A Florencia Gamba la música le llegó cuando era niña. A los tres años, dice, comenzó a tocar en el piano de su casa; a los cinco le regalaron su primera guitarra eléctrica. De niña, también, vivió en España y, luego, volvió a Uruguay, su país de origen. En ese momento, la música ocupó un lugar más importante aún: se dio el tiempo de profundizar, de ahondar. Su abuela la llevó a la escuela de música en Canelones, donde estudió un año. Y continuó, pero de manera autodidacta y mediante una “investigación más autogestionada”.
Buscó espacios de clínicas, grupos de improvisación, talleres, músicos que compartan su conocimiento, pero “que sobre todas las cosas te inviten a tocar, a escucharse y compartir”. “Esa fue mi mayor escuela: las zapadas”, dice. Ahora, en 2023, Gamba, que sigue compartiendo su música, también se dedica a la composición para cine. Obtuvo una mención en el Internationale Filmfestpiele de Berlín por su trabajo en el cortometraje Antes de Madrid, dirigido por Nicolás Botana e Ilén Juambeltz.
Este 19 de abril, Gamba, cantante y compositora, presenta Cantando y Desencantando, su último en Uruguay por un tiempo, antes de volver a España a seguir formándose en la disciplina que la apasiona: la composición de música para cine. En este último encuentro íntimo, la acompañan Agustín Belbussi, Serrana Pérez Paradiso e invitados sorpresa. Las entradas se pueden adquirir aquí.
¿Te acordás en qué momento quisiste hacer música?
Mi primer lenguaje fue la música, no recuerdo haber sentido otra cosa antes. El momento en el que quise formar una banda fue después de haber tocado por horas con amigos, que dijimos: “Esto hay que volver a hacerlo una y mil veces más”, y ahí no paramos.
¿Cuál fue el primer disco que te marcó?
Depende la etapa en la que estaba. Pero recuerdo haber tenido un antes y un después al escuchar Animals de Pink Floyd. En un momento mega adolescente lo había puesto de fondo para pintar la pared de mi cuarto y me acuerdo de que estuve como tres días seguidos poniendo el CD una y otra vez (en un “huevito” como le decían en mi casa al reproductor de cd) en loop. Hasta que me di cuenta de que lo que me estaba pasando era producto de una increíble producción musical de principio a fin. Con el Archivo 1 del Príncipe me pasó algo muy parecido: me sentí un animal completamente asombrado por la increíble y deslumbrante cualidad humana del gran Gustavo Pena, el Príncipe. Me costó mucho tiempo entender qué sucedía allí, y sigo sin entender mucho pero no tengo dudas de que lo que sucede es emocionante y de que es una obra maestra en su infinitud.
¿A qué músicos admirás? ¿Identificás influencias?
Sin dudas que sí y muy heterogéneas entre sí. Si tuviera que sentar a las influencias más fuertes, estaría compuesta por Gustavo Pena, Hugo Fattorusso, Mercedes Sosa, Luis Salinas, Chopin y Debussy. De todas maneras, me quedo muy corta al intentar nombrarlos y tengo una lista interminable de amigos que me marcan con su música y que me influencian todo el tiempo. Creo que uno mismo se influencia con lo que nos rodea y es desde un montón de estímulos y afectos que sucede la creación, completamente única y compleja de decodificar.
¿Hay alguna canción que te hubiera gustado haber compuesto? ¿Por qué?
La verdad me hubiera encantado haber compuesto “Mia and Sebastian’s theme” de Justin Hurwitz (soundtrack de Lalaland) para poder tocarla todos los días y conocer cuál fue el proceso creativo de tal composición cinematográfica.
¿Qué canción de tu proyecto te gustaría que versionara otro artista? ¿Quién sería?
Si tuviera que elegir una canción sería “Ojos de cristal” y me encantaría que sea interpretada por la Orquesta Sinfónica del Sodre. Sería un sueño hecho realidad.
¿Cuál es la última canción que escuchaste?
En este momento: “How deep is your love” de Bee Gees.
¿Y el libro que leíste?
Música y cine de Carmelo Saitta.
¿Qué te gustaría que sintiera la gente al escuchar tu música?
Me encantaría que la gente se emocione de la misma manera que me emociono escuchando “Reviere” de Claude Debussy. Pero no solamente con mi música, sino que en cada oportunidad que tengan de poder disfrutar de una melodía, de una canción, de sentirse vivos y notar como un par de segundos, sonidos y silencios medianamente ordenados son capaces de generar tal experiencia en el cuerpo y en el corazón. Me gustaría que la gente al escuchar música recuerde el don que tenemos de escuchar, sentir y estar vivos.
Este es tu último show en Uruguay. Te vas a España a seguir estudiando composición y producción de música para cine. ¿Qué diferencias encontrás en componer para películas? ¿Por qué, entre tantas opciones, esta te cautivó?
La diferencia entre componer para audiovisuales y para un proyecto más personal, como lo puede ser un proyecto de “cantautor” o “banda”, es la relación que pasás a tener con la música. En primer lugar, te salís de la idea de la “canción” como una historia que puede ser escuchada de manera independiente y que cuenta algo breve en su estructura, sino que empezás a tener interacción con más involucrados, y los enfoques y recursos son muy distintos. Ya no sos el piloto del avión que toma decisiones y va para donde quiere, pasás a ser el medio a los sonidos, y esto lo hacés trabajando sobre qué es lo que se quiere comunicar, cuáles son los elementos visuales que aparecen en la obra, qué emociones se quieren transmitir en esa secuencia a musicalizar, te empezás a afectar y esto siempre está alienado a las premisas que te propone el director/directores de cada proyecto. Primero, pasás por la obra y luego hacés la traducción al sonido, entendiendo que la música va a potenciar, acompañar y complementar la experiencia visual. Y esta experiencia es un laboratorio en que se atraviesan etapas de investigación, búsqueda de recursos de instrumentación en un diálogo profundo y constante hasta llegar a un resultado esperado.
Lo que más me gustaba de niña eran los musicales, me pasaba mirando películas de Disney y después no paraba de tararear sus melodías. Siempre tuve el sueño de dirigir una orquesta. Hoy en día, una de mis pasiones es componer obras instrumentales, hacer arreglos “a lo Disney” e imaginarme situaciones. Nunca pensé en unir mi mundo de “canciones” con esta otra parte más de orquestación. Siempre fueron dos cosas por separado, y un día le compartí una de las composiciones a un gran cineasta y amigo Marco Bentancor y me dijo: “Tendrías que probar agarrar escenas de películas y probar musicalizarlas”. Seguido a esto, me invitan Nicolás Botana e Ilén Juambeltz a participar como compositora en el cortometraje Antes de Madrid, que fue grabado y editado en Vivace. Desde entonces, mi inquietud por la música para cine empezó a crecer y crecer hasta convertirse en un proyecto de vida y camino a recorrer.
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