Atahualpa Yupanqui, que era argentino, pero que también era rioplatense y que fue uno de los que le dio voz al folklore, decía que un hombre a pie es medio gaucho, que solamente cuando está a caballo es un gaucho entero.

Del 5 de abril al 26 de mayo de 2024, en el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) se expuso, entonces, un gaucho entero. Un gaucho en el campo, un óleo sobre tela de 122 por 128 centímetros pintado más o menos en 1875, por el propio Juan Manuel Blanes, “el pintor de la patria”, del que se desconocía su existencia hasta hace más o menos un año.

El camino que transitó esa obra es una sucesión de escenas.

Primera escena.

Los gauchos aún existen. Son personajes míticos de mediados del siglo XIX del Río de La Plata. Arriesgan y frecuentemente pierden sus vidas en las guerras de independencia. Son reales, en carne y hueso.

Foto: Juan Pablo Flores Iborra (MEC)

Segunda escena.

Juan Manuel Blanes, un uruguayo que nace en 1830, el mismo año que la Constitución de su país, conoce a los gauchos. Los idealiza, erradica su carácter violento, a través de la luz, con sus convicciones federales y la técnica que aprendió en Italia. Los pinta y se obsesiona, los representa más pulcros de lo que probablemente fueron. Utiliza modelos italianos de vez en cuando. A veces, sin embargo, es más realista y contextual. Algunos son en lienzos de gran tamaño, otros de pequeño tamaño.

Aparecen entre 1865 y 1881. Algunos son previos a su viaje de estudios de pintura en Florencia con el maestro Antonio Ciseri. Se vuelve más académico y, luego, vuelve a soltarse dominando la técnica, sobre el ’81. Algunos son gauchos a pie y otros son gauchos a caballo, “gauchos ecuestres”.

En casi todos, la luz es clave.

Tanto es así, que hay una serie de pinturas de gauchos que se conoce como la serie “Entre dos luces”. Normalmente, es el pasaje del noche al día, o del día a la noche. En uno de ellos, aparece una luna creciente en el ángulo superior derecho, indicando anochecer.

Aunque Blanes no suele firmar sus obras, esta la firma. En el ángulo inferior izquierdo están las iniciales “JMB” y un “4”. Está casi mimetizada con los pastizales y las charcas de agua al fondo.

Eduardo Luciani, investigador uruguayo, le contará en otra escena a Enrique Aguerre, director del MNAV, que un amigo de Blanes le decía a Blanes que tenía que firmar sus obras, y que éste respondía que él firmaba con su paleta de colores. Y, es cierto, porque a finales del siglo XIX solo Blanes pintaba de esa manera, solo Blanes pintaba la llanura típicamente rioplatense, pero esta obra la firma.

Y pinta un gaucho a caballo, en el centro, que gira medio cuerpo y le indica a quien mira que vaya hacia el Occidente. Deja latente aquello de que al cuadro lo completa un espectador. Es el mismo ejercicio que sucede con Las Meninas, la pintura de Diego Velázquez de 1656 que reposa en el Museo del Prado en Madrid.

En el horizonte, también hay una suerte de carro y dos gauchos que están terminando su faena, están terminando de trabajar.

“Es muy interesante el encuadre, y hablo de encuadre porque ya hay fotografía en 1875, incluso en nuestro país, y podemos hablar de los primeros daguerrotipos de registros. Entonces, la mirada y cómo se construye la mirada y el espacio simbólico también toma en cuenta la fotografia”, dice Aguerre en entrevista con LatidoBEAT. O lo dice, en formato voz en off, como debería suceder en un guion.

Mientras que pinta este gran gaucho ecuestre, Blanes realiza sus grandes trabajos históricos. El Juramento de los Treinta y Tres o La Batalla de Sarandí. Esas son piezas hechas por encargue, pero los gauchos no. Allí tiene otras libertades. Además, estando en Italia extraña a su Uruguay, y tiene la necesidad de vincularse con lo que nos define a los uruguayos.

Es que si en 1830 se funda el país con su Constitución, y ese mismo año nace Blanes, la iconografía uruguaya estaba en construcción. “La luz de nuestro país se empieza a retratar y solo Blanes lo hace con estas estampas camperas. A la empieza a pintar, por ejemplo, José Cuneo con paisajes de las afueras de Melo. Antes, tenés a Ernesto Laroche que, si ves, el paisaje y la luz están pintados a la manera europea, porque casi todos nuestros artistas se iban a formar a través de becas del Estado en Europa”, dice Aguerre.

Y agrega que el valor cultural de una pieza como este gaucho de Blanes es que es “nuestra penillanura, suavemente ondulada, es nuestra gente, es nuestro cielo, es nuestra luz. Y un pintor que puede traducir de esta manera la luz de sus pagos tiene un valor enorme”.

Tercera escena.

Desaparecen los gauchos. Con el tiempo, desaparecen. Aportan a ello los alambrados, el registro de marcas de ganado, los jueces, la policía. El orden, en definitiva. Son ficticios, son memoria de dignidad y bravura, son modelos de libertad. Son pasado. Son protagonistas de nuestra cultura.

Cuarta escena.

El primer comprador del gaucho desconocido de Blanes es el Marqués de Bertodano, parte de una familia de origen español que se radica en Londres. En aquel entonces, Blanes todavía no era un pintor cotizado y todavía vivía de encargos. Sobre todo, de retratos. Los vende en su taller en Montevideo, en la Plaza Matriz, donde también hacía los primeros gauchos.

La obra nunca sale de la familia, son casi 120 años.

Enrique Aguerre frente al gaucho de Blanes - Foto: Juan Pablo Flores Iborra (MEC)

Quinta escena.

Un miembro de aquella familia que se pasó el gaucho de Blanes de generación en generación, decide venderlo. La casa de subastas a través de la que se venderá la obra, Toovey’s, cuenta con un investigador de arte, Tim Williams. Él se da cuenta que está frente a un Blanes, pero un Blanes del que nadie conoce la existencia. En diciembre de 2022, Williams se contacta con varias autoridades uruguayas, involucrando a la Embajada Británica en Uruguay, para preguntar si el país de origen de Blanes tenía información sobre la obra. Una obra que no había sido exhibida nunca, que no había salido al público.

No sabían. Era imposible saberlo.

Sexta escena.

El MNAV moviliza especialistas en Blanes en Montevideo y en Buenos Aires. Consulta con personas como Gabriel Peluffo, Laura Malosetti, Roberto Amigo, Eduardo Luciani. Charlan. Ven la imagen.

Luciani le cuenta a Aguerre que un amigo de Blanes le decía a Blanes que tenía que firmar sus obras, y que éste respondía que él firmaba con su paleta de colores.

Algunos viajan porque, por el precio base de la obra, existía la posibilidad de que el MNAV la adquriera y que esa obra volviera a Uruguay a una institución pública.

Esa base era algo así como cien mil dólares. El precio, en una escena más adelante, aumentaría casi 13 veces su valor. Aunque, obviamente, una cosa es el valor monetario y otra cosa es el valor cultural.

Foto: Juan Pablo Flores Iborra (MEC)

Séptima escena.

La subasta en Toovey’s se desarrolla en febrero de 2023, en la ciudad de Sussex en Reino Unido. Allí se encuentran dos coleccionistas uruguayos que terminan pujando por la obra. El precio aumenta 13 veces el valor del costo base. El gaucho desconocido de Blanes es adquirido por uno de ellos y éste indica que la prestará a instituciones uruguayas.

Lo hace, se la da tanto al Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA) en Punta del Este, durante enero y parte de febrero, y al MNAV. En el primero a la obra la cuida un guardia, en el segundo a la obra la cuida un vidrio para invitar a los visitantes a acercarse y ver los detalles.

Octava escena.

En el primer corredor del MNAV, apenas se entra a la derecha, el gaucho desconocido de Blanes está expuesto, inmenso, acompañado de varios otros “gauchitos” que en realidad son gauchos de Blanes de menor tamaño. Son 11 y son parte del acervo del Museo, que tiene 230 obras de Blanes.

La obra está detrás de un policarbonato de alta densidad, asegurada por el Banco de Seguros del Estado. Juntos, la pintura y el bastidor, pesan 100 kilos.

Parecería que es lo mínimo que puede pesar una pintura tan central para la sociedad uruguaya, a la que en abril fueron a ver más de 9.000 personas. Es que Blanes es el pintor de la patria, es parte de la iconografía de la nación, es parte de la identidad.

Foto: Juan Pablo Flores Iborra (MEC)