“Su nombre verdadero se ignora. El conde de Lautréamont es pseudónimo. Él se dice montevideano, pero, ¿quién sabe nada de la verdad de esa vida sombría, pesadilla tal vez de algún triste ángel a quien martiriza en el empíreo el recuerdo del celeste Lucifer? Vivió desventurado y murió loco. Escribió un libro que sería único si no existiesen las prosas de Rimbaud; un libro diabólico y extraño, burlón y aullante, cruel y penoso; un libro en que se oyen a un tiempo mismo los gemidos del Dolor y los siniestros cascabeles de la Locura”, escribía Rubén Darío en su libro Los raros, de 1896, que también se publicó en la revista montevideana Maldoror.
Es que en la historia de la literatura, en la vida, en todas partes, hay personas con excentricidades que se las tilda de “locas”, frívolas, tajantes, malditas. Sin embargo, no todas dicen ser de Montevideo, de Uruguay. Este es el caso de Isidore Lucien Ducasse, un poeta uruguayo que se fue a vivir a Francia —la tierra de sus padres—, que se convirtió, de alguna manera, en un poeta de culto; que se convirtió en un mito, en un nombre que quedó plasmado en la historia, que se estudia en los liceos, que se lee todos los 24 de noviembre, fecha en la que nació en 1846, cuando en Uruguay había una guerra.
Su madre murió cuando tenía un año y ocho meses. Su padre, que nunca volvió a residir en Francia, se encargaba de enviarle dinero para su sustento. Dicen que crecer en medio de una guerra lo forjó.
Al Conde de Lautréamont le costó publicar su primer libro. Nadie sabía, entonces, que se convertiría en un hito, que sería reimpreso en Uruguay, el país que lo vio nacer, que escritores reconocidos lo leerían, lo admirarían.
A los primeros cantos poéticos de Los cantos de Maldoror los comenzó a escribir en 1868; un año después sería impreso, pero el editor Lacroix se negaría a venderlo. Para él, los textos de Lautréamont eran obscenos, blasfémelos. Quizá, sea porque escribía en pleno siglo XIX sobre el deseo de cortarle las mejillas a un bebé con una navaja, y más. Con ese libro nació su apodo, que usó como pseudónimo. En aquel entonces, la obra pasó desapercibida. Con el tiempo, se volvería en un indispensable de la historia de la poesía moderna.
En 1870 publicó dos breves fascículos, Poesías I y Poesías II, en los que, según la Casa Editorial HUM, el Conde ajusta cuentas con la tradición literaria en la que abre.
En la misma revista en la que Darío recordó al Conde, la poeta uruguaya Amanda Berenguer escribió y lo recordó así:
Encontrarnos a orillas del mar
sobre un peñasco de la costa / fue la cita /
el / evanescente pez metafísico
perverso y ágil /
tocándome apenas / la punta de los dedos
con sus aletas / su vientre de piel azul
con un ojo de sangre / su mirada
de medusa escarlata /
me dijo: no vuelvas la cabeza que morirás /
quédate alga o musgo en el hueco
de la roca /
te protegerán guijarros / pezuñas del dolor /
se levantó ante mí / sentí que se enderezaba
el océano / y me tragué la realidad /
mientras oía la caída de un meteoro /
sobre Montevideo /
sin embargo / Isidoro Ducasse /
era un niño transparente / sentado
a mi lado /
lo tomé en mis brazos
y lo amamanté de certeza material /
hasta que lo entregué de nuevo al mar.
La vida del conde fue corta, vivió 24 años. Fue desconocido, decadente, subestimado, como pasa con muchos de los artistas que impactan, que marcan. A Lautréamont se lo reconoce como uno de los precursores del surrealismo, y fue pintado por el propio Salvador Dalí, quien lo admiraba.
El escritor uruguayo Hebert Benítez Pezzolano dijo a EFE que que hay “una incompletud” sobre la personalidad del conde ya que, como abunda en su obra la ironía, la parodia y la crítica, quizá tuvo una “deliberada necesidad de ocultar” que generó ciertos mitos. Benítez se dedica a reconstruir la identidad del misterioso Ducasse.
De todos modos, para Benítez el Conde a pesar de que las investigaciones sigan “no van a terminar por sortear el silencio y el carácter contestatario, radical, revulsivo que hay en su obra”. El conde, aseguró, “no podrá ser domesticado”.
La reedición uruguaya
A 150 años de su publicación original, Casa Editorial HUM presentó en 2020 la primera edición uruguaya de Los cantos de Maldoror, la obra del poeta montevideano más leído en el mundo. La publicación fue curada por Alma Bolón y Beatriz Vegh en base a la traducción peninsular de Ángel Pariente.
“Esta edición nos acerca a la prosa desafiante, vigorosa y desconcertante de Isidore Ducasse, Conde de Lautréamont. Seis cantos componen esta obra del autor uruguayo y francés que renovó la manera de imaginar el mundo. La escasez de datos fiables sobre su persona ha hecho de su vida un enigma que se vuelve leyenda, en poética confusión con su personaje Maldoror y su seudónimo”, escribió la editorial en ese entonces.