Por The New York Times | Steve Lohr
La inteligencia artificial generativa, el motor tecnológico que impulsa al popular chatbot ChatGPT, parece tener una bolsa ilimitada de trucos. Tras recibir instrucciones puede producir de todo, desde recetas y planes de vacaciones hasta códigos informáticos y moléculas para nuevos medicamentos.
Pero, ¿puede la IA inventar?
Académicos del Derecho, autoridades de patentes e incluso el Congreso han estado reflexionando esa pregunta. Las personas que responden “sí”, —un número pequeño pero creciente— están librando una batalla sin duda ardua para desafiar la creencia profundamente arraigada de que solo un ser humano tiene la capacidad de inventar.
La invención evoca imágenes de gigantes como Thomas Edison y momentos tipo “¡eureka!”: “El destello del genio creativo”, como dijo una vez el juez de la Corte Suprema William Douglas.
Pero esto es mucho más que un debate filosófico sobre la inteligencia humana frente a la de las máquinas. El papel y el estatus legal de la IA en la invención también tienen implicaciones para el camino futuro de la innovación y la competitividad global, afirman los expertos.
La Oficina de Patentes y Marcas Registradas de Estados Unidos ha organizado dos reuniones públicas este año anunciadas como sesiones de escucha acerca de la titularidad de la IA sobre la invención.
El mes pasado, el Senado celebró una audiencia sobre la inteligencia artificial y las patentes. Entre los testigos se encontraron representantes de grandes empresas tecnológicas y farmacéuticas. Junto a ellos en la mesa de testigos estaba Ryan Abbott, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Surrey en Inglaterra, quien fundó el Proyecto Inventor Artificial, un grupo de abogados sobre propiedad intelectual, y es un científico de IA.
El proyecto ha presentado casos de prueba “pro bono” en Estados Unidos y en más de una docena de otros países que buscan protección legal para las invenciones generadas por IA.
“Esto se trata de obtener los incentivos adecuados para una nueva era tecnológica”, afirmó Abbott, quien también es médico y enseña en la Escuela de Medicina David Geffen de la Universidad de California en Los Ángeles.
Abbott sostiene que la IA, la cual avanza rápidamente, es muy diferente de una herramienta tradicional utilizada en los inventos, como un lápiz o un microscopio. La IA generativa también es una nueva generación de programa informático. No se limita a hacer cosas para las que está específicamente programada, dijo, sino que produce resultados improvisados, como si creativamente “se pusiera en el lugar de una persona”.
Un objetivo central del proyecto de Abbott es provocar y promover el debate sobre la inteligencia artificial y la invención. Sin protección de una patente, afirmó, las innovaciones de la IA quedarán ocultas en el turbio reino de los secretos comerciales en lugar de divulgarse en una presentación pública, lo que ralentizará los avances en el campo.
Según afirmó Mark Lemley, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Stanford, el Proyecto Inventor Artificial “nos ha hecho enfrentar este difícil problema y ha expuesto las grietas en el sistema”.
Pero los árbitros de las patentes por lo general están de acuerdo en una cosa: un inventor tiene que ser humano, al menos según los estándares actuales.
Hasta el momento, el proyecto ha obtenido resultados mixtos con las autoridades de patentes de todo el mundo. Sudáfrica le otorgó una patente para un recipiente de bebidas con termodifusión que fue generado por inteligencia artificial, y la mayoría de los países, incluida China, aún no han tomado una decisión. En Estados Unidos, Australia y Taiwán, sus alegatos han sido rechazados.
Después de que la oficina de patentes de Estados Unidos rechazara la solicitud de patente del proyecto —una decisión confirmada en un tribunal federal de apelaciones— Lawrence Lessig, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, se unió a un informe presentado este año ante la Corte Suprema.
En apoyo al reclamo de patente del proyecto, Lessig y sus coautores escribieron que el fallo de la corte federal de apelaciones “priva de cualquier protección a toda una clase de invenciones patentables importantes y que podrían salvar vidas” y “pone en peligro miles de millones de dólares en inversiones actuales y futuras” al socavar el incentivo que proporcionaría la protección de patentes.
La Corte Suprema se negó a escuchar el caso.
Muchas patentes enumeran a varios inventores y, con frecuencia, se nombra a los empleados de la empresa, mientras que el propietario de la patente es su empleador. Eso sugiere un punto medio para los sistemas de IA como coinventores, acreditados y completamente divulgados: un socio en lugar de un creador en solitario.
“Ese podría terminar siendo el punto en el que aterricemos, pero es una línea bastante grande a cruzar”, dijo el senador Chris Coons (demócrata por Delaware), presidente del subcomité judicial sobre propiedad intelectual.
Si bien otorgarle un estatus de inventor a la IA es bastante improbable hoy en día, una mayor protección de propiedad intelectual para la tecnología de rápida evolución no lo es.
El mes pasado, Coons y el senador Thom Tillis (republicano por Carolina del Norte), presentaron un proyecto de ley para aclarar qué tipos de innovaciones son elegibles para patentes. Pretende ser una solución legislativa a la incertidumbre planteada por una serie de decisiones de la Corte Suprema. Las patentes de IA, junto con los diagnósticos médicos y la biotecnología, probablemente serían más fáciles de obtener, según dicen los expertos legales. En la audiencia del Senado, Abbott defendió a la IA como inventora, ayudado por un recipiente de bebidas de aspecto extraño que levantó y describió. Había sido creado por un sistema de IA entrenado con conocimientos generales. No tenía capacitación en diseño de contenedores y no se le pidió que hiciera uno.
La IA había sido creada para combinar ideas y conceptos simples a fin de convertirlos en otros más complejos e identificar cuándo uno tenía un resultado positivo, un proceso que se repite una y otra vez. El diseño resultante se introdujo en una impresora 3D. El recipiente emplea geometría fractal para mejorar la transferencia de calor, una especie de antitermo. Podría, por ejemplo, usarse para preparar rápidamente té helado, hervido, infundido y refrigerado.
El recipiente es fácil de sostener, es difícil beber de él y aún no va rumbo a la producción comercial. Pero sin duda es novedoso, y es completamente la creación de un sistema de IA sin control humano.
El sistema de IA fue creado por Stephen Thaler, quien ha realizado investigación y desarrollo de sistemas de IA durante décadas, primero en McDonnell Douglas y luego por su propia cuenta. El estudio de Abbott sobre el campo de la IA lo llevó a Thaler, quien accedió a usar su tecnología para generar uno o dos inventos de demostración para el Proyecto Inventor Artificial.
El sistema patentado de Thaler tiene algunos ingredientes similares a los de los modelos de inteligencia artificial generativa como ChatGPT, y otros que no lo son. Describe a su sistema como uno que tiene el equivalente a sentimientos en una máquina. Cuando reconoce ideas útiles se excita digitalmente y produce una oleada de neurotransmisores simulados, lo que le hace desplegar “un proceso de maduración, y las ideas más destacadas sobreviven”. Mientras la IA generativa parece estar a punto de invadir otra actividad singularmente humana, los expertos legales están presionando a las agencias de patentes, los tribunales y los legisladores para que respondan la pregunta: ¿puede la IA inventar? (Paul Windle/The New York Times).