Por Federica Bordaberry
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Ella siempre quiso dirigir un texto de Sergio Blanco. Eso es lo primero que dice.
Con Sergio compartió “la misma época”. Ella ganó el premio Florencio “Revelación” en 1991 y él en 1992. Estuvieron en una cruzada en París que, a ella, la marcó muchísimo en su vida. Para él, París fue su hogar (y sigue siendo). Para ella, el teatro de él es referencial.
Ella tiene leídos casi todos sus textos. Le gusta su forma de escribir y le parece que él, Sergio, es uno de los autores más importantes que tiene Uruguay.
Todo eso le sucede con la obra de Sergio, a nivel general, pero hay uno en particular que le gusta, uno al que le puso el ojo, uno que decidió que dirigirá. Ese texto, esa obra de teatro, se llama Slaughter.
Es eso, María Dodera dirigirá Slaughter, una obra de Sergio Blanco, en el Teatro Stella D’Italia. Será los sábados (21:00 horas) y domingos (19:00 horas) desde el 6 de agosto al 11 de setiembre.
De ese texto le encanta cómo está escrito, la abundancia conceptual, la abundancia de palabras, su largo, su similitud con Koltès, la estructura, su forma circular que marca que, quizá, no haya una salida, la forma en que encierra el concepto, su visión apocalíptica, las metáforas que crea, los atisbos de oscuridad que emanan contemporaneidad.
Es que “es un texto totalmente contemporáneo. Lo escribió en el 2000 y es como si hubiera sido escrito ayer”, dice Dodera.
El atisbo de los indicios de lo absurdo, “lo cual exploté muchísimo en la puesta en escena, porque eso le da como una liviandad, y siempre en la oscuridad hay que buscar la luz, y en la luz hay que buscar la oscuridad. En esa dialéctica es muy interesante trabajar la materialidad escénica”.
Y dice lo anterior porque debe saberse que el escenario es la cuna de lo contradictorio.
Que no es de las últimas obras de Sergio, que no es una autoficción, que es anterior a esta etapa del dramaturgo, que es tan brillante como su etapa actual, que todavía no se estrenó en Montevideo y que le interesó eso, traerla a este Montevideo, al de ahora.
Es que Slaughter cuenta la historia de un hombre (Sebastián Silvera) que vuelve de cometer un crimen y nadie le cree, un soldado (Franco Rilla) que regresa de una guerra y no encuentra su hogar, una mujer (Leonor Chavarría) que lucha por salir de opresiones cotidianas. Los tres (todos) están unidos por la búsqueda de un “otro” con quien empatizar.
Es un grito furioso de humanidad.
El propio Sergio comentó una vez esto que dice Antonin Artaud, es eso de que el teatro es a la ciudad lo mismo que la peste, que viene a sacar o mostrar lo peor de nosotros. ¿Qué rol creés que juega el teatro, o el arte en general, en lo político, en nosotros como sociedad?
El teatro es un discurso público. Y todo discurso público es político. No político partidario, sino político como lo toman los griegos, con ese sentido de que nos cuestiona, nos revisa conceptos a nivel colectivo. Eso me interesa. Creo que, igual, el teatro no tiene un alcance masivo. Que, quizás, peca, o tiene algo de inútil, por el alcance que tiene, pero también esa inutilidad me encanta. Me encanta porque me saca el peso o la responsabilidad y me lleva al origen del teatro, que es el juego.
Creo que el teatro tiene esa doble función de encontrarnos para un convivio y politizar. Ahí está el discurso político y también tiene esa visión, ese punto de vista de inutilidad de que, en definitiva, no se va a cambiar el mundo por obras teatrales. Ese es mi concepto. Pero sí te permite jugar y, por lo menos, cambiar piezas e influir su entorno. Quizás, repensar, revistarte. Eso es una forma más liviana y de esa forma más liviana llegan a tener transformaciones más profundas esas personas que viven esa noche contigo y conmigo.
Hay obras que dejan más ocultas sus cuestiones políticas, que las muestran, pero de una manera menos directa o evidente. Esta, en cambio, o por lo menos este Slaughter que estás proponiendo, en su descripción, tiene palabras como “neoliberalismo”, “discurso oficial”, “violencia”, “sociedad”. ¿Por qué esa decisión?
Yo creo que el texto es sumamente inteligente. Mi decisión como directora, o traductora escénica, no fue modificar el texto. La palabra es el puntapié inicial del pensamiento y yo creo que es un texto que coincidía con lo que yo quiero manifestar hoy día. Cuando realmente siento esa identificación, lo llevo a escena sin cuestionármelo tanto porque es algo más visceral.
La comunión que tengo con el material es más animal, es más de pasión y enamoramiento. Sé que puede gustar, puede no gustar, puede molestar, puede no molestar. En mi carrera nunca hice teatro cómodo. Tampoco me cuestiono el momento de elegir un casting o un texto si va a incomodar o no, eso viene como consecuencia y me responsabilizo de todo, pero con este texto tengo una admiración intelectual, cuando me alejo.
Pero tengo como un enamoramiento más visceral. Mis decisiones están más en el momento en que yo opero como directora teatral, decido sobre la escena. Ahí tengo que estar con la lucidez de decisión de cruzar la Quinta Avenida con luz roja. Pero en el momento en que yo elijo el casting, o elijo el texto, o me guíe en un texto que yo escriba, me guío más en la forma física, más como ese escenario que es totalmente matérico.
Contame de la selección de actores, ¿por qué ellos tres como actores principales?
Fue invitación que tuve de La Gaviota, muy emocionante que me inviten. Me invitó Sebastián Silvera. A mí, Sebastián me encanta como actor. Siempre me encantó. Él me sugirió a Leo Chavarría. Yo a Leo la tenía vista, la fui a ver después, aún más, y es una actriz que me encantó al verla a simple vista.
En el proceso se vio que es una actriz totalmente maravillosa, potente. Y Franco Riera me viene acompañando hace varios espectáculos. Franco es un actor que realmente me encanta y que ya viene desde Burlesque, la mujer de Cervantes. Después me acompañó en El accidente de Gabriel Peveroni, en mi obra Último encuentro. Es un actor que es medio fetiche en mis obras.
A la vez, en esta obra, hace la música. Vamos a tener un Franco Rilla actor y vamos a tener un Franco Rilla músico, que es maravilloso. También tiene talentos superlativos. Es un elenco que tiene una química. Que, desde primera instancia, y eso es fundamental, salió a luz, y más para esta obra que es una hora treintaicinco minutos de teatro.
Hay un magistral texto, pero hay una actuación magistral. No me da cosa decirlo, porque es totalmente demostrable. Es magnífica. Es una interpretación superlativa. Así, lo digo sin modestia y me orgullece haberlos elegido, pero va mucho en ellos. Ellos son magistrales en sus interpretaciones y lograron captar muy bien la matriz lingüística y el material literario. Se concluyó en una hora y treintaicinco minutos de excelente teatro.
Franco Rilla es actor, pero también estuvo componiendo la banda sonora original de la obra. ¿Cómo es mezclar esos dos mundos?
No es fácil el tema, pero él está solamente en el segundo acto. Hace del Soldado, un papel secundario, pero es impresionante el papel. Todos los personajes que Sergio ofrece generosamente en su escritura acá son únicos. Al estar operando como actor, en un acto, él está, evidentemente, en la materialidad de la escena, pero está más expectante de los otros.
Fue como una creación paralela. Él como actor es muy rítmico. Se nota que hay un músico desde muy chiquito, se nota en la actuación que hay un músico, que se actúa a través de un músico. Entonces, acá lo hizo de una forma muy natural. Te diría que fue creando las partituras en la medida en que iba siguiendo la escena desde afuera y desde adentro.
Cuando me presentó la banda sonora, me presentó una banda sonora que creo que es perfecta para esta escena. Fue muy acertada la decisión que hice de que sea él. Y fue muy acertada su producción como producto final. De hecho, siempre el acto inaugural es muy interesante. Yo a Franco lo fui a ver en una obra donde el hacía un personaje que tocaba el piano. Y me enamoró como actor y como músico. Ese acto inaugural en algún momento aflora. Siempre el acto inaugural de todas las cosas te lleva al infinito.
¿Qué le va a pasar al espectador estando ahí, viendo Slaughter?
Se va a quedar impactado por las actuaciones. Se lleva mucho material para pensar. Va a decir “por suerte asistí a una hora treintaicinco de teatro”, de buen teatro.
Por Federica Bordaberry
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