Dicen las descripciones de los museos, y dicen los libros, y dicen los críticos, que su vida fue tan corta como intensa artísticamente. Nació en 1890 y murió en 1929. Vivió, entonces, 39 años.
Rafael Barradas era uruguayo. Era eso, pero es, hasta hoy, uno de los artistas visuales más importantes del país. La producción inicial de su obra comenzó con su origen, en Uruguay, pero fue en Europa que se encontró con las vanguardias.
En España, específicamente, Barradas contribuyó a su introducción. ¿Cómo? A través de sus vínculos.
Conoció a varios de los protagonistas culturales del siglo XX. Conoció a pintores, escultores, poetas, críticos, productores teatrales.
“A sus veintidós años, Barradas llega al techo en su tierra natal y ambiciona conocer de primera mano el arte producido en el viejo continente a comienzos de siglo XX, para incorporar a su poética recursos de la vanguardia que le permitieron desarrollar un lenguaje pictórico propio denominado vibracionismo”, explicó Enrique Aguerre, director del Museo Naciona de Artes Visuales cuando fue curador de la muestra “Rafael Barradas, Hombre flecha”.
“Es entre los años 1917 y 1921 donde haremos foco para establecer nuevos abordajes al movimiento vibracionista y sus desarrollos vinculados al teatro. Si bien Barradas experimenta soluciones formales de diferentes momentos de su carrera, es en este período en el que su producción alcanza una relevancia central", continuó.
Durante ese tiempo, e incluso un poco antes y un poco después, es que existe el período más fructífero en cuanto a producción artística de Barradas. Presentó las bases de su teoría estética, esa a la que Aguerre se refirió como “vibracionismo”.
Fue en 1919, en alguna tertulia nocturna de un café de Madrid, cuando Barradas conoció a Federico García Lorca. Mora Guarnido, en la biografía de Lorca, refiere a las las tertulias de El rinconcillo en el café Alameda de Granada. Podría haber sido, quizá, en las tertulias del Ateneillo, que tenían lugar en la propia casa de Barradas.
En aquel entonces, se trataba de un poeta andaluz joven; nació en 1898 y moriría en 1939. Pero, con el tiempo, este se convertiría no solo en un gran amigo suyo sino que, además, en uno de los referentes de la literatura española más importantes.
Se sabe que de ese encuentro surgieron varias coincidencias: estar en España en el mismo período artístico, el cariño entre ambos hombres, la pasión por el arte, la muerte temprana.
Un símbolo de todo aquello, un símbolo tangible: el retrato de estilo clown que hizo Barradas de García Lorca.
Es que Barradas ya había llegado a la cima de su vibracionismo presentándolo en una exposición compartida con Joaquín Torres García en 1917. Al mismo tiempo, Barradas hizo un retrato de Gabriel García Maroto, otro pintor, que haría en su taller de impresiones el primer poemario de García Lorca.
La muestra de Barradas del Museo Nacional de Artes Visuales, de hecho, presentó un conjunto de retratos llamado “Personajes montevideanos y españoles”, que tenía a sus amigos en tertulias de café. Los amigos: José Catelli, Margarita Xirgú, García Lorca, Martínez Sierra, Jarnés y otros compañeros vinculados a la vida cultural.
En Barcelona, Barradas invitó a García Lorca a leer sus textos en el Ateneo, en 1925, y lo animó a exponer dibujos en las Galerías Dalmau. Dos años más tarde, el artista diseñó el vestuario para la primera obra de teatro del poeta, El maleficio de la mariposa, aunque esta nunca se llevó a cabo.
Hay otro símbolo tangible de ese vínculo, otro retrato. Aunque no se trata del dibujo de ninguno de los dos, sino de uno hecho por los dos. Eso que se llama “a cuatro manos”. Aparece retratada Catalina Bárcenas, de quien se dice que García Lorca estaba enamorado. Acompañado de textos, allí Lorca escribió que Barradas la dibujaba siempre sin ojos, ni labios, y que por eso él se los puso. En la misma carilla, Barradas responde “Difícil no sería, hermano amigo, lo difícil es crear lo no sentido”.
En el reverso de la hoja aparece un payaso llorando, sosteniendo una flor, hecho por García Lorca. Y aparecen algunos versos suyos:
Mis ojos están llorando / sabes de mi alegría, porque / están tocando el cielo / salud, amigo.
Barradas volvió de España a fines de 1928 y murió en Montevideo unos meses después. Con él vino prácticamente toda su obra de vuelta a Uruguay, y hoy esas piezas son el mayor patrimonio del Museo Nacional de Artes Visuales.
Aunque el último símbolo tangible de la amistad entre García Lorca y Barradas no murió con él. Luego de fallecido, el poeta estuvo en Montevideo dos veces. La primera, visitó a la hermana de Barradas, Carmen, que conservaba la casa del pintor.
La segunda fue la entrega de flores en la tumba de su amigo. Según Antonina Rodrigo, escritora española, esa es la única reunión que organiza él mismo en Uruguay. Marchó hacia allá con varios amigos y la prensa hizo una cobertura del homenaje. Allí, en la tumba, revela una Canción que había escrito para esa instancia. “A quien uruguayos y españoles hemos dejado morir de hambre”, dice.