Por Sofía Durand Fernández
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Paulinho Moska dice que es un “paradojo”. De fondo, se puede ver que su cuarto de escritorio está lleno de colecciones de todo tipo. Colores vivos, azul, amarillo y un poco de verde. Lo que se puede asociar con la alegría carioca, mezclada con la nostalgia de aquel que guarda sellos y souvenirs. Paulinho Moska es un “paradojo”.
Celebra 30 años de carrera, pero también 20 años desde la primera vez que pisó Uruguay y descubrió que podía ser libre en su melancolía. “Todos los uruguayos que conocí son melancólicos, pero son muy creativos, hacen de la melancolía una materia prima para crear”, dice en entrevista con Latido BEAT. Muestra el tatuaje que tiene del Palacio Salvo en el brazo, habla de Jorge Drexler y Pablo Casacuberta como sus “hermanos” y recuerda cómo Fernando Cabrera le hizo darse cuenta de que su sonido remitía a João Gilberto y gran parte de la MPB.
Dice que Drexler es el más brasilero de los uruguayos, pero parece ser que él es el más uruguayo de los brasileros. Así como su hermano uruguayo hizo una versión en español de la exitosísima “Pensando em você”, Moska hizo una de “La edad del cielo”. Una canción que descubrió por casualidad, gracias a una periodista uruguaya que le regaló el CD. Y en tiempos donde su vida pasaba un momento difícil, la voz del Drexler cantando “calma, todo está en calma”, lo hizo sentirse mejor.
Con 30 años de carrera, que empezaron con el éxito de la banda Inimigos do Rei, Moska repasa su trayectoria, que no solo se limita a la música, sino que también a la fotografía, televisión y actuación. Se compara con un artista de circo, siempre preparado para asumir distintos roles.
Paulinho Moska se presentará junto a su banda este 29 de noviembre en el Teatro Solís. Aquellas primeras tablas que pisó en este territorio y donde comenzó su afecto por Uruguay. Las entradas se pueden adquirir aquí.
Tu vínculo con Uruguay es muy especial. Sos muy amigo de Jorge Drexler, hiciste un programa llamado “Zoombido”, dedicado a los artistas uruguayos, incluso te tatuaste el Palacio Salvo. ¿Cómo nace este cariño hacia nuestro país?
Era una serie con Pablo Casacuberta, que es mi hermano mayor de Montevideo. Es un creador increíble: escribe, pinta, saca fotos, y filma. Es una persona increíble para charlar, tiene una gran capacidad de guardar datos. Nos volvimos amigos cuando Jorge Drexler nos presentó, en la primera vez que estuve en Montevideo, en el Teatro Solís, donde voy a volver ahora. Es muy significativo todo. Los números nos sirven para ayudarnos a celebrar cosas. Estamos con 30 años de carrera y 20 de Uruguay. No son solamente 20 años de mi primera llegada, son 20 años de una relación constante. Fui más veces a Montevideo a cantar que propiamente a Brasilia, a Fortaleza o a Porto Alegre, tres ciudades brasileras. En estos 20 años fui unas 12 o 15 veces, tanto a Montevideo como a Punta Ballena, donde participo del festival Medio y Medio. Tengo relaciones profundas con gente que conocí a través de Drexler y Casacuberta.
Uruguay para mí fue una magia. Yo solo conocía Uruguay porque era coleccionista de sellos y tenía sellos, pero no sabía nada. Un día llegué y fui recibido por unas personas que no me conocían, llegué como un hombre sin pasado. Fue muy lindo porque en ese momento ya tenía discos en Brasil, mis canciones sonaban en la radio y en la televisión, pero yo nunca tuve un éxito tan grande como para cantar para 10.000 personas, yo hacía teatros de 400 o 500 personas. Todavía pensaba que quizá no iba a seguir haciendo eso para vivir, los primeros 15 años no hubo plata. Llegué a Montevideo con esta duda, pensando que mi melancolía le iba a ganar a mi alegría. Y cuando llegué ahí, tuve lo que yo llamo “melancolibertad”, una liberación a través de la melancolía uruguaya. Todos los uruguayos que conocí son melancólicos, pero son muy creativos, hacen de la melancolía una materia prima para crear, entonces me encantó. Ahí dejé de preocuparme de ser un carioca melancólico, porque me sentía un paradojo. Los cariocas son alegres, felices, están en la playa jugando al futbol, haciendo gimnasio. Y yo siempre estaba en mi casa, con mi guitarra, con mis colecciones, mis palabras. Entonces siempre pensaba: “Me gusta Río, pero esta melancolía tengo que ubicarla, ponerla en algún lado”. Uruguay me regaló la excusa perfecta para liberarme con mi melancolía.
“Pensando em você” es una canción que además de haber ganado gran reconocimiento, también tiene versiones en español de Drexler y Zoe Gotusso. A su vez, vos hiciste una versión en portugués de “La edad del cielo”. ¿Cómo te llevás con las versiones de tus temas? ¿En qué se retroalimentan esas versiones?
Siempre es lindo ver a tu canción ganar versiones. “Pensando en ti”, que fue la versión de Drexler, surgió por cuenta de una invitación que tuve de una serie de televisión en Argentina, ellos querían una versión en español. Yo, que ya había escrito la versión de “La edad del cielo”, le pedí a Drexler que escriba la de “Pensando em você” y él logró escribir una versión muy poética, muy simple, pero poética y hoy, la canción es mi canción más conocida en toda Latinoamérica. No hay día en el que me despierte y no haya en mi Instagram una persona tocándola, en cualquiera de los dos idiomas. Es muy lindo que una canción gane este tamaño y estas versiones. Zoe me escribió diciéndome que había escrito una versión, le dije que ya había una, pero escuché la suya y estaba linda también. Incluso fui a grabar con ella una versión en portugués que no editó, pero grabamos juntos, ella quiso cantar en portugués también. Me encanta su trabajo y su voz.
Lo de “La edad del cielo” fue muy curioso, porque yo me había separado de mi primer matrimonio con la madre de mi hijo, y estaba muy triste, en un departamento viejo con pocas cosas. Dormía en un colchón, tenía un frigobar, un microondas, mis discos y mi guitarra. En esta etapa yo fui a hacer un concierto en São Paulo y una chica en un camarín me regaló un CD dorado, y me dijo que era de un artista de su país. Yo lo puse arriba de otros discos que me regalaban, que estaban sin escuchar porque eran muchos. Pero había una carta junto al disco, un papel doblado, entonces lo saqué para ver qué estaba escrito. No recordaba que era uruguaya, y ahí estaban escritas, de manera muy poéticas, las similitudes que compartía con Drexler. Decía que tenía que conocerlo por las letras, el cuidado con la canción, la melodía y armonía, y lo escribía con rimas, con ritmo. Yo percibí que ella sabía escribir y me estaba diciendo que tenía que conocer a alguien. Ahí busqué el disco y lo puse. Cuando lo escuché, la primera canción era justamente “La edad del cielo”.
Yo no sabía nada de español, pero el estribillo canta “calma”, y en portugués calma es calma. Para mí fue una epifanía. Estaba nervioso con todo lo que estaba pasando, mi hijo en la casa de su madre, y la carrera que no andaba bien. Y aquella voz suave de Drexler, diciendo, “calma, calma, todo está en calma”. Ahí empecé a intentar entender lo que estaba diciendo y fue la primera vez que comprendí todo, había pocas palabras, como chispa, que no entendí y tuve que buscar en el diccionario. Pero me encantó comprender por primera vez una canción en español, y me encantó que en portugués sonaba igual. Siempre le digo a Jorge que yo no debería ganar un centavo por esta versión, porque es casi una traducción de lo que él escribió. Y casualmente, como la traducción funcionó muy bien, en Brasil casi no sabe que es una versión, parece brasilera, porque a Drexler siempre le gustó mucho la música brasilera de João Gilberto, Caetano Veloso, Chico Buarque. Él tiene una cosa brasilera, yo puedo identificar en su guitarra y su manera de cantar que hay mucho de todo eso ahí. Además de todas las influencias uruguayas e internacionales, él es un poco brasilero, yo diría que es el uruguayo más brasilero que conocí.
Y vos sos el brasilero más uruguayo que conocemos.
Claro, yo soy un paradojo.
Más allá de eso, venís de un país que, como vos decís, tiene una influencia musical riquísima a partir de la MPB.
Cuando estuve con Drexler en el Teatro Solís por primera vez, esa noche también estaba Fernando Cabrera. Drexler me dijo: “Es un gran poeta de acá, tienes que conocer su música”. Y quedamos Fernando y yo viendo el concierto de Drexler en el backstage. Él después entro a cantar. Cuando salió, le dije que me parecía increíble que cuando tocaba la guitarra, no tocaba acordes, sino una especie de costura. Después yo entré en el escenario y cuando salí, él, con mucha generosidad, pienso yo que quería retribuir a mi análisis, me dijo: “Te felicito, muy lindas las canciones, pero cantás atrasado”, y yo dije, “¿cómo atrasado?”. Él me contestó que todo brasileño canta atrasado, porque todos los cantantes tienen influencia de João Gilberto. João influenció el canto de Caetano, Gilberto, María Bethania, Djavan. Entonces es como una red en la que a través de nuestros cuerpos se va eternizando el canto brasilero. Fernando me reveló a mis 32 años algo que yo, ya con una carrera, nunca había percibido. Fue importante que me dijera eso esa noche, porque yo volví y empecé a percibir y comprender todo lo que Fernando me había dicho, tenía razón.
No solo te dedicás a la música, también hacés fotografía y has actuado. ¿En qué te enriquece cada disciplina artística?
Empieza con el entendimiento y aceptación de que arte es sinónimo de vida. Arte no es una cosa, arte es la vida. Los artistas trabajan con la materia prima, que es la vida. Para mí, como coleccionista y en mi infancia coleccionaba de todo, detrás de mí hay cosas. Soy un turista profesional, me aman los souvenirs. Son souvenirs personales, yo elijo, no compro nada que tenga escrito “Welcome To N.Y.”, pero traigo piedras o billetes pequeños de los lugares, y eso me ayuda a contarme mi propia historia. El arte necesita tener conocimiento y cuanto más conocimiento tenés, tu mirada más se va a ir abriendo. Aprendí con las colecciones que las cosas pueden ser parecidas, pero no iguales, siempre hay un detalle pequeño. Incluso si están hechos por máquinas. Siempre hay cosas diferentes. Entonces nuestra mirada puede ser enseñada, cómo vemos el mundo, cómo sentimos y percibimos. ¿Qué vas a hacer vos con tu propia subjetividad? ¿Cómo entrenar tu mirada? Con la diversidad y curiosidad, saber un poco de todo te va a regalar una profundidad diferente de los especialistas. Los especialistas van muy a fondo y dejan de mirar alrededor. Yo prefiero la superficialidad, que a veces esta palabra da a entender que la persona no tiene profundidad, pero si estás en la superficie, ves todo.
Yo siempre fui muy así, muy artista de circo. El artista de circo es curioso, el tipo está con los leones, va a camarines, se cambia y vuelve de payaso, y al final está en el globo con la moto. Él mismo hace como tres personajes. Yo me siento así. Cuando hago fotografía, me revela cosas que las palabras no me habían revelado. Cuando hago una serie de televisión, mejora mi música. Las cosas están interconectadas, es como el Uróboros, la serpiente que se alimenta de sí misma. Son muchas serpientes alimentándose del mismo cerebro e intercambiando información. Mi percepción mejoró cuando perdí el miedo de no saber para hacer.
Ahora estoy escribiendo un libro y es muy difícil. Hace diez años que estoy escribiendo, en la pandemia pensé que iba a terminar y no pude, porque no tengo la práctica y no creo que esté bueno todavía. Pero estoy siempre intentando cosas nuevas, es para mí mismo, para mi idea de que yo tengo que estar siempre enamorado, tener la sensación de pasión por lo que estoy haciendo. Y a veces la canción no me regala eso. En la pandemia me alejé de la guitarra. Toda mi energía creativa fue para hacer comida para mis hijos y mi mujer, para estar con mi familia. Hice dos años y medio de cenas acá. Entonces mi pasión se dirigió para ahí. Cuando terminó la pandemia fue difícil volver, mis dedos ya no tenían callos. Empecé a volver a tocar para volver a los conciertos y parecía un joven aprendiendo de nuevo, fue muy loco.
En el proceso creativo, es bueno tener momentos de ocio y dejar respirar a la creatividad. ¿No creés que te ayudó volver como un joven aprendiz?
Yo soy cada vez más exigente, y quien ya hizo mucho es difícil que haga más. Yo necesito descubrir algo original para hacer una nueva canción, aunque sea mentira. Necesito tener la sensación de que hay cuatro palabras que nunca las vi juntas anteriormente y que me parezca original para escribir sobre ellas. O que una secuencia de acordes que parece un poco Queen o Michael Jackson, pero que tiene una cosa que no es ni una cosa ni otra y es original, o que en la melodía haya algo. Pero eso ya es difícil de por sí, tener todas al mismo tiempo es imposible, ya no sueño con eso. Es difícil empezar algo. Grabo muchas ideas, a veces vuelvo para escucharlas y no recordaba que existían, son como mensajes para mí mismo. No existe más aquella cosa de la juventud de la inspiración divina, yo me sentaba y componía como quien habla con un amigo por Zoom. Era muy fácil, tenía muchas ideas, todo parecía nuevo y todo salía muy fácil, cualquier cosa era un motivo para hacer una canción. Hoy no, hay muchas responsabilidades y racionalidad. Tengo esta oficina en mi casa que es mi espacio, pero el teléfono está siempre sonando y la vida ya está en otro ritmo.
Tengo una felicidad extrema de haber sido un joven que tuvo un sueño. Yo soñaba con componer canciones y conocer el mundo, no quería trabajar para nadie, son sueños que todos los jóvenes tienen. Los números nos ayudan en estos momentos, 30 años después de empezar estoy haciendo lo mismo, es bueno tener la sensación de que cumplí el sueño. El sueño fue diferente de lo que fue soñado, pero es lindo también, porque yo soñaba en ser el nuevo Paul McCartney, quería ser lo máximo. Hoy todavía hay un deseo de crecer y aprender, pero los 30 años me regalaron esta idea de que todo está bien. Tuve que decirle que no a muchas cosas. Yo tuve una ventaja muy buena, cuando tenía 20 años, tuve una banda: Inimigos do Rei. Era una banda de humor con canciones de humor, pero tuvimos un éxito comercial enorme. Tenía 20 años y aprendí muy rápido, viví muy rápido el sueño del éxito comercial y comprendí cómo funcionaba el mercado, las radios, los medios, dónde había trabajo. Eso aprendí con 20 años y ganando premios, con éxito. Eso me liberó completamente de tener ese objetivo en mi carrera solista, pude decirme que estoy satisfecho, ya viví este “vital dream”. Eso ya pasó, entonces me podía dedicar a las cosas que me gustaban y desenvolver una carrera para que 30, 40 o 50 años después pueda mirar para atrás y querer continuar haciendo eso. Aunque muchas equivocaciones me llevaron por el buen camino, es bueno equivocarse, te regala cosas.
Por Sofía Durand Fernández
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