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Contenido creado por Federica Bordaberry
Música
Tower of Montevideo

Gorillaz: Ese hombre encantador, y la mejor banda de soul del planeta

Gorillaz inició su gira mundial en Montevideo con un concierto inolvidable.

05.05.2022 11:56

Lectura: 7'

2022-05-05T11:56:00-03:00
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Por Federico Medina@fed_medina

Uno de los incisivos que le faltan a Stuart Harold Pot -el personaje de ficción con el que conocimos a la voz principal de Gorillaz- brilla en oro en la dentadura del popular cantante y actual frontman de la banda, Damon Albarn. 

El jueves 28 de abril, con motivo del décimo aniversario del festival Primavera O, el grupo de origen inglés volvió a actuar en Montevideo y como muchos de los presentes, pude notar el detalle sin esfuerzo. 

No me adjudico ningún mérito por el descubrimiento. De hecho, si elijo seguir el hilo narrativo que acompaña a este proyecto musical desde el comienzo, entiendo que el nuevo cantante todavía necesita marcar con claridad su territorio.

Breve resumen explicativo del asunto. Para el año 1998, Damon Albarn, ya se había aburrido de salir en las tapas de revistas como New Musical Express, Q, y Select, gracias al exorbitante suceso de Blur, su banda de britpop con la que llenó estadios y grabó grandes discos de inspiración beatle, como Modern Life is Rubbish (1993) y The Great Escape (1995) y otros más recordados como Parklife (1994).

Una tarde, mientras miraba MTV junto al dibujante e historietista Jamie Hewlett, los dos casi amigos pensaron que sería buena idea crear una banda musical cuyos integrantes fueran dibujos animados. Así nacieron 2-D (Stuart Harold), Murdoc Niccals, Russel Hobbs y Noodle, los primeros personajes virtuales que se hicieron cargo de la identidad visual del proyecto. 

El dúo Albarn-Hewlett hizo equipo junto a otros colaboradores como Remi Kabaka Jr. y se dispuso a crear canciones, historias y ciudades para sus simpáticas criaturas, tarea de fácil resolución a la hora de meter todo en un videoclip y algo más compleja, a la hora de subir a su banda de cuento a un escenario con tuberías de metal para tocar su música en vivo ante miles de personas.

La banda dibujada creció hacia todos lados. En alguno de los primeros conciertos fueron figuras 3D tan altas como un edificio de 10 pisos con movimientos perfectamente sincronizados con el ritmo de la música que otra banda, detrás de un telón, interpretaba, sin quejarse.

Durante estos más de veinte años de existencia, las criaturas se ganaron sus propios fans y sus historias, personales y grupales, se pueden seguir como una novela, indagando en la rica producción audiovisual y literaria que sostiene y explica sus aventuras y destinos.

Así, por ejemplo, se puede llegar hasta el momento en que, luego de increíbles aventuras, y muchos problemas, la banda animada pierde algo de su protagonismo escénico, mientras Damon Albarn y los suyos salen de las sombras para ponerse a brillar frente al público de Gorillaz en cualquier parte del mundo.

Fotos: Marcos Mezzottoni

Fotos: Marcos Mezzottoni

Se puede ir más cerca en el tiempo, para ver al cantante con cara de borracho alegre que sin perder la elegancia y el encanto de su linaje de rock británico, estira el cable de su micrófono para recibir, a cambio de su sonrisa dorada, los mimos del público uruguayo, sus abrazos y miradas de entusiasmo, en esta nueva visita suya a nuestra capital, acompañado de la mejor banda de soul del planeta.

Desde ese lugar sanguíneo nacen sus melodías melancólicas, que son a la vez, la raíz de todo lo que puede suceder después en cualquiera de las canciones del grupo.

Una intro sobre el piano y su voz como la de Bryan Ferry en Roxy Music, o Bowie, o Paul. En cierta época se hablaba, no sin maldad, de aquellas canciones inspiradas en música negra como “soul de ojos azules”.

Los tiempos cambiaron, o Damon dio con una gran fórmula. Logró el punto exacto de cocción que le permite, sin sacarse el traje de crooner beatle, cambiar un tono y seguir la melodía hacia las galaxias de Earth Wind and Fire, Commodores, y Sly and the family Stone. y volver, si quiere, en la misma canción, con un puente new wave, dub, hip hop, drum and bass, o de música house.

Gorillaz ya había dado otro concierto memorable en Montevideo en 2017. Este fue perfecto, en la noche de la primera fecha de una nueva gira que los llevará en otros días por Monterrey, San Pablo, Río de Janeiro, Verona, Oslo, Melbourne, entre muchos destinos.

El sonido del Antel Arena estuvo a la altura de los requerimientos técnicos y humanos. De hecho, este show valió por cada millón utilizado para su construcción. La banda y el numeroso público demostraron que ansiaban la celebración de este ritual festivo y el cantante líder hizo todo lo que hiciera falta para lograrlo.

Fotos: Marcos Mezzottoni

Fotos: Marcos Mezzottoni

Uno de estos conciertos de Gorillaz se parece, de a ratos, al viaje submarino retratado en el video de la canción “On Melancholy Hill”. Cada espectador puede tomar su vehículo mental y dejarse guiar con libertad en un viaje alucinado en el que te podés cruzar con Robert Smith en la cara de una luna (“Strange Timez”), o con Peter Hook (“Aries”) mientras en las pantallas, 2-D y Murdock recuperan algo de su viejo protagonismo subidos en una honda que recorren la rambla, sin peligros a la vista.

Pero lo más sorprendente pasa como una ilusión viva y sin artificios, cuando la mejor banda de soul del planeta demuestra todas sus cualidades. En esta disposición, queda claro que el bajista Seye Adelekan es tan importante como el cantante. Su activo protagonismo se despliega al frente del escenario, igual que Damon. Con su instrumento análogo, el músico interpreta viejas y nuevas líneas de bajo, incluso las programadas con un software, con contundencia y precisión, también lo puede hacer mientras salta y baila, y eso no se puede escuchar en ninguno de los discos del grupo.

Detrás, el baterista Femi Koleoso y el percusionista Karl Vanden Bossche tocan para un estandart de jazz o una base boom bap de rap, o lo que venga, sin perder nunca su propio toque, con swing y mucha transpiración.

Al costado, un coro que incluye a Michelle Ndegwa replica cualquier sonido salido de un sintetizador, y lo vuelve sublime. El tecladista Mike Smith, el más veterano de la banda, agrega su capa de teclados retro -o futurista-, y Jeff Wootton es como Johnny Marr cuando grabó con Bernard Summer para Electronic.

Hubo un bloque de hip hop y raggamuffin con las rimas de Bootie Brown (leyenda de The Pharcyde), Pos (leyenda de De la soul) y Sweetie Irie. La versión del clásico “Feel good” fue en modo jam session, especialmente arreglada para el baile, como el ska de “Momentary Bliss” y el dub de “Dirty Harry”. 

También quedará escrito en la historia que “Silent running” y “Cracker Island” se estrenaron en vivo en esta ciudad, y que Damon Albarn antes de este concierto y según contó, visitó el Palacio Salvo, bajó hasta el subsuelo  y allí encontró una silla y una portarretratos vacío de imágenes. Luego del breve relato que compartió con los presentes, y con el emblemático edificio de fondo, interpretó “The Tower Montevideo”: una especie de demo de un tecladista novato, o de pista grabada para un karaoke (incluida en su disco solista the nearer the fountain, more pure the stream flows) que, a pocos kilómetros del lugar que la inspiró, sonó aún más triste que en la versión original; tal vez, exactamente como la imaginó en su mente la primera vez que llegó hasta la Plaza Independencia.

Yo me guardo la cadencia aletargada que eligieron para “Tomorrow comes today” y especialmente, las congas, el bajo y el gran momento de comunión espiritual de “Andromeda”.