“La milonga es hija del candombe, así como el tango es hijo de la milonga”, afirmó Alfredo Zitarrosa en una entrevista que, años después, Juan Campodónico recuperó y utilizó en “Zitarrosa”, la última canción de Mar dulce, un disco que publicó con Bajofondo en 2007. Al menos desde ese momento, la sentencia de Zitarrosa le resuena al músico.
Parado delante de esas palabras expuestas en la Sala de Exposiciones del Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra (ANIP), ahora afirma junto con Andrés Torrón que “es un contenido en sí mismo”. Cabe destacar que es una coproducción de la que también forma parte la Dirección de Cultura y el Instituto Nacional de Música.
Hace dos años comenzaron a idear la exhibición “La milonga es hija del candombe, así como el tango es hijo de la milonga”, que presentaron ayer. Mientras rebuscaban, investigaban, entrevistaban y ordenaban el pasado musical uruguayo, Campodónico y Torrón pensaron que, en algún momento, surgiría otro nombre para llamar el proyecto.
“Después nos dimos cuenta de que es la santa trinidad de la música uruguaya. Tiene hasta algo religioso: en el nombre del candombe, el tango y la milonga”, cuenta Torrón.
Para la presidenta del Sodre, Adela Dubra, “como toda tesis, tiene su discusión. Y eso es lo bueno”, dijo en referencia a las preguntas que surgen y cuestionan la muestra. ¿Faltan artistas? ¿Por qué no incluir música del siglo XXI? ¿Hubo más mujeres que le dieron forma a la música uruguaya? ¿Qué pasa con otros géneros como la murga?
“Ojalá que se discuta quién es hijo de quién”, expresó Dubra en la presentación de “La milonga es hija del candombe, así como el tango es hijo de la milonga”. Las palabras de Zitarrosa sugieren una linealidad. Pero: “¿Es tan así?”, se pregunta Torrón, “¿la milonga es hija del candombe?”. Candombe, milonga, tango. Milonga, tango, candombe. Tango, candombe, milonga. Para Torrón, la inspiraicón que tomaron de Zitarrosa y volvieron su tesis es “una forma poética” que el músico uruguayo resolvió para explicar la identidad musical nacional.
“La mezcla de esos géneros se dio solo acá”, afirma el musicólogo. Por eso explica que, al seleccionar los 11 músicos que le dan vida a la muestra, se aseguraron “que no fueran puros”; tangueros, candomberos o milongueros solamente. Son Alberto Mastra, Pedro Ferreira, Romeo Gavioli, Amalia de la Vega, Lágrima Ríos, Alfredo Zitarrosa, Manolo Guardia, Eduardo Mateo, Hugo Fattoruso, Rubén Rada y Jaime Roos.
Para los curadores, son las voces que representan la base de la identidad sonora popular del país, que viajan por el campo y la ciudad, aunque coinciden que el origen es África. “Los tres tienen nombres africanos. Cuando los africanos eran esclavos en Montevideo, tenían su lugar de esparcimiento fuera de las murallas, donde hacían sus ceremonia que se llamaba tangó”, explica Torrón.
El resultado final de su investigación es un espacio “museístico, abierto, sobre la música popular uruguaya” cuenta Torrón, donde se exhiben semblanzas y biografías de los 11 elegidos, archivo audiovisual; entrevistas a Rada, Fattoruso y Roos; y objetos recuperados, como la guitarra de Zitarrosa, la carpeta azul en la que Eduardo Mateo llevaba sus letras y composiciones que muestran el proceso creativo de Jaime Roos. La obra de los artistas está ordenada en una línea del tiempo que deja entrever la conexión entre sus músicas.
Pero, además, el recorrido incluye una fonoteca que, al igual que una bibloteca, pretende preservar y difundir material. Es una sala pequeña y oscura, pero con un sonido potente. Allí se escuchan 28 canciones recuperadas de archivos originales, en las que resuenan hasta las respiraciones antes de empezar a cantar.
“La milonga es hija del candombe, así como el tango es hijo de la milonga” se exhibirá en la Sala de Exposiciones del Archivo Nacional de la Imagen y la Palabra (ANIP) hasta abril de 2024.