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Erika Valecillos, la venezolana que vino a Uruguay e incorporó los sabores locales

Año de nacimiento: 1986. Lugar: Mérida, Venezuela. Profesión: cocinera. Curiosidad: tiene raíces italianas por parte de su abuelo.

10.06.2022 14:48

Lectura: 27'

2022-06-10T14:48:00-03:00
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Por Federica Bordaberry

Podría ser esto: su padre tenía cafetales en el jardín de su casa. Lo recuerda juntando café, secándolo, tostándolo. Por eso, posiblemente, tenga un apego grande al café. Alrededor había frutales tipo naranjas, peras, "las paltas más ricas de la vida", cerezos. 

También podría ser esto: "me encantaba jugar a que tenía un programa de cocina y tenía un primo que era mi asistente, un primo que era el camarógrafo, y eso que no era la mayor, ni siquiera, tenia mucha energía, me gustaba mucho". 

Un poco de esto: "desde muy chiquita siempre haciendo cookies, amo el concepto de chocolate chip cookies caseras desde el día cero". 

Y seguro esto: los primeros recuerdos son acompañando a su mamá a hacer cookies, brownies, que la dejaba chuparse las paletas y los bowls. El olor a manteca, azúcar, vainilla, chocolate. A su abuelo, que era italiano, que no dejaba entrar a nadie en la cocina, menos a ella. El banquito que le ponía para que alcanzara la mesada. Los risottos, la bolognesa, la dieta italiana de mucho pan. Las conservas que hacía con su abuela, juntar moras o pétalos de rosa para hacer mermeladas. 

Solo de esos dos abuelos, aprendió esto:

"La comida italiana se basa mucho en productos locales muy frescos, de muy buena calidad y muy sencillos, porque realmente el tema es que el producto sea bueno y que brille, sin mucha vuelta. La comida venezolana es más una mezcla de muchas culturas, entonces son como layers de sabores, muchas capas, y tenés unas mezclas muy locas. Está muy bien equilibrado desde el punto de vista de que en casi todas las comidas tienes salado, picante, dulce, ácido, amargo. Todo eso tiene que estar en todos los platos, que conseguir dulce dentro de los platos no es normal en cualquier cultura. Como que muchos ingredientes y preparaciones muy largas, mucho trabajo. Picar todo un día, y después dejar todo macerando en la noche y  y cocinarlo por mil horas a tal temperatura, dejarlo enfriar. Mucho más complicado a nivel de tiempos y procedimientos, pero viene con una mezcla cultural que tenemos nosotros. Mucha de la comida venezolana, sobre todo la parte del centro, consigues en los platos aceitunas, almendras, vinos, alcaparra, que no se dan en Venezuela. Son importados. Pero viene por esa búsqueda. En eso sería el polo opuesto a lo italiano, que usa lo que cosechó el vecino".

Pero Erika Valecillos, que nació un 10 de febrero de 1986 a las 12:10 de la noche en Mérida, Venezuela, es más. No todo en ella se define a través de la cocina. 

Que le gusta el frío, porque Mérida es una ciudad en los Andes. Que nació con los ojos abiertos y riéndose. Que vivió los primeros seis meses de su vida en una casa, pero que luego se mudó con sus padres y su hermano a la casa que su propio padre diseñó, a dos minutos de Mérida, con vista al valle. Que ahí crecería. 

Que de vivió casi toda su vida en esa ciudad, que hubo un paréntesis de los 8 a los 12 años, donde vivió en Baton Rouge, en el estado de Louisiana. Que se graduó del bachillerato a los 16 años, que se fue a hacer un año a un pueblo del interior de Francia, que cuando volvió se independizó. 

Que en el fondo de su casa su madre tenía un taller de cerámica con un horno, donde escuchaban a Gloria Estefan o Cindy Lauper. Que su madre es Comunicadora Social, que luego hizo un máster en Library and Information Science en Estados Unidos, que por eso se mudaron para allá, que trabajó en las bibliotecas de Mérida, que es una ciudad universitaria, que le han dicho que se parece mucho a Mendoza como ciudad. Que su madre también es pastelera, pero que aprendió sola y que, cuando hacían cerámica, también vendía comida.

Que con 36 años les sigue diciendo "Mami" y "Papi" a sus padres, que su padre es ingeniero y amante de las plantas. Que por él adquirió el amor a la naturaleza y por su madre el amor hacia la cocina. Que lo que más tiene en común con su hermano menor es el usar las manos para hacer manualidades, que lo de él va, más bien, por el lado de la mecánica.

Que a los abuelos de parte de su padre no los conoció nunca, pero que le contaron mucho de su abuela. Que su abuelo, por parte de madre, sigue siendo su persona favorita en el mundo, a pesar de que murió hace muchos años ya. Que su abuela tenía carácter fuerte y ella también, que eso era lo que las hacía chocar, pero que luego fue lo que las unió. 

Que cuando era niña era "un saco de energía y nervios, una pelotita de ping pong", que hacía gimnasia olímpica, que le encantaba la música, que era muy social, que leía muchísimo. Que tenía un espacio abajo de la cama donde su hermano no podía entrar, donde había una lamparita de luz y se metía ahí a escuchar música con el walkman de CDs, que le gustaba pintar mandalas.

Que lo que leía eran novelas tipo Tom Sawyer, que después se enganchó con Isabel Allende, que sobre todo una tía le regalaba libros de cocina y que le encantaba hacer absolutamente todas las recetas. Que los recuerdos del Venezuela de su infancia son de "mucha abundancia, demasiada felicidad, pero es como que me acuerdo que todo el mundo siempre estaba contento, mucha abundancia de absolutamente todo, es mas a un punto wow".

Que en su casa había " mucha gente siempre, muchas juntadas, comida, bebidas, mucha música y siempre mucha risa, mucha charla". Que los recuerdos de un Venezuela seguro llegan, quizá, hasta ahí. Que el uniforme del colegio al que iba en primaria era un jean con algo blanco arriba, que eso le daba para poder expresar un poco de personalidad. Que en ese colegio había pocos alumnos por clase y que era súper personalizado, que la hicieron saltearse un año para adelantarla, que lo que más recuerda son los talleres de tareas dirigidas (cocina, teatro, danza, inglés, manualidad, pintura) y a la directora, Mari. Que sigue en contacto con ella, que en su momento pensó que era hippie, pero que ahora entiende que es bohemia. 

Que en ese colegio se juntaba en el jardín a comer guayabas y a jugar con la granada, explotándola, para ver quién manchaba más al otro. Que no volvió a escuchar del kickingball, y que también estuvo las escondidas, juntar bichos y el arte.

Que cuando volvió de Estados Unidos le costó volver a hablar en español, que todavía mantiene muchísimas muletillas en inglés. Que en esa etapa, la preadolescencia, fue cuando miró mucho para adentro y escuchaba el disco No Doubt, de Tragic Kingdom, Green Day, pero también las Spice Girls, Backsteet Boys, Beastie Boys. Que le gustaba los discos que sacaban los Grammys son los ganadores y que el primero que tuvo fue la edición de 1994. Que del soundtrack de la película Space Jam, que protagonizan Michael Jordan y los Looney Toons también se acuerda. Y que la radio también escuchaban. 

Que sus amigas escuchaban, a diferencia de ella, cosas como Servando y Florentino. Que si lo común en Venezuela era ponerse zapatos Timberland y Levi´s 501, ella vino de Estados Unidos con plataformas y jeans de pierna ancha. Un look entre Avril Lavigne y las Spice Girls.

Que para su secundaria quiso ir a un colegio donde eran solo mujeres porque era a donde habían ido solo sus primas, porque necesitaba raíces, arraigo. Que se graduó con 16 años recién cumplidos y que, mientras fue adolescente, le dio mucho menos importancia al secundario, que se dedicó a lo social, que estuvo castigada varias veces por las malas notas. Que estaba en el club de cheerleaders, pero también en el de ciencias. Que la química siempre la interesó (cuando se volviera cocinera, le parecería importante).

Montevideo Portal I Javier Noceti

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¿Por qué la cocina no era una opción cuando terminaste el bachillerato?

Es que no era una carrera en ese momento, tenía cero idea. Cine era lo otro y diseño de modas también me gustaba mucho.

Me fui a un pueblito muy chiquito en el centro de Francia. El plan era, supuestamente, que llegaba a las afueras de París y se equivocaron, me mandaron a un lugar en el centro de Francia y me encantó. Ahí empezó mi amor por los pueblitos mágicos. Un lugar hermoso, súper mágico. Ahí como que decidí que lo que quería estudiar era cine. Estuve un año, aprendí a hablar francés, a leer francés, a escribir no tanto. Me ayudo con el diccionario.

¿Cuál fue el aprendizaje culinario de Francia?

La casa donde yo vivía tenía una cabra y hacían quesos todos los días. Vivíamos muy cerca del bosque y en otoño y primavera salíamos a juntar hongos. De ahí viene mi amor por los hongos salvajes, los hongos en líneas generales. También estuve como un mes y pico visitando a una tía mía que vivía de donde es mi familia italiana. De hecho, viví en el mismo complejo donde había vivido mi abuelo y mi bisabuela. Ella era cocinera y el esposo era cocinero también, y me re curtieron de cocina en ese momento. Eso fue en Italia. Me fui a finales de primavera un mes y pico a la isla de donde es mi familia, que es Isola d'Elba, y es de la zona de la Toscana. ;i familia es de Marina di Campo.

¿Cómo sigue todo después? ¿Hacia dónde te movés?

Yo apliqué a una de las mejores escuelas de cine del mundo en ese momento, cerca de Versailles. Aplicaban 6.000 personas, había solo 60 cupos y quedé. Mi plan era estar ahí, pero era una escuela privada y era carísima. Justo de la ciudad de donde yo soy, de Mérida, es donde está una de las escuelas de cine más importantes de Latinoamérica y una de las primeras. En Venezuela, cuando te gradúas, haces una prueba que te ayuda a subir el nivel de tu índice de notas y salí super bien y entré directamente a la escuela de cine. En Venezuela se llama Medios Audiovisuales, entonces me quedé estudiando eso en Venezuela.

¿A los 17 decidiste que te ibas a dedicar al cine el resto de tu vida?

Entré a la escuela de cine y estuve hasta octavo o séptimo semestre. Durante todo ese tiempo, desde Francia, ya había empezado a trabajar en gastronomía. Realmente era ilegal. Yo no tenía visa y era menor de edad, trabajaba en un bar latino. Pero ahí empecé a trabajar en gastronomía y cuando volví a Venezuela me quise independizar. Cuando fui a la universidad, quería vivir sola. Mis papás me daban una mano, pero yo tenía que trabajar, obviamente, entonces empecé a trabajar en bares, en restaurantes. Pasé por todo, desde moza, barista, asistente de cocina. En aquel entonces, cocinera todavía no. También cosas de turismo. Me mantuve en esa línea todo el tiempo. Creo que fue el último año, que estuve estudiando Medios Audiovisuales, que estuve de asistente de producción de Alberto Arvelo, que es un director muy conocido de Venezuela, cuando estaba haciendo la película de Libertador, pero la pre producción. Fue una película que llevó muchos años y estuve ahi dando una mano. También, como hablo inglés tan bien, estuve ayudando al guionista que fue Timothy Sexton y eso estuvo séper interesante. Además de eso, trabajaba en bares o restaurantes.

¿En qué momento se termina el cine?

En el momento en que tenía que elegir una especialización. No sabía trabajar en equipo. Yo quería ser directora, quería ser directora de arte, quería hacer fotografía, quería ser guionista y quería ser productora. Quería hacer todo y cuando había que hacer lo de la especialización no me podía decidir y ahí me empezó a caer la ficha de que realmente no era lo que quería hacer para vivir. Decidí drop out y probar la parte de hotelería porque me llamaba mucho la atención, pero en Mérida no había hoteles grandes, eran todo como posadas. Dije, "bueno, antes de empezar a estudiar otra vez una carrera y después darme cuenta que no, voy, trabajo y pruebo". Entonces, me mudé a una ciudad que se llamaba Valencia y empecé a trabajar en el mejor hotel de la ciudad, que era un intercontinental cinco estrellas. Estuve trabajando ahí como un año.

Empecé en recepción y después estaba en esa parte de guest relations y me di cuenta que amo locamente el tema de atención al público, trato directo con el cliente. A su vez, empecé a fantasear con el tema cocina porque ya era una carrera. Entonces, en ese momento empecé a estudiar hotelería, servicios turísticos, ahí en Valencia y empece a vender tipo cookies o cupcakes en la universidad. Y se empezó a vender mucho y, en ese momento, me di cuenta que lo de cocina también. Entonces, empecé a estudiar cocina.

¿Tu primer emprendimiento fue cookies y cupcakes en la universidad?

De hecho, si vamos al caso, ya lo hacía de chiquita en el colegio con merenguitos y cookies.

¿Cuándo es que ser cocinera aparece como opción real?

Ahí al intercontinental se lo apropió el gobierno. Ese mismo día que pasó eso yo renuncié y empecé a trabajar con la gente que estaba por abrir el World Trade Center de Valencia. Empecé a trabajar con ellos en guest service y en un momento me di cuenta que no me daba tiempo de estudiar hotelería y turismo, estudiar cocina, que lo hacía los fines de semana, trabajar en hotelería, que tienes hora de entrada y no tienes hora de salida, hacer cookies, hacer pedidos. En esa época yo no dormía, dormía tres o cuatro horas por noche y lo llevaba re bien, no me daba cuenta. Hasta que fue "el que mucho abarca, poco aprieta" y renuncié al hotel y me empecé a dedicar más a la parte de comida.

Tenía algo muy parecido a lo que tengo ahora, como el Almacén Eka Cocina, pero se llamaba Miss Fusión Venezuela. Fue un nombre por el juego de que en Venezuela hay mucho lo de las misses. Entonces, una miss, pero que fusiona. Me parecía que estaba bastante acorde. El concepto estaba buenísimo y empecé con eso y de la universidad me empezaron a hacer más encargos. Después me empezaron a encargar comida congelada. Lo mismo del almacén que tengo acá, pero acá la parte de comida congelada es más por el lado falafel, más Medio Oriente, ponele, pero es porque es el nicho que tengo.

En Venezuela eran más cosas italianas, salsas de pasta congeladas, lasagnas congeladas, esa onda. Y muchas tortas y cookies. Eso, de a poco, fue creciendo. Empezó Instagram, empecé a postear recetas, abrí un blog, el blog de Miss Fusión Venezuela. Me empezó a patrocinar Ron Diplomático. Eso ya me daba otra espalda y empecé a viajar a localidades e iba a ver cómo hacían la comida típica con los productos típicos y después yo hacía recetas de mis versiones con esos productos y lo que acabábamos de ver, que era lo clásico, y estaba re gozada. Trabajaba con gente muy talentosa. La parte de pedidos empezó a crecer y empecé a agarrar catering y servicios de chef privado, como cenas privadas. Había cenas interactivas, empecé a tomar a otros amigos que tambien se fueron sumando y la verdad que muy lindo.

Miss Fusión empezó en el 2011, ya con marca que salí con todo. Ponele que habré empezado en el 2010 y yo tenía 24.

Llegaste a estudiar gastronomía de forma universitaria, entonces. ¿Aprendiste algo ahí?

Sí, un montón. Tenía una profesora que era increíble, to the extra mile. Si veía que realmente estabas copada, te daba un todo. Si bien, tengo mis reservas con respecto a los pensum, en líneas generales, de las escuelas de cocina, no esa en particular, todas. Creo que tendríamos que aprender, lo primero, es química. Tendría que haber mucha química básica, primero, química de los alimentos, química por fuego.

También me parece que no te tendrías que graduar de chef internacional, sino otro nombre, cocina. ¿Eres chef de dónde? Chef es que estás encargado de un todo y, ¿de qué te encargas tú? Estás saliendo, no sabes nada.

¿Cómo sigue la historia de Miss Fusión?

Miss Fusión fue creciendo, siempre en Valencia, y ahi empezó todo el tema. Ya venía, todo el tema político, caótico. Llegó un momento en que era unbearable. Ponele: me escribías y me decías que necesitabas un presupuesto de un brownie. Yo te sacaba el presupuesto hoy y son, no sé, 15 dólares. De eso, tenía cinco dólares de gasto. Llega la semana que viene y cuando voy a comprar las cosas me gasté 16 dolares.

Pero claro, qué le voy a decir al cliente, ¿me tienes que pagar 30 dólares más? No puedes porque pierdes la cartera de clientes. Entonces, llegó un momento en que estaba asumiendo todo y no estaba haciendo plata. Por suerte, fue cuando empecé más con los eventos de chef privado. Tenía una clientela muy bien económicamente con la que ya tenía bastante confianza. Lo que hacíamos era que yo les pasaba una lista y ellos hacían las compras y yo les cobraba por mi mano de obra. Llegó un momento en que ya había tanta confianza que me daban un cheque en blanco, yo hacía todas las compras, llevando recibo de absolutamente todo, y cobraba la mano de obra. Así fue como se podía dar y también la ayuda de Ron Diplomático fue un montón y fui ahí, como dándole. Tuve un encuentro bastante de vida o muerte en una visita que hice a Mérida y ahí fue cuando me vine para Uruguay.

¿Qué pasó en esa visita?

He hablado mucho de eso, pero básicamente fui a pasar mi cumpleaños. Mi cumple, casi siempre, cae por carnaval y el lugar donde se festeja más en todo Venezuela es en Mérida. Fui a hacer unos eventos y fue cuando empezó todo el tema de las protestas, que hubo muchísimos muertos, y me quedé atrapada en Mérida por como un mes y medio, porque estaba toda la ciudad cerrada. Mérida es una de las ciudades más de oposición porque, justamente, al ser estudiantil tienem algo en la cabeza y hubo mucha oposición, mucha violencia. Me vi, en un momento, en line of fire. Pasaron muchas cosas. Casi me muero y fue tipo, "me tengo que ir" porque es como tu interior diciendo o te vas o te mueres. Ataques de pánico, no podía dormir, no podía comer. Adelgacé diez quilos en el mes entre que monté el viaje para Uruguay. Pasaba algo así y me tiraba al piso. Eso pasó por meses. Todavía recién mudada acá sonaba algo duro y me tiraba al piso.

¿Tu familia sigue alla?

Sí. Yo estaba sola en mi auto cuando pasó lo de que me vi entre estudiantes y la Guardia Nacional. Es un montón. Te lo juro que pensé que me iba a morir, real, empecé a pedir perdones, a dar gracias. Eso impulsó el viaje para acá.

¿Por qué Uruguay?

La verdad estaba muy emocional en el momento. No quería ir a Estados Unidos, tampoco a Europa porque ya conocía, Asia y África medio que los taché porque iba a estar sola y me parecía un montón. América Central es muy caliente así que no. Hice un excel y empecé a buscar en Google, situación económica, política, social y Uruguay bien en todo. Hasta desastres naturales. No conocía a nadie que viviera acá, no tenía amigos acá, no sabía nada, pero en el peor de los casos mi mejor amiga que es como mi hermana, Melanie, estaba viviendo en Buenos Aires, más un millón de amigos que estaban ahí. Ya tenia el mega dolor de tener que dejar Venezuela en el momento en que me estaba yendo tan bien, todo ese trabajo que había metido. Ya había empezado de cero, qué importaba. Y me vine a probar y, ocho años después, todavía estoy aquó.

¿Te dolió dejar a tu familia?

Todo. Fue como que me la estuviesen sacando. Todavía lo pienso mucho y me puedo poner a llorar tranquilamente, desgarrante, es un montón.

¿Siguen allá y bien?

Sí, pero nada más acordarte ese sentimiento es como overwhelming y dejar a toda la gente que quieres, porque yo estoy acostumbrada a estar sola y lejos de la familia, pero ellos siguen allá fumándose todo. Y no solo tu familia, el resto de los venezolanos. Yo soy muy empática, entonces es como que me da de todo, realmente. Con los cambios que tuve de chica me adapto bastante fácil y hago amigos muy fácil, sola no estoy ni ahí, tengo una familia divina hecha, mi tribu, pero eso, pienso en la gente que queda. Se me rompe el alma, todavía.

Vengo trabajando el tema de la vulnerabilidad y la sensibilidad, y que te hace mucho mas fuerte poder reconocer tus sentimientos en vez de desviarlo y esconderlo y sí, todavía duele mucho.

¿Te preocupó el tema de los papeles cuando llegaste a Uruguay?

No tenía nada que me preocupara, sabía que la iba a hacer y que todo iba a estar bien. Lo que me preocupaba mucho era mi familia, pero después, realmente, muy tranquila. Fue muy loco porque unos días antes de que me viniera, me dice mi viejo, "puedes creer que me acaba de contactar una amiga de la universidad con la que no hablo desde hace veinte años y está en Uruguay". Insistió con que la llamara, pero no la llamé nunca. Y me dijo, "mira que ya me escribió, te va a ir a buscar al aeropuerto" y llegó Zulma y el aeropuerto era un caos porque estaba One Directon llegando.

Me acuerdo saliendo del aeropuerto y sentir ese olor que es lo que a mí me da olor a Uruguay, ese olor a estufa. Los primeros días de mayo, fríos, y Zulma me llevó al hostel donde iba. Nos vimos el domingo después de eso y ahí empezó nuestra familia uruguaya. A su vez, al hostel donde llegué fue donde conocí a una pareja, que ahora están separados, pero que son mis mejores amigos y son la continuación de nuestra familia uruguaya-venezolana, así que fueron tiempos muy lindos.

Montevideo Portal I Javier Noceti

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¿Viviste en un hostel hasta cuándo?

Estuve un par de semanas y después nos llevamos tan bien con Zulma, que yo estaba buscando dónde mudarme y no conseguía nada que me gustara, que estuvo mucho tiempo insistiendo que me mudara con ellas (Zulma y su hija, Ángela) un tiempo. No conseguía nada y le dije, "bueno, por lo menos me mudo mientras que consiga algo que me guste". Me mudé con ellas el tiempo que estuve acá en Montevideo, que no fue mucho, y en octubre me estaba mudando para Colonia. 

¿Cómo empiezan los emprendimientos de Eka acá?

Cuando llego a Colonia empecé a trabajar como gerente de un spa. En esos seis meses en Montevideo trabajé en el Dazzler de Punta Carretas, cuando estaba abriendo. Me llamaron, me ofrecieron un trabajo en Colonia, que estaba muy bien, y me fui para Colonia. Me enamoró locamente Colonia y empiezo a salir a comer y a tomar, que es lo que me gusta hacer, y me doy cuenta inmediatamente que quiero probar productos de acá y no hay dónde. Había un solo lugar que se llamaba el Buen Suspiro, que tenían como tablas de quesos y vinos locales, pero nada preparado aparte de eso. A cualquier lado que ibas era cocina internacional, con productos de cualquier lugar. Además, como gerenta del spa, que era parte de un hotel, la gente cuando está en el spa, que se relaja, pregunta dónde recomendás ir a comer productos locales. Ahí es donde decido abrir bar Miss Fusión Colonia.

¿Cómo abrís un restaurant en un país que no es el tuyo? Suele llevar inversión.

Vendí mi apartamento de Venezuela, que me costó sangre, sudor y lágrimas. Lo vendí e invertí la plata porque  en ese momento había mucho movimiento turístico, en el cual yo ya estaba adentro, y me parecía tremendo momento.

¿Hasta cuándo duró Miss Fusión Colonia?

Duro tres años, cuando empezó la crisis económica en Argentina. Mi público era 88% argentinos. Los locales, no. Creo que el concepto estaba muy avanzado para el momento y el lugar. En Buenos Aires la hubiese pegado al toque, pero para ese momento el paladar y la mente no estaba ahí todavía como para del tema de la calidad, la frescura, los productos locales, trabajar con cosas buenas.

¿Por qué creés que esa cultura sí llega a Uruguay? ¿Por qué el uruguayo empieza a valorar sus propios productos?

Creo que está pasando. Lo que pasa que acá en la ciudad se ve primero y para que llegue después al interior tarda un poco más. Creo que en Latinoamérica tenemos la tendencia de mirar hacia afuera y pensar que lo del viejo mundo, o lo americano, es mucho mejor que lo de nosotros y, realmente, ni ahí. Entonces, creo que es una tendencia que viene pasando en todo Latinoamérica de empezar a mirar para adentro.  También muchas veces termina siendo más caro lo local que la basura que importás, entonces, también depende de cuál es la prioridad del consumidor como tal y creo que acá en Uruguay hay un tema cultural con respecto al estar gastando mucho en comida.

Creo que es algo de lo cual sienten que ostentoso y les da vergüenza interna, porque no es un tema de que no hay plata. Además, eso de estar mostrando la comida en redes, ostentando o mostrando lo que te estás comiendo, hay un pudor en eso todavía. Cada vez menos porque en estos años he visto un cambio drástico, pero todavía hay un poco, pero hasta que ese pudor no cambie. Es es un tema cultural que el argentino no tiene, es más, mientras más ostentoso, más lo muestro. Hay diferencias garrafales entre un uruguayo y un argentino. Por eso viene siendo más lento el crecimiento de la gastronomía orgánica y real acá, porque están pasando cambios internos dentro de la familia uruguaya y eso no pasa de la noche a la mañana. Más bien, creo que ha ido pasando bastante rápido.

¿Qué pasa cuando termina Miss Fusión?

Ahí me tomé como tres meses para viajar por Argentina, Chile y Montevideo, haciendo pop ups para desconectar un poco y conectar con la parte más creativa y visitar amigos y familia, renutrirme y remontarme. Cerrar el negocio de tus sueños donde invertirse todo y ahí quedó toda la inversión, porque cuando cierras un negocio no tienes ganancia de nada, fue un golpe muy grande. Esos años estuve tan esclava que volví medio que a la época que vivía en Valencia y no dormía más que tres horas por día, y no tenía vida mía. Cuando cerré yo no sabía quién era, si me preguntabas no tenía sentido de identidad porque yo era Miss Fusión. Ahora, quién soy, qué me gusta, qué hago, qué quiero hacer, no tenía la menor idea otra vez.

Me tomé ese tiempo como para darle la vuelta al asunto. Cuando volví a Colonia después de los tres meses que dije, "okay, no soy más Miss Fusión, no tengo nada que ver". Además que, durante esos años, yo cambié un montón y la cultura de Uruguay se me ha ido pegando. Entonces, lo del Miss no tenía sentido por ningún lado. Fue como conseguir algo que sea más yo, más para adentro y más sensible. Por eso me cambié el nombre de Instagram a Eka Cocina, porque Eka es como me dice mucha gente que me quiere y fue como una reestructuración.

Seguí en Colonia, arranqué como project manager para la casona de OPB de allá, estuve como un año y pico trabajando con ellos y después dejé con ellos en julio de 2019 y ahí arranqué a trabajar freelance hasta el día de hoy con los talleres, clases, pedidos, caterings, chefs privados. En ese momento no estaba creado el almacén como tal. Lo del almacén salió con la pandemia, era más sobre el pucho, trabajaba todo directamente sobre la cocina a mí cuenta porque me movía más eso, más chef privado, que ya no lo estoy haciendo tanto y creando contenido para marcas, asesorías gastronómicas.

¿Por qué un chef necesita una huella de calidad, o una marca personal, para subsistir en el mundo gastronómico?

Identidad. Tenés que tener identidad tú para saber qué quieres proyectar. Identidad también para que la gente te sepa reconocer inmediatamente, no a ti, a tu producto.

Montevideo Portal I Javier Noceti

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¿Qué es un chef sin identidad?

No va para ningún lado, eres uno más. Ya directamente no eres un chef. Creo que lo llevaría hasta el mundo de la persona, una persona sin identidad no llega a ningún lado.

¿Por qué la cocina en tu vida?

Porque es mi manera de expresar lo que siento. Calculo que lo diría por el lado de que es mi arte. Considero que es el arte mas difícil y que usa los cinco sentidos, y me parece que es un reto también y me encantan los retos.

¿Primer invento tuyo en la cocina?

De muy chiquita, unos besitos de chocolate o de coco que eran con dulce de leche, chocolate rallado y coco rallado. Eran como unas bolitas, como unas trufas, ponele, pero era muy chiquita.

¿Cocinás mejor para otros que para ti?

No voy a decir que mejor, porque siempre aplico las mismas técnicas y el mismo amor, pero seguro que hago cosas súper elaboradas para otros que para mí no. Cuando como solo yo es muy sencillo, que no tarde mucho y que no tenga que lavar mucho.

¿Qué aprendiste de cada cultura culinaria por la que pasaste?

La venezolana, complejo. Louisiana, spicy. Francia, délicat. Italia, calidad. Y tengo un poco también de Korea por una casi madrina que tenía, que sería balanceado. Uruguayo, confort.

Hoy vas por una calle y te cruzás con un restaurant chino, indio, italiano, mexicano. ¿Qué te dice a ti del mundo de la gastronomía que pueda pasar eso en una cuadra en cualquier ciudad del mundo?

Me parece increíble que podamos tener, como consumidores, alcance a cualquier cultura. Me parece lo más importante porque realmente es algo que nos nutre a todos porque es abrir la mente y abrir nuestros paladares a través de la comida. Después, eso te ayuda a crecer a nivel mental.

¿Fuego a leña o fuego a gas?

Leña, por todo. El olor, la textura, la calidad del fuego es otra cosa completamente, la temperatura.

¿El día más feliz de tu vida?

Creo que puedo decir que soy lo suficientemente blessed como para decirte que no sé cuál, porque he tenido muchos, pero esta semana está siendo sumamente llena de alegría. No te sabría decir cuál, realmente.

¿El día más triste?

La ida de venezuela.

¿En qué momento de tu vida sentiste mayor libertad?

La llegada a Francia, que era la primera vez que vivía sola, y la llegada a Uruguay, por soltarme de todos los miedos.

Montevideo Portal I Javier Noceti

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¿Algo que la vida te haya hecho aprender a los golpes?

A usar excel.

Si murieras hoy, ¿irías al cielo o al infierno?

Creo que ninguna de las dos, creo que me reencarnaría. Espero que en algo bueno y también creería que sí porque realmente trato de cobrar bien y sabés que soy súper fan del yoga y del ashtanga, y trato de poner en práctica eso, no solo en el matt, sino tambien en la vida. Considero que soy muy buena persona. Así que esperaría en una mariposa, un delfín, una cosa libre y súper feliz.

Por Federica Bordaberry