Por The New York Times | Mira Rojanasakul
Desde hace mucho, los científicos han advertido que las temperaturas ascendentes provocarían extremos climáticos más húmedos y más secos en todo el mundo: precipitaciones cada vez más fuertes y sequías más y más intensas. Un estudio nuevo muestra dónde esto ya podría estar sucediendo.
El estudio ofrece un panorama actualizado de las distorsiones en la cantidad total de agua tanto encima del suelo como en acuíferos profundos bajo la superficie terrestre, de donde proviene la mayoría del agua dulce de la que dependen los humanos.
La investigación se valió de los datos de la misión conocida como el Experimento de Clima y Recuperación Gravitatoria (GRACE, por su sigla en inglés) de la NASA, que usa satélites que pueden detectar los cambios en la fuerza de gravedad con el fin de medir las fluctuaciones en el agua que otros satélites no pueden ver. Con ello, puede brindar información sobre regiones donde, por lo general, no hay incrementos ni disminuciones hidrológicos.
“En la mayor parte del mundo, no tenemos datos sobre cómo están cambiando los depósitos de agua subterránea”, dijo Matthew Rodell, subdirector de ciencias de la Tierra en el Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA. “De cierta forma, GRACE rompe con esas fronteras y ofrece información sobre cualquier zona”.
En un artículo publicado la semana pasada en la revista Nature Water, Rodell y Bailing Li, científica investigadora asistente en la Universidad de Maryland, analizaron los datos satelitales para medir los extremos en el ciclo del agua. Descubrieron 505 episodios húmedos y 551 episodios secos entre 2002 y 2021, luego le asignaron a cada uno un nivel de “intensidad” para clasificarlos. La categoría de intensidad consideraba la gravedad de un episodio, así como su duración y la extensión de superficie terrestre afectada.
Una de las características de los datos de GRACE es que miden los cambios que persisten durante largos periodos. De hecho, dan seguimiento a desastres más lentos que ocurren a lo largo de meses o años, no inundaciones repentinas y fugaces que suceden durante una temporada por lo demás normal.
En un inicio, Rodell y Li se propusieron clasificar los peores periodos de sequías y precipitaciones con las observaciones satelitales disponibles de los últimos 20 años. Sin embargo, cuando revisaron los resultados, pronto se dieron cuenta de que ambos tipos de eventos se volvieron más comunes —y más graves— hacia el final del periodo de estudio.
Para descifrar si el calentamiento global podía ser la causa de estos cambios, los investigadores compararon la correlación de los niveles de intensidad mensuales de episodios húmedos y secos con las temperaturas promedio a nivel mundial y otros factores climáticos conocidos.
Hallaron que las temperaturas medias globales tenían una correlación mucho más significativa que los otros indicadores, incluido El Niño, el cambio ocasional de la temperatura del agua en el océano Pacífico que puede tener efectos importantes en el calor y la lluvia. Este descubrimiento refuerza la posibilidad de que, a medida que se caliente el planeta, veremos extremos más frecuentes y más intensos.
Destacaron algunas regiones. Los trópicos experimentan rachas de episodios húmedos más intensos y en las regiones continentales se observa una tendencia hacia la sequía.
No obstante, 20 años de observaciones es poco en términos de las escalas de tiempo climáticas. El simple hecho de buscar correlaciones como esta “se verá limitado en cuanto a la capacidad de distinguir estas cosas con exactitud. No es una tarea trivial”, comentó John Fasullo, científico del Centro Nacional de Investigación Atmosférica, quien no participó en el estudio.
Los datos de GRACE tienen otras limitaciones. Las mediciones globales son mensuales y se publican con un retraso, por lo que resulta impráctico usarlas para monitorear eventos en tiempo real. Las imágenes también tienen una resolución efectiva de aproximadamente el tamaño del estado de Illinois, cosa que no es ideal para ver cambios a nivel más local.
El análisis también excluye regiones donde se sabe que hay un impacto humano a largo plazo o un derretimiento del hielo continuo que se identificaron en un estudio previo liderado por Rodell. Estas regiones incluyen el Valle Central de California, donde el uso de suelo agrícola ha agotado las reservas en los acuíferos, y Groenlandia, donde la capa de hielo ya empezó a derretirse.
Aún se necesitan más estudios sobre los cambios en el agua subterránea, sobre todo en episodios extremos, para analizar la influencia del calentamiento global. Pero en cuanto a las precipitaciones en periodos más cortos, la relación está más clara. “Uno de los aspectos de los extremos en el ciclo del agua que ya se ha detectado y fundamentado es el aumento de la precipitación intensa a causa del cambio climático”, afirmó Fasullo. Desde hace mucho, los científicos han advertido que las temperaturas ascendentes provocarían extremos climáticos más húmedos y más secos en todo el mundo: precipitaciones cada vez más fuertes y sequías más y más intensas. Un nuevo estudio muestra dónde esto ya podría estar sucediendo.