Con el final del mes de mayo terminan dos tendencias que marcaron los últimos dos años de la ganadería: precios en ascenso y faena en ascenso. Esto no significa que en nada se interrumpa el fuerte proceso de transformaciones del sector.
Lo que sí significa eso es que por un lado los precios de exportación no pueden subir permanentemente y en la línea de los US$ 5.400 probablemente han encontrado un tope difícil de superar y que inclusive puede tener ajustes leves a la baja.
Por otro lado, quiere decir que al terminar lo que podríamos llamar la “zafra”, se van terminando los novillos adultos, y que no puede seguir el crecimiento en faena de vacas y vaquillonas porque si no, se derrumbaría el stock.
Los precios altos continuarán, la faena seguirá alta. Pero la expansión de ambas variables probablemente ha terminado. En lo que refiere a precios no hay porqué esperar una caída fuerte. China le está ganando al covid: Shangai, incluido el puerto, vuelve a la normalidad el 1° de junio. Aunque va a llevar tiempo ordenar el tráfico marítimo, la demanda por la carne uruguaya seguirá y la oferta será ajustada.
Las bajas de estas dos semanas en los precios han sido moderadas y no vienen mal. Las burbujas de precios nunca son buenas. Pero lo que está por delante es más estabilidad que ajuste. La propia estabilización de la faena por un faltante de oferta estará consolidando una estabilidad de precios de la hacienda que es lo suficientemente favorable para los productores como para que la revolución productiva de la ganadería continúe hasta nuevo aviso y llegue incluso a la cría, que probablemente presente datos positivos en el relevamiento anual de preñez que hace Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) Treinta y Tres en junio.