Nueva entrega del ciclo del químico farmacéutico Bernardo Borkenztain sobre el uso y abuso de los medicamentos, centrado en este tercer capítulo en la homeopatía.
Introducción al tema
Hace muchos años escribí en mi columna La piedra lunar una nota sobre la perplejidad que me causa el tema de las llamadas "terapias alternativas" (con la homeopatía y la acupuntura a la cabeza) respecto de si son útiles o no, e intentaba analizar el tema desde la epistemología, y sin fanatismo, ya que la mayor parte del debate suele derivar en un agitar de trapos digno de los mejores barras bravas.
El punto de partida, que será el mismo hoy, refería a un viejo problema de la óptica, y que es el de la naturaleza de la luz. Según algunos experimentos, ésta se comporta como una onda, y según otro como un haz de partículas (los fotones), y eso llevó a un epistemólogo a expresar el siguiente aserto: "formulan preguntas corpusculares para saber si es una partícula y preguntas ondulatorias para saber si se trata de una onda" (El universo y la taza de té: las matemáticas de la verdad y la belleza, K.C. Cole)
El problema
Lo anterior es esencial porque es muy importante no incluir la respuesta en el diseño de las preguntas (o experimentos, en el caso de la práctica) porque esto puede viciar de sesgo, e incluso de nulidad las respuestas.
Otro problema que apareja el tema es el del sesgo cognitivo, esa tendencia a filtrar los datos de un conjunto y creer o incluso percibir solamente los que están de acuerdo con nuestras convicciones, lo que, en este caso, es un problema serio en todas las discusiones sobre las terapias alternativas con alguna pretensión de seriedad.
En efecto, el problema es este: la efectividad de un medicamento se evalúa mediante tres parámetros: su mecanismo de acción, su farmacología y las pruebas clínicas.
En el caso del paradigma dominante, la medicina alopática, que es la que comprende los medicamentos tradicionales (y por extensión a los fitomedicamentos, los obtenidos más o menos directamente de las plantas) el concepto fundamental es el de dosis, la cantidad a administrar, y que está ligado al de biodisponibilidad, que es la cantidad o porcentaje de esa dosis que llega al lugar del cuerpo en que debe actuar.
La homeopatía, en cambio, opera por dinamizaciones, que son diluciones infinitas de una solución madre (la que sí puede ser dosificada, por cierto) en el entendido de que ninguna sustancia atraviesa por un proceso inmodificada, y que la "potencia" una especie de entidad metafísica, ya que de ella no queda nada medible, es lo que actúa sobre el paciente, y en eso se basa.
Por lo anterior, pretender un sistema de medida de las propiedades de una solución potenciada es hacer trampas al solitario, ya que una entidad que se postula como inconmensurable no puede ser criticada por serlo.
El segundo parámetro, la farmacología, es una propiedad del medicamento y no de su principio activo, ya que depende de la forma de administración. No es lo mismo un analgésico como la dipirona o el ketorolac, si se toma en un comprimido, en un jarabe o si se inyecta directamente dentro del cuerpo. La velocidad de acción y posiblemente la biodisponibilidad serán diferentes. Nuevamente, no hay forma experimental de determinar esto para una dinamización homeopática, pero, una vez más, no sería intelectualmente honesto exigírselo.
Dado lo anterior, la inconmensurabilidad (imposibilidad de usar las reglas de uno para evaluar al otro) de los paradigmas alopático y homeopático, se plantea un problema, ¿cómo determinar si las prescripciones homeopáticas sirven o no?
Posible resolución
Por suerte, queda un tercer parámetro, y que son las pruebas clínicas, realizar lo que se conoce como "estudio de doble ciego": se administra a tres grupos la sustancia a probar, un placebo y nada a un grupo de control y se determina si los resultados de la sustancia son mejores o no. El nombre se debe a que ni los experimentadores ni los sujetos experimentales saben a cuál grupo pertenecen para evitar sesgos en la interpretación de los datos.
El estudio anterior se puede (y debe) aplicar a toda preparación que se pretenda demostrar que tiene actividad terapéutica, y es muy eficaz; de hecho, es el mejor que se conoce.
Y aquí es donde aparece el problema: de todos los estudios de este tipo (pocos, muy pocos de hecho, y no por falta de búsqueda) a los que accedí: los resultados no logran diferencias significativas ni demasiado importantes con los placebos. Por más que se presentan como "muy positivos" por parte de los adeptos de este paradigma, no lo son, y para casos como el cáncer, por ejemplo, en los que el paciente o sus familiares, en su desesperación pueden estar vulnerables a probar cualquier cosa que les ofrezcan, el tema se vuelve especialmente espinoso.
Un caso de mi práctica profesional. Llevo prácticamente veinte años trabajando con aloe vera, y pese a que desde el principio me dediqué a aclarar que nunca, bajo ninguna circunstancia, va a servir para curar el cáncer, en el laboratorio seguimos recibiendo consultas al respecto gracias al "Dr. Google" (en el mejor de los casos) y todavía la gente se enoja cuando se le dice, porque en realidad se le está quitando una esperanza en vez de resolverle la causa de su angustia. Un consejo: si alguien menciona las palabras "aloe" y "cáncer" en la misma oración y no dice "no sirve", desconfíe.
En suma...
Ahora bien, como la ausencia de prueba no es prueba de ausencia, la falta de estudios concluyentes tampoco permite concluir que la homeopatía no sirve, es solamente un indicio en esa dirección. Lo que es más fuerte, sin embargo, es que varias universidades en Europa la están retirando de sus curriculas y en USA se exige el rotulado del tipo "estos productos no tienen estudios científicos que los avalen".
Ahora bien, debe quedar claro por ahora que no creo que la homeopatía sirva; de hecho, estoy convencido de que es una pseudociencia, pero debo dejar abierta la puerta de que puedo estar equivocado, por lo que si me presentan artículos al respecto me comprometo a leerlos y, si me convencen, a retractarme. Lo que no pienso considerar son afirmaciones irracionales del tipo "prestigiosos científicos han demostrado que..." o similares. En fin, como terminaba la otra vez, que me desmientan...
Bernardo Borkenztain
@berbork
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