Aquí vamos de nuevo con una de la Marvel, o debería decir una de Disney (¿o de Fox?). Quien escribe ha sabido contar su derrotero como lector de cómics y novelas gráficas en otros artículos que me avalan como uno más de los frikis que galopan por el globo… o me avalaban.

Hace unos 18 años decidí vender mi colección completa. Parte de esta tenía entre sus filas una veintena de ejemplares sobre uno de los personajes que nos convoca: Wolverine (también llamado Lobezno, Tejón o Guepardo, según aquellos cómics tan ibéricos como el jamón de pata negra). 

Lo que lo une al otro protagonista de esta nota, Deadpool, es una relación de larga data en el mundo de las historietas, puntualmente del llamado UM (Universo Marvel). Un sello comercial que con esta película ha logrado llegar a la saturación y al autoconsumo, pues este largometraje bien podría promover tanto la bulimia cinematográfica de los films de superhéroes, como la antropofagia cultural (en palabras de Jean Baudrillard y su America).

Wolverine y Deadpool se conocen desde hace más de tres décadas, aunque en el universo ficcional los une una historia que tiene su origen en la serie de historietas de otro peso pesado de Marvel: el increíble Hulk. Concretamente, en el número 180 del año 1974. Allí se menciona por primera vez a la conspiranoica organización Arma X. La encargada de crear desde las sombras —y paralelamente a la cara visible del gobierno norteamericano— a un ser genéticamente alterado que podría hacer las veces de Golem y supersoldado, el milagro de la eugenesia en el mundo de los tebeos (denominación made in Spain).

Foto: Portada de la primera edición de "Wolverine" (1982)

Para rizar aún más el rizo, esa organización se encontraba supeditada a otra, Arma Plus, la verdadera encargada de mover los hilos del deep state. Estas dos corporaciones fueron las que crearon a nuestro X-Men con garras, fumador de habanos y metro sesenta de estatura (al menos en las historias de papel) y, muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, —casi de la costilla del primero—, al segundo, el rojinegro mercenario con acné vulgaris 2.0. Sin embargo, en la pantalla grande, la relación entre los dos antihéroes comenzó un buen tiempo después.

El vínculo cinematográfico de ambos personajes tiene su paralelo con el comienzo de una amistad: la de sus intérpretes. Los actores Hugh Jackman y Ryan Reynolds coincidieron por primera vez en el set de filmación de X-Men Origins: Wolverine (2009). Sin embargo, la amistad ininterrumpida tuvo como contrapartida una muy fragmentada y entrecortada coincidencia en el mundo ficcional. Luego de esa aparición estelar del más famoso de los hombres X, le siguieron un par de películas que continuaban su historia como protagonista en varias spin-off de la saga de los X-Men como sucedió con The Wolverine (2013) y Logan (2017). Esta última, encargada de dar muerte al personaje.

Por su parte, el enmascarado Wade Wilson (Deadpool) tendría, además de su papel secundario en el mencionado film, una primera aparición estelar como protagonista en la primera de las Deadpool (2016), a la que seguiría una segunda, dos años después, Deadpool 2.

Deadpool & Wolverine, estrenada hace poco más de un mes en nuestro país, es más más bien un pretexto para mostrar la superación económica de un estudio (Disney) sobre otro (Fox), expresada a través de la puja por quedarse con un personaje y un actor por medio de una ficción que reúne a dos de los más celebrados caracteres del UM. Este film da como resultado una aventura llena de digresiones y forzadísimos giros argumentales que acaba generando un producto puramente recreativo —que no tiene nada de malo, aunque sí de diabólico, según el refrán—, con un inexistente vínculo con el origen de los personajes en el mundo del cómic y muy poco cordón con sus predecesoras versiones fílmicas.

Deadpool

En nuestro mundo, plutocrático a ultranza, no existe muerte que no pueda revertirse a fuerza de millones. Así sucede con el nuevo y viejo Wolverine que aparece en esta versión. Uno rescatado del muy de moda multiverso, el pretexto que faltaba para enredar aún más las cosas y permitir que la compulsión serial se regodee ante las infinitas posibilidades de reaparición y la latente chance de no morir nunca del todo, si así lo quisieran los espectadores/suscriptores/clientes/consumidores de las grandes plataformas de pago.

Jackman regresó. Se promovió su preparación, cada vez más física que actoral (sobre todo si se tienen en cuenta los casi sesenta años del protagonista) y también todo lo que rodea al film, hasta un vídeo en el que la dupla de actores toma un argentino y famosísimo Fernet. La película es también —y por sobre todo— una artimaña para hablar de aquello que está fuera y detrás de las cámaras y que gira en torno al film. Especialmente para compadrear la mencionada victoria de la multinacional The Walt Disney Company sobre la republicanísima Twentieth Century-Fox (ya en su nombre una elegía), a la que compró (abdujo) por más de 70 mil millones de dólares. Aquí el pecado y el pecador.

La película, que promueve como pocas la confusión entre éxito y prestigio, es al día de hoy la que mayor recaudación de la historia del cine ha tenido dentro de la muy protestante clasificación R (contenido para adolescentes) que le adjudican los censores norteamericanos, tan hipócrita como representativa de nuestros tiempos. Pero es, además, claramente y sobre todo, un film para aquellos que egresan de la pubertad (dicen que la adolescencia en el hombre va de los 14 a los 40).

Deadpool & Wolverine (2024)

¿Qué nos ofrece Deadpool & Wolverine? Chanzas hasta el hartazgo entre los personajes principales, que replican hasta el aburrimiento los clichés de las duplas humorísticas clásicas en las que el tándem entre un bromista (un trickster) y un gruñón (a lo Moe Howard de Los Tres Chiflados) se pelea en la pantalla. También ofrece una guarnición empalagosa de guiños y reguiños cada vez más obvios y fuera de lugar en alusión a la mencionada adquisición de una compañía por la otra. Métrica fálica pura y dura.

Pero, además, son otros los abusos al redundar en lo escatológico, en la alusión al consumo de cocaína del protagonista enmascarado, quien hace gala de los mil nombres de la caspa de Los Andes al insistir en sus ambiguos deseos sexuales —aunque claramente sadomasoquistas—, y en la sordidez del lenguaje del personaje de Wilson, que no provoca, sino que harta.

Otro tema que pone el foco más adentro que fuera de la película y merece una mención, pero que también consiste en uno de los yerros fundamentales del director —Shawn Levy, cuyo prontuario cinematográfico habla por sí solo— radica en la inclusión antojadiza y abusiva, para la tribuna y para el futuro negocio, de una infinidad de cameos de actores que se encuentran dentro del UM (Chris Evans, Capitán América y La Antorcha Humana). Pero también —hasta entonces— fuera de la franquicia Disney (Wesley Snipes, Blade, el cazavampiros, y Jennifer Garner, Elektra), e incluso de otros ajenos al mundillo del cine (la caprichosa inclusión de toda la familia del actor Ryan Reynolds), o la muy calculada aparición de Henry Cavill (uno de los Wolverines del multiverso) que parece(n) servir como una suerte de censo intrafílmico, usando la peli como termómetro que permita sondear la pertinencia de futuras secuelas y de convertir a este último actor en el heredero de Jackman. También sin perder ocasión de funcionar como una burda amenaza patotera encubierta de parte del matón que se jacta de poder robarle a los históricos archienemigo (la DC Cómics y la Warner Bros) su más sobresaliente héroe: Superman.

Deadpool & Wolverine (2024)

Un último elemento en el que se basan los anteriores recursos, siendo benévolos con la terminología, es el de la metaficción, si se entiende como la autoconciencia del film que muestra su propia condición de tal al romper la cuarta pared de manera sostenida, concientizando a los espectadores de estar viendo una ficción y destrozar constantemente la ilusión de realidad (fílmica y ficcional), no siendo esto, ni mucho menos, una novedad. Podemos decir que un recurso, en un principio, pensado para pensar la ficción, el arte, desde otro lugar, acaba siendo un exceso que destroza el arco argumental, la trama —si es que la hay— y hace del largometraje una conversación entre comentaristas deportivos que se toman el pelo en vivo, mientras el partido sigue adelante, poniéndose por encima del espectáculo principal. Una muestra de ego tan adolescente como el film en sí mismo, y tan reduccionista del carácter de los personajes como un mal piropo de la figura femenina. ¿Por qué vi la película? De rebote, por nostalgia, y sin pagar, como tantas cosas.

Si queremos recuperar la buena química entre ambos (anti)héroes del UM, creo que quizás podamos transitar otros caminos. Aquí va una lista de cómics que nos muestra en acción y más interesantes lides a los dos grandes protagonistas aquí comentados: Deadpool: El bueno, el malo y el feo (Duggan y Posehn), Deadpool contra el viejo Logan (Shalvey y Henderson), Wolverine: Orígenes (Way y Dillon) o Wolverine/Deadpool: El señuelo (Moore y Cristal). Claro, estos hay que leerlos, de lo contrario, bailemos, como el Deadpool de la peli, una de N’ Sync: “Baby, bye, bye, bye”.