Por Gerónimo Pose | @geronimo.pose
"Un escritor en lengua española". Así se definía aquel muchacho que supo fundar junto a otros escritores, como el recientemente valorado Mario Santiago, el movimiento infrarrealista. Aquel que vivió en México, que estuvo algunos días preso en su Chile natal al llegar la dictadura de Pinochet. Que fue vigilante de un camping nocturno en España, que trabajó como bachero, recolector de basura o que sobrevivía gracias a los generosos premios que algunos ayuntamientos de España otorgan por un cuento o un poema.
La poesía reunida (2017), un libro titulado A la intemperie, que recoge sus artículos que se podrían llamar periodísticos, y la novela Sepulcros de vaqueros (2017), son tres de sus reediciones que se encuentran presentes en las librerías uruguayas.
Bolaño era un poeta más bien prosaico, como se describía a sí mismo. Una poesía prosaica preside de los versos y se ampara en una libertad que ayuda a componer imágenes vívidas y frescas (o contar historias) en largas oraciones que no precisan ser separadas en párrafos. Así lo era Marosa Di Giorgio en Misales (1993), Rosa mística (2003), La flor de lis (2004), entre otros. Entonces es difícil delimitar qué es poesía en prosa y qué es un relato breve. Pongamos de ejemplo al viejo Bukowski, el cual da la sensación de que su poesía es una extensión de su narrativa.
Bolaño experimenta con esas formas. La universidad desconocida (2007) es un claro ejemplo. Sus primeras siete partes están fechadas entre 1978 y 1981, tiempos en los que Barcelona se desenvolvía ante los ojos del poeta. Poemas que son deudores de entusiastas lecturas de William Burroughs, Raúl Zurita, entre otros. En ocasiones jugando con los versos largos, estirándolos como si intentara ver hasta qué punto pueden funcionar. Nombrando por supuesto a sus obsesiones, algo que vemos abundar en su narrativa y que termina colándose en la poesía.
Como Manuel Vilas bien aclara en su prólogo, Bolaño siempre fue devoto de la poesía. Eso no es nada difícil de averiguar. Basta con leer sus novelas, novelas en las que —casi— siempre los protagonistas son poetas o por lo menos entendidos. Y esto, según Bolaño, era una comodidad, que bien podrían haber sido aprendices de carniceros. Pero era tan amplio el conocimiento por poetas menores y olvidados no solo de nuestro continente, sino del mundo entero, que le aportó una fascinación por la vida en sí de los poetas. Estos derrumbados y heridos personajes que se arrastraban por las calles y los campos cargando en sus manos la llama de todos los visionarios, y también un entendimiento sobre cómo funciona el vil y estúpido mundo literario, un territorio "poblado de canallas" que apostaban a su inmortalidad.
Las ventas llegaron cuando dispuso sus esfuerzos en la narrativa. Nunca dejó de ser poeta. Repartía tarjetas de presentación en las que especificaba que era poeta y vago.
Los perros románticos (1995) fue la muestra que se nos brindó del poeta Bolaño. Por fin pudimos dejar de escucharlo parlotear sobre la poesía, sus intenciones y lecturas para de una vez abrirnos paso en el propio universo poético del autor. Encontramos en ella y posteriormente en la Poesía Reunida intenciones por encontrar puntos en común entre visiones más bien mexicanas y españolas. Los juegos con el erotismo y la filo pornografía, la nostalgia por una patria abandonada y otra que aparece y desaparece como una quimera imposible. Poemas dedicados para escritores como Antoni García Porta, Randy Weston, Edna Lieberman.
Pero eso no es todo. Habla sobre el dinero de una forma tan directa, que Manuel Vilas —nuevamente citando el prólogo— indica que no hay nada más preciso para definir a un yo poético que decir cuánto dinero gana y con quien fornica, haciendo referencia al poema titulado "El dinero".
Poemas específicamente dirigidos a una amante o un amigo, trazos que sirven para seguirle la huella al Bolaño que luchaba y se paraba con fuerzas ante su realidad, siempre escribiendo. Por momentos tan desesperados que logran conmover. Esa capacidad la obtiene un poeta cuando domina todas las formalidades habidas y por haber para por fin despojarse de todas ellas y dominar lo universal, lo cotidiano, como una forma rechazada por puristas de la nada de trasladar el terreno poético a una mayoría que durante años fue dejada de lado.
A la intemperie recoge en un solo volumen las columnas, artículos y reseñas que Roberto Bolaño publicó en medios latinoamericanos y españoles. Datan de principios de los 70 hasta poco antes de su muerte. Algunos de estos textos reunidos refieren más a la parte ficcional de Bolaño que su faceta periodística. Así son los relatos publicados como Jim, en el que habla de su amigo, un norteamericano triste que se marchó repentinamente a Perú para volver a los dos meses en un viaje programado para que durara casi seis. Los niños pobres le preguntaban a él en qué consistía la poesía, a lo que Jim respondía vomitando elocuencias, léxicos indescifrables, formas de alcanzar la verdad.
Otro de estas mismas características podría ser "Una tarde con Huidobro y Parra", en la que relata como gracias a la ayuda de su amigo Marcial Cortés – Monroy, Bolaño pudo ir a pasar la tarde con su públicamente declarado poeta favorito. Desde un lado de la bahía estaban ellos, en la otra la tumba de Vicente Huidobro. "Sol y calavera" cuenta la historia de cómo el narrador estaba una mañana paseando por la playa y descubre un cadáver. Lo miró con atención. Divisó a una mujer mayor que estaba debajo de una sombrilla leyendo un libro. Al lado de ella, un hombre vestido con un traje de baño se tostaba al sol. Su cara era muy parecida a la de una calavera. El narrador comprendió que esa persona estaba a punto de morir.
A estas extensiones del universo Bolaño, ese territorio donde la poesía y el crimen coquetean por las calles del mundo, las acompañan otros textos con un perfil adecuadamente periodístico. Aquel que se titula "Conjeturas sobre una frase de Bretón", publicado en su columna Entre Paréntesis en el diario Las últimas noticias, hilvanaba reflexiones acerca de aquello que comentó el padre del movimiento en una entrevista perdida: "Tal vez ha llegado la hora de que el surrealismo entrara en la clandestinidad". Solo así, creía Breton, el movimiento podría subsistir y enfrentar los desafíos futuros. Esto lo declara en sus últimos años de vida, cuando el surrealismo ya había atravesado las fronteras y se había instaurado no como una expresión exclusivamente anti sistema, sino como parte de este.
Por su parte, Bolaño argumentaba que esa declaración era atractiva y equívoca. Le sorprendía "el tupido velo que cayó sobre esta, llamémosla así, posibilidad estratégica". Planteó diversas preguntas, que a lo largo del texto buscó, o no, responder: ¿Pasó realmente el surrealismo a la clandestinidad y allí, en las cloacas, murió? ¿Pasó solo una parte del surrealismo a la clandestinidad, la menos visible, los jóvenes, por ejemplo, mientras la vieja guardia cubría la retirada con cadáveres exquisitos y objetos encontrados, para así dar la impresión de quietud cuando en realidad se estaba realizando un movimiento de repliegue?
Lo cierto es que se conjugan diversas formas de aproximación a la literatura. Que es, al fin y al cabo, más allá de eufemismos e intenciones casi que eclesiásticas muchas veces, el tema principal que ronda en la literatura de Roberto Bolaño. Escribe un perfil sobre Giovanni Antonio Bazzi, al que llamaron "Il Sodoma", sobre los incontables suicidios literarios, parándose específicamente en el de Gabriel Ferrater quien fue, a su juicio, uno de los mejores poetas catalanes de la segunda mitad del siglo XX. Escribe sobre intercambios que mantuvo con Juan Villoro, recuerdos de autores importantes en su juventud y que hoy en día han caído en una suerte de olvido, aquel mismo olvido del cual muchos escritores (por no decir casi todos) huían esbozando metáforas y oraciones grandilocuentes, contra el cual Bolaño en vida apuntó enérgicamente no sólo en sus novelas sino también en entrevistas. Recuerda a Henry Miller, Artaud, Macedonio Fernández, entre otros.
Por otra parte, Sepulcros de vaqueros resulta una grata sorpresa. Una nueva novela de Roberto Bolaño. Si bien hubo todo un trabajo de recuperación de archivos, no resulta una mala novela. Podríamos hablar de voluntades, de juicios éticos respecto a la obra inédita de autores fallecidos, cada cual andará con su verdad. Recordamos el emblemático caso de Franz Kafka, quien poco antes de morir le encomendó a Max Bord que quemará toda su obra. Max lo traicionó, bien sabemos todos, y hoy en día su obra recorre el mundo e incluso se sigue reeditando al día de hoy. El más reciente es el caso de Gabriel García Márquez y En agosto nos vemos, una novela ordenada cuando el autor sufría pérdida de memoria y aseguró que "no servía" y que había que destruirlo. Sus hijos no le hicieron caso.
Patria. Es la primera parte del libro. Compuesta por veinte textos e innumerables referencias a su propia literatura o a temas que circundan su literatura como el piloto de un avión del Tercer Reich Hans Marseille o el teniente Ramírez Hoffman (quiénes aparecerían en la novela Estrella Distante). Los materiales, como indica la viuda Carolina López, fueron encontrados en tres archivadores. Se encontraron borradores y manuscritos en hojas sueltas pertenecientes a una libreta cuadriculada de tamaño medio folio. Para determinar su fecha tomaron como referencia un recorte de prensa, que se encontraba en el archivador, con fecha de 1993.
Sepulcros de vaquero se encontró en un archivo con el nombre VAKEROS.doc en el disco duro de la computadora del poeta. Lo curioso es que el poeta realizaba varias copias de seguridad de sus propios textos y las guardaba en disquetes. Esta, por ejemplo, se guardó bajo el nombre que da título al libro.
"Comedia del horror de Francia" se localizó completamente en un archivo nombrado como FRANCIA.doc en el disco duro de la computadora. Está ese mismo texto dedicado a sus dos hijos, Alexandra y Lautaro y gracias a una carta que se encontró en el archivo físico con un matasellos que lleva la fecha de 11 de abril de 2002, nos damos cuenta que este es uno de los últimos textos del autor fallecido en julio de 2003.
El segundo capítulo de la segunda parte titulada como el libro puede resultar familiar para aquellos que somos devotos de la obra del chileno (que era poeta y vago). Resulta que recicló un texto que originalmente forma parte del libro de cuentos Llamadas telefónicas, curiosamente también en la segunda parte del cuentario, aquella subtitulada como "Detective". Hablamos de aquel hombre que parecía un gusano blanco con su sombrero de paja y un cigarrillo Bali colgando del labio inferior. Otro punto sobre el cual detenernos es la capacidad detonante y fragmentaria de los textos de Bolaño. No la encontramos por supuesto que en Los detectives salvajes, ni tampoco en Putas asesinas ni en El Gaucho insufrible, pero si podemos identificarla en Amberes, Consejos de un discípulo de Morrison a un fanatico de Joyce y otros tantos.
Como Juan Antonio Masoliver Ródenas reflexiona, esto de calificar estrictamente o encasillar la técnica y estilo del chileno dentro de los parámetros fragmentarios es quizás un error o una aspereza. Juan Antonio apunta a que estos fragmentos dependen "de una unidad en constante movimiento, en un verdadero proceso de creación que es al mismo tiempo consolidación de un universo". Dividida esta vez, si así queremos llamarle, en cuatro partes: El aereopuerto, el gusano, el viaje, el golpe. Nuevamente aparece Arturo Belano, ese personaje que junto a Ulises Lima, fueron descubriendo los desiertos de sonora entre otras peripecias.
La tercera parte titulada "Comedia del horror de Francia" resulta una nouvelle llamativa. Por su estructura, su unidad y su habilidad para con las tensiones narrativas. Lideradas por Roger Bolamba (como un guiño autobiográfico a lo Arturo Belano) en una ubicación geográfica ficcional al mejor estilo de Juan Rulfo. Mantiene un ritmo cómico a pesar de esas tensiones. Un poeta que va caminando el día del eclipse y se sienta en la fuente de soda La vecindad del Sol ubicada mas o menos en la curva del paseo marítimo sobre la avenida Coronel Goffin. Se reúnen Roger y algunos amigos. Ven a un hombre vestido con una americana de algodón, de color blanco, una camisa negra y una corbata rojo sangre. Lo acompañaban dos mujeres una joven y otra mayor que miraba para todos lados como si lo que estuviese aconteciendo a su alrededor la asustara. El sol comenzó a apagarse hasta volverse completamente negro. Roger y sus amigos retuvieron la respiración y luego aplaudieron. Todos en el lugar siguieron el aplauso hasta que el sonido fue similar al de un estruendo estrepitoso. Hasta que la mujer mayor se puso de pie y comenzó a gritar.
—Me he quedado ciega— dijo.
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