Por Q.F. Bernardo Borkenztain
berbork
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La pandemia de COVID-19 tiene, como es obvio y sabido, en vilo al planeta en busca de la famosa vacuna de vía de desarrollo acelerada, y de la elusiva cura que va de inexistente a convertir a Trump en una especie de Wolverine (1) que no se enferma de nada.
Mientras tanto, el análisis correlativo de los lugares del planeta en los que la plaga se ha distribuido de diferente manera (es notorio que en Uruguay no pegó ni de cerca con intensidad (2 ) ha llevado a especulaciones para determinar correlaciones, las que pudieran llevar a encontrar causalidades (3) . Y si se encontraran estas últimas, eso podría indicar alguna herramienta a la mano para lidiar con el problema.
Tres aclaraciones necesarias
Una tentación, que los científicos están entrenados para atender y reprimir a la vez, es la de confundir que dos eventos ocurran juntos, lo que se llama "coincidencia" (algo que se desdibuja en su uso coloquial).
Cuando dos o más eventos coincidentes adquieren una regularidad (4) en este fenómeno de aparecer juntos (o uno después del otro) eso se llama una correlación, y es un concepto que solo tiene sentido luego de un número de veces en los que ocurre, en lo que se llama "racha significativa".
Para entender lo que significa pensemos en tirar una moneda al aire. Pueden salir cuatro caras seguidas y eso no es una racha significativa sino un caso puntual (una casualidad de hecho) ya que si la moneda no está desbalanceada en grandes números se tenderán a igualar la ocurrencia de ambas caras.
Es decir, si se piensa en la gráfica de dispersión de los casos de uno de los eventos esta tomará la forma de alguna curva, y si se encuentra otra que tenga una relación de forma similar con ella, se puede estudiar si esa correlación implica algo más.
Por último, si encontramos una correlación que implique que después de un evento A ocurre B y que no se presenta B sin A tenemos que A es causa de B. Por suerte algunos eventos (muchos) no tienen una sola causa necesaria (5) y pueden haber muchas cosas posibles a estudiar.
Evidentemente las causalidades son el oro que se busca, porque implica una posibilidad de actuar; provocando el evento A lograríamos el efecto deseado, en este caso, disminución poblacional de la enfermedad COVID-19.
La elusiva vacuna
Mientras se están realizando investigaciones por todo el mundo para desarrollar de forma acelerada una vacuna específica para la enfermedad, la población (y los gobiernos) esperan ansiosos las novedades porque las economías se caen por las acciones exageradas que se tomaron en muchos países, como las cuarentenas estrictas o suspensiones masivas de las clases. Obvio que es con el proverbial diario de lunes que se sabe, pero una cosa no quita la otra.
En este momento hay - informadas - 11 vacunas en fase III de desarrollo y 56 en fase clínica, pero ninguna aprobada. La vía rápida lleva a ciertas licencias en seguridad, pero en algunas, como la de Oxford, se repiten los eventos que llevan a detenciones momentáneas. Todo indica que para el 2021 habrá alguna noticia al respecto.
¿Y la BCG qué?
Existe una vacuna obligatoria y universal en Uruguay y otros países, que ha mostrado una correlación entre esa obligatoriedad y un bajo número de casos de COVID-19, y es la antituberculosa.
La vacuna se llama así por Albert Calmette y Cecile Guérin, sus desarrolladores, que seleccionaron una cepa de Mycobacterium bovis (causante de la TB de las vacas) y a lo largo de un proceso de 13 años obtuvieron una variante que puede infectar al huésped pero no lo enferma. Se usó por primera vez en 1921 (casi 100 años) y luego de que la OMS la incluyera en su plan ampliado en 1974 llegó a altas coberturas en países endémicos de TB.
Lo que se ha encontrado es que la vacuna ofrece lo que se llama "protección cruzada" contra algunas enfermedades respiratorias, y en el caso de COVID-19 se encontró en la mayoría de los estudios de ese tema que hay correlación entre países con vacunación universal y bajas morbilidades (casos) y mortalidades (casos fatales) del a enfermedad. Uruguay es uno de esos casos de universalidad, así que la correlación se cumple.
El problema es que esos estudios equivalen a una foto, solo prueban la correlación o coincidencia estadística, de ninguna manera demuestran causalidad; aunque permiten inferir su probabilidad, esta debe demostrarse. Luego de filtrar otros factores que podrían influir la correlación persiste, pero la causalidad sigue sin ser demostrada.
En fin
Existe un fenómeno sí probado de que existe un tipo de "inmunidad entrenada" que la BCG daría contra ciertos virus respiratorios incluyendo el sincicial respiratorio, grave en pediatría y la influenza de tipo A. Esto se ha probado como causalidad demostrada, y, ya que existe el mecanismo es probable que incluya al coronavirus de moda, pero habrá que esperar y seguir vacunando, que la TB es mucho peor que la COVID-19.
Antivacunas, habrá que cantarles "ludo" porque no creo que les dé para "jaque mate"; el ajedrez juega en otra liga...
Q.F. Bernardo Borkenztain
(1) Un poco mutante es, no se puede negar.
(2) Lo cual es probablemente un fenómeno complejo y multicausal, con aciertos del gobierno y con posible co-agencia de otros factores, como lo que tratamos hoy.
(3) Es importante aclarar que la palabra "causalidad" por efecto new age es una de las más abusadas del siglo XXI, digámoslo de una vez: es más fácil encontrar casualidades que causalidades, pese a que los gurúes de lo obvio digan con cara de prócer que no.
(4) Cualquier tipo de regularidad no implica una relación fija o lineal que es lo más intuitivo de esperar.
(5) Si a un paciente le baja la fiebre, por ejemplo no es NECESARIAMENTE que tomó aspirina, pudo ser otro antitermoanalgésico o incluso curación espontánea.
Por Q.F. Bernardo Borkenztain
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