa noche me quedé encerrado en casa”.
Resulta que el anterior propietario de la casa había instalado un sistema de seguridad inteligente del que no informó a Basinger. “Fue realmente desconcertante estar en un sitio nuevo y no tener ningún control sobre lo que estaba pasando”, relató Basinger, de 36 años, presentador de un canal de YouTube de tecnología retro y reseñas de videojuegos.
En la actualidad, la tecnología inteligente puede encontrarse en prácticamente cualquier objeto cotidiano de un hogar: televisores, refrigeradores, asistentes de voz, timbres, cafeteras, termostatos, luces, despertadores, aspiradoras, cepillos de dientes y mucho más. Según un informe de 2022 de la empresa tecnológica Plume, los hogares de Estados Unidos tenían en promedio veinte dispositivos conectados a internet.
A medida que crece nuestra huella digital en el hogar, también se amplía la gran cantidad de aplicaciones y cuentas necesarias para controlar esos dispositivos. Toda esa automatización crea más oportunidades para que las personas pierdan el acceso o el poder sobre aspectos del hogar o, como en el caso de Basinger, para que nunca tengan acceso desde el principio.
“Nos contamos a nosotros mismos la historia de que nuestro hogar es lo que podemos controlar: es privado, está protegido, es nuestro espacio”, afirmó Heather Suzanne Woods , profesora de Comunicación de la Universidad Estatal de Kansas y autora de un libro de próxima publicación sobre hogares inteligentes.
Pero esa sensación de control —incluso en condiciones ideales, en las que la persona es la propietaria original del dispositivo y tiene acceso exclusivo a él con una contraseña que inventó— no suele ser mucho más que una ilusión.
En el mejor de los casos, cuando no podemos controlar totalmente nuestros dispositivos, los complicados ecosistemas de internet de las cosas que hemos creado en nuestros espacios privados resultan molestos, lentos o costosos de manejar. En el peor de los casos, cuando malos actores, como una expareja abusiva, están conectados a los dispositivos, estos pueden convertirse en herramientas de abuso, permitiendo a personas con malas intenciones, que ni siquiera están físicamente en el hogar, vigilar, provocar o atormentar mentalmente a los que están dentro.
“En los casos en que las personas se han separado de sus parejas y ya no viven juntas, se crea una situación en que la gente puede sentir que ha hecho todo ese trabajo para alejarse de ellos, pero basta con pulsar un botón para que recuperen esa sensación de impotencia”, aseguró Lana Ramjit , directora de operaciones de la Clínica para Acabar con el Abuso Tecnológico de la Universidad de Cornell. “Esto crea la sensación de que nunca te librarás de esa persona y de que el abuso viene de todas partes. Es algo más que las maneras directas de mostrar control, es poner la cafetera en marcha de repente, apagar el aire acondicionado o hacer parpadear las luces”.
¿Qué ocurre cuando no puedes controlar los aparatos de tu casa? ¿Es tu casa la que te controla a ti?
Una función, no un error
Al final, Basinger se puso en contacto con su agente inmobiliario, que le puso en contacto con el anterior propietario, quien finalmente “me dejó entrar en mi propia casa”, explicó. El anterior propietario creó una cuenta de invitado para que Basinger accediera al sistema, pero aún no tiene acceso completo de administrador. Después de llamar al fabricante del sistema, Vivint, Basinger se enteró de que tenía que instalar un sistema completamente nuevo para tener pleno control sobre él, porque el actual iba a desaparecer pronto. Después de tantos problemas con la instalación, a Basinger no le atraía la idea de comprar otro, así que decidió dejarlo como estaba. Ahora puede controlar la mayoría de los aspectos de su casa (por ejemplo, a qué hora le dice que se vaya a la cama, un servicio del que ha optado por prescindir), pero no todos (no puede cambiar la ubicación de los dispositivos en su casa). Uno de los primeros días del otoño de 2019, Aaron Barden llegó a casa y se encontró con que la temperatura en el interior de su vivienda era de 78 grados. “Hacía un calor increíble, y me preguntaba: ‘¿Qué está pasando?”, cuenta Barden, de 32 años, ingeniero residente en New Hope, Minnesota. “Fue entonces cuando me di cuenta de que ya había programación en el termostato inteligente”.
Barden se había mudado a la casa unos meses antes y se había dado cuenta que había un termostato inteligente Honeywell instalado, pero no le dio mucha importancia en ese momento. Más tarde se enteró que el anterior propietario había programado en el termostato un horario de calefacción y refrigeración personalizado.
“Intenté acceder a él de manera remota porque pensaba que estaría bien poder programar el termostato a distancia a mi antojo”, aseguró Barden. “Salvo que no podía hacerlo porque el termostato tenía un código de registro, que estaba asociado a la cuenta del anterior propietario”.
Aunque le costó mucho tiempo, Barden acabó descubriendo cómo cancelar la programación y cambiar manualmente los ajustes de temperatura en el dispositivo físico según sus propias preferencias, como haría con un termostato normal, “no inteligente”.
Barden se puso en contacto con el departamento de atención al cliente de Honeywell, que le pidió rellenar un formulario para deshacer la asociación entre el termostato y la cuenta del propietario anterior. “Pero cuando llegué a ese punto, ya sabía cómo programar el termostato localmente y no conectarlo a Internet. Así que ni me molesté”.
“Si tenemos la autorización del propietario anterior para desactivar su cuenta, y la documentación correcta del nuevo propietario para la configuración del cliente, es un proceso fácil”, dijo David Porter, vicepresidente sénior de experiencia del cliente de Vivint, en una declaración por correo electrónico. “La alineación con el comprador y el vendedor juega un papel clave en esto. Les recomendamos a los compradores de vivienda discutir con su agente antes del cierre para evitar la falta de equipos y el retraso en la desactivación”.
Un portavoz de Resideo, la empresa que diseña y da servicio a los termostatos inteligentes Honeywell Home, dijo que “ofrece soporte seguro para ayudar a simplificar el proceso de mudarse a una casa con nuestras soluciones inteligentes” y proporcionó un enlace a las instrucciones sobre cómo eliminar la lista de termostatos. “Como la seguridad de nuestros clientes y sus dispositivos es de máxima prioridad, tomamos varias medidas durante la transición de dispositivos para asegurarnos de proteger a ambos usuarios antes de transferir el control del dispositivo a una nueva cuenta.”
La posibilidad de que otros controlen los dispositivos inteligentes está “bastante implícita en el diseño actual de muchos hogares inteligentes. Es una característica, más que un error”, dijo Woods.
“El control total del hogar inteligente es, al menos en el tiempo presente, imposible”, afirma. “En parte se debe a que el objetivo de un dispositivo inteligente es ceder el control a alguien o algo, ya sea un dispositivo, una plataforma o su código. Los usuarios delegan el trabajo, el pensamiento o la gestión a los dispositivos inteligentes”.
‘Vivía en casa como prisionera’
Y entonces puede surgir el lado más oscuro de la vida inteligente, en la que todos los rincones de nuestros espacios domésticos están llenos de aparatos y artilugios.
Lindsey Song , copresidenta de la New York Cyber Abuse Task Force y subdirectora del Courtroom Advocates Project de Sanctuary for Families, dice que ha observado un repunte en el uso de dispositivos domésticos inteligentes en casos de maltrato doméstico.
“Ha habido un despliegue de tantas tecnologías diferentes en los hogares que son realmente beneficiosas, pero también extremadamente invasivas. Constantemente vemos que se utilizan contra sobrevivientes cuyo agresor ha abandonado el hogar y, sin embargo, sigue conectado a ellas de esa manera”, comentó Song. “Siguen accediendo a sus dispositivos, cuentas e información”.
Subir la calefacción a distancia con un termostato inteligente en un caluroso día de verano. Apagar y encender las luces. Mostrar mensajes desalentadores, como “Te estoy vigilando”, en las pantallas de televisión. Reproducir canciones ofensivas o detonantes en altavoces inteligentes. Estos son algunos de las decenas de casos de abuso de hogares inteligentes que Song ha presenciado en su trabajo. (Wirecutter ha publicado una guía para protegerse de los maltratadores domésticos que utilizan dispositivos domésticos inteligentes).
Ramjit, de la Clinic to End Tech Abuse, dice que parte de la dificultad para acabar con este tipo de abusos viene del hecho de que es difícil demostrar, ante un tribunal o ante el fabricante del dispositivo, que un abusador lo está utilizando. “Normalmente, se trata de una cuenta compartida, y la plataforma o el proveedor no tienen manera de diferenciar quién la utiliza”, afirmó Ramjit. “Parece un usuario autorizado, porque lo es”.
El sistema legal tampoco se ha puesto del todo al día con los dispositivos inteligentes. En el estado de Nueva York, los tribunales pueden ordenar al agresor “que se abstenga de controlar a distancia cualquier dispositivo conectado que afecte al hogar, vehículo o propiedad de la persona protegida por la orden”. Pero no todas las órdenes de protección lo tienen en cuenta.
“Todavía no he visto una orden de protección con esa disposición incluida”, dijo Song. “Es una nueva adición a la ley, y creo que jueces y abogados y litigantes no están familiarizados con ella, por lo que realmente no se ha puesto mucho en práctica”.
Jennifer Friedman, directora del Bronx and Manhattan Legal Project & Policy de Sanctuary for Families, recordó el caso de una mujer víctima de violencia doméstica que tenía una orden de protección que prohibía a su ex entrar en casa. Pero el hombre manipulaba las cerraduras inteligentes de la casa desde lejos, cerrando y abriendo la puerta principal a diferentes horas. “Aunque él estaba excluido de la casa y no se le permitía estar allí, seguía manejando el hogar desde esta aplicación, lo que era aterrador para ella”, dijo Friedman.
Shamima Ahmed, de 40 años, estaba hablando por teléfono en la sala de su casa cuando vio una luz roja parpadeante en el techo. Era una cámara de seguridad, una de las varias que descubriría y que su marido colocó antes. El tribunal había dictado una orden de protección que impedía al marido de Ahmed, que la maltrataba física y mentalmente, entrar en casa, pero las cámaras eran su modo de vigilarla desde lejos.
Ahmed era muy consciente de que podían rastrear todos sus movimientos y de que, incluso cuando su agresor no estaba en casa y tenía la obligación legal de mantenerse alejado, seguía estando presente. “Sentía que no podía hablar. Vivía en mi casa como si estuviera prisionera”, comentó Ahmed, peluquera y maquilladora en Queens.
Ahora, divorciada, Ahmed se ha mudado a un nuevo hogar propio, pero el miedo y la sensación de ser observada persisten. Al principio, “no podía dormir”, dijo Ahmed. “Todavía me entra el pánico a veces, y tardé un tiempo, pero pensé: ‘Esta es mi casa, este es mi lugar seguro’”. A medida que aumentan nuestras huellas digitales en el hogar, la gran cantidad de aplicaciones y cuentas necesarias para controlar estos dispositivos crea más oportunidades para que personas con intenciones maliciosas, que ni siquiera están físicamente en la casa, vigilen, provoquen o atormenten mentalmente a los que están dentro. (Cristiana Couceiro/The New York Times) A medida que aumentan nuestras huellas digitales en el hogar, la gran cantidad de aplicaciones y cuentas necesarias para controlar estos dispositivos crea más oportunidades para que personas con intenciones maliciosas, que ni siquiera están físicamente en la casa, vigilen, provoquen o atormenten mentalmente a los que están dentro. (Cristiana Couceiro/The New York Times)