Como bien dice el periodista y músico Gonzalo Curbelo Dematteis, este ha sido un muy mal año para los antivacunas, ya que no solamente les tocó lidiar con lo que pasa ante una enfermedad para la que no hay vacuna (falta de una sola no de todas) sino que, además, existe una correlación que parecería ser significativa entre las poblaciones inmunizadas contra el tétanos (vacuna BGC) y una menor prevalencia del SARS-COV2. Como dato, el único país de América del Sur sin vacunación obligatoria es Ecuador, y ni España ni Italia ni USA tienen vacuna universal obligatoria sino recomendada en ciertos grupos (1).
El tema es que la situación global del SARS-COV2 tiene un elemento inédito, y es que es la primera causa que ha unido al mundo en un solo tema, al planeta entero. Si bien las medidas y reacciones son dispares, desde la seclusión total de Nueva Zelanda (fácil de hacer por su naturaleza insular) hasta el solipsismo idiota de Bolsonaro (o la marcha atrás de Trump y de Boris Johnson) pero todos pendientes del tema de una u otra manera.
Lo principal es entender que no siempre los técnicos de la OMS aciertan con sus medidas. La gripe H1N1 en realidad mató menos gente que la gripe estacional (probablemente porque la gente se cuidó más que en otros años) así que los números deben verse con cuidado; como demostró Daniel Kahnemann, las personas solemos tener una mala intuición estadística, lo que lleva a malas conclusiones si los que las sacan no son profesionales entrenados en ciencias naturales o matemática.
Otro tema a entender es que, para comparar enfermedades en lo poblacional, simplificando bastante, tenemos al menos tres parámetros inevitables: a qué velocidad (y con qué gravedad) contagia (2), cómo se genera (si se genera) inmunidad en la población, y cuales son los parámetros racionales a aplicar.
El primero es sencillo: el parámetro llamado "ritmo reproductivo básico" es un índice que permite medir en un lapso llamado "período infeccioso" (3)cuántos casos se generan a partir de un solo infectado. En este caso, es tres veces mayor que la gripe H1N1 de 2009-2010 pero cinco veces menor que el sarampión (que se transmite por el aire y no por gotículas de respiración).
El segundo, la virulencia, no es muy alta, mucho menor que el MERS o el ÉBOLA (que tenían a su favor el que se difundían mucho más lentamente) y 10veces la de la H1N1. El impacto se calcula por esos dos factores, la frecuencia y la gravedad, y el problema fue que es tan contagioso que se difundió a velocidades imprevistas, y eso generó una alarma amplificada por esa máquina de desinformar que son las redes sociales y los tecnócratas/políticos "cazadores de clicks" que las usan de termómetro para decidir sus acciones.
De hecho, así como - bastante razonablemente - muchos científicos reclamaron que declarar a la gripe H1N1 pandemia fue apresurado y exagerado, hay muchas voces que hacen lo mismo hoy. El problema es que diferenciar científicos de propagadores de teorías conspiranoicas en las redes sociales es una tarea muy difícil cuando entre los segundos tenemos generadores de opinión como Noam Chomsky (con ningún conocimiento científico en el área) o varios presidentes.
Porque vamos a entendernos: ni cientistas sociales ni progresistas identitarios ni fascistas negacionistas de la evolución nos van a cuidar en esto; precisamos a los médicos, bioquímicos, farmacéuticos y biólogos, no a los ombligocentristas. Y los precisamos al frente del asunto.
Volviendo al virus en sí, el problema se genera porque la transmisibilidad relativa es muchísimo mayor de los casos anteriores, y la baja virulencia no la compensa, entonces el impacto es alto, y eso genera alarma que se retroalimenta. Como dijimos antes, en la nota sobre la información y desinformación, el discurso oficial es vital en una crisis, y, si bien el fantasma de que esto pase (porque va a pasar) y nos deje un autoritarismo al estilo de 1984 pero con computadoras inteligentes es real, la alternativa es no llegar, al menos para muchos. Igualmente, quedará para más adelante ver cómo y hasta donde se manifiesta el golpe a la economía mundial.
El tercer parámetro, el de la inmunidad, lamentablemente solo se puede evaluar ex post, porque no se puede realizar predicciones, ya que cada cepa tiene sus propios rasgos en cuanto a poder generarla, y eso influye mucho en las vacunaciones. Por algo las vacunas de la gripe se hacen todos los años contra cepas diferentes porque pierden efectividad, a diferencia de otras contras patógenas más estables.
Hay una metáfora bastante ilustrativa pero que se interpreta mal, que es el efecto "rebaño".
En efecto, si pensamos en que un rebaño es un conjunto de animales de la misma especie que se mueven juntos, el número le da a cada individuo protección contra los depredadores. Primero porque baja la probabilidad de que lo ataquen a él, y segundo porque se pueden defender entre ellos. El problema es que los rebaños se contagian rápidamente de las enfermedades por la proximidad, por lo que la metáfora es ilustrativa pero no exacta.
Lo que se busca es entender que las personas con inmunidad (4) funcionan como barreras sanitarias; si un individuo es contagioso y estornuda rodeado de personas inmunizadas no contagiará a nadie, pero si lo hace al alcance de personas expuestas, la enfermedad se propaga. Desde el punto de vista epidemiológico es un efecto rebaño, pero en los casos como la aftosa cuando el rebaño está vacunado. (Y sigue siendo un mal año para los antivacunas).
En este punto entra el tema de la falta de un medicamento adecuado para el COVID-19, porque esto aumenta la cantidad de enfermos que se recuperan y circulan con inmunidad (por haberse contagiado, no por el remedio) pero eso es tema para otra nota. Hay estudios en curso, algunos prometedores, pero no hay impactos poblacionales sobre el tema.
En suma, si la población se inmuniza, y para eso debería vacunarse o contagiarse y curarse, el contagio se ralentiza o, incluso, se frena. Desde ese punto de vista la cuarentena no parece favorecer el proceso, pero el tema es que como la inmunidad no es garantizable y no existe vacuna, la decisión más racional parece ser el distanciamiento. NO ha sido una estrategia universal exitosa, porque depende de la obediencia de la gente a nivel social, no solo de unos pocos.
Sea cual sea la decisión va a haber disidentes, pero no es que haya que escuchar a todos; como Machado hay que pararse a distinguir las voces de los ecos, y oír, entre las voces, una. O dos. Y de ser posible, que sea la de un científico.
Q.F. Bernardo Borkenztain
(1) Llama poderosamente la atención que una vacuna para una enfermedad bacteriana produzca inmunidad contra un virus, pero recordemos que solo hay correlación de dos gráficas, la causalidad no ha sido demostrada. Como un ejemplo banal pero descriptivo: una gran mayoría de los suicidas tienen padres heterosexuales, pero no se puede inferir causalidad de la sexualidad de los padres en toda la población con tendencias autolíticas.
(2) Lo que conlleva un análisis más profundo para diferenciar cuántos contagiados se enferman (morbilidad) , cuántos de los enfermos llegan a cuidados intensivos y cuántos mueren (mortalidad).
(3) Llamado también "infectividad" y es el lapso que va entre que el organismo entra al huésped y que puede producir una infección. En el caso del SARS-COV2 es de 10-14 días.
(4) Generalmente los que se infectaron y no se enfermaron o los que se curaron, pero en casos como el dengue la persona puede contraer más de una vez la misma enfermedad. No se puede asegurar el caso porque los que se han curado son pocos aún, pero es razonable desear que sí sean inmunes.