El monólogo del unipersonal es sordo. Habla y no espera, ni quiere respuesta de otro. La evita. Un solo personaje habla y habla, construye un diálogo que solo tiene intención de ser escuchado. Pero el teatro es teatro cuando hay un público que lo ve.

De forma inevitable, entonces, aunque el unipersonal no lo quiera, el diálogo existe. A eso se le llama convivio, a una encrucijada temporal y territorial. En todo esto, en medio de todo esto, es que se produce el teatro.

En Uruguay, del 24 al 29 de octubre en la Sala Hugo Balzo del Sodre, se llevará a cabo el Festival Internacional de Teatro Unipersonal (Fituu). El Fituu existe desde 2006 y parte de la necesidad de juntar y mostrar, de poner en un ramo, como si fueran flores, obras de teatro de este género, tanto nacionales como internacionales.

El festival, además, se presenta como un lugar de reflexión sobre el género unipersonal en el teatro. Un género que, quizá, desde una mirada más tradicional, representa un prestigio por tratarse de un desafío extremo: la soledad en escena.

De las tantas obras que estarán presentándose, una de ellas es La mujer puerca, el unipersonal argentino que se considera un “clásico en miniatura” para varios medios. Escrita por Santiago Loza y dirigida por Lisandro Rodríguez, hace diez años que esta mujer, este personaje, tiene el rostro de la actriz argentina Valeria Lois.

Habiéndola representado tantas veces, a esta altura, ¿qué desafíos vienen con volver a hacer de vuelta todo el tiempo el mismo personaje y el mismo guion?

En esta vuelta vino mucha gente que la vio en otra época, en otro momento, y me dicen que está re distinta. Me dicen que no lo pueden explicar. Nadie me sabe decir. Me veo poco en mis trabajos, pero hace poco analicé una parte porque le pasé un video a alguien para que lo vea con sus alumnos. Lo vi. Vi lo que hacía hace unos años atrás y me parece que no estaba tan bueno, como que me gusta más esta versión. Creo que la obra madura en tanto una madura como actriz. Hay cosas que, quizás, en un momento necesitás subrayar más, o buscar la emoción. Si no te emocionás, no pasa.

Ahora hay algo más liberado de todos esos miedos, o lugares a los que uno siente que tiene que ir sí o sí. Como si la madurez le otorgara tranquilidad a uno para hacer eso mismo que antes hacía de una forma más heroica, que me parece que le hace mejor.

¿Cómo hacés para que no se haya convertido en un proceso automático?

Yo amo hacer cine. Todo el tiempo estoy buscando lindos proyectos para filmar, porque cuando estoy filmando siento que, y mirá que es mi trabajo, siento que estoy en Disney. Pero yo soy del teatro. Mi relación con la actuación es bien del teatro. El teatro configura muy claramente mi vida, mi rutina. Cuando todo el mundo se está yendo a dormir, o está volviendo a su casa, o está de joggineta el sábado a la tarde abriéndose una cervecita, yo estoy yendo a trabajar. Eso es una rutina, pero yo te aseguro que todas las veces, a mí, esa situación me inquieta como si fuera la primera vez.

Eso lo sabe mi hijo, mi novio, lo supo mi exmarido, mi mamá, mi hermana. Si me ves el fin de semana, yo ya estoy en situación de preactuar. Siento que es totalmente distinto a lo automático. La situación me sigue generando una adrenalina, unos nervios, cosas que no podés hacer. Te aseguro que cada función tiene lo suyo. Digamos, sí, obvio, sé las letras de atrás para adelante, la puedo decir casi sin pensar. Hay algo que está automatizado. Eso, por ejemplo. Pero hay funciones en las que pasan cosas. Se rompe un vaso porque la gente puede tomar, y yo eso lo incorporo. No es que estoy improvisando todo el tiempo, pero hay algo del presente que está encendido todo el tiempo. No hay un problema con la repetición. Sigue siendo una aventura cada vez. Yo siento que son cosas medio cursi, como con los hijos, que es un amor que no conociste antes, pero es real.

A este personaje lo conociste hace diez años ya, ¿qué sentís por ella?

Algo parecido a lo que puedo sentir por mí también. Mucho amor, mucha comprensión, compasión. La adoro a la Puerca. No tiene nombre el personaje, pero me parece alguien muy entrañable. La quiero, la respeto, me divierte, me encanta vivirla.

Ahora vas a estar viniendo a presentárselo a un público uruguayo, ¿ya lo habías hecho?

Sí. Fui una vez al Solís a hacerlo en una sala chica, en un pequeño auditorio, y la pasé muy bien. A parte, me encanta el público uruguayo. Fui el año pasado a hacer La vida extraordinaria y este año fui a hacer Teoría King Kong. Me parece que estamos muy unidos, que compartimos algo de la pasión por ver, por ver actuación, por conmovernos y reírnos y llorar al mismo tiempo. Es algo que, para mí, es medio clave en la actuación. En el sentido de que hay una emoción circulando que a uno lo tiene un poco desubicado. Atento y desubicado, un poco fuera de sí.

Esto de poder representar al unipersonal en más de un país habla de que toca ciertos temas que son universales, que trascienden a la cultura o al país mismo. ¿Cuáles son las universalidades de la Puerca para ti?

En la relación con la religión, con Dios. De todas las maneras habidas y por haber. Uno cree que creer en Dios, o respetar a Dios, es ir a la iglesia, rezar, confesarse, comulgar. En el caso de la Puerca, no hay nada de eso. Hay algo más real y pagano a la vez. Eso me encanta. Algo de lo femenino, de las mujeres, de lo que puede ser una vida, algo del sufrimiento de no tener contención, de no tener madre, de la orfandad, de ese lugar donde uno queda, del desamparo y puntualmente de las mujeres y de lo que puede ser resistirse, adaptarse, a la vida, al capitalismo, a la relación con los tipos, con los hombres. Estás todo el tiempo en una situación de responder a una demanda que hace que el camino y la vida puedan ser algo tortuoso, sufrido y desconectado de los deseos. De poder pensar, de poder plantarse, de poder definirse a una misma. Hay algo de lo que cuenta, de cómo lo cuenta, donde una ve el desamparo, cómo los que se caen del mapa no tienen con quién pensarse, no tienen qué hacer, cómo hacer.

Se dice que este unipersonal es un clásico en miniatura, ¿qué sentís vos con esa definición?

Me gusta. Lo de miniatura no sé por qué lo dicen, si por mi estatura o por las dimensiones. Es un espacio muy chiquito que me contiene a mí, donde me muevo muy poco, y eso puede ser que haga lo haga medio pocket. Me gusta lo de clásico porque sí, pasaron muchos años y sigue funcionando. Eso es lo que lo hace un clásico, porque podrían haber pasado años y haber quedado viejita. O que ya no interesara. Me gusta lo de clásico en miniatura.