Por Sofía Durand Fernández
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Se oyen susurros y diálogos. La distancia entre la platea y los bancos donde se encuentran los personajes permite que, si uno se distrae, pueda pensar que, en realidad, es juez y parte. Es intencional. Es una puesta en escena planeada para que, algo que ocurre más seguido de lo que uno cree, que forma parte de la cotidianeidad de tantas familias, se presente a tan solo unos centímetros del espectador.
"Es un mundo que privilegia más el derecho penal o el civil sobre el de familia, cuando es este último el que opera todos los días en lo más importante y, a la vez, lo más vulnerable que tiene una sociedad: los niños", explica Inés Bortagaray, coautora de Audiencias, en entrevista con LatidoBEAT.
La primera entrega estrenó en junio, y mostraba la perspectiva de una jueza. La segunda, que estrena en julio, pone en el foco a un padre y una madre. Las funciones de la tercera estrenan en agosto, con el caso de una niña en el centro. Para realizar este trabajo, Bortagaray y Ana Guevara, autoras, junto con la directora Margarita Musto y la periodista Virginia Martínez, visitaron en más de una ocasión audiencias de juzgados de familia. Sorprendidas y abrumadas, realizan ahora este ciclo que, si bien asumen que no busca una verosimilitud absoluta, busca echar luz a una realidad que no es tan abordada socialmente.
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¿Cómo coordinaron el trabajo de ustedes con el de la dirección?
Ana Guevara (A.G.): Continúa siendo un trabajo, las obras no la terminamos de escribir todavía. La uno sí, porque ya la estrenamos. La dos, en realidad, también que se estrena este sábado. Y a la tres todavía la estamos escribiendo. Es un proyecto que no empezó con las obras, es un proyecto que viene de largo. Primero, surgió como una serie audiovisual, la idea era que fuera una serie y la trajo Margarita [Musto]. Ella fue la que empezó a inquietarse por el tema y para hacer esa serie hubo una gran investigación en la cual está también involucrada Virginia Martínez, que es periodista.
Ellas dos invitaron a Inés, primero, a guionar y después me involucré yo, porque se necesitaba, además, a alguien que fuera a hacer la dirección de la serie. Es un equipo que viene trabajando hace un tiempo.
¿Cómo vivieron el desafío de cambiar el formato audiovisual a uno teatral?
A.G.: El formato audiovisual es mucho más difícil de levantar, de remontar, porque es una cosa más cara de hacer. Margarita, con la cantidad de material que teníamos, propuso que, mientras tanto, hiciéramos esta obra de teatro. El equipo que ya estaba medio formado se dispuso de esta forma. Ella dirige la obra, que es la que está más involucrada con el teatro.
Inés Bortagaray (I.B.): Yo había hecho una colaboración con Ana Katz, una amiga que es directora y dramaturga y que escribió una obra que se llama “Pangea”, de la cual yo escribí unas partes. Pero no, es completamente nuevo y es un aprendizaje enorme el que estamos haciendo, estamos cerrando el tercer episodio.
Ustedes vienen de mundos creativos diferentes, ¿qué trajo cada una de lo suyo?
I.B.: En mi caso tengo un pie en la literatura y otro en el cine, porque trabajo como guionista. Pero sí, está siendo muy desafiante esa adaptación de los usos, de las costumbres, de las convenciones y del lenguaje pensando en algo mucho más vivo, que se juega en un presente totalmente encendido. El espectáculo en vivo, los recursos. Justamente, con la tercera obra habíamos hecho una versión que era muy cinematográfica y, ahora, estamos haciendo una especie de adaptación de nuestro propio texto a...
A.G.: A algo teatrizable. Porque no es igual. Parece obvio, pero es muy distinto de escribir y, de hecho, para pulir esos libretos tuvimos que ir a los ensayos. Entonces, ahí esta la colaboración con Margarita, que está igual de involucrada desde los libretos. Sigue mucho los libretos y los corrige, los adapta un poco a la puesta en escena. Entonces, ahí vamos, corregimos, sugerimos y vemos si los textos funcionan, porque no es fácil para nosotras.
I.B.: Estamos las cuatro, a los ensayos también va Virginia. Si bien nosotras estamos escribiendo estas obras, hay una autoría que corresponde al cuarteto. A su vez, si vamos a la biografía del proyecto, todo empieza con Margarita leyendo una novela de Ian McEwan llamada La ley del menor (2015), que a ella le conmovió mucho. Se trata de una jueza y de la relación de ella con un adolescente. Ella tiene que dirimir en un caso en el que él está involucrado. Esta novela a Marga la emociono mucho y disparó en ella una inquietud que, primero, recaló en una conversación con Virginia y después se fue abriendo al proyecto que fue mutando hasta esto que es hoy.
¿La decisión de mostrar diferentes familias y casos jurídicos, es para simbolizar que es algo que ocurre más seguido que lo esperado?
A.G.: En un momento la idea era mostrar más casos. Con Inés el otro día pensábamos, “podríamos estrenar todos los meses sobre un caso”. Los casos son miles. Es infinito, esto no es una cosa que se cuenta en estas tres obras, nosotras elegimos enfocarnos en estas tres porque eran las que repercutieron más en nosotras. El trabajo de los jueces nos impactó mucho cuando lo conocimos y nos pareció que era una cosa importante, destacable, admirable y difícil.
I.B.: Todo esto responde a un trabajo de investigación que hicimos yendo a audiencias. Las cuatro fuimos desde hace años, todo esto empezó hace ocho años y hace unos seis tuvimos un pasaje por algunas audiencias. Las audiencias son públicas y entonces conocimos muchos casos. Está lleno. Los juzgados están más que llenos, saturados de trabajo, porque hay mucha necesidad de recurrir a la justicia para organizar asuntos que tienen que ver con visitas, pensiones alimenticias, patria potestad, ampliación de visitas, divorcios, adopciones.
Este ciclo de la Comedia Nacional se llama “Otros mundos” eso requirió que ustedes se metan en otros mundos, entonces. ¿Les había pasado en otros proyectos antes de Audiencias de hacer un trabajo de investigación?
A.G.: A mí creo que no. Más en temas académicos, pero en proyectos propios no, así como entrar a un mundo tan desconocido, es decir, desconocido para nosotras.
I.B.: Desconocido hasta que empezás a hablar en cualquier ámbito familiar, social, mencionas esto y se corre un velo. Porque hay un velo que también es muy hipócrita, que sostiene una ilusión de que, más o menos, tenemos control y una idoneidad en los asuntos privados. Pero no es así. Muchas veces tiene que haber una intervención, un arbitrio, porque hay situaciones de poderes que se desbordan y que llevan a situaciones de abuso o de ausencia que tienen que ser corregidos o regidos.
La familia históricamente fue un ideal en el que este tipo de cosas se barren bajo la alfombra, ¿la intención también es mostrar un lado B?
I.B.: Lo que decís de barrer bajo la alfombra es tal cual, para mí sí tiene mucho que ver con la familia. La frase “trapitos al sol”, o “no solo hay que ser bueno, también parecerlo”. Hay un montón de construcciones que creo que se han consolidado como ciertas y que nos ordenan, pero que apenas se observan con ojos un poco más críticos, muestran su debilidad.
“No hay que ser bueno, sino también parecerlo”. En términos actorales y de diálogos, ¿los personajes requieren especial trabajo para lograr una tridimensionalidad?
A.G.: Lo que sí hay, es verdad, es una noción de que en esos juzgados se hablan de cosas que van mucho más allá de lo judicial y de lo legal. La jueza cumple un rol muy distinto que en otros juzgados. La jueza o juez de familia, digo jueza porque nuestro personaje es una mujer, cumplen otro tipo de rol que en un juzgado penal o civil. Lidian, son mediadores, de asuntos que no son necesariamente jurídicos.
I.B.: En la primera obra hay un momento en el que la jueza le sugiere a una mamá que le enseñe a su hijo de 5 años a ponerse protector, o le sugiere a esa misma mamá que el padre, que es bastante negligente, lleve a ese niño al pediatra para que sea el este el que le diga la necesidad de ese niño, que es muy blanco, de usar protector. La jueza hablando de la necesidad de usar un FP40 te habla justamente de en qué medida lo más prosaico, lo más concreto, lo material, las cuestiones muy, muy básicas de la crianza, necesitan, muchas veces, ser acompañados o regidos desde la justicia.
A.G.: Me parece que hay un tamiz mucho más grande por el que se cuelan muchos más asuntos que en otro.
I.B.: Lo que decías recién de los actores me parece que a nosotras nos tiene muy admiradas por el trabajo que viene haciendo el elenco, que es precioso conceptualmente. Hay algo de apegarse a estos personajes que son casi como arquetípicos. La jueza, la madre, el padre, la abogada, el abogado, que están compuestos por estos actores y actrices que son casi todos independientes, relacionados con el teatro Victoria, hay una actriz y un actor de la comedia. Es muy poderoso el trabajo que están haciendo en esa interpretación, muy lleno de matices.
A.G.: El texto está todo quebrado, Margarita lo trabaja todo desde la comprensión. Ayer fuimos a un ensayo que fue, capaz, el más corregido que vimos. Vimos a Margarita organizando ese texto que, es verdad, está lleno de momentitos que está bien que se vean.
Lo admirable de los actores es que están ensayando una obra mientras están haciendo la otra. En la primera obra cambiaban de personajes, en esta segunda ya no pasa. Super exigente.
El hecho de que no tuvieran el guion escrito para la segunda parte, ¿permitió que descubrieran algo en el transcurro de la interpretación de la primera?
A.G.: Sí, cuando el personaje se le mete al actor o el actor interpreta a ese personaje, lo hace vivir de una forma super particular. Le da cara, cuerpo, una expresividad única.
I.B.: Es muy vivo el proceso, eso es llamativo. Por ejemplo, dos días atrás fuimos a otro ensayo y ves una construcción, es casi como verlo en time lapse. De pronto, faltan 36 horas para el estreno y es inconmensurable todo lo que se genera y se profundiza.
A.G.: En el cine es distinto, sale mal y lo volvés a hacer. Acá, el ensayo corre, pero el momento de la verdad es el vivo.
¿Tuvieron en cuenta para escribir lo que sintieron en primera persona cuando concurrieron a esas audiencias reales?
A.G.: Durante las audiencias, todas tomamos apuntes. No fuimos las cuatro a todas, a veces íbamos de a dos, a veces solo iba una. La consigna era sacar apuntes de lo que pasaba, sin nombres ni nada, más bien circunstancias. Hay momentos que nos dejaron muy impactadas, algún parlamento de la jueza, algún dialogo de algún padre, madre o abogado. Alguien que llegaba tarde, alguien que se iba, niños que esperaban afuera. Vimos y escuchamos cosas que nos dejaron impresiones y que intentamos trasladar.
Es imposible representar una audiencia real. Acá no buscamos una verosimilitud absoluta y pura. Sí tenemos el cuidado de que se sienta y se entienda. Compartimos los textos con alguien que nos puede guiar en que no se vaya demasiado lejos, pero sí, sí hay situaciones que nos impactaron y que quisimos retratar, guardarlas ahí, escribirlas.
¿Cuál es la esencia que sirve de núcleo a las tres obras?
I.B.: La audiencia como centro, como escenario y como objeto dramático, o como oportunidad para que se crucen historias muy cercanas que, de alguna manera, también pueden acompañar un ciclo vital de una familia. En un juzgado de familia una misma pareja se puede divorciar, se puede hacer un acuerdo por una tenencia compartida, se puede denunciar a una de las partes porque no cumplen con ese acuerdo. Se pueden seguir avanzando en los focos de conflicto durante toda una vida. Desde el divorcio, hasta eventualmente por ejemplo si correspondiera una pérdida de patria potestad.
Niños que tienen un expediente que acompaña sus vidas desde que son recién nacidos, hasta los 18 años. Hay muchas actrices y actores del sistema que no necesariamente están enraizados en ese grupo de padre, madre, jueza, niña, abogado y abogada. Hay técnicos del INJU o el MIDES, o la escuela, hay maestras, hay informes que traen voces que van haciendo más compleja esa realidad, mas frondosa.
¿Puede ser una situación que abrume al niño?
I.B.: Si no ocurriera, quedarían más vulnerables. Muchas veces, esa judicialización es la manera que hay, aunque sea torpe o con demoras que trae por la saturación, de intervenir en situaciones que, de otro modo, quedarían totalmente ocultas.
¿Qué rol cumple el abogado en la obra?
A.G.: Hay todo tipo de abogados. Pero hay una figura muy importante, que es el abogado del menor. Nos enseñaron que no se dice menor, se dice N.N.A (Niño, Niña, Adolescente). Ese personaje es la figura legal que representa el niño y es el que habla por el N.N.A en el juzgado. A veces, el niño está, pero la mayoría de las veces no está y el abogado es la única persona que puede tener contacto legal con los niños representados. Esa figura es muy importante, valiosa y no todos los abogados son iguales de buenos.
Hay situaciones que a nosotras nos resultaron muy impactantes. Denuncias que parece que no tuvieran asidero, pero hay abogados detrás que las respaldan. Entonces, también se usa el sistema judicial, muchas veces, a favor de una situación que lo necesita y, muchas veces, a favor de una situación que debería ser dirimida fuera del juzgado, pero que va ahí de todas maneras y que un juez o una jueza igual tiene que ver, contemplar y dedicarle horas al estudio. La justicia va muy por detrás de los casos, es muy impactante de ver en la realidad y creo que la obra intenta también echar luz sobre eso.
¿Cuál fue el criterio de selección para algo tan vasto?
I.B.: Podría hasta ser una serie teatral, como dice Ana. Nosotras teníamos bastante trabajo adelantado de toda la investigación que dio pie a un proyecto para una serie audiovisual, que tenía como protagonista a una jueza. Teníamos toda una cantera de casos que se iban hilvanando con la desventura personal de una jueza y entonces, de algún modo, al llegar a la primera obra ya había mucho trabajo adelantado.
Lo que hicimos fue despejar el camino, sacar del centro la historia personal de la jueza para enfocarnos directamente en el epicentro de una audiencia. Ya no importaba su vida doméstica, familiar, importaba lo que ella hacía adentro del juzgado. En la segunda y la tercera obra estamos revisando lo que teníamos, pero también conversando las dos en la construcción de las obras.
Por Sofía Durand Fernández
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