Por The New York Times | Randi Hutter Epstein, M.D.
Hace poco, durante la tarde de un sábado, mi madre de 87 años se sintió un poco atontada, así que presionó el botón de un lado de su Apple Watch para ver su electrocardiograma, un registro del ritmo eléctrico de su corazón. Treinta segundos más tarde, aparecieron tres mensajes en la pantalla del reloj. Uno mostraba los característicos picos en zigzag del electrocardiograma. El segundo reveló que su ritmo cardiaco, normalmente de 80 pulsaciones por minuto, había bajado a tan solo 40. El tercero decía que los resultados eran “no concluyentes” y venía acompañado de un consejo: “Llama a tu médico”.
Mi madre es una octogenaria fuerte. Camina más o menos 1,5 kilómetros diarios, se ejercita con un entrenador (ahora vía Zoom) tres veces a la semana y, como solía decir, hace planchas casi tan buenas como las que alguna vez hizo su excompañera de hermandad Ruth Bader Ginsburg.
Después de dejar un mensaje en el consultorio de su doctor, mi madre llamó a mi hermano, quien es doctor y vive cerca, para contarle que estaba agotada y “simplemente no se sentía bien”. Mi hermano fue con ella de inmediato y la llevó a la sala de urgencias.
Ahí, el electrocardiograma del hospital, el cual brinda una lectura más detallada que la del reloj, mostró que las señales eléctricas en la parte superior del corazón no se estaban transmitiendo de manera adecuada a la parte inferior. Su corazón estaba latiendo, pero demasiado lento. Los miembros del personal se apresuraron a llevarla a la unidad de cuidados intensivos coronarios, donde los doctores le implantaron un marcapasos la mañana siguiente.
Cuando le habló a una amiga de toda la vida para contarle la historia, la amiga le respondió que ella también había tenido un susto reciente con el reloj inteligente: su ritmo cardiaco estaba por los cielos, pues llegó hasta 182. Su doctor la hizo usar durante cuatro días un monitor Holter, un dispositivo con un electrocardiograma portátil de grado médico que monitorea el ritmo cardiaco todo el tiempo y le aconsejó llevar un diario con sus síntomas, como el dolor de pecho o un pulso intermitente. No se percató de nada y el reporte del Holter reveló que todo estaba bien.
La llegada de los relojes inteligentes que revelan la fisiología cardiaca emociona y a la vez preocupa a los médicos.
Además de Apple, varias empresas usan monitores portables de electrocardiogramas para uso casero, entre ellas Samsung, Withings, Fitbit y AliveCor. Y por cada historia como la de mi madre, en la cual una advertencia conduce a la colocación de un marcapasos que podría salvarle la vida, hay muchas más como la de su amiga, en las cuales variaciones menores de los latidos del corazón llevan a chequeos innecesarios, tratamientos con efectos secundarios riesgosos y mucha ansiedad.
Entonces, ¿vale la pena tener uno de estos dispositivos portables?
Falta evidencia concluyente sobre su precisión y rentabilidad, aunque un estudio de 2019 patrocinado por Apple y publicado en The New England Journal of Medicine sugirió que podrían ayudar a detectar algunos tipos de ritmos cardiacos anormales, en particular en adultos mayores. Se está llevando a cabo una gran cantidad de estudios adicionales, entre ellos algunos para evaluar si un reloj inteligente en realidad puede ayudar a salvar vidas o si las medidas de movilidad como el conteo de pasos producen menos infartos y hospitalizaciones.
La mayoría de estos relojes con electrocardiogramas caseros están diseñados para registrar el ritmo cardiaco y detectar fibrilaciones auriculares, el más común de los ritmos cardiacos irregulares, el cual afecta hasta a seis millones de estadounidenses. La “FA”, como se le llama, aumenta el riesgo de apoplejías, lo cual produce 150.000 muertes y 450.000 hospitalizaciones al año. Sin embargo, los doctores aseguran que de vez en cuando muchas personas tienen ritmos cardiacos irregulares que no tienen consecuencias clínicas.
Como muchas nuevas tecnologías que revelan cosas en el cuerpo que los doctores todavía no entienden por completo, estos dispositivos podrían alertar al usuario de un ritmo cardiaco irregular, pero no todas las irregularidades son peligrosas.
“Es como si acabáramos de inventar el microscopio y estuviéramos viendo microrganismos y todavía no supiéramos qué son”, comentó Harlan Krumholz, director del Centro de Investigación y Evaluación de Resultados de la Universidad de Yale. “Estamos viendo cosas y no estamos seguros de que indiquen riesgos adicionales”.
La mayoría de los relojes se espera para enviar una alerta hasta que ha habido unos cinco latidos anormales en una hora más o menos, en vez de hacerlo con cada ritmo alterado. Sin embargo, eso no significa que la anormalidad sea peligrosa.
“Como cardiólogo, me gustan mucho los dispositivos caseros”, opinó Gary Rogal, director médico de servicios cardiovasculares en el centro médico RWJBarnabas Health en West Orange, Nueva Jersey, cuyo equipo atendió a mi madre. No obstante, dejó claro que le gustaban solo en los pacientes en los que creía que había algún indicio para buscar algo, como quienes tienen un padecimiento cardiaco existente o un historial familiar de enfermedades cardiacas.
“Nunca estaría de acuerdo con el concepto de que todo el mundo deba ser monitoreado”, comentó. “Verás cosas y te volverán loco, pero lo más probable es que estés bien”.
La Asociación Estadounidense del Corazón coincide en que los monitores de los relojes inteligentes podrían ser benéficos, incluso salvar vidas, para algunas personas. Sin embargo, Mariell Jessup, la directora científica y médica del grupo, señaló: “No tenemos suficiente información todavía para recomendárselos a todo el mundo”.
Además, a los doctores les preocupa que, como cada vez hay más gente que usa estos dispositivos que pueden detectar arritmias irrelevantes, podría haber una inundación innecesaria de pruebas de seguimiento y demasiados tratamientos.
“Eso me quita el sueño”, opinó Joseph Ross, profesor de Medicina y Salud Pública de Yale y uno de los investigadores del equipo que lleva a cabo un ensayo clínico aleatorio para comparar a un grupo que usa el Apple Watch con un grupo control que usa un reloj inteligente sin la aplicación del electrocardiograma. “Si a alguien que de vez en cuando tiene un ritmo anormal que nunca le habría causado un apoplejía se le somete a un chequeo exhaustivo o se le suministra un anticoagulante, el riesgo de un sangrado peligroso u otro daño supera los beneficios de prevenir una apoplejía”. Dos semanas después de su intervención quirúrgica, mi madre estaba haciendo planchas de un minuto y levantando pesas con su entrenador personal de Zoom. Tal vez, sin el reloj, mi madre habría estado bien y tan solo se habría sentido muy cansada hasta que le hubiera llamado a su doctor el lunes. O tal vez no.