Por Nicole Wysokikamien | @_____.nic

Lucía Rodríguez Esperón, o Rodra para sus oyentes y amigos, tiene 28 años. Canta, compone, escribe y enseña. Ha tocado en los espacios más pequeños y alternativos, pero también en los grandes escenarios de Uruguay, como el Teatro Solís, La Trastienda, la Sala Zitarrosa y los escenarios MOJO. En 2021 ganó un Premio Nacional de Música y acaba de firmar contrato con Bizarro para lanzar su nuevo disco.

Rodra describe su práctica artística como una búsqueda de renovar la tradición musical uruguaya con una clara impronta roquera. Combina el sonido distorsionado y pesado con ambientes contemplativos. Su voz es tan potente como dulce, y tiene una presencia avasallante tanto dentro como fuera de la escena. Su gestualidad es hipnótica: comunica con los ojos, con las manos, pasa del habla al canto y del canto al habla en un segundo.

Entre 2014 y 2018, compartimos largas horas de estudio y charlas entre la biblioteca y la puerta del Instituto de Profesores Artigas mientras ambas estudiábamos Literatura. Nos encontramos en Berlín seis años después, en medio de su viaje por Europa y habla con el mismo entusiasmo de estudiante inteligente y confrontativa que la caracterizaba.

Se presenta el 11 de octubre en La Trastienda junto con su banda completa e invitados que todavía no han sido anunciados. Va a tocar temas de su disco nuevo, entre los que está “Ke me pasa”, el primero que lanzó. Las entradas se pueden adquirir aquí

Foto: Alina Viera (@aluvie)

¿Por qué decidiste sacar un tema nuevo ahora?

Se llama "Ke me pasa" y fue una canalización de que no sabía qué me pasaba. Entonces siento que, primero que nada, es honesto porque lo hice un momento en el cual estaba saturada de muchas cosas y no entendía mis emociones. Entonces pensé, “che, yo tengo esta herramienta que es la música, para ayudarme”. Fue como un retorno. Venía en un viaje de pensar mucho la música y estar más en procesos más largos y me sentía abrumada de pensar cómo hacer las cosas.

Este tema fue muy distinto porque lo hice en un intento de mantener la emoción a flor de piel. Fue muy orgánico porque decidí hacer lo que quiero hacer ahora sin darle tanta vuelta. Sin dudar tanto si quería mostrar esto, si no quería mostrar aquello, con qué soporte cuento, sin pensar tanto en cómo afecta esto a mi carrera y ese sinfín de preocupaciones.

¿Cómo te sentís en relación a la Rodra de hace cinco o diez años?

Siento que en este momento de mi vida estoy intentando traer a esa Rodra. Pero a la Rodra de 20. A la Rodra post-adolescencia. Estoy en un momento en el que estoy amiga de mi pasado. Hubo momentos durante estos últimos años en los que miré para atrás con cierto… no sé como decirlo, pero no estaba tan amiga de esas otras versiones de mi misma. Ahora estoy muy conectada con esos primeros impulsos que tomé, que me arriesgué a hacer cosas que me llevaron a hacer lo que hago ahora. Pasan los años y a veces siento que me voy poniendo más rígida, que también puede ser más “profesional”, pero que implica ponerme ciertos arneses para hacer algunas cosas. Hubo un momento en el que me animaba a hacer cualquier cosa. Me acercaba a cualquier persona y le planteaba lo que pensaba y no me tenía que armar de ningún tipo de protocolo. Ahora quiero conectar con esa Rodra.

Por ejemplo, ahora que estoy viajando toqué en Mallorca y estuve escuchando canciones que compuse hace un tiempo porque toque con el pianista que grabó para mi primer proyecto. Se llamaba “La máquina” y era una banda increíble, la banda de mis sueños en ese momento, la primera en la que pude explorar mi faceta musical y que fue el soporte de todo. Estuvimos escuchando el disco y, claro, yo hacía de todo. Yo probaba. Mi voz cambia todo el tiempo en la canción, era como si estuviera buscando todo el tiempo mi identidad. Siento que ahora también estoy en la misma, de otra manera, pero siento que la Rodra de esa edad me viene muy seguido a decirme, “daaaaale, daaaaale, hacelo, hacelo amiga, andá para adelante si vos ya tenés este impulso naturalmente”.

Foto: Alina Viera (@aluvie)

¿Sentís que desde el momento en que hay más gente que conoce tu música tenés que responder a algo que supuestamente ya sos? ¿Pensás en satisfacer a un público que ya le gusta lo que hacés?

Creo que me liberé de esa presión al hacer este tema. O me liberé antes, incluso. O capaz no, pero siempre quise romper con eso. Antes de “Ke me pasa” saqué una canción re pop, mega pop, “Que no paren”, lo hice con Camila Sapin y un montón de mujeres increíbles. Siempre supe que eso no era lo que, si es que tengo un oyente, esperaría de mí. Pero igualmente siento la necesidad de romper con ese mandato, porque en realidad es un espejismo. Nadie espera nada de vos. Y a la vez hay gente que te banca y te soporta. No es que me están mirando con una lupa. Yo quiero estar alineada con lo que yo quiero hacer. Entonces, aparecen, sí, esas presiones.

Mi música puede que sea más rockera, más pasional u oscura que “Que no paren”, pero eso ya está hecho. Ya lo hice eso. No puedo estar haciendo siempre lo mismo. Está ahí para la persona que lo quiera escuchar y yo, mientras tanto, estoy en otro viaje. Ahora mirá donde estoy, acá en Berlín, con dos amigas, ni idea qué va a salir de acá, pero obviamente yo no puedo pedirme hacer siempre lo mismo con toda esta vida que una absorbe, con todos los estímulos que existen. Si lo que una hace artísticamente se nutre de todo lo que va transitando, ¿cómo va a ser siempre igual?

¿Cómo es tu proceso de composición de una canción? ¿Primero la música o primero la letra?

Sí, primero la música. Creo que con muchas de las personas con las que trabajo generamos lenguajes nuevos. Por ejempo, estoy pensando en un tema, y no tiene letra. Nos inventamos un idioma. Yo tengo amigos que tienen ya un idioma para componer.

Yo creo que la música transmite algo que trasciende las palabras. Por eso es tan espectacular y la letra no siempre es necesaria. En general, me pasa que el primer estímulo viene de la música. Porque estoy tocando, empiezo a tocar una armonía o una melodía que me gusta, y a partir de ahí va surgiendo una letra que, oh casualidad, siempre termina siendo sobre lo que quiero hablar. O a veces no. Y me doy cuenta en seguida y digo, “esto es una mierda”. Este tema nuevo apareció primero por el estribillo que, dicho sea de paso, es tremendo cuando empezás primero por el estribillo. Se te ocurre la mejor parte y decís, “y ahora qué hago”.

¿Lo decís como algo malo?

No sé, es un desafío. Porque ya tenés una parte y sabés que eso va a ser el estribillo. Cómo va a ser el resto, ni idea. También intento jugar con el proceso creativo cada vez más. Ahora mientras viajo estoy filmando mucho, estoy escribiendo, entonces tengo muchos estímulos. ¿Cuándo empecé realmente, por dónde empecé? Yo que sé, ni idea. Empecé hace un montón y capaz que se fue generando la canción, pero creo que empiezo por la melodía, cantando. La canción surge cantando. Y después lo que intento es mantener esa célula originaria del tema. En la cantada está toda la información.

Foto: Alina Viera (@aluvie)

¿Qué es la célula originaria de una canción?

La melodía es como una célula. A lo que me refiero es que la canción va a seguir siendo la misma, la acompañes con lo que la acompañes. Hay algo que es imprescindible que, en mí, surge desde lo vocal. Aunque las letras también me ayudan. A veces estoy cantando una estrofa y siento que tiene que venir otra palabra, y ahí hay algo de improvisación, también. Porque toda composición es improvisación en un inicio: se empieza desde algo que no existe.

¿Cómo es tu vínculo con la escritura? ¿Qué hay de la Rodra estudiante de Literatura en tu música?

Escribo mis temas porque a mí lo escrito me atraviesa. Soy una aficionada a las palabras porque también son una herramienta para ordenarme, para pensar. Yo necesito escribir, ordenar la vida en palabras para poder entender mejor el mundo. Entonces, hacer canciones tiene una función medio catártica para mí, porque me ayuda a entender cómo estoy o a saber qué es lo que quiero decir. Si es que tengo que decir algo, ni idea, a veces no sé y a veces lo tengo más claro.

¿Qué te genera leerte y escucharte a vos misma?

A veces me viene un “autocringe” que me muero. Pero también, creo que el “autocringe” es un dispositivo de represión tremendo que no hay que tener. Me viene y pienso, “ay, qué estaba diciendo acá”. Pero hay que desconectarlo. Yo hago el esfuerzo de desconectarlo muy racionalmente. El otro día hablaba con una amiga de que estoy medio peleada con un disco mío, el primero que saqué, y ella me dijo: “Pensalo como una foto del momento”. Ese comentario me quedó y trato de tenerlo presente cuando me juzgo. Es como ver un álbum de fotos, y esa foto es simplemente una imagen de lo que estaba haciendo en ese momento. Además: ¿Con qué ojos te estás dando cringe? ¿De dónde viene esa voz?

Por ejemplo, una vez hice un tema que se llama “Reflexiones sobre arte parte 1”. Duraba 7 minutos y no paraba de cantar nunca. Era yo hablando de lo que pensaba del arte, estudiando literatura obviamente, y metí todas mis teorías juntas. Empezaba con la frase de Charly: “El arte es cagarse de frío, me dijeron, una vez…”, y de ahí seguía. Y obvio que me ha dado mucha vergüenza ese tema. Pero bueno, se ve que en ese momento tenía muchas ganas de decir eso, y está bien. Eso es algo lindo que tiene la música también: el registro. La oportunidad de tener algo plasmado y ver por dónde pasamos. También siento que le perdí el miedo a las palabras. Ya no siento que te condenan para toda la vida. Es verdad que subrayan, pero ese subrayar se puede pervertir.

Una de las cosas que más me llamaron la atención cuando escuché “Ke me pasa” es la forma en la que aparece el silencio en el medio de la canción. Y tenés temas anteriores que también juegan con eso. ¿Cuál es tu relación con los silencios? ¿Cómo aparecen?

Cuando trabajas con un tema que tiene un silencio genera incomodidad. Siempre. Este tema lo produje yo, y trabajé en colaboración con Juan Manuel Segovia, un productor de Buenos Aires, y con Diego [Morales], que es con quien vengo trabajando hace tiempo, y en seguida lo notamos. Después decidimos acentuarlo porque sentimos que marca dos momentos bien distintos de la canción: hay una parte super roquera, y después del silencio se pone bien distinto. Ese silencio tiene que ver con una necesidad. El tema habla del aturdimiento y de la exigencia del afuera, entonces también el silencio sugiere un poco un parar, poner un límite, un momento de quietud, una mirada. No sé que hay en ese silencio y será diferente para cada uno. A su vez, para mí los silencios son un elemento de la música que están ligados a nuestra rutina.

A veces busco evasión en la música, y el silencio viene, me abre los ojos y me dice: “Estás acá”. Siento que estoy aprendiendo a estar más en silencio, a convivir con los silencios. Mi casa es muy silenciosa y antes me pasaba que estaba todo el tiempo metiendo música, radio y podcasts como loca. Como que tenía una tendencia a tapar el silencio en lugar de habitarlo. Últimamente estoy proponiéndome estar más en silencio, sin agregarme otras cosas. 

De alguna manera, los límites de lo que vas atravesando en tu vida y lo que aparece en tu música se confunden. 

Sí, tal cual. Me pasó que hubo una época en la que estaba muy ansiosa, y tenía que tocar, y tocar con ansiedad no está bueno. Pero tenía que decir que sí a las fechas porque tenía que laburar, aunque quizás no fuera el mejor momento. Porque te está mirando todo el mundo y vos tenés que sostener tu canción, que a la vez es tu laburo. Me pasaba en los ensayos que me ponía ansiosa, me ahogaba un poco y necesitaba parar de tocar para respirar. Y ahí empecé a pensar qué hacer si me pasaba esto en vivo. Entonces me dije: “Bueno Ro, tranquila, si necesitás un momento para respirar, respirás y listo”. Tratar de asumirlo como algo más natural: parar, respirar y seguir tocando. Y después seguí re tranqui. No sé si antes me hubiera bancado así un silencio en un tema, y ahora siento que gracias a ese momento incluso lo valoro.

Foto: Alina Viera (@aluvie)

¿Cómo te sentís en el medio de la música uruguaya? ¿Tenés referentes o personas que admirás?

En este momento me siento contenta de pertenecer y de estar trabajando en el sector cultural de mi país. Siento que es un momento en el algunas cosas están cambiando, hay una amplitud y una fusión generacional mayor. Están pasando cosas que antes no pasaban, se están habilitando espacios que antes no estaban disponibles, dando lugar a nuevas ideas. Tengo como referencia también a personas de mi generación y a cómo cada uno y cada una está tomando sus caminos y carreras. Y también a las nuevas generaciones que traen una data impresionante, un espíritu de arrasar con todo, de tomarse y de hacer las cosas distinto. Trabajamos en una industria pequeña pero fuerte, en la que todos nos conocemos entre todos, entonces para mí es importante el vínculo humano entre las personas y en los equipos. Me gusta mucho tener eso como una referencia para mi trabajo y no solamente lo musical.

En ese sentido, trato de tener como referencia a personas que siento que construyen vínculos que están buenos, que trabajan bien y que logran cosas que están increíbles y a la vez la pasan bien laburando. Por ejemplo, estoy muy alucinada con una artista, que también es amiga, que se llama Victoria Brion, que hace una música que es íntima y es revolucionaria, y es espectacular. Sacó un disco que demoró un montón de tiempo en hacerlo, pero años, y es genial. Se tomó el tiempo que sentía necesario para hacer eso. Hizo su disco, lo presentó en vivo con una banda increíble, estuvo espectacular y yo me fui inspiradísima de ese espectáculo. Se expresó la esencia del disco en vivo, que es muy difícil. Ella lo hizo, y lo hizo con una forma de trabajar que creo que es inspiradora. Otra que está demás es Flor Sakeo, que para mí está rompiendo todo en Uruguay, haciendo un rock divino. Facu Balta, no sé, hay miles. No quiero seguir nombrando porque hay muchos.

Y como siempre, las referentes de nuestra música. Creo que todo esto se da también gracias a las puertas que nos abren las generaciones de gente más grande, que están hace más años trabajando. Carmen Pi, Samantha [Navarro], Ana Prada, ellas son espectaculares. Yo estoy muy con estas referentes mujeres y disidencias que siento que me representan. Siento que es un momento que está bueno, los espacios están siendo más justos para todes y por eso aparecen más propuestas.

Pensando en propuestas y categorías, ¿cómo te vinculás con la categoría emergente?

No sé, siento que no entiendo mucho la categoría. O sea, todo el mundo emerge, podés emerger para siempre, no estoy tan alineada o no entiendo la distinción. La entiendo para los premios y los fondos. Pero ya ni me sirve, yo no soy emergente para los fondos por ejemplo. Pero soy emergente para un “afuera” que existe. Para los fondos catalogo como profesional y entonces estoy con gente re-mega pro ahí.

Es una categoría medio compleja, sobre todo para los fondos, porque a veces es pareciera que te conviene tener 20 de carrera, pero en otras es mejor tener cinco.

Sí, y aguante lo emergente al final, como concepto, no en cantidad de años. Aguante lo nuevo. Para mí la data que trae lo fresco, lo que está recién cocinadito, lo que recién apareció, es una energía muy pura y que anima a hacer cosas. Por eso vuelvo a lo de estar conectada con esta Rodra de 20 años que se animaba a sacar un disco sin pensar en lo que estaba haciendo. Ahora, para mí, sacar un disco es mucho más complejo, estructurado, con un peso. Más allá de eso, no me siento emergente. Hace diez años que hago música, que me subo a un escenario. Pero, ¿qué es lo que no es emergente? ¿Lo profesional? Es raro. Entrás en ese filo de preguntarte si tu carrera te sirve o no.

Yo si me identifico con una categoría, en todo caso, es con la de “música uruguaya” y creo que eso va a ser siempre así. Amo la música uruguaya, me parece espectacular, porque es tan difícil tener una carrera musical en Uruguay que terminás siendo de roble. Es de una calidad muy salada. Y hay lugares que nos apoyan. También estoy muy contenta porque estoy trabajando con Bizarro, y siento que gracias a eso estoy teniendo el soporte que necesitaba para animarme a procesos creativos que son un poco jugados para mí, que me obligan a salir de mi zona de confort y componer de forma más espontánea. Es un apoyo y sostén para que podamos hacer realmente nuestro trabajo, y hacerlo buscando ser lo más genuinos posible, tratando mostrar al mundo algo de lo que nos sintamos conformes y, ojalá, hasta orgullosos.