Por The New York Times | Brad Plumer
WASHINGTON — El plan del gobierno de Biden para limitar, por primera vez, las emisiones de gases de efecto invernadero de las centrales eléctricas existentes podría depender de la capacidad de los operadores de las plantas para capturar dióxido de carbono antes de que se bombee a la atmósfera.
Sin embargo, ninguna de las 3400 plantas eléctricas de carbón y gas del país utiliza actualmente tecnología de captura de carbono de manera significativa, lo que genera dudas sobre la viabilidad de esa estrategia.
En las próximas semanas, se espera que la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por su sigla en inglés) proponga nuevos límites estrictos en las emisiones de las centrales eléctricas que queman carbón y gas natural, las cuales son responsables de alrededor del 25 por ciento de los gases de efecto invernadero del país. Esas emisiones están calentando peligrosamente el planeta.
Si bien las empresas eléctricas podrían buscar otras estrategias para reducir la contaminación, como cambiar a energía eólica o solar, los expertos afirman que capturar dióxido de carbono y sepultarlo bajo tierra podría ser una de las pocas opciones para que algunas grandes plantas de carbón y gas puedan seguir operando y cumplan con las nuevas directrices.
La tecnología de captura de carbono ha existido durante décadas, pero las empresas eléctricas han tenido problemas con su alto costo y complejidad. Y aunque algunos insisten en que es una herramienta esencial para resolver el cambio climático, quedan obstáculos importantes a superar.
La captura de carbono en la actualidad
La captura de carbono ya se utiliza en varias instalaciones industriales, como las plantas de procesamiento de etanol y gas natural. También hay tres plantas de carbón en Maryland, Oklahoma y California que utilizan solventes químicos para atrapar una pequeña fracción del dióxido de carbono que sale de sus chimeneas, la cual venden a empresas que fabrican bebidas carbonatadas, entre otros clientes.
Sin embargo, las empresas eléctricas han tenido dificultades para capturar grandes cantidades del dióxido de carbono que arrojan las centrales eléctricas de carbón y gas. Si bien la tecnología se comprende bastante bien, los costos para aplicarla a veces son elevados, en gran parte porque las centrales eléctricas a menudo necesitan desviar una fracción considerable de su electricidad para hacer funcionar los dispositivos de captura.
En la década de 2010, varios proyectos iniciales parcialmente financiados por el gobierno federal fueron abandonados debido a los altos costos. Solo una planta de carbón en Estados Unidos terminó utilizando la captura de carbono a gran escala: la planta Petra Nova de mil millones de dólares en Texas, completada en 2017. Vendió el dióxido de carbono capturado a los perforadores de petróleo que inyectaban el gas en los campos petroleros para extraer más crudo. Esa planta cerró en 2020 cuando los precios del petróleo se desplomaron, pero sus propietarios planean reabrirla este año. (También hay una planta de carbón en Canadá que utiliza la captura de carbono).
Según los expertos, el mayor obstáculo es que casi siempre es más barato dejar que el dióxido de carbono llegue a la atmósfera que capturarlo. Sin límites gubernamentales sobre la contaminación o los subsidios, es poco probable que las compañías se tomen la molestia.
Pero el año pasado, ese cálculo comenzó a cambiar. Bajo la Ley de Reducción de la Inflación de 2022, el Congreso aumentó los créditos fiscales existentes que en la actualidad valen hasta 85 dólares por cada tonelada de dióxido de carbono que los contaminadores capturan y sepultan bajo tierra, un incremento en comparación con el máximo previo de 50 dólares.
Eso ha generado un interés cada vez mayor. Los propietarios de al menos seis plantas de carbón y 14 grandes plantas de gas están realizando estudios de ingeniería detallados para evaluar la viabilidad económica de la captura y el almacenamiento de carbono. Calpine Corp., uno de los principales generadores de electricidad a partir de gas natural del país, está explorando planes para instalar la tecnología en cuatro grandes plantas de gas en Texas y California. Proyecciones futuras
La EPA no puede exigirles a las empresas eléctricas que utilicen alguna tecnología específica para reducir las emisiones. Pero, en teoría, la agencia podría establecer límites a los gases de efecto invernadero tan estrictos que algunas plantas de carbón o gas tengan que implementar la captura de carbono para cumplir con ellos, o bien cerrar por completo.
Sin embargo, muchas empresas de todos modos podrían rehuir de la captura de carbono. Un estudio reciente de Rhodium Group, una firma de investigación de energía, intentó modelar los posibles efectos de las estrictas regulaciones a las centrales eléctricas y los nuevos créditos fiscales. Los investigadores estimaron que solo alrededor de 20 gigavatios de valor de plantas de carbón y gas probablemente instalarían la tecnología de captura de carbono para 2035, una pequeña fracción de los 700 gigavatios de carbón y gas que existen en la actualidad.
Para algunas compañías eléctricas quizá sea más barato clausurar sus grandes plantas de carbón y gas y obtener más electricidad a partir de energía eólica, solar y baterías, que también están fuertemente subsidiadas en la nueva ley climática. En otros casos, podría resultar más fácil modificar las plantas de gas existentes para que funcionen completamente con combustible de hidrógeno limpio que no produzca emisiones.
“Simplemente no vemos que se vaya a implementar una gran cantidad de captura de carbono en el sector eléctrico”, afirmó John Larsen, socio de Rhodium Group. “No es porque haya grandes barreras técnicas, sino porque hay mucha competencia de otras fuentes”. Otros grandes obstáculos
Incluso si las nuevas regulaciones y subsidios federales lograsen estimular un nuevo interés en la captura de carbono, la tecnología enfrenta otros obstáculos.
A algunos críticos les preocupa que los nuevos y complicados proyectos de captura de carbono sean vulnerables a sobrecostos que causen que los precios de la electricidad para los consumidores se disparen. Por ejemplo, el costo de un proyecto de captura de carbono propuesto en una enorme planta de carbón en Dakota del Norte ha aumentado a 1450 millones de dólares, en comparación a los mil millones de dólares que costaba hace cinco años.
Algunos grupos ambientalistas también se oponen a la captura de carbono, pues alegan que no basta para reducir la contaminación del aire convencional de las centrales eléctricas y que haría poco para abordar las fugas de metano, un potente gas de efecto invernadero, de los pozos y tuberías de gas natural. Los críticos también han planteado dudas sobre si la tecnología realmente reduce las emisiones tanto como se anuncia, y señalan como ejemplo la planta de captura de carbono de Chevron en Australia, la cual no ha cumplido con las expectativas.
“El historial no ha sido nada bueno, por decirlo de manera caritativa”, afirmó David Schlissel, analista del Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero que ha criticado los proyectos de captura de carbono. Algunas compañías eléctricas cuestionan si la tecnología está lista para masificarse. Southern Co., una empresa de servicios eléctricos que ha estado probando la captura de carbono para plantas de gas natural en una planta en Alabama, le dijo a la EPA el año pasado que la tecnología necesitaba mejoras adicionales para reducir los costos y mejorar la confiabilidad.
Otros son optimistas.
“En la década de 1970, cuando la EPA estableció regulaciones para la contaminación por azufre, solo había tres plantas en el país con depuradores de azufre”, aseveró Jay Duffy, director de litigios de Clean Air Task Force, un grupo de defensa medioambiental. “Y para el final de la década los depuradores estaban en todos lados. Ves esta dinámica cada vez que aparece una nueva regulación sobre contaminación”. Oposición a un oleoducto de captura de carbono en Hartford, Dakota del Sur, el 21 de diciembre de 2022. (Alyssa Schukar/The New York Times) Equipo de captura de carbono en una central eléctrica cerca de Houston, con carbón apilado al fondo, el 12 de diciembre de 2016.(Michael Stravato/The New York Times)