Por The New York Times | Valeriya Safronova, Neil MacFarquhar and Adam Satariano
Antes de que Rusia invadiera Ucrania, la periodista rusa Farida Rustamova usaba Telegram para una sola cosa: comunicarse con sus amigos.
Pero conforme las autoridades han clausurado los medios de comunicación que se desviaron de la línea oficial, entre ellas las publicaciones para las que Rustamova escribía, ella empezó a subir sus artículos a Telegram. Sus publicaciones —en las que ha escrito sobre la consolidación de las élites rusas en torno al presidente Vladimir Putin y la reacción de los empleados de los medios estatales a una protesta emitida al aire– ya acumulan más de 22.000 suscriptores.
“Este es uno de los pocos canales que quedan donde se puede recibir información”, dijo en una llamada por Telegram.
Conforme Rusia ha silenciado a los medios de comunicación independientes y prohibido las plataformas como Twitter, Facebook e Instagram, Telegram se ha convertido en el canal más importante para acceder a información sin restricciones. Desde el inicio de la guerra ha sido la app más descargada en Rusia, con alrededor de 4,4 millones de descargas, según Sensor Tower, una empresa que analiza datos. (También se han registrado 124 millones de descargas de Telegram en Rusia desde enero de 2014, según Sensor Tower)
“Telegram es el único lugar de Rusia donde la gente puede intercambiar opiniones e información libremente, a pesar de que el Kremlin se ha esforzado por infiltrar los canales de Telegram”, dijo Ilya Shepelin, quien solía cubrir a los medios para el canal de televisión independiente Rain, hoy cerrado, y que ahora escribe un blog que critica la guerra.
Luego del cierre de la estación radiofónica independiente Eco de Moscú, su editora jefa adjunta, Tatiana Felgengauer, dijo que su audiencia en Telegram se ha duplicado. Y luego de que las autoridades rusas bloquearon el acceso al popular sitio de noticias ruso Meduza a principios de marzo, sus suscripciones en Telegram se duplicaron y alcanzaron casi 1,2 millones.
“Aquí consigo las noticias”, dijo Dmitri Ivanov, que estudia ciencia computacional en una universidad de Moscú. Dijo que se apoya en Telegram para ver “los mismos medios de comunicación en los que confío y aquellos cuyos sitios leía antes”.
Quienes se oponen a la guerra usan la plataforma para todo, desde organizar protestas antibélicas hasta compartir reportes de los medios occidentales. En marzo, The New York Times lanzó su propio canal en Telegram para asegurarse de que los lectores en la región “puedan seguir accediendo a un relato preciso de los acontecimientos mundiales”, indicó la empresa en un comunicado.
Pero la libertad que ha permitido el libre intercambio de noticias y opiniones también ha hecho que Telegram se convierta en refugio de desinformación, propaganda de ultraderecha y discursos de odio.
Los propagandistas cuentan con sus propios canales populares: Vladimir Solovyov, presentador de un programa de televisión en horario estelar que todos los días de semana presenta fuertes críticas a Ucrania, cuenta con un millón de suscriptores. Abundan los canales a favor de la guerra de Rusia, muchos de los cuales están operados por usuarios no identificados.
Los medios estatales, como Tass y RIA News, también difunden su información por Telegram.
Telegram también ha abierto la puerta a quienes critican al presidente Vladimir Putin desde la derecha, los partidarios de línea dura que exhortan al Kremlin a actuar más.
Yuri Podolyaka, un analista militar que suele repetir la línea del gobierno cuando aparece en el popular canal que opera el Estado, Channel One, tiene un enfoque marcadamente distinto en los videos que publica en Telegram.
Dice que los aliados a favor de Rusia en el sureste de Ucrania no reciben suficiente equipamiento. El gobierno es demasiado lento al establecer gobiernos de ocupación en las ciudades que ha capturado. Y los refugiados de Ucrania piden en vano que se paguen los 120 dólares que prometió Putin.
“Esta no es solo una guerra que sucede en las líneas de combate, esta es una guerra por la mente de las personas”, dijo en un video publicado recientemente para sus más de 1,6 millones de seguidores.
Igor I. Strelkov, un veterano del ejército ruso y ex ministro de Defensa de la llamada República Popular de Donetsk, ha atraído a más de 250.000 seguidores a su canal de Telegram en el que analiza los problemas de la estrategia usada en la guerra, lo que provee un contrapeso a la propaganda gubernamental que afirma que esta se desarrolla a la perfección.
“Dudo que, luego de perder el primer mes dorado de la guerra, nuestras fuerzas logren rodear y destruir a la fuerza ucraniana en el Donbás”, dijo en un video publicado esta semana, y reconoció que para algunos sus puntos de vista podrían ser vistos como traición. “Desafortunadamente, veo al comando militar ucraniano actuando de forma más competente que el ruso”.
De hecho, la palabra “guerra”, que ha sido prohibida en Rusia para referirse a los hechos en Ucrania, aparece con frecuencia en Telegram entre las opiniones más personales y partidistas que expresan tanto los partidarios como los opositores.
Uno de los defensores más entusiastas es Ramzan Kadyrov, el belicoso líder de Chechenia, cuyo canal de Telegram ha crecido desde los 300.000 seguidores que tenía antes de la guerra hasta alcanzar casi dos millones. Con frecuencia publica videos de sus tropas sitiando Mariúpol, y a menudo muestra métodos militares dudosos, como estar de pie en una ventana abierta al disparar una ametralladora contra un enemigo invisible.
En internet, a Kadyrov lo apodaron categóricamente como un “Guerrero de Tiktok” luego de que, en una serie de imágenes que se suponía que mostraban una visita a Ucrania, se difundiera una fotografía en la que aparece rezando en la gasolinera de una marca que solo existe en Rusia.
¿Por qué el Kremlin sencillamente no prohíbe Telegram, como ha hecho con tantas otras fuentes independientes de noticias? Ya lo hizo, o lo intentó, en 2018, luego de que la empresa desafió las órdenes gubernamentales de permitir que los servicios rusos de seguridad accedieran a los datos de sus usuarios.
Pero el gobierno no contaba con los medios técnicos para bloquear el acceso a la app y siguió estando disponible para los usuarios rusos en gran medida. Para 2020 el gobierno había retirado la prohibición, diciendo que Telegram había accedido a varias condiciones, entre ellas mejorar los esfuerzos por bloquear el terrorismo y el contenido extremista.
En vez de bloquear Telegram, el Kremlin intenta controlar la narrativa ahí, no solo a través de sus propios canales sino también pagando las publicaciones, dijo Shepelin, el analista de medios. La cantidad de suscriptores a los canales oficiales o de línea dura hace palidecer a la audiencia de opositores.
Pavel Chikov, jefe del grupo de derechos humanos Agora Human Rights Group, que ha representado a Telegram en Rusia como abogado, dijo que la empresa tal vez haya mantenido su operación en Rusia hasta este momento porque a las autoridades del país les resulta útil difundir la idea de que tienen ciertos vínculos con Telegram y su fundador, Pavel V. Durov, “sea o no cierto”.
Chikov dice que no cree que Telegram brinda información sensible sobre las comunicaciones al gobierno ruso ni a otros porque, si lo hiciera, dijo, “la gente de todo el mundo dejaría de usarlo”.
Pero los expertos en seguridad han advertido, con alarma, la exposición que podrían tener los usuarios de Telegram. Los mensajes, videos, notas de voz y fotos que se intercambian en la aplicación no están encriptados de extremo a extremo por defecto y se almacenan en los servidores de la empresa. Esos los vuelve vulnerables a la piratería electrónica, a que los requiera el gobierno o que un empleado disidente los revise, dijo Matthew D. Green, experto en tecnologías de privacidad y profesor asociado en la Universidad de Johns Hopkins.
“Un servicio así es increíblemente jugoso como blanco de las agencias de inteligencia, tanto las agencias rusas como otras”, dijo Green.
Telegram ha dicho que los datos que están almacenados en sus servidores están encriptados y que su principal prioridad es la protección de la privacidad de los usuarios. Pero Green y otros expertos dijeron que el enfoque de Telegram hace que la comunicación a través de la app sea menos segura en comparación con otros servicios de mensajería como Signal.
Kevin Rothrock, editor adjunto de la versión en inglés de Meduza, dijo que le preocupaba lo fácil que era para alguien con malas intenciones conocer información privada a través de Telegram.
“Puedes ver quién está comentando, quién está en los chats grupales, los números telefónicos de las personas”, dijo. “Hay una rica base de datos”.
Telegram no respondió a las solicitudes de comentarios sobre sus políticas y seguridad.
Telegram es operada por Durov, un exiliado ruso que la fundó junto con su hermano, Nikolai, en 2013 y ahora funciona desde Dubái.
Los hermanos habían creado uno de los sitios más populares de redes sociales en Rusia, pero Pavel vendió su parte en 2013 y huyó del país luego de rehusarse a darle al gobierno los datos privados de los manifestantes anti-Rusia en Ucrania. (No está claro si es que Nikolai también vendió su participación ni dónde vive).
Durov ha dicho poco en público sobre la guerra. A principios de marzo acudió a Telegram para recordarles a sus seguidores el motivo por el que salió de Rusia. También dijo que su madre tenía raíces ucranianas y que tenía muchos parientes en Ucrania, por lo que el conflicto era “personal” para él.
Al principio de la guerra, dijo que la aplicación iba a considerar si suspendía el servicio en Rusia y Ucrania para evitar una inundación de informaciones no verificadas. En horas, luego del escándalo, Durov dio marcha atrás al plan.
Tal vez uno de los mayores riesgos para los rusos que dependen de Telegram para acceder al periodismo independiente es que las acciones de la empresa parecen estar, en su mayor parte, en manos de un solo hombre.
“La pregunta clave es si confías en Pavel Durov o no”, dijo Chihkov, el abogado en derechos.
“Todos deseamos que Telegram se porte bien con nosotros”, dijo Rothrock. “Hay muchos huevos en esa canasta”.
Valeriya Safronova y Adam Satariano reportaron desde Londres y Neil MacFarquhar desde Estambul. Ivan Nechepurenko, @Alina Lobzina y Milana Mazaeva colaboraron con reportería.
Valeriya Safronova y Adam Satariano reportaron desde Londres y Neil MacFarquhar desde Estambul. Ivan Nechepurenko, @Alina Lobzina y Milana Mazaeva colaboraron con reportería.
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