Por Q.F. Bernardo Borkenztain
berbork
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El SARS-COV2 tomó al mundo por sorpresa, y sin dudas sin preparación, pero no puede decirse que haya sido un evento de tipo "Cisne negro", ya que hubo advertencias de que algún coronavirus se iba a desbocar desde hace años, y sus particulares característicos si bien eran improbables no eran imposibles de suponer.
Lo más grave es que nos toma sin medicamentos probados y sin vacunas, y si bien las vacunas están en fase de prueba, faltan muchos meses todavía para tener alguna, y para peor, no sabemos si la inmunidad pasiva del "efecto rebaño" va a aparecer, y ni siquiera (como es probable pero no inevitable) que las personas que se curen vayan a adquirir resistencia a la enfermedad.
Cuando no existe una cura específica, se procede a probar con medicamentos conocidos de otras patologías, pero con algún criterio científico, no se hace al barrer. El otro procedimiento es acelerar los procesos del as nuevas drogas promisorias que estén en fase de investigación. En otra columna tratamos cómo se desarrolla un medicamento.
Básicamente, un nuevo remedio, cuando la situación es de emergencia, y más a nivel planetario, puede acelerarse en su estudio, pero las cualidades básicas (estabilidad, eficacia, ausencia de toxicidad y de efectos secundarios aceptables conocidos) deben demostrarse.
Es la diferencia de una pseudomedicina con un medicamento, como el caso del MMS del que tratábamos en la columna anterior (1), el hecho de que la eficacia y la inocuidad se conocen (2). Y nada, nunca jamás, sirvió para curar todos los casos de todas las enfermedades. Eso es un disparate.
En el entorno del COVID-19, se ensayaron varias tácticas que en el primer paso, in vitro (esto es en un tubo de ensayo, no consumido por el paciente) funcionaban bien inactivando el virus.
Los casos más importantes son: Remdesivir (un nuevo fármaco, antiviral), ivermectina (un antiparasitario ampliamente usado, pero de alta toxicidad) y la asociación hidroxicloroquina/azitromicina (un antimalárico y un antibiótico respectivamente).
El problema fue que los dos primeros fallaron las pruebas in vivo (en pacientes) y no cumplieron las expectativas que se tenía en ellos.
En cuanto a la asociación hidroxicloroquina/azitromicina, dos fármacos muy conocidos (3) si bien se sigue usando, los resultados distan mucho de ser lo maravillosos que el francés Didier Raoult prometía en su estudio informal e inverificado a posteriori.
Los médicos tuvieron que ir a la guerra armados solo con su conocimiento, con poco equipo estratégico (como los que los cuidan a ellos que al principio era escaso) y sin protecciones suficientes, y es casi milagroso lo que hacen.
El gran problema es que seguimos sin cura concreta, pero eso no implica que no hay nada que hacer. Prebióticos como inulina y oligoelementos como el cinc son suplementos nutricionales que pueden mejorar las chances de repeler la enfermedad (no son curas, ni cerca, pero mejoran las defensas del cuerpo sin dudas) y las precauciones que se están tomando previenen el contagio (4), que es lo más seguro: uno no se puede enfermar si previamente no se contagia.
Para peor, COVID-19 no es una "gripecinha" como dijo una bestia en Brasil, pero tampoco en su complicación una neumonía normal. Lo casos que requieren ventilación no suelen tener buen pronóstico, y existen complicaciones hematológicas (5) por la llamada "tormenta inflamatoria" que no son típicas de los coronavirus y requieren tratamiento. Tampoco son infrecuentes complicaciones renales que llegan a requerir hemodiálisis. No ayuda nada que la cortisona no sea todo lo usable en el caso que se esperaba, tampoco.
La realidad es que la evolución del paciente en cuidados intensivos no es de buen pronóstico, pero la de los intermedios sí evolucionan (en general) con mejor suerte.
Lo peor llegará con el frío, que se va a complicar con la pérdida de trabajos (que por ahora tiene un amortiguador en el seguro de paro) que va a conspirar con que la gente no pueda mantener la permanencia en domicilio y tenga que salir a trabajar, o a intentarlo. También es cuando el sistema de CTI se va a poner a prueba en cuanto a la capacidad de atender todos los pacientes que aparezcan.
Los pronósticos oscilan entre el apocalipsis y la despreocupación; probablemente lo que pase esté en el medio de ambos, pero no hay forma de saberlo.
Q.F. Bernardo Borkenztain
(1) Por cierto, desde que escribo en el portal (2007) jamás recibí tantos ataques ni amenazas como las que recibí en redes y correos electrónicos por parte de los sicarios del MMS. Lo que no dejan son nombres, porque son (aparte de burros) cobardes. Una pregunta nadie la pudo contestar. El supuesto paciente que se "curó" del autismo: cómo se llama, su celular, algo que permita recabar su testimonio. Nadie lo conoce, esencialmente, porque no existe. Todos los sicarios "conocen a alguien que conoce a la madre", pero un nombre, y un celular, ninguno.
(2) Un medicamento a veces no es inocuo, pero el balance entre la cura y el mal potencial que podría causar se conoce y evalúa por parte del tratante, requiere conocimiento.
(3) Que ambos comparten un efecto secundario de alargar en el rimto cardíaco la fase "período qt" lo que puede llevar a algunos pacientes a riesgo de muerte súbita, pero es algo que un cardiólogo puede prever con razonable confiabilidad con un electrocardiograma.
(4) Los números que (sin evaluación por pares) cada vez más se están publicando no parecen apoyar la política del aislamiento, sin embargo, como es el caso de Suecia, que no lo hizo y sin embargo tiene una mejor respuesta que Inglaterra que sí lo implementó.
(5) Existen protocolos con enoxaparin para el caso. Un anticoagulante.
Por Q.F. Bernardo Borkenztain
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