Comenzó otro mundial. El vigésimo segundo, para ser
exactos, y los minutos se atropellan esperando el tan deseado debut celeste, el
próximo jueves 24 de noviembre a las 10 de la mañana, hora local. Durante un
mes, la racionalidad le dejará lugar a las pasiones. Durante un mes, bajarán
notablemente los delitos y los hurtos. Los narcos se tomarán un descanso, los
sicarios reagendarán sus próximas víctimas, no habrá habido ollas populares
durante tres años seguidos y Astesiano’s será un cogotudo restaurante de
Carrasco. No se hablará del cuarto piso de la torre Ejecutiva y Carrera volverá
a ser la marca de un masini. El encéfalo estará programado, durante este
tiempo, para ver todos los partidos, sus respectivos replays a la noche,
sintonizar canales argentinos, escuchar conferencias de prensa y compartirse
memes. No queda mucho resto para más. A lo sumo trataremos de no abandonar las
conductas basales fundamentales, como dormir, comer o bañarnos. Es una época
donde los olvidos de niños en lugares públicos aumenta, y lo que hasta pocos
días antes de la ceremonia de apertura pudo sensibilizarnos, como por ejemplo,
la situación humanitaria en los Emiratos Árabes, o la necesidad de retornar a
una sociedad esclavista para construir estadios en tiempo récord y que miles
murieran por ello, ahora lo ignoramos olímpicamente. No es momento de ponernos
culposos, no sea cosa que se arruine la “fiesta del fútbol”. Pero, de toda la
liturgia y ritualista que enarbola un mundial, como hacer un asado, juntarse
con amigos, llamar al dealer o mascar tabaco, hay una en la que me
quisiera detener, y sucede exactamente antes de que comience cada partido: la
entonación del himno.
No es casual la contradicción que irrumpe nuestro espíritu cada vez que suena nuestro himno nacional y debemos elegir una postura, anímica y corporal, para recibirlo. Es el momento en que nuestro espíritu parte aguas y nuestro costado más chauvinista, conservador, tradicionalista e irreflexivo, lucha contra el racional, crítico y rebelde. El resultado es una síntesis que nos deja en una frontera que nunca cruzamos, y diplomáticamente ni entonamos de bruces su prosa miliquera y patriótica ni nos sublevamos tanto como para no poder poner las manos detrás y al menos escuchar con respetuosa atención.
Esa lucha es entendible, y también es entendible que ninguna parte se imponga del todo sobre la otra, ya que, a fin de cuentas, el himno representa la identidad nacional, el sentido de pertenencia a un colectivo, a una historia, y aunque puedo denunciar el engaño y la trampa, entiendo que es necesaria. Que ya es tarde para darle la espalda de manera irreversible, que ya me lo han estampado a fuego y que subestimarlo me arrinconaría moralmente. Me haría una especie de huérfano y desterrado, sin raíces genealógicas. Un accidente que no obedece a nada más que a una facticidad que se limita a estar ahí, de la misma manera que podría estar en cualquier otro lado, o no estar. Y todo sería igual. Todo significaría lo mismo. En el fondo, la lucha que se presenta al entonar el himno patrio responde a una antropológica, la del colectivismo vs. el individualismo. No podemos inclinarnos por la primera sin saber al mismo tiempo todo lo que estaríamos resignando, ni por la segunda, sin sentir algo de culpa. De nuevo aparece la síntesis: a eso se le llama socialdemocracia. Mi individualidad es sagrada, pero entiendo que el Estado debe hacer algo por los sectores más vulnerables. Y tal vez ni siquiera sea por altruismo, sino porque mi misma individualidad podría estar en peligro.
Como sucede con muchas palabras, su origen no es del todo claro. Himno proviene del griego, tuvo su anclaje en el latín (hymnus), y se podría traducir como una composición poética dedicada a los dioses. Posteriormente, fue adoptada por el cristianismo para alabanzas a Dios. En su significación griega, esta palabra puede remitirse a “hymén”, pero no el que significa “membrana” sino el arcaico “hymán”, que es un grito de invocación a los dioses, más precisamente al dios de las bodas, y allí el primer significado se vincularía con el segundo. Himno, en la cultura homérica, podría estar vinculado a alabanza a los dioses, duelo en funerales o canto nupcial en bodas. Los que adhieren a esta teoría definen himno como “ensamblaje cantado”². ¿No es acaso eso el himno en la actualidad, un gran ensamble identitario cantado?
Una última significación, menos probable por sus inconvenientes fonéticos, aunque no totalmente descartada, es que himno se vincule con “hyphé”, esto es, “tela de araña”. Y, nuevamente, no puedo dejar de pensar lo bien que se ajusta al sentido con que entonamos los himnos nacionales, tejiendo pertenencia en cada estrofa.
El himno más antiguo vinculado a una nación es el holandés, llamado Wilhelmus, escrito entre 1568 y 1572, y está dedicado a Guillermo I de Orange (El Taciturno), durante la revuelta holandesa contra los españoles. Los himnos de Inglaterra God save the King y La Marsellesa francesa nacieron tiempo después, en el 1745 y 1792 respectivamente.
La novela de la escritora ruso-americana Ayn Rand, llamada justamente Himno, escrita en 1936 y compartiendo década con los otros dos clásicos distópicos del siglo XX 1984 y Un mundo feliz, presenta una sociedad donde no existe el individuo. De hecho, no existen conjugaciones en primera persona del singular. Si quiero hablar de mí, digo “nosotros”. No existe la posibilidad de hacer ni de pensar ni decir nada que no involucre a los otros, a mis “hermanos”.
Esta es la gran verdad que deben recitar obligatoriamente los estudiantes, justo antes de irse a dormir:
“Nosotros no somos nada. La humanidad lo es todo. Nos es dado vivir gracias a nuestros hermanos. Existimos por ellos, al lado de ellos y para ellos, que son el Estado. Amén.”³
De la manera más parabólica, descarnada y mordaz, se nos presenta un escenario totalitario donde el individuo es avasallado y su libertad disuelta en la comunidad.
Escribe Ayn Rand en su novela Himno:
“La palabra ‘Nosotros’ es como la cal que se acumula y endurece como piedra y lo aplasta todo a su peso, y todo lo que es blanco y todo lo que es negro se pierde por igual en su gris plomizo. Es la palabra con la cual el malo roba la virtud del bueno, el débil la potencia del fuerte, los necios los conocimientos de los sabios. Entonces la oscuridad cae sobre la tierra y con ella la deshonra y una gran mentira. Porque un hombre puede ser malvado, pero a diez millones de hombres como él, reunidos, se les llama buenos. Porque un hombre puede ser necio, pero a diez millones como él, reunidos, se les llama sabios. Porque un hombre puede ser un esclavo, pero diez millones de esclavos forman un santo. Entonces todo se vuelve nebuloso y oscuro, y a la razón se le ponen tropiezos para que no pueda molestar a la irracionalidad, y toda la verdad desaparece de la tierra.”4
En pleno auge de la URSS y simpatía entre intelectuales tanto europeos como americanos, y cuando aún eran desconocidos los campos de concentración soviéticos “gulag”, Rand se vio obligada a denunciar los peligros y abusos del colectivismo. En el prefacio a su edición de 1946, escribió:
“Ellos han de afrontar el pleno significado de aquello que defienden o condenan; el específico, exacto y pleno significado del colectivismo, de sus lógicas implicaciones, de los principios sobre los que se asienta, y de las últimas consecuencias a las que estos principios llevarán. Deben afrontarlo, y después decidir si esto es lo que quieren o no.”
Finalmente, me gustaría culminar este texto con un poema de Borges, quien, entre otras muchas cosas, fue un acérrimo defensor del individuo, en el sentido menos y mas político que queramos tomarlo. Su prosa siempre destiló terror por ser confundido en la masa, y supo o intuyó que no existen los universales, que todo se reduce a la mismidad, al instante insustituible, y que la muchedumbre no se lleva bien con la libertad. En su himno, de manera magistral hace un recuento incompleto, pero no por eso menos bello o poco riguroso de la historia de la humanidad, y como se puede leer, todos sus protagonistas tienen nombre, y aunque no los tengan, no son dos ni tres. Siempre fuen y serán “esta mañana”, “una lluvia”, “un pez” o “una mujer” que nos ha besado, los hacedores de la Historia.
J. L. Borges
Esta mañana
hay en el aire la increíble fragancia
de las rosas del Paraíso.
En la margen del Éufrates
Adán descubre la frescura del agua.
Una lluvia de oro cae del cielo;
es el amor de Zeus.
Salta del mar un pez
y un hombre de Agrigento recordará
haber sido ese pez.
En la caverna cuyo nombre será Altamira
una mano sin cara traza la curva
de un lomo de bisonte.
La lenta mano de Virgilio acaricia
la seda que trajeron
del reino del Emperador Amarillo
las caravanas y las naves.
El primer ruiseñor canta en Hungría.
Jesús ve en la moneda el perfil de César.
Pitágoras revela a sus griegos
que la forma del tiempo es la del círculo.
En una isla del Océano
los lebreles de plata persiguen a los ciervos de oro.
En un yunque forjan la espada
que será fiel a Sigurd.
Whitman canta en Manhattan.
Homero nace en siete ciudades.
Una doncella acaba de apresar
al unicornio blanco.
Todo el pasado vuelve como una ola
y esas antiguas cosas recurren
porque una mujer te ha besado.5
* Diego Paseyro es Prof. de Filosofía, egresado del IPA. Autor de su primera novela, “Her-man y los amos del universo”, se define como un “realista eufórico” y un amante de lo oblicuo.
Notas al pie
¹ Es una voz usada en la Grecia antigua y compuesta de tres: en, theou, asthma, que significan juntas “soplo interior de Dios”. El Diccionario de la Academia nº 5 decía que es “El vigor y vehemencia con que hablan o escriben los que son o parecen inspirados. Dícese comúnmente del furor o arrebatamiento de la fantasía de los poetas”. https://es.wikipedia.org/wiki/Entusiasmo
² http://etimologias.dechile.net/?himno
³ https://es.wikipedia.org/wiki/Himno_(novela)
4 Himno, Ayn Rand. Editorial de Los Angeles Times a la muerte de la escritora, 2006.
5 https://www.poeticous.com/borges/himno-esta-manana?locale=es