Por Gustavo Kreiman | @guskreiman
A Inés Efrón le fascina contemplar.
Contemplar le parece un hecho en sí mismo. Observar lo cotidiano, lo humano: cree que hay algo artístico en hacerlo, que ya es en sí mismo una práctica artística compleja. Por eso organiza caminatas contemplativas por la ciudad de Buenos Aires. Además, es actriz, maestra de actuación y docente en ámbitos terapéuticos de rehabilitación de consumos problemáticos. Las prácticas artísticas complejas y ella van bien juntas.
Nació en Ciudad de México el 9 de mayo de 1984, creció en Argentina, y empezó a trabajar muy joven en cine, teatro y televisión. Hay una generación que creció con ella, viéndola madurar como persona y como actriz.
Trabajó, entre otras, en la obra de teatro “Poses para dormir” de Lola Arias en 2004. En 2006 actuó en “Glue”, un coming of age catártico, tierno y perturbador, dirigido por Alexis Dos Santos. Actuó en “La mujer sin cabeza” de Lucrecia Martel en 2008 y, un año antes, había sido la protagonista de “XXY”, la película de Lucía Puenzo donde actúa el personaje de una persona intersexual de 15 años, actuación por la cual ganó un Premio Cóndor de Plata. Además fue directora y curadora del ciclo “Vidriera”, una serie de obras de arte localizada en tiempo y espacio en la vidriera de un local de un barrio de Almagro de Buenos Aires, donde artistas de más de 20 disciplinas se dejaban ver e invitaban a contemplar.
Ella habla y actúa desde un lugar liminal, que se deja ver y a la vez invita a contemplar. Habla desde una zona fronteriza entre la precisión y la incertidumbre, habla lento, se toma sus pausas, habita un límite fino entre lo definido y lo difuso. Lo interesante es que eso no confunde: hace sentido, hace sentido en su liminalidad. Esa aparente indefinición esclarece, arroja una luz nueva sobre las cosas, y se agradece porque enseña.
Esta entrevista fue hecha a distancia porque ella vive en Buenos Aires. Ante la pregunta de si le gusta Uruguay, dijo que tiene recuerdos muy lindos caminando por Ciudad Vieja, que le gustaría teletransportarse y caminar por acá sintiendo el olor a leña y atravesando una neblina misteriosa. Acordamos con la entrevistada imaginarnos que estábamos caminando por Ciudad Vieja, sintiendo el olor a leña y atravesando la neblina mientras tuvimos esta conversación. Sospecho que de teletransportarse Inés Efrón sabe más de lo que cuenta. Que el lector imagine lo mismo.
Naciste en México y creciste en Argentina. ¿Qué sabés de la muerte y qué sabés de la pasión?
Es interesante la pregunta porque nací en un país donde el vínculo con la muerte es bastante creativo, festivo, celebratorio, o también eso está incluido como parte de la vida. Lo interesante es que nací en México, también para evitar la muerte de mis progenitores, que se exiliaron a México como una forma de salvar la vida. O sea que hay ahí, en mis comienzos, una conexión bastante fuerte entre vida y muerte. Y creo que la palabra pasión es algo que también viene de sentir esa intensidad de los orígenes. México es un país intenso… y creo que siempre es algo que estuvo muy presente y que también trajo mucha creatividad a mi vida. La gran pregunta del misterio por la muerte, de qué es eso. Y saber que está ahí también, como un motor para la vida.
¿Cómo te acercaste a la actuación? ¿Qué te atrajo y qué fuiste a buscar ahí?
Mirá, hay algo de misterio también en eso, porque yo no sé por qué elegí un taller de actuación en vez de uno de pintura. Porque mi motor inicial era poder empezar a viajar a Capital. Yo vivía en Conurbano, y un motor de anotarme en un taller era poder empezar a viajar a Capital, que había un bondi. O sea, yo busqué algún taller que quede en un barrio de Capital en el que algún bondi que paraba en la puerta de mi casa me dejara. Y realmente hay algo misterioso de por qué elegí actuación. Yo sé que el motor era eso, ir a Capital, que para mí era un lugar como lleno, donde se me presentaban ofertas de mayor vitalidad que en el Conurbano, y también tenía necesidad de conocer gente nueva. Estaba como un poco agobiada de una cosa medio endogámica que se me armaba en la escuela y tenía ganas de conocer gente nueva de otros lugares. Así me acerqué a la actuación, creo yo. Después me encontré con más cosas, pero lo que fui a buscar eran nuevos vínculos.
¿Desde dónde mirás el trabajo como actriz en el presente, teniendo en cuenta que desde muy joven fuiste mirada?
Para mí hay algo con la actuación, que me fascina, que es como que todo el material creativo es una misma, y a mí me sigue interesando verme crecer, ver qué me animo a poner en juego cuando actúo, ver cómo me va cada vez. Va cambiando el vínculo con la mirada externa y yo me voy dando más permisos, y ya no hay como una forma en la que "encajar" que esté dicha de qué es ser actriz, sino que yo me empiezo más a vincular con una autoría más genuina, voy encontrando mi voz. A mí me encanta porque cada vez siento que la actuación es un arte humano, y no es algo que... Ni sé bien qué es. Yo no sé bien qué es lo que me interesa de la actuación. Creo que la respuesta a mí misma en eso que digo que no sé qué es lo que me interesa, si me escucho diciendo eso me digo, "y bueno, lo humano". Lo humano, primero lo humano en mí, ver cómo pongo en juego todo lo que soy. Cómo pongo en juego todo lo que soy, creo que hay algo de eso.
Para quienes nos gustaba actuar en el interior de Argentina, ver en cine y televisión a actores y actrices jovenes como vos, Nahuel Pérez Biscayart, Julieta Zylberberg, Martín Piroyanski, María Alché, era hermoso. Actuaban muy bien, eran jovenes, sexys no hegemónicos, fuertes y sabios, trabajaban con artistas más viejos que también admirábamos. Daban ganas de ser como ustedes. Hoy si bien hay más actores y actrices, todo se estetizó hacia un lugar más plástico y quienes actúan bien devienen pronto en influencers, streamers o estrellas pop. ¿Cómo lo viviste desde adentro, como fue crecer con ellos y como se encuentran ahora?
Desde adentro... Viste que uno nunca sabe bien qué es el adentro y el afuera, y estar adentro tampoco es algo muy claro, pero yo, por ejemplo, era fan de "Magazine For Fai" y entonces yo también lo miré así y un poco empecé a actuar también por decir "ay, quiero eso". Yo las veía a Viole Urtizberea, a Juli Zylberbeg, a Piroyanski, y yo también los veía así como "wow, quién es esta gente, quién hace esto, quién dirige esto". Así llegué a mi maestra, Nora Moseinco, preguntándome "quién te da semejante libertad para el juego y el delirio". Creo que ahí empiezo yo. Siempre la nombro porque para mí haber llegado a raíz de eso, de encontrarme a Nora Moseinco, y encontrarme con la belleza del delirio, del sin sentido. Creo que es eso lo que se veía, ¿no? Como que había formas posibles de lo humano donde no había que encajar en un estereotipo, entonces ahí aparece esto que uno ve como lo no heterogéneo o no estereotipado, nuevos erotismos, ¿no? No sé, todos como un poco lánguidos y que eso sea lo celebrado. Como decir, "bueno, hay otras formas de ser y que resuenan porque son genuinas". Eso. Y para mí yo no puedo hablar de esto sin nombrar que la mirada de Nora dando lugar a eso, acompañando a que eso sea legitimizado, era clave.
Además de Nora Moseinco, ¿cuál es la experiencia o el vínculo profesional que sentís que más te haya transformado?
Para responder eso tengo que ir ahí como a los orígenes, y con enorme gratitud llego a Lola Arias. Mi primera obra de teatro fue con ella, que tuvo el coraje de convocarme. Yo era chica, tenía 18, creo, 19, y eso fue como la puerta, una puerta muy expansiva, donde tuve mucha visibilidad. Tuve la dicha de trabajar con Julieta Vallina, con Javier Drolas, con Blas Arre Igor, fue un comienzo con el que estoy eternamente agradecida, o sea, ahí siento eso de lo transformador.
Yo había ido a ver "La Escuálida Familia" de Lola, era adolescente y me mandaba sola al teatro por esto de que me iba a Capital Federal, que me encantaba, y vi "La Escuálida Familia", vi a Mariana Chaud actuar, que, bueno, fue un faro para mí. Ver que se podía como entrelazar algo del humor y la profundidad emocional. Entonces, después cuando pude trabajar con Lola, un poco no lo podía creer. Era como "¿en serio? ¿Ahora estoy yo acá?". Es una gran maestra Lola para mí, eso, una gran maestra. Después, todos, porque es transformador trabajar con otros, inevitablemente. Alexis Dos Santos en "Glue", que con su tremenda libertad y juego nos dio tremendo lugar para actuar. Después la locura que hicimos con Lucía Puenzo en "XXY", ella con su mirada súper de vanguardia, trayendo un tema del cual no se hablaba en esa época. Eso fue muy transformador, porque también vino después como una oleada de celebración con mi trabajo, que era totalmente inesperada para mí. Esos son como hechos transformadores, pero después todo el tiempo. Cada encuentro creativo es transformador, si una está porosa.
¿Y tenés otros faros, otros referentes artísticos importantes para vos en otras disciplinas?
A mí me conmueve mucho la obra del artista visual Andrés Piña. Él es un faro, en relación a esta cosa del arte de lo humano, él trabaja mucho con las estructuras del cuerpo y también estoy como bastante fascinada con Nazareth Castellanos, que es una neurocientífica que investiga mucho al cerebro y a la vida. A mí me interesa la calidad de la vida cotidiana antes que la calidad del arte, me parece que ahí está el arte primario y que todo lo que uno vaya a hacer después, sea escribir un libro, hacer una obra de teatro, filmar una película, es un derivado de algo que tiene que estar primero en el día a día. Y eso me interesa, ese es mi faro, el aprender a usar la herramienta humana. Y me parece que esta mujer, Nazareth Castellanos, está marcando historia en cómo aplica todo su conocimiento científico de la investigación del cerebro a un uso muy real, para mejorar la vida, conociendo más el instrumento humano del que disponemos, que es nuestro cuerpo.
En cine
trabajaste con Lucía Puenzo y Lucrecia Martel, en “La mujer sin cabeza”
actuaste junto a Claudia Cantero. ¿Qué aprendiste de ellas?
¿Qué aprendí de ellas? Mirá, yo creo que siempre que una puede vincularse creativamente con mujeres se aprende algo de una inteligencia vincular para el trabajo grupal. Quizás, más en el rol de las directoras. Es muy interesante ver cómo están siendo grandes directoras de orquesta, contemplando siempre lo humano, que vuelvo a eso, para mí es lo primero: que haya buen clima de trabajo, que haya respeto. En general tienen una mirada un poco más inteligente en relación a lo que es la dirección de actrices, actores, que es un tema que no es sencillo y no mucha gente que dirige tiene investigada. Eso, como una contemplación más global de todo lo necesario a la hora de trabajar con otros.
También sos maestra. Das clases de actuación y organizás caminatas silenciosas por la ciudad de Buenos Aires. ¿Por qué te parece fértil cultivar el oficio de la docencia? ¿Por qué te parece sano proponer maneras alternativas de habitar los territorios?
Me parece fértil cultivar la docencia porque a mí me interesa. Sé lo que significó en mi vida una mirada abarcadora de docentes, como Nora Moseinco u otra maestra muy amada, Silvina Ruiz Ocampo. Para mí fue muy transformador ser vista por alguien que podía como acompañarme a hilvanar todas mis partes, simplemente desde la observación amorosa. Entonces para mí hay algo de devolver eso, de la importancia que tuvo para mí la mirada de estas maestras, es algo que me gusta darle circularidad, ahora yo poder mirar a otras personas y acompañar al despliegue de su ser. Para mí la actuación un poco es una excusa para el despliegue del ser. Quizás ni soy tan amante del teatro o de lo escénico. A mí me interesa más la vida cotidiana, como te decía antes, y, justamente, tiene que ver con habitar ese territorio que es habitarse a uno mismo para ser, digamos, no escatimar el despliegue de quien uno vino a ser en esta vida, o empezar cada vez más a habitar todos esos repliegues que inevitablemente se hicieron con el vivir. Eso.
Por eso me parece muy importante la docencia, realmente siento como un compromiso muy enorme. Además no soy madre y me interesa mucho aplicar todo ese instinto materno de otras formas. De algún modo es una forma de maternar, mucho más liviana, por supuesto, eso es bárbaro también. Y en relación a las caminatas, tiene que ver con también esto. ¿Viste que yo te dije lo de las maestras que observaron? Hay algo de activar la mirada de observación con todo. A mí me interesa el paisaje de la ciudad como una convivencia de muchos, me parece que hay mucha riqueza ahí y me parece que sólo observarlo ya es un montón. Entonces, desde esa sencillez planteo las caminatas.
¿Qué tenes ganas de hacer? ¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Mirá, mis próximos proyectos son la docencia. Yo trabajo dando clases en comunidades terapéuticas de rehabilitación de consumos problemáticos, y ahora estoy también saliendo de ahí para dar clases de forma privada, fuera de las instituciones del contexto de salud. Eso es algo que me convoca totalmente. También estoy interesada en poder hacer acompañamientos individuales, del despliegue de la creatividad en los seres. Y, eso, por ahora es eso lo que me conmueve, seguir con las caminatas. Esos son mis focos. La docencia es un gran foco y actuar siempre también. A mí me divierte que cada vez que te llaman para actuar, es como que te invitan a una fiesta. Eso es algo que siempre me encanta. No me nace a mí generar proyectos vinculados a la actuación, pero sí me súper divierte que me llamen para actuar y ahí meter las manos en la masa.
¿Te gusta Montevideo? ¿Venís seguido? ¿Cuál es tu paisaje favorito de Uruguay?
Siento mucho amor por Uruguay, me gusta mucho. Siento mucha calidez en la gente, me gusta el vínculo con el mate, yo soy una gran amante del mate, me gusta mucho el acento. Me gusta caminar por acá, por Ciudad Vieja, por Barrio Sur, cerca de la rambla. Me gusta caminar y sentir el olor a leña por las calles, ¿sentís el olor? Y está nublado, siempre hay como una neblina muy poética acá. Mucho amor por Uruguay, sí. Además, para mí “Tiranos temblad” fue una gran fuente de inspiración, así que, ¿qué más decirte?
Desde mi perspectiva, tu forma de ser y tu manera de trabajar es muy particular, como si hubiera en vos algo de bruja, algo de niño, algo de hada, algo de extraterrestre, algo de toro, también algo de alga y de piedra que portan sabidurías de otros tiempos. ¿Como te llevás con eso desde la perspectiva en la que vos te mirás a vos misma, hoy, en 2024?
A veces yo misma no reconozco mis propias riquezas, ¿no? Es todo un camino de vida a veces reconocer las riquezas que uno trae. Y, a veces, como bien decís, parecieran como antiguas, como si una ya vivió mucho. Creo que es así cómo me vinculo, como aprendiendo a reconocer, y en el momento en que la reconozco, dispongo de esos tesoros, ¿no? Agradezco mucho el paso del tiempo también. Me gusta mucho cómo el paso del tiempo da objetividad, da claridad, me gusta mucho crecer, envejecer, para enterarme. Y me gusta la palabra enterarme porque también contiene la palabra de estar entera, que es algo que para mí es el gran tema humano: cómo uno integra todo lo que es, con sus luces y sombras. Me parece que ahí está el arte del humano. Cómo me vinculo con todo de un modo en el que me entero, me entero de lo que soy, de lo complejo de lo que soy, como todos los humanos, ¿no? Soy compleja como todos, así que así me veo. Así me veo, sí, pero siempre es muy bonito escuchar, como también otro te observa, ¿no? Porque ahí hay algo que para mí también es desconocido.
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