Por Gerónimo Pose | @geronimo.pose
La biografía más cruda sobre un cantante de rock and roll la tiene Mark Lanegan.
Sing Backwards and Weep (2020) son sus memorias, donde no se guarda absolutamente nada y la honestidad es el motor que utiliza, junto al lenguaje, para retratar su vida entre Seattle y las giras europeas. Fundador de los Screaming Trees, colaborador de Mad Season, The Gutter Twins, Soulsavers y Queens of the Stone Age, entre otros. Mark Lanegan pasó por la vida como una tormenta que no deja ver con claridad. Colaboró con PJ Harvey, Slash, Nick Cave y Dylan Carlson, entre otros tantos.
Un yonqui de primera. Ahondar en sus memorias es todo un desafío.
Nació por cesárea en noviembre de 1964, con el cordón umbilical enrollado alrededor del cuello. Dice que creció en el lado equivocado de la cordillera de las Cascadas, una pequeña localidad de Ellensburg, en el lado este del estado de Washington. Su familia procedía de una larga estirpe de mineros de carbón, leñadores, contrabandistas, granjeros de Dakota del sur, delincuentes, presidiarios y analfabetos.
Primero vino una breve temporada de enamoramiento con el béisbol, hasta que el alcohol y los juicios derribaron toda posibilidad de una vida abocada al deporte.
Conoció a Van Conner, que luego sería integrante de Screaming Trees, en la escuela primaria. Pero no fue hasta que se volvieron a cruzar y este le ofreció a Mark trabajar en la tienda de su padre. El trabajo consistía básicamente en que fuera a cobrar la guita que le debían unos cuantos que vivían en el parque de caravanas, un lugar abierto donde estacionaban casas rodantes.
Lanegan había formado parte de una banda cuando tenía quince años. Trabajaba limpiando en un restaurante llamado "Hi - Way - Grill" y, junto a los dos cocineros, formaron un power trío que solo duró dos conciertos. Lee Conner le propuso , en una cena familiar, cantar sobre unas grabaciones en las que había estado trabajando. Entonces fue que junto a Van, Pickerel y Lee formaron Screaming Trees.
Seis meses después del primer ensayo, entraron al estudio de grabación. Clairvoyance (1986) es un disco compuesto y escrito por Lee Conner, con letras que rozan lo absurdamente cursi y la fanfarronería. Lanegan detestaba tener que cantar esas canciones, le generaba una furia dentro de él, sumada a una insaciable adicción al alcohol, que terminó forjándose a él y al grupo una reputación de tener un directo que era una locura.
Seattle vivía un momento especial, con el auge de todas esas bandas que ustedes ya conocen y que luego se agruparon a la fuerza para categorizarlos como movimiento grunge, una mezcla rara entre punk, noise y oscuridad superlativa. Foráneos dentro de su propia ciudad, creaban melodías y canciones que luego eran impulsadas por los sellos para que aparezcan en MTV. La fama, la reclusión y separación de la sociedad, las drogas duras, las tintas de pelo, escopetas y otros afines.
No fue hasta 1992, con Sweet Oblivion, que los Trees lograron algo de éxito con el single "Nearly lost you", un poco impulsada por su presentación en el late night show de Letterman, en el que vemos a Lanegan con un ojo negro. La noche anterior se habían metido en una pelea en un bar y esto resultó en el ojo machucado del cantante y en el hombro dislocado del baterista.
Mark Lanegan había dejado el alcohol, pero pronto se vio involucrado con otras tantas sustancias que fueron alejándolo cada vez más, con fuerza, de las playas de la vida. En sus memorias, quizá, canse tanta mención a los chutes de heroína, los quilombos insufribles que implicaba trasladar droga de un país a otro en medio de una gira, los retorcijones y las experiencias alucinógenas que trae la abstinencia, los encuentros para chutarse con otros artistas de renombre, el sexo sin protección en cantidades descomunales sin miedo a contraer cualquier tipo de enfermedad. E, incluso, las historias de madrugadas en alguna plaza de Estocolmo intentando conseguir algo, habiendo sido robado en dos ocasiones en la misma noche.
Lo cierto es que su vida incendiaria resulta atractiva porque ni los Screaming Trees, ni Mark Lanegan en lo que fue posteriormente su carrera solista, alcanzaron la fama mundial. Comenta la incapacidad de su amigo Cobain de salir a la calle, la paranoia que eso implicaba y cómo él le conseguía la heroína para amansar esos infames dolores y ardores de estómago. Su vida fue un eco de intensidad que agota. Desde ese año en el que vivía en la calle, le debía una considerable cantidad de guita a un sinfín de dealers de Seattle, la policía estaba detrás de él, rogándole que se fuera de la ciudad. Vendía crack y compartía su apartamento con quién venga y quisiera ayudarlo en su negocio. Todo esto mientras, cada tanto, saltaba la oportunidad, brindada por algún sello como Sub Pop o SST, de hacer alguna gira.
Una vez giraron junto a Oasis, Manic Street Preachers y la gira se resumió a una simpática historia que involucra a uno de los hermanos, Liam, y un altercado con Lanegan que dejó en ridículo al nene de Manchester. Había vuelto a tomar alcohol y el espiral hacia el fondo era un descenso horroroso, atractivo e interesante. Pero más allá de todo eso, Sing Backwards and Weep también atrapa por su exquisito vuelo literario. Desde un principio, Lanegan aceptó la oferta de escribir este libro con la condición, autoimpuesta, de que tenga un valor distintivo a cualquier otro libro sobre cualquier otro cantante de una banda de rock, con sus respectivos vicios y desvelos. Y ese trabajo se nota, por ejemplo en capítulos en los que nunca pierde el hilo autobiográfico, aunque podrían despegarse de ese entretejido y ser relatos por si mismos.
En determinado momento, Screaming Trees comenzó a recibir adelantos importantes de Sub Pop para que grabaran de una vez por todas Dust (1996), su último disco de estudio. Lanegan se había desintoxicado y se había ido a pasar Navidad con su familia completamente disfuncional. Frenó en Los Ángeles y volvió a engancharse al caballo, para la furia estrepitosa de su productor George Drakoulias. Dust tendría que ser el sucesor de Sweet Oblivion y, por ende, elevar aún más la popularidad del grupo que, si bien no era el estrellato en su máximo esplendor, era una luz por la cual podrían seguir guiándose.
Pero la historia cuenta que se metieron al estudio a regañadientes, cansados de cohabitar en un mismo espacio, agotados por la sensación de estar haciendo siempre el mismo disco. La cosa es que lo hicieron, obtuvo buenas críticas y niveles de venta satisfactorios, pero no había sido del todo suficiente. La banda que prometía ser y llegó a ser mucho más que eso, bajo sus propios términos y condiciones.
Los Trees se disuelven y él dedica sus energías a colaborar con bandas como Mad Season, junto a su amigo Layne Staley, y en Queens of The Stone Age. Grabó discos solistas memorables como Whisky For The Holy Ghost (1994), que tuvo el visto bueno y la admiración de Cobain y le demostró al mundo que Lanegan no era uno más de la movida grunge norteamericano. Luego, esto quedó plasmado en discos como Bubblegum (2004). Un LP que utiliza sonidos más electrónicos y tiene colaboraciones con PJ Harvey. Incluso la canción "Wedding Dress" fue utilizada por Anthony Bourdain para que sea la cortina musical de su show Parts Unknown.
El orden cronológico de su vida es difuso, aunque sus memorias asombran por la cantidad de detalles. Detalles que develan la claridad mental de Lanegan y su envidiable buena memoria. Asombra por cuestiones que no hace falta aclarar. Su vida agitada que rodaba en dirección a ningún lugar, tomada por las riendas completamente por su adicción, se dividía entre escenarios, bocas de venta de crack y las calles del mundo. Amoríos crispados, comisarías, calabozos, inyecciones de heroína relatadas con tanta crudeza y honestidad brutal que, como dije, pueden llegar a cansar. Una necedad y oscuridad autodestructiva que viene de la mano de la desesperanza, el agotamiento, la falta de suerte. Alguien que se había hecho la fama de ser el tipo que le podía conseguir droga a los grupos de rock que venían a su ciudad estando de gira.
Anécdotas que involucran la esperada mala relación con sus vecinos y el posterior respeto al ver a Nick Cave, con su traje de dos piezas impoluto y el cabello peinado hacia atrás, saliendo del departamento de Lanegan después de alinearse. Los reiterados intentos de desintoxicación, el hartazgo de su círculo más cercano al ver y entender que la única persona que podía salvarlo era él mismo, y esa voluntad no solo no estaba en su ADN, sino que no la respiraba. Aquella vez que le iban a amputar una extremidad y en el hospital lo trataron mal por una seguidilla de respuestas violentas, que develaban la nula noción de lo que le estaba por pasar al cantante de los Screaming Trees. En pocas horas o se le curaba aquella infección, o habría que amputarle el brazo. Lo dejaron tirado en una camilla, en el medio de un pasillo, agonizando por el dolor y la abstinencia.
Contrataba prostitutas, no para obtener sus beneficios, sino para que vayan a comprarle droga. Las andanzas con Kurt Cobain hasta un par de días antes de su suicidio. Este lo invitó al MTV Unplugged para que hicieran juntos una versión del clásico de Lead Belly ,"Where Did You Sleep Last Night", Lanegan rechazó amablemente y Kurt aceptó, con la condición de que le robaría a él la forma de cantarla. Los dos compartían el gusto por el cantante de blues y folk norteamericano y habrían de pasar noches enteras juntos, cantando sus canciones.
Un cantante con una voz arrugada, áspera, a la que muchos comparan con la de Tom Waits. Una comparación totalmente imprecisa. Es como aquellos que a cualquier literatura que menciona el alcohol, o algún otro tipo de excesos, la categorizan como bukowskiana. Waits y Lanegan están a años luz de distancia, por lo que la comparación es completamente vaga y perezosa.
En un principio las giras le sirvieron para escapar de su pueblo natal, en el que su pelo largo y actitud rebelde no eran bienvenidos. Solían gritarle cosas como "maricón", a lo que él respondía con violencia. Otra de las emociones que rodeó su vida fue la violencia. Una furia descomunal que lo llevaba a arremeter contra quien se posara en su camino y simplemente no le gustara su cara. Con sus compañeros de banda también, aunque no llega a los extremos que vemos en el documental DIG! (2004), de la banda The Brian Jonestown Massacre.
La esperada desintoxicación viene como una especie de estrella oculta. Courtney Love financia su tratamiento. El lugar lo consigue un señor mayor que trabajaba en una tienda de empeños y que conoció a Lanegan cuando este le llevaba cosas que robaba, para poder despuntar el vicio.
El libro se queda ahí, en la muerte del cantante de Alice in Chains, y gran amigo del cantante de los Trees. No ahonda en su carrera solista y deja un sabor amargo. Más para aquellos que disfrutan de ese otro periodo, que al igual que en el caso de Nick Cave, dista mucho de sus comienzos.
Su último disco es Straight Songs of Sorrow (2020), un repaso existencialista de toda su vida. Poco después publicó otro libro, The Devil In Coma (2021), sobre sus experiencias con el COVID-19 y cómo este virus lo puso en un coma que posteriormente dejaría secuelas.
Secuelas que le provocarían la muerte, una muerte que se pronosticaba. El anochecer de una vida agitada, y que llegó cuando este tenía solo 57 años. Murió en Irlanda, donde vivía desde el año 2020. Otros libros publicados y de su autoría son I Am The Wolf (2017), que es una antología de sus canciones acompañada de anécdotas y notas al pie. Los poemarios Plague Poems (2020), que fue co-escrito con el músico e integrante de Cold Cave, Wesley Eisold. También publicó Leaving California en 2021, un poemario en el que la faceta poética de Lanegan se estira hasta explorar territorios nunca antes vistos en su obra.
Un artista que navega en los cánones clásicos del chico malo del rock, pero que los atraviesa y termina convirtiéndose en uno conmovedor, que "rechazó la oscuridad cuando esta trató de engullirlo y que encontró la redención a través de la gracia y el poder de una música única y brillante", en palabras de la cantante y compositora Lucinda Williams. No podríamos compararlo con ningún otro artista de su generación, ya que no hay nadie con más huevos que Lanegan, alguien que hizo realidad aquello tan usado y trillado de enfrentarse a sus demonios.
No sé si se podría hablar de un legado o de una influencia que haya marcado a generaciones venideras. Por supuesto que quedan las canciones, como un testimonio o un retrato de lo que fue no solo una época, sino un ser humano habitando esa época. Al igual que Shane MacGowan, el legado de Lanegan es la emoción. Es la senda que pudo haber empezado Bob Dylan o Johnny Cash, a quien teloneó y consiguió su bendición. Son las esquelas de las experiencias forjadas con el fuego, las letras sentidas y el cantar hacia atrás para poder llorar.
Lo que quiero decir es que desconozco si hay bandas o artistas que tengan a Shane y a Lanegan como sus principales influencias, sino que más bien reconocen que su obra es particularmente buena y emotiva. Y eso es más que suficiente, es un logro del cual pocos se pueden jactar. De qué depende que la obra de un artista sea luego un camino marcado para otras agrupaciones es algo que no sabemos, pero podemos llegar a intuirlo: Las características sociales de un momento, la trascendencia puntual de una forma de vida, el timing. Quizás, la respuesta se encuentre en alguna de esas tres premisas, pero quién puede saberlo.
Su capacidad compositiva y su intención por crear canciones que escaparan alguna línea temporal no es casualidad. Ya se veía en Whisky For The Holy Ghost, en la que Lanegan hacía hincapié en que quería exclusivamente crear algo que fuera realmente memorable, que fuera un clásico. Canciones crudas, tristes y frías. Vidas que fueron escritas estrictamente con sangre. Indisciplinadas, oscuras y con una normalidad disfuncional. Realidades enfermas, pero reales. El finado Ricardo Iorio criticaba a aquellos que cantaban nimiedades y se disfrazaban con el slogan de que cantan con el corazón. Por supuesto, hay que cantar con el corazón, pero el corazón canta lo que bebe.