Por The New York Times | Shira Ovide

Las últimas versiones de Sony del Walkman, el reproductor de música portátil pionero que fue lanzado por primera vez en 1979, no se parecen en nada al reproductor de cintas original que venía con auriculares de hule espuma. El Walkman más reciente es un reproductor de música digital que cuesta 1600 o 3200 dólares.

Probablemente no será un gran éxito de ventas. Tampoco lo fueron los teléfonos Nokia y BlackBerry que también siguieron existiendo —al menos hasta hace poco— mucho tiempo después de convertirse en reliquias para quienes los recordamos.

Yo quería saber a quién le gusta la tecnología que ya ha pasado su mejor momento. Pues a gente como Chris Fralic.

Socio del consejo de administración de la empresa emergente de inversión First Round, recuerda haber comprado en eBay una consola de videojuegos Sony PlayStation Portable de 2004 cuando solo estaba disponible en Japón. En una fiesta, sacó el dispositivo del bolsillo de su camisa y la gente se reunió a su alrededor.

“Era como si viniera del futuro”, me dijo Fralic por teléfono la semana pasada mientras sostenía una vieja PSP en la mano.

Para ti, este tipo de cosas pueden ser objetos obsoletos. Para los entusiastas como Fralic, los aparatos tecnológicos contienen historia de la vida de los coleccionistas, de la industria tecnológica, de Estados Unidos o de todo lo anterior.

“Todos ellos cuentan una historia”, afirmó Fralic. “He usado, vendido y amado estas cosas desde que salieron al mercado. Es genial mirar atrás y darse cuenta de lo importante que eran”.

Convirtió el ático en el tercer piso de su casa en un museo personal para su colección de miles de dispositivos tecnológicos y recuerdos de los últimos 40 años o más.

Sí, tiene varias versiones del Walkman de clásico y del reproductor de discos compactos Discman de Sony (me envió una foto por correo electrónico como prueba). Su colección también incluye una enorme minicomputadora DEC PDP-11 apodada R2-D2 que, según admitió, es un dolor de cabeza mover.

Tiene las piezas de un dispositivo electrónico original “caja azul” que Steve Jobs y Steve Wozniak montaron —antes de fundar Apple Computer— para piratear las líneas telefónicas. Su colección cuenta con muchos teléfonos, incluidos un monstruo como el de Gordon Gekko y un “teléfono amarillo” de la época soviética diseñado para conectarse con el Kremlin.

La tecnología, por su propia naturaleza, evoluciona rápidamente, y a menudo no hay tiempo ni ganas de mirar atrás. Sin embargo, muchos aparatos tecnológicos antiguos nunca mueren de verdad. En cambio, viven en los productos de nostalgia, como el Walkman de Sony, y en las cocheras y áticos de los aficionados que creen que la PSP fue lo más genial que se hizo jamás.

El amor de Addison Del Mastro por un reproductor múltiple de casetes japonés de la década de 1970 y por los viejos radios con reloj no tiene que ver con la nostalgia personal. Del Mastro, que escribe un boletín sobre urbanismo y uso del suelo, tiene 28 años y apenas ha utilizado esos aparatos alguna vez.

Pero Del Mastro cuenta que, cuando era adolescente, se llevó a casa un radio-reloj de RadioShack con paneles de madera de imitación y reproductor de casetes que encontró en el centro de reciclaje local: “Lo conecté y funcionó”. Quedó encantado.

Del Mastro dice que aprecia la creatividad y el trabajo artesanal de los aparatos electrónicos de hace décadas, así como la capacidad de entender su funcionamiento.

“Puedes abrir ese reproductor de casetes giratorio de 1970 y cualquier persona puede entender lo que está pasando”, comentó. “Hace interactuar a tu cerebro y a tus manos. Esa experiencia está ausente en muchas tecnologías o dispositivos modernos”.

Adam Minter dijo que hace aproximadamente una década empezó a escuchar de recicladores de productos electrónicos que recibían llamadas de personas deseosas de comprar computadoras personales obsoletas. Ofrecían mucho más dinero del que valían las PC para despojarlas de materias primas como el oro.

Minter, un antiguo colega mío que ha escrito dos libros sobre la segunda vida de los objetos, dijo que esas llamadas telefónicas eran a menudo de coleccionistas que buscan cualquier chip de computadora que haya sido fabricado por Intel u otras compañías. “Suena raro, ¿pero en realidad lo es?”, preguntó. “Están coleccionando artefactos de nuestra era tecnológica”.

Hay coleccionistas y entusiastas para todo. Puede que te gusten las joyas vintage de baquelita o las bicicletas italianas de la década de 1970. Los aparatos tecnológicos que inspiran asombro y deseo no son diferentes. Al hablar con la gente sobre el tema, me sentí como si me hubiera metido en una subcultura extremadamente ñoña, de la que quizá nunca pueda volver a salir.

“Cuando logras entrar en este mundo de locos, yo solo soy un participante menor”, aseguró Fralic. “Hay gente que está realmente obsesionada con estas cosas”. Hay gente que adora la tecnología que los demás consideramos basura obsoleta. (Joel Plosz/The New York Times)