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El miedo puede moldear poblaciones y promover la evolución. Esto es lo que ocurre con una especie de roedor que vive en el oeste de Europa y norte de Asia: el topillo rojo (Myodes glareolus). Un estudio, publicado en la revista Scientific Reports, demuestra que cuando estos roedores se sienten amenazados por un depredador producen más crías.
El equipo de biólogos de Finlandia y Países Bajos estudió las respuestas químicas de estos pequeños mamíferos para entender su comportamiento. Los resultados revelan por ejemplo que las hembras expuestas a la predación producen camadas con hasta un 50% más de crías que las madres que están a salvo.
"Lo más sorprendente de este estudio es que la causa del cambio en la reproducción numérica fue indirecta", dice el investigador postdoctoral Marko Haapakoski de la Universidad de Jyväskylä en Finlandia. Es decir, que la señal química de los depredadores -sin la presencia activa de estos- fue suficiente para aumentar la prole.
El olor también asusta
Los depredadores también pueden dar un susto de muerte a las presas a las que acechan sin que estas sean devoradas. "Nuestro estudio demuestra que el miedo resultante cambia el comportamiento y la reproducción de estos animales presa", explica Kevin Matson de la Wageningen University en los Países Bajos, en declaraciones citadas por la agencia de divulgación SINC.
El trabajo muestra que una experiencia aterradora como esta puede ser comunicada a los individuos de una misma población, incluso cuando estos no han visto, olido ni oído al depredador por sí mismos. Para llegar a estas conclusiones, los científicos realizaron un experimento.
"Cuando un grupo separado de machos de topillo rojo se expusieron a una comadreja, produjeron mensajes químicos que podían ser detectados e interpretados por los topillos de nuestro estudio", declara Alwin Hardenbol, autor principal de la investigación y científico en la universidad holandesa.
En el caso de las hembras, si estas olían que sus posibilidades de ser devoradas eran altas producían más crías, porque esta podía ser su última camada. Según los biólogos, simples mecanismos fisiológicos permiten a las madres ajustar el tamaño de su camada.
"Hasta ahora se había sugerido que las especies muy fecundas como los topillos respondían a la fuerte depredación a través de una compensación en la reproducción", señala la ecóloga Danielle Lee, de la Southern Illinois University (EE UU), que no ha participado en este trabajo. "Este estudio de campo confirma que estas respuestas están mediadas a través de señales quimioolfativas", concluye.
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