Por The New York Times | Catrin Einhorn
Es difícil ser un insecto. Son aplastados, pisoteados y fumigados sin pensarlo. Su mera presencia puede provocar pánico irracional. Incluso el lenguaje cotidiano los denigra: “Es un bicho raro”, decimos.
La situación es peor para los insectos, ahora que también han sido marginados legalmente en algunos estados, con repercusiones involuntarias pero graves. ¿La razón? Según muchas leyes estatales, los insectos no se consideran vida silvestre.
Las abejas, las mariposas y los escarabajos polinizan las plantas, enriquecen los suelos y proporcionan una fuente de proteínas fundamental para las especies que están más arriba en la cadena alimenticia. El Servicio Forestal de Estados Unidos lo dice de manera simple: “Sin polinizadores, la raza humana y todos los ecosistemas terrestres de la Tierra no sobrevivirían”.
A nivel ecológico son “las cositas que dirigen el mundo”, en palabras del biólogo E. O. Wilson.
Sin embargo, esas cositas cada vez están más amenazadas. Los científicos están reportando declives alarmantes de muchas especies. Al parecer, algunos insectos son especialmente vulnerables frente a las sequías y el calor excesivos a causa del cambio climático, los cuales les afectan mucho, además de las presiones crónicas como la desaparición de los hábitats, el uso generalizado de pesticidas y la contaminación lumínica.
Al mismo tiempo, las autoridades de conservación de al menos doce estados —Alabama, Alaska, Arizona, Colorado, Indiana, Nevada, Carolina del Norte, Oregón, Pensilvania, Utah, Virginia Occidental y Wyoming— tienen las manos atadas, en términos legales, cuando se trata de la protección de los insectos. Estas criaturas simplemente están excluidas de los estatutos estatales de conservación o su situación es ambigua.
“Las agencias estatales en verdad están a la vanguardia de la conservación de la vida silvestre”, comentó Scott Black, director ejecutivo de la Sociedad Xerces, un grupo sin fines de lucro que defiende la conservación de los insectos. “Pero en estos estados donde no pueden trabajar con insectos o en algunos casos con ningún invertebrado no lo están. Así que las cosas solo languidecen”.
El problema podría originarse en parte de la intención de las agencias estatales cuando se crearon hace casi un siglo: proteger las especies silvestres de que las cazaran o pescaran hasta la extinción. Y, para que quede claro, existen ciertas regulaciones para los insectos. Los departamentos de agricultura controlan las especies invasoras o las que dañan los cultivos, pero eso suele implicar matarlas. Algunos también imparten educación sobre polinizadores.
A veces, los insectos acuáticos son parte del alcance de las agencias estatales de vida silvestre. En otras ocasiones, la ayuda puede llegar una vez que los insectos estén padeciendo tanto como para estar en vías de protección federal conforme la Ley de Especies en Peligro de Extinción. Sin embargo, a menudo no hay nadie a cargo de la conservación.
Por ejemplo, en Arizona, el estatuto estatal define vida silvestre como “todos los mamíferos silvestres, aves silvestres y sus nidos o huevos, reptiles, anfibios, moluscos, crustáceos y peces, incluidos sus huevos o huevas”. Los insectos están ausentes. Por lo tanto, Jeff Sorensen, director del programa de vida silvestre invertebrada del Departamento de Caza y Pesca del estado, que en otros lugares incluiría a los insectos, se enfoca en las categorías que sí están designadas: crustáceos y moluscos. Incluso en los estados que están autorizados para proteger a los insectos suele haber una prioridad baja en comparación con los mamíferos, aves, peces e incluso vertebrados menos carismáticos como los reptiles y anfibios. Además, las autoridades a veces enfrentan restricciones en su capacidad para incluir insectos en las listas estatales de especies amenazadas. Por ejemplo, en septiembre, se necesitó un fallo de la Corte Suprema de California para confirmar que podían incluirse en la lista. La trampa: debido a las limitaciones de las leyes estatales, deben quedar agrupados con los peces. (El presidente de la Corte Suprema se encargó de señalar que el fallo no significaba que los abejorros ahora fueran peces conforme la ley).
En gran parte, las agencias estatales siguen dándole prioridad a las especies que se cazan y pescan, según trabajadores estatales y científicos. “He hablado con los encargados de las agencias en algunos estados que ni siquiera saben que un insecto es un animal”, comentó Ross Winton, biólogo especializado en invertebrados del Departamento de Parques y Vida Silvestre de Texas, quien dirige un nuevo grupo de trabajo sobre invertebrados y conservación de polinizadores a través de la Asociación de Agencias de Pesca y Vida Silvestre.
La falta de atención se vuelve todavía más grave cuando se considera la magnitud del problema de la conservación. Los insectos representan una parte enorme de las especies animales: según algunos estimados, el 80 por ciento. Son particularmente difíciles de controlar, debido a su tamaño pequeño y su gran diversidad.
Algunos estados parecen estar despertando ante el aprieto de los insectos.
Un proyecto de ley presentado el mes pasado en Nevada busca expandir la definición de vida silvestre para incluir insectos que no sean plaga y necesiten conservación. En Colorado, una nueva ley estatal obliga a realizar un estudio sobre la protección de los polinizadores nativos. Sin embargo, en los estados sin una autoridad en el tema de los insectos, el liderazgo suele ser reacio a abordar su inclusión, comentó Winton. A medida que los problemas de los insectos se hacen más evidentes, a algunos estados se les están ocurriendo soluciones alternativas. Por ejemplo, en Utah, la máxima autoridad en insectos es Amanda Barth, ecóloga de la Universidad Estatal de Utah que dirige el programa estatal de conservación de insectos raros conforme un memorando de entendimiento de 2020 con la División de Recursos de Vida Silvestre de Utah.
“Pero no soy una autoridad”, aclaró. “Puedo hablar en nombre del estado en muchos aspectos, pero no puedo hacer las reglas”.
La posición de Barth es tan delicada a nivel político que su firma de correo electrónico indica explícitamente que es empleada de la universidad. Cuando los estados deciden proteger a los insectos, a menudo enfrentan reacciones negativas de industrias como la agricultura y la construcción que pueden perder dinero.
Según Barth, ella tiene que mantener “la transparencia de que la División de Recursos de Vida Silvestre no esté actuando fuera de su autoridad al destinar recursos o personal a este programa”.
No obstante, Barth está decidida a remplazar su desesperación ecológica con acciones y está orgullosa de las diversas iniciativas que ha puesto en marcha. Está el proyecto de ciencia ciudadana que ha registrado miles de observaciones de insectos nativos. Está el trabajo en tierras federales, donde agencias como la Oficina de Administración de Tierras tienen autoridad sobre los insectos. Está el acuerdo de conservación para proteger un escarabajo raro y endémico —el escarabajo tigre de las dunas de arena rosa coral— y evitar que disminuya tanto que necesite protección conforme la Ley de Especies en Peligro a nivel federal.
“Me gusta llamarlas soluciones creativas”, comentó Barth. Amanda Barth en su casa en Salt Lake City, el 1.° de marzo de 2023. (Niki Chan Wylie/The New York Times) Ross Winton busca una araña saltarina en el Parque Estatal McKinney Falls en Austin, Texas, el 3 de marzo de 2023. (Montinique Monroe/The New York Times)
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