Por Gustavo Kreiman | @guskreiman
Ha escrito libros. Es periodista. No tiembla al mirarse a los ojos al espejo. Sabe mantenerse de pie, y también cantar con ironía una marcha fúnebre, vestida de abrigo de piel, jugando a ser vedette o madama.
Acaba de publicar su último libro, Bad hombre, una novela basada en mujeres que deciden arruinarles la vida a otros hombres. Como autora, sabe invertir las lógicas para desautomatizar la percepción de lo que la agenda impone. Cuando todos miramos hacia un lado, Pola advierte: "Miren que hay más abajo, ahí debajo". Lo hizo con Las teorías salvajes (2008), continuó con Las constelaciones oscuras (2015). Se ríe de los títeres como demiurgo, y luego con Mona (2019) nos ofrece preguntas sobre lo que es ser snob y lo que no.
Leer su literatura es una aventura. Es mejor que ir al cine, porque podés imaginar el escenario que quieras. Es posible espiar, pero nunca entrar sin preguntar; es posible atravesar la pampa, pero sin incendiar; no es posible matar. Tiene razones para escribir en distintos registros, y por eso también compone columnas periodísticas. Tiene la sensibilidad suficiente para hacerlo con altura y levedad a la vez.
Conversar con ella no es tan fácil, la misma historia de siempre: una autora acaudalada con una agenda muy ocupada. Cuando la entrevista se concretó, fue como tomar aire. Leer es abrazar en braille.
¿Podrías contar algún mito de tu origen como escritora? Algún momento de infancia o juventud en el que te encontraste con la escritura, o la escritura se encontró contigo.
Me regalaron una máquina de escribir Olivetti naranja portátil, en un viaje cuando tenía nueve años. Lo consideré una especie de profesionalización, porque yo venía escribiendo siempre en unos cuadernitos negros de la compañía naviera donde trabajaba mi papá. Eran cuadriculados, de tapas negras, eran los que usaba la gente de “la máquina”, la parte del barco donde trabajaba mi papá. Me encantaban y sigo prefiriendo los cuadernitos negros, aunque no los Moleskine chiquitos porque son muy incómodos.
En Las teorías salvajes, hay voces y momentos ficcionales con un nivel de honestidad que resuenan cerca de tu biografía (o al menos lo que dice internet de vos). La universidad, los hackers, lo punk, el amor inocente y sucio. ¿Qué hay de vos en lo que escribís?
No sé a qué momentos ficcionales de mi biografía te referís, tampoco sé qué dice internet de mí. A mi biografía de Wikipedia suelen hackearla, así que prefiero mantenerme al margen. Hay todo de mí en lo que escribo, especialmente las cosas que me imagino y que empiezan a existir, porque podrían haber existido. No me parece una diferencia muy importante si algo pasó o no, empieza a existir mejor cuando lo escribo. Es la ventaja de los sueños y las novelas por sobre las cosas. Toda la biografía está para ser inventada. Me acuerdo de que cuando empecé a escribir los personajes de Pabst y K, quería escribir todo el tiempo porque quería estar con ellos. Me encanta escribir de lo que conozco, pero raramente lo hago desde una posición de "esta es mi historia". La vida de la mente está para ser inventada.
¿Cuál es la diferencia entre una teoría salvaje y una teoría domesticada?
Las teorías son las cosas que nos domestican. Cuando una teoría está en estado salvaje es porque todavía no ha sido instrumentalizada para someter a nadie. Vive una vida libre, fuera de los corrales humanos; todavía no se ha lanzado a la conquista de las mentes, o quizás sí.
¿Cuál es para vos la relación de la escritura con el silencio, con la quietud, con el vacío, con la oscuridad?
Me gusta la frase de Stendhal en latín, "hic captabis frigus opacum", aquí encuentro la fresca oscuridad. La oscuridad tiene una libertad propia, es donde surgen las aventuras, donde podés olfatear el trazo vital de algo que se esconde.
En Las constelaciones oscuras hay conexiones entre la biología y lo digital desde la evocación de la historia argentina, aristocrática y bárbara. También hay conexiones entre la exploración del territorio y la del pensamiento. ¿Te parece que pensar es una forma de explorar? ¿Escribir es una forma de pensar, o pensar una forma de escribir?
Escribir y pensar conforman el estilo de exploración que tiene la novela, que para mí es como un campo de pruebas tecnológicas. Podés crear tus instrumentos y a la vez observar de cerca fenómenos raros, y podés profundizar sobre zonas donde otros no llegan. La novela te permite todo eso.
¿Qué pensás de la frase “No hay nada más profundo que la superficie”, del libro El sentido olvidado (2015) de Pablo Maurette?
Diría que es una frase de Oscar Wilde.
Hay mucha acidez y filo en tu discurso crítico sobre el mundo, y también hay mucho humor, pero además una perspectiva autocrítica, autoconsciente, para nada autocomplaciente que provoca humor, empatía y autocrítica en el lector. ¿Qué diferencia hay entre reírse de sí mismo y reírse del otro?
No creo que haya una diferencia esencial. Cuando lees, vos no podés determinar qué parte de mí es la que está siendo satirizada, por ejemplo, o qué tendencia que yo puedo tener es la que construye a un personaje. Además, tampoco creo que exista una identidad muy fuerte. Me resulta natural fascinarme con algo y creer que soy esa cosa. Es como una magia de la empatía que hace que la frontera entre las otras personas y yo se distorsione continuamente.
¿De qué va Bad hombre? ¿Cómo estás viviendo la gira de presentación del libro? En la obra hablás sobre la violencia hacia las mujeres, ¿cuál es la relación de la escritura con la violencia y el erotismo, con la muerte y con el amor?
Es una novela basada en casos reales de mujeres que buscan arruinar la vida de hombres con los que tuvieron una historia amorosa, o no. Me interesan mucho los artefactos culturales nuevos, la cancelación es uno de ellos: cómo hacer para destruir a alguien con total legitimidad social, cómo destruir a alguien mientras te aplauden. Y cómo funciona por dentro: ¿Realmente le sirve al feminismo la cancelación? Son cosas que me interesan pensar y para mí la novela es el espacio de exploración ideal. Yo soy un personaje, hago de mí misma. Salió en Buenos Aires en agosto y ahora en noviembre la presento en España. ¡Ojalá llegue a Uruguay! Como toda argentina de bien, mantengo un amor fascinado y no correspondido con la Banda Oriental. Voy todos los años y son fan espiritual de la uruguayidad.
¿Existe un "Bad Hombre"? ¿Qué podríamos hacer con ellos por fuera del asesinato, la internación, la cancelación punitivista… en fin, la licuadora?
Me fascina la forma en la que somos violentos debajo de nuestras fachadas progresistas, civilizadas, incluso amorosas. Siempre escribo sobre eso.