En Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (UdelaR), investigadores del Grupo Biodiversidad y Ecología de la Conservación emplean cámaras trampa en diversos proyectos, pero los robos y el vandalismo de estos dispositivos ha generado limitaciones y pérdidas de su trabajo científico.
Las cámaras trampa son una de las herramientas más utilizadas en estudios de monitoreo y conservación. La bióloga e investigadora del Grupo Biodiversidad y Ecología de la Conservación (Facultad de Ciencias) y del Grupo Caza, Antropología y Conservación (Centro Universitario de la Región Este- Rocha), Alexandra Cravino, dijo a Montevideo Portal que “se comenzó a cubrir más territorio, y se ve la misma problemática en todos lados”.
“Esto nos ha pasado en áreas protegidas, productivas privadas o de productores locales. La información que se pierde es lo más importante”, aseguró. Cravino explicó que en el último robo perdió datos de su doctorado, que venía juntando hace cinco años.
Según informó el pasado domingo el diario El País, se han perdido más de 40 dispositivos, de más de 15.000 días y noches de funcionamiento y de más de 90.000 registros de especies.
La bióloga contó que “se pierde información al robarse el equipo con la tarjeta de memoria”. “A veces las revisiones son de tres meses que están ahí (en las cámaras), y multiplicados por un montón de cámaras, se han perdido muchos meses de información”, agregó. En ese sentido, señaló que estos hechos “limitan el monitoreo y se pierde el cubrir el espacio de forma pareja, visitar ambientes nativos y antropizados. Genera una pérdida general”.
Cravino sostuvo que en el último robo perdió “cámaras de todos los ambientes nativos” y “quedó una sola cámara en un lugar forestal”. “El contraste, el control y el ver qué pasa en el bosque, en la pradera, se pierde”, comentó.
La investigadora expresó que “la emoción que se sentía al ir a buscar la cámara queda opacada por esta problemática”. Además, hizo referencia a “cuestiones humanas” que pueden ocurrir, como no colocar la tarjeta de memoria, olvidarse de prender la cámara o poner la pila al revés, por ejemplo, pero esas, y otras cuestiones, son “fallas del investigador” que deben controlar y ante las cuales están atentos para que no ocurran. Pueden darse cuestiones climáticas, como inundaciones, o fallas técnicas de los equipos. Pero la problemática que están sufriendo ahora, es mayor, no depende de ellos ni de los equipos que usan, y por ende, no siempre es controlable.
Los robos o vandalismos se dan en distinta modalidad: robo de tarjeta de memoria, robo del equipo o rotura del equipo. Cravino hizo énfasis en que las cámaras trampa “siguen siendo la mejor técnica que tenemos para acceder 24 horas a qué están haciendo animales”, ya que “la cámara detecta el cambio de temperatura y movimiento”.
La bióloga contó que estos proyectos están “pensados en preguntas de investigación vinculadas a biodiversidad y conservación, que puede ser vinculadas a especies nativas o exóticas”. Algunos de los proyectos tienen que ver con la diversidad de mamíferos en bosques de Uruguay, estimación poblacional de jabalí en el este del país, con educación ambiental, con el estado de situación del ciervo axis, la investigación sobre los ratones amenazados “más desconocidos del mundo” o la vigilancia sanitaria de zoonosis en jabalí en cooperación con la sección Virología.