María Mendive habla sentada de espaldas a su colección de plantas. "Mucha paciencia y amor", explica al hablar del cuidado de las mismas. Afirma que, ahora, tomarse el tiempo para hacer las cosas es algo que "parece haber pasado de moda". Pero, para ella, los tiempos en el proceso creativo son fundamentales. Paciencia y amor. Así cuida a sus plantas, así se dedica a su vocación.
Hace 24 años trabaja en el Instituto de Actuación de Montevideo (IAM) como docente. También dictó clases en el Sodre y en la Universidad Católica de Uruguay. Además, es actriz, ha trabajado en obras teatrales como "Ana contra la muerte", "El bebé" y "La casa de Bernarda Alba", entre otras.
"Tengo fascinación por el trabajo de la escena", dice en entrevista con Latido BEAT. Paciencia y amor. Así construye los vínculos con quienes trabaja. Mencionó uno por uno los nombres de quienes trabajan en “Yo también quiero ser un hombre blanco heterosexual”, la adaptación bajo su dirección de la obra escrita por Carla Zúñiga, que estrena el sábado 4 de mayo. Afirma que le gusta la idea de armar una compañía teatral. También hace énfasis en la importancia de ganarse la confianza de sus actores y actrices, de que no sean solo ellos quienes "ponen el cuerpo".
Me dijiiste que tenés como algo pendiente escribir, ¿la idea de ese proceso creativo te genera incertidumbre o te abruma?
Siempre que creas, creas de cero. En todas las disciplinas artísticas y creativas hay un lugar de vacío, de angustia y de incertidumbre. Creo que los artistas siempre estamos enfrentados a eso y tenemos que transitar esos lugares para poder ver qué hay. Una de las materias que doy en IAM tiene que ver con la creación de textos. Siempre es un vacío el universo creativo y tiene sus angustias, certezas y búsquedas. Es como decía Cecilia Sánchez, una artista de la obra, “me voy con el cuerpo lleno de preguntas”. Nos tenemos que preguntar para ir encontrando respuestas. Es un proceso y, tal vez, los procesos no están a la moda. Ahora todo es sin proceso. Es una angustia, pero de otra manera. Cuando tenemos un proceso y le damos un lugar a la angustia, a la reflexión, al pensamiento, ahí es otra cosa.
¿Puede asemejarse a una angustia similar a la de un proceso terapéutico?
En consecuencia, sí, pero no es el propósito. Hay diferentes tipos de angustias y de presiones. Buscar el resultado inmediato en un proceso artístico es como quemarlo, no quiero eso para mí. Me he enfrentado en diferentes situaciones a tener que resolver rápidamente. Toda artesanía, toda búsqueda, toda investigación es el resultado de un proceso. La humanidad es compleja, por lo tanto, necesitamos de los tiempos. Parecería que no es la moda, se asocia a la vagancia, pero no tiene que ver con eso, tiene que ver con poder pensar, procesar, soñar, despertarte al otro día con una idea un poquito mejor.
¿Sentís que esa es una de las grandes amenazas que tiene el arte hoy en día?
Es una de las amenazas. Yo creo que, si todos aceptamos lo inmediato y todo tiene que ser ya, el consumo es lo primero, junto con el sistema capitalista, los resultados y ver quién es más feliz, más joven y lindo. Hay un tema de aceptación, es verdad que estamos muy presionados frente a ese sistema. Es una amenaza, pero hay muchas amenazas. También hay muchas mentiras en las amenazas. Por eso, esta obra me atrapó mucho, me tocó en temas que a mí me importan y me interpelan, y una de ellas son las mentiras, las profundas mentiras que nos convencemos para obtener resultados inmediatos. Esta rapidez y esta ansiedad conspira contra nuestra naturaleza, nos agobiamos y nos agotamos. El fracaso en un ensayo es visto como algo malo, nosotros necesitamos fracasar para poder buscar. Es difícil aceptar la frustración del error, pero es por ahí el camino.
¿Qué representa el “hombre blanco heterosexual”, sobre todo en contraposición con la protagonista de la obra, una mujer lesbiana e inmigrante?
Esta obra representa un grito para mí, un grito de, no sé si llamarlo libertad, porque la palabra está muy manoseada, pero sí de derechos humanos. De darle voz al género, al feminismo, a la diversidad, a la raza, a la clase social. Más allá de que la obra me atrapó por su dramaturgia y por los temas que toca, es esto que te decía de las profundas mentiras culturales para generar lugares de poder. Esta mujer viene a contar y reivindicar su historia y a intentar, como todos los personajes de la obra, ser feliz. Trata sobre el intento desesperado por ser felices. Es una obra existencialista, son preguntas básicas de los seres humanos y Carla Zúñiga expone muchos los temas. Tal vez, no los tengamos resueltos, tal vez, ni yo los tenga resueltos, pero a mí me gusta exponer esos temas y que nos hagan reflexionar. Esta obra tiene mucho humor, tiene el disparate como factor de impacto. Es una obra de absurdo, pero el mundo ya es un absurdo cotidiano.
¿Qué peso tienen las relaciones de poder, entonces, en la narrativa?
Creo que tiene que ver con los derechos humanos a la vida, al trabajo, al amor y a la familia. Miro hacia el mundo y, a veces, me pierdo. Ahí aparece el disparate. Hay un genocidio, hay guerras y el mundo sigue funcionando como si esto no sucediera. O si sucede, pero hay un desorden, ahí es donde surgen la tragedia y las mentiras. Necesitamos construir redes de poder, creo que todos y todas tenemos que estar en un cambio sobre los derechos humanos. Cualquier acción puede ser una falta de respeto o algo violento, el no mirar, el ignorar, hay muchas acciones que construyen violencia y de las que ni siquiera somos conscientes.
En esta obra se plantean la familia, los vínculos, lo que se construye y se destruye con tanta facilidad. El engaño, pero no el engaño seductor, sino el que nos interpela y nos hace cuestionarnos. A mí me hizo pensar, y me hizo pensar en muchas cosas en referencia a mí misma. Además de todos los temas que toca la obra, yo me vi enfrentada a un cambio cultural en el género, donde hice un reparto en el que cada uno no es quien el rol dice que es. Hay una mujer de 35 años, que es María Eugenia Rodríguez, que hace de Damián. No es el physique du role. Físicamente veo una cosa y la persona siente otra, eso es un cambio cultural al que tenemos que poner arriba de la mesa. Yo lo quise poner en esta obra como algo del hoy.
¿Cuánto tiempo te llevó preparar esta obra?
Descubrí esta obra cuando se hizo “La trágica agonía de un pájaro azul” (2017) en el Teatro Solís. La dirigió Domingo Milesi, que me pareció impresionante su dirección y la obra. Salí del Solís hace tres años y empecé a googlear a la autora, me comuniqué con ella por Instagram, después le pedí a Gabriel Calderón sus datos, me llegaron como 15 obras de ella, las leí toda y esta fue la que me atrapó, no pude dejar de leerla. Tiene un humor muy ácido y punzante, la verdad es que me vi a través de esa obra. La compartí con alguno de los actores que hoy están por estrenar conmigo, e inmediatamente la aceptaron. Les generó una adrenalina y un gusto por llevarla a escena que me hizo convencerme de que era la obra que yo quería dirigir. Me tomé mi tiempo para pensar en el estilo, hacer una pequeña investigación, conocer a la autora, para estudiar. Estuve como dos años, soy de las amigas del tiempo. Pero también soy bastante activa y estoy en un momento donde no quiero apurarme cuando no lo necesito. Quise tomar buenas decisiones, capaz que me equivoco, pero por lo menos me di el tiempo.
Es una autora que es muy directa, en cada parlamento hay mucha información. Los actores tienen mucho trabajo en esta obra. Además, dura una hora, una hora exacta donde entran y es muy intenso el trabajo que tienen desde todos los lugares.
Siendo una obra que busca interpelar, ¿qué impronta le das vos a la adaptación?
Tiene mucha belleza. Hace 24 años que doy clase, también doy clase a bailarines en el sodre y siempre estoy investigando sobre la belleza. Soy intensa, llevo este dramatismo y el dolor con una belleza. Hablando más que nada de mi lenguaje, de exponer el mundo y los vínculos. Puse a una cantante en vivo que hace la música de la obra, Federica Lacaño, mi hija. Es una gran interprete, más allá de ser su madre me conmueve su arte, hay algo de ella que me atraviesa y quise que estuviera en la obra.
La trama va alrededor de las mentiras y los derechos humanos. Arranca con dos personajes opuestos. ¿Cómo partís de esos dos polos a algo general que busca que cualquier espectador puede verse reflejado?
Me junté con Lucía Tyler, le propuse la obra, empezamos a ver en qué espacio físico transitaban estos personajes. Trabajé al inicio del proceso con consignas claras: el agrado, el desagrado y la pena como tres estados del alma. Sentí que, en esta obra, si bien es un grito y es muy expuesta, hay mucha contundencia afectiva, mucha historia. Me hizo recuerdo, me llevo todo el tiempo a Esperando a Godot, a Final de Partida, donde los personajes no tienen historia, no se sabe ni de dónde vienen, ni a dónde van. Me inspire bastante en este tipo de teatro, que es el que yo doy y di durante 15 años en IAM. Fundamentalmente, me pareció que había que hablar con un contenido afectivo, interno, con una construcción emocional. Este tipo de obras puede caer en el grotesco, en un grito. Pero ¿el grito de dónde sale? No solamente las palabras hablan en el teatro, hablan el cuerpo, la música, los movimientos, el vestuario, la escenografía, habla la luz.
Hay una ponderación de la emocionalidad sobre el contexto del personaje.
Esa emocionalidad es la humanidad. Son las circunstancias, el haber nacido en un lugar donde tenés casa, comida y la posibilidad de tener trabajo. Vuelvo a lo mismo sobre el derecho a la vida, al amor, a la aceptación, a no ser discriminado. Eso es demasiado cruel. Hay una exigencia de este mundo de que hay que poder y hay que ser fuerte. Con hambre no se puede pensar, si no tenés derechos, ¿a dónde vas a ir a trabajar? Tampoco victimizar. Hay matices en todo.
¿Hacer teatro del absurdo en una realidad como la nuestra, que ya es de por sí, por momentos, absurda, no es un desafío?
Es el teatro que a mí me identifica. Yo veo el mundo desde la mirada del absurdo absoluto. Naturalizamos un absurdo que, visto de afuera, es un disparate. Pero nosotros somos los actores. Veo en mis puestas esta cosa de un hormiguero gigante que se traslada para todos lados con deseos de ser feliz, de buscar una vida mejor y vamos en diferentes direcciones con nuestros dolores, penas, fragilidades y fortalezas buscando algo, que no sé qué es. A través del tránsito que uno va haciendo como artista, acumula informaciones de obras. Para mí es importante actuar para dirigir, fundamentalmente porque tengo que ponerme en los pies de los actores. El actor es lo más importante en el teatro, es el que une todo. Sin actor, no hay teatro. También soy muy exigente, me exijo y les exijo, pero soy muy estudiosa y respetuosa del encuentro. Uno va haciendo un camino y va replicando algo que quedo en tu cuerpo. Las obras quedan en tu cuerpo, vos pones el cuerpo en la interpretación y eso se va acumulando.
Estoy en una etapa en la que me interesa decir o exponer temas que me interpelan. Llevar un texto al teatro es un trabajo enorme y para hacerlo me dan ganas de hablar de cosas que me mueven como personas.
¿Buscás la certeza o la duda?
La duda, dudo de todo.
Al exponerlo a un público, ¿no se convierte en un proceso de investigación colectivo?
Es super expuesto. Para mí, pero, sobre todo, para los actores que ponen su cuerpo. Los actores son los protagonistas de esta historia y yo puedo estar del lado del público, si bien es mi obra, mi traducción y mis decisiones, los que las defienden son ellos.
¿Cómo varía este proceso al vivirlo como dramaturga y al vivirlo como actriz?
Como una búsqueda, y como un proceso de mucha confianza de ellos hacia mí. Porque yo llego a cada ensayo con propuestas y con un lenguaje. Ellos tuvieron una gran confianza en mí, y eso se gana. En un proceso creativo se mueven cosas, donde yo tengo una mirada y el actor otra. El trabajo del actor es muy difícil, porque tenés que confíar en el director, sino queda muy limitado y la propuesta también. Hay un trabajo de conquista de mi parte. Yo te propongo un movimiento que, tal vez, no te es cómodo o no lo pensaste así. Entonces vos tenés que confiar en mi mirada, porque vos no te ves. Siempre construís sobre vos y después no te ves, pero sabes manejar la herramienta o la tenés muy entrenada. Ahí la confianza, la entrega y el aceptar el lugar incómodo.
¿En esta obra en particular tuviste que poner a los actores en lugares incómodos más que lo usual?
Sí, recontra. Sobre todo, porque los moví hacia lugares incómodos. Para investigar tenés que tocar en zonas que no conocés. Uno de los planteos iniciales fue, "tenemos esta obra, en 20 días nos aprendemos la letra y la hacemos, pero acá se trata de investigar, ver qué nos pasa, trabajar desde la incomodidad, el agrado y desagrado, la pena". La zona de comfort no sirve mucho para la vida artística, ni para la vida en general. Me tomé el tiempo para ensayar, fueron casi 3 meses de ensayo, trabajé la obra muy parcializada. Si incomodás a un actor, también tenés que darle herramientas para que en esa incomodidad también estés vos dándole la mano. Media hora antes de los ensayos estoy esperándolos con música, con el cuidado. Si vos te vas a exponer, yo tengo que estar poniendo mi cuerpo, alma y mirada. Todos tenemos resistencias, pero cada actor y actriz es diferente, entonces hay un trabajo muy artesanal con cada uno. Tengo fascinación por el trabajo de la escena, estoy muy enamorada de la profesión y un poco dolida también.
¿Por qué?
Porque yo quiero seguir haciendo teatro y creo que el teatro independiente está muy pobre, le faltan recursos económicos, no tenemos ficción nacional, hay pocos espacios donde los actores puedan vivir de la actuación. Ese es el dolor que me da. Yo preciso tener dinero para hacer teatro, los medios suficientes. Creo que es un medio al que le falta mucho apoyo
¿No hubo avances en los últimos años?
No mucho. El presupuesto bajó mucho para el teatro independiente, faltan muchos apoyos. Por lo menos, en el teatro independiente. Es una lucha que venimos dando hace mucho tiempo, es necesario seguir hablando y visibilizándolo.
¿Es una lucha que se puede ganar por cansancio?
El cansancio está más asociado a vencerse. Esto empieza por preguntarse qué valor tiene la cultura, qué valor tiene el arte en una sociedad, qué valor tienen sus artistas. Hay muchas preguntas que están sin respuesta, está puesto todo en el tener, en la economía, en la plata. El arte es esencial en la vida del ser humano. Si no le damos un poco más de sostén, me parece que hay otros que agarrarán la posta. Resistir es seguir haciendo teatro, seguir pensando en proyectos. Es muy potente ver teatro, ver algo que te mueva.
Lo teatral está muy ligado a poner el cuerpo, hablás mucho desde ese lugar.
Es poner el cuerpo, es batalla. Yo si duermo ocho horas, como bien y tengo amor y familia, estoy preparada. La lucha está en las clases, en el compromiso con los jóvenes y las instituciones. Uno es lo que hace y no lo que dice que es, ahí pones el cuerpo, la mente y el alma. El otro día una de mis hijas me decía esto del exceso de entrega, yo le decía que no sé hacerlo de otra manera. No sé si es bueno, pero no sé hacerlo de otra manera. Es parte de un propósito, por no decir un capricho. Sigo porque es mi profesión y yo puse mi vida en el arte, el arte me da mucha satisfacción, me da mucha respuesta. Estoy en una ficción y estoy atravesada por universos fantasiosos con los pies en la realidad, es un juego genial. Yo no soy una víctima, soy una privilegiada. Primero, por haber tenido una vocación. Segundo, por haber seguido y tener mi familia, mis alumnos, mi perro, mi hogar. Generé un sistema por el que pude lograrlo.
¿Qué esperás que se lleve la gente cuando vaya a ver la obra?
Lo que tenga que llevarse. Me gusta exponer y que a cada uno le toque donde le pueda tocar. Una de las características de este teatro te puede gustar no gustar enojar, mover, angustiarte. Es una obra que va a pegarte en lugares según tu propia historia. El teatro nos toca a cada uno en nuestros puntos. No pretendo la aceptación, ni dirigir lo que tenés que sentir, eso sería muy invasivo de mi parte. Lo que sí está bueno es que la gente vaya al teatro. Hace bien, nos hace pensar y es uno de los pocos lugares donde estamos sin interferencia, creyendo una ficción y sintiendo cosas en común.