A fines de junio, la icónica banda británica The Cure agotó en menos de 48 horas los tickets de su presentación en Montevideo el 27 de noviembre. Miles de fanáticos compraron sus entradas para un concierto que disfrutarían seis meses después, sobre el penúltimo mes del año, cuando Robert Smith y la cura suban finalmente al escenario del Antel Arena. Tal tipo de expectativa se despierta, generalmente, en relación a espectáculos populares y con campañas masivas, pero no sobre una banda lúgubre y nihilista de los '80.
El furor con el que se vendieron las entradas podrá sorprender a muchos, pero seguramente eso suceda si no se pone en perspectiva que no se trata de una fiebre reciente, y mucho menos una moda pasajera.
Múltiples proyectos del rock local posdictadura se habían nutrido de la escena post punk británica: Joy Division, Public Image LTD, Bauhaus, Nick Cave & the Bad Seeds y por supuesto, The Cure, aquella banda fundada en 1976, en Crawley, ciudad dormitorio a los márgenes de Londres.
Sus discos llegaban dispersamente, pero su música ya se radiaba en espacios como los de Emisora de Palacio, la vieja 93.9, tocando otras fibras. Bandas como Los Estómagos, ADN, ZERO o Zona Prohibida se identificaban de diferente manera con las canciones y los discos de sus primera época: Three Imaginary Boys (1979), Seventeen Seconds (1980), Faith (1981) o Pornography (1982).
En esta nota para LatidoBEAT fuimos tras el recuerdo y las razones de la influencia. Conversamos con Gustavo Parodi de Los Estómagos, Martiniano Olivera de ZERO, Sergio Schellemberg de ADN y Gustavo Jack Doorman de Zona Prohibida.
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“En la generación del 85, te diría que ADN, Los Estómagos de la primera época, Los Traidores en Montevideo Agoniza, y Zona Prohibida con Gustavo J. Doorman —que incluso mantenía un estética Robert Smith—, eran los más influenciados. El impacto de los Cure en ADN no fue una búsqueda, sino más bien una consecuencia de escuchar sonidos que nos impresionaron desde el primer surco. O sea, luego se incorporaron como propios en las influencias naturales. No es algo a propósito. Lo mismo me pasó con Deep Purple”, precisa Sergio Schellemberg, tecladista y co-compositor de ADN.
“De las bandas locales, hay una que recibió toda la influencia y fue Zona Prohibida, sin duda alguna. Para mí eran los Cure uruguayos. Después, sí, en Los Estómagos tuvo su influencia. Yo no la veo tanto por el lado compositivo, pero sí a nivel de sonido de algunas cosas. Era inevitable relacionar un flanger o un chorus con The Cure, es lo que se te viene a la cabeza. Así como en los Estómagos hay también en otras bandas”, explica Gustavo Parodi, compositor y guitarrista fundador de Los Estómagos.
“Para mí, en el primer disco de Los Estómagos siento que hay un montón de elementos de The Cure, y también en Toque de Queda, que era una banda que tenía canciones que abrevaban de ese lado. En los grupos que yo integré la influencia no era tan directa. Pero en ADN, por ejemplo, donde hacíamos una música bastante distinta a The Cure, siento que en el rasgueo, especialmente en la guitarra rítmica y algunos arpegios, Juan Berhau tocaba con influencia de The Cure, porque era una manera nueva de tocar la guitarra. En Zero la influencia es un poco más grande. Aunque también fue una banda que hacía una música distinta a The Cure, hay unos elementos del lado más oscuro y reforzar ese costado más melancólico de nuestra música. En el propio canto de Leo hay un abordaje de palabras que tienen una gran influencia, incluso por el lado melódico. Por no hablar del recurso del maquillaje que durante un tiempo utilizamos en Zero y estaba en un sentido similar al de ellos. No nos maquillábamos alegremente, resaltábamos una cosa más sombría como veías en The Cure”, argumenta Martiniano Olivera, miembro de proyectos como ADN o Zero.
“El look era muy cautivante, si bien había otros grupos o artistas que ya se maquillaban. Bowie, por ejemplo, tenía una propuesta muy teatral, con varios personajes, era muy camaleónico. Pero con The Cure hubo algo diferente”, señala Gustavo J. Doorman, vocalista de Zona Prohibida, y agrega: “Quien conoce esa época y fue parte del new wave lo sabe. Robert Smith a su vez se influenció mucho por Siuxsie, quien vendría a ser la madre de ese tipo de maquillaje. Si vemos el primer video de los Cure vemos que al comienzo eran casi unos chicos liceales. Quien los influencia es Siuxsie. Pero él lo lleva a tal punto que parece que lo hubiese fundado, le quedaba muy bien. Hoy en día está complicado mirarlo. Podría estar mejor atendido, los pelos más locos pero más prolijo. En su momento era alucinante el look y la fuerza musical de su propuesta”.
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Doorman era claramente uno de los músicos que más emulaba a Smith y a su banda. Su estética, desde el peinado al maquillaje, las uñas pintadas o la vestimenta, era fiel reflejo de admiración. “En esos tiempos, del '85 al '87, creo que nosotros con Zona Prohibida éramos los más influenciados. Yo venía de vivir muchos años en Francia y escuchaba mucho The Cure, Siouxsie and The Banshees; tenía mucha influencia británica. Recuerdo que en ese momento en Uruguay había también mucha influencia del punk o el new wave español. La Polla Records era un grupo que gustaba mucho. Pero, incluso, las influencias de The Cure son muy variadas, porque hay enorme diferencia entre el primero y el segundo disco Seventeen Seconds. Neoh 23 tenía influencia, Traidores también, aunque la más fuerte en ellos es Dire Straits en las guitarras. The Cure le gustaba a casi todo el mundo y más a medida que iba pasando el tiempo”, señala Doorman.
Como si fuera poco, Doorman tenía una tienda de ropa que emulaba el estilo británico que muchos podían ver la banda.
“Cuando regreso a Uruguay, abrí un negocio que se llamaba Lokure. Cuando vi que me quedaba más de lo planeado, usé un local que mi madre tenía disponible. El padre de un amigo, al que le había dejado todos los discos de The Cure, tenía una fábrica de telas. Entonces, lo que hicimos fue copiar toda mi ropa negra, que había traído de afuera, y armar todos los diseños. Ahí venían todos los músicos a vestirse: Los Tontos, Neoh 23, Traidores… Alejandro Bourdillón se pasaba ahí porque vivía a media cuadra. Era en la galería del Libertador. Era toda una onda europea, británica, francesa… Vestía a todo el mundo con réplicas de mi ropa. Funcionó, eran diseños divertidos. Después fui inventando cosas. Yo, a veces, dormía ahí y, además, arriba tenía una sala de ensayo montada que usábamos en las horas nocturnas. Era una opción B a nuestra sala que estaba en la propia Embajada de Polonia", dice.
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El acceso al material de la banda británica para los distintos exponentes del rock uruguayo llegaría por distintas vías. Para algunos, la influencia vendría directamente por escuchar sus vinilos, otros por la sintonía radial y, para otros, provendría por la exposición cinematográfica de algunos títulos cuya banda de sonido cambiaría todo.
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“Yo escuché a The Cure por primera vez sin saber qué era The Cure, por lo menos hasta el tercer día. Fue en el año '81, cuando exhibieron en Montevideo durante una semana una película que se llama Time Square. Es una película filmada en Nueva York en el '80 y es excelente. Creo que empujó a mucha gente a tener bandas, tocar la guitarra y todo eso. De la semana, fui cuatro días seguidos. Hasta que me avivé en la segunda o tercer noche de mirar los créditos finales y ver qué bandas eran las que interpretaban las canciones. Ahí descubrí a The Cure, que aparecía con la canción 'Granding Halt', y fue una de las que más me impresionó”, confiesa Parodi.
“La primera vez que escuché The Cure fue cuando pasaron 'A Forest' en la radio, luego vi el video en vivo. Después me compré el Standing on a Beach (compilado de singles del '78 al '86) en el Palacio de la Música”, declara Sergio Schellemberg.
“Yo venía de vivir en París y tocar en los metros temas de The Cure; creo que era el único que lo hacía. Todos tocaban 'Escalera al cielo' de Zeppelin o música francesa, y yo me había ido aprendiendo temas de los dos primeros discos: Three Imaginary Boys y Seventeen Seconds. De ahí tocaba “Three Imaginary Boys”, “Killing an Arab”, “10.15 Saturday Night”, “Play for Today”, “A Forest”, “Fired in Cairo”. Incluso del The Faith tocaba “Primary”. Me sabía el piquesito de guitarra. Además, le había sacado el pique de cómo cantaba, eso me ayudó mucho a sacar la voz. Después me costó sacarme el The Cure”, relata Gustavo J. Doorman.
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Este será el debut de la banda británica en nuestro país ya que, a pesar de haber recorrido la región en anteriores oportunidades (Brasil o Argentina), nunca habían tocado de este lado del río. Si revisamos la agenda de conciertos de aquellas primeras incursiones británicas podemos ver algunos datos curiosos.
El primer concierto de The Cure en Buenos Aires (también en Río de Janeiro) se produjo en el ‘87, apenas meses después de que lo hiciera Siouxsie and the Banshees —otras de las referencias de la new wave británica— que había caído repentinamente de la grilla anunciada del Montevideo Rock uruguayo.
Aquel concierto porteño, se produjo en uno de los picos más altos de popularidad en su carrera, y meses más tarde redoblarían con el doble álbum Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me, al vender más medio millón de copias en Sudamérica.
Sin embargo, el álbum más fresco entonces por estas latitudes era el Head on the door (1985), en el que habían resignado cierta oscuridad gótica en pro de un aire más pop, y echado a andar piezas de alta rotación radial como “In Between Days” o la susurrante “Close to Me”.
El entusiasmo por su llegada era palpable y la fervorosa recepción en el hotel figura en varias crónicas de la prensa argentina. Pero, los recuerdos del fundador, compositor, cantante y guitarrista sobre aquellas experiencias en el estadio de Ferro resultaron bastante angustiosos.
The Cure había llegado en años convulsionados de la Argentina, donde enorme incertidumbre política y la continua razzia marcaban la convivencia. Las crónicas del show hablan de una batalla campal, con fuego, pedreas y corridas. La ira y la represión, sumada al resentimiento británico tras Malvinas, había provocado un estallido en el estadio de proporciones dantescas.
En su bitácora de viaje, el propio Smith lo anotó de puño y letra: “El campo no tiene nada que envidiarle al centro de Beirut. Estamos más que aliviados de haber podido alcanzar el refugio del hotel. Sueño con asesinatos”.
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“Fui al primer concierto en Argentina, no al segundo. Recuerdo que fuimos en una excursión que salió en ómnibus desde Avenida Libertador con una cantidad de especímenes. ¡Era una fauna espectacular! Yo me fui con el Pepe (Rambao) pero recuerdo que también andaba el Hugo Díaz de Trotsky, (Gustavo) Doorman, Raúl el loco y varios personajes de aquella época. Fuimos al estadio de Ferro, bajamos a 5 cuadras. Se veía muy mal y yo lo único que quería era verle la Fender Jazz Master a Smith. Me acuerdo que le insistía con eso a Pepe. Cuando terminó nos subieron a un ómnibus medio de prepo y fue fantástico. Aquello fue todo muy intenso”, recuerda Parodi.
Mientras tanto, Doorman retiene en su memoria otros detalles: “Los vi varias veces en vivo: en Suiza, Buenos Aires y en los Ángeles. Al concierto del '87 fui en un ómnibus con gente de Los Estómagos, Álvaro (“Willy” Otero) de Neoh 23, y creo que también alguno de Los Tontos. Habían muchos músicos que viajaban. La cancha era realmente un caos que daba miedo. Estaban como animales. Robaban a mansalva en grupos de treinta. Desvalijaban a los desprevenidos. Era como cazar presas. El caos hizo que yo terminara de ver el concierto junto a mi novia contra una pared”.
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A pesar de jurar nunca más volver, en 2013, The Cure regresó a Buenos Aires para dar en el Monumental un show memorable y saltear en su gira, una vez, más a Uruguay. En el regreso no hubo una sola mención a aquella visita desabrida.
Allí tocaron por más de tres horas con una banda esplendorosa, un Simon Gallup muy lúcido al bajo y un Robert Smith totalmente rozagante. Venían de publicar 4:13 Dream, el álbum más reciente de su carrera, y en el que compilaban un buen puñado de canciones optimistas. Pero la gran mayoría solo quería escuchar alguna de aquellas piezas fundamentales: “Killing an arab”, “Boys don’t cry”, “Lovecats”, “Lovesong”, “Lullaby”, “Just like heaven”, “Pictures of you”, “A Forest”, “Close to me” o “Fraiday I’m in love” por citar a penas algunas de esas.
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“Fueron muy importantes en la parte sónica. Eran tremendos los juegos de guitarra y el bajo melódico, caminante sobre la melodía de la voz. Era muy difícil no sentirse atrapado por ese nuevo tipo de música. Eran tipos muy jugados. Robert Smith no toma influencias de ningún lado para tocar eso que toca o usar esos pedales. Creo, sin temor a equivocarme, que fue el primer tipo en usar esa combinación de pequeño delay, con chorus y flanger, guitarras más bien limpias. Para los que entienden algo de guitarra, les digo que Smith básicamente usaba los pedales Boss, pero nunca pasó de tener en su pedalera más de un Super Overlight que es una distorsión liviana. Son maravillosas las capas de sonido que lograba sacar de ahí. Canción tras canción, en el primero, segundo y tercer disco era una cadena de bombazos a la cabeza; eran todos diferentes entre sí e innovadores en cuanto a los sonidos. No venían de ningún lado, salieron a partir de su manera de tocar. Y los bajos de esos tres primeros discos son maravillosos, un bajista de la puta madre”, sentencia Parodi, el hoy guitarrista de Buitres.
“La manera de cantar de Robert Smith siempre me gustó mucho”, destaca el tecladista de Zero, Martiniano Olivera y agrega: “Es un sello personal. Es una especie de canto con un toque que trasunta melancolía, tristeza, cuando no directamente angustia. Es un cantante muy expresivo. Otra cosa muy destacada es su capacidad de construir ambientes sonoros. Es tremenda la estética musical que la banda logra crear, esa atmósfera opresiva y oscura con una economía de recursos bastante grande, sin melodías complejas y melodías menos aún. Hay canciones con tres o cuatro acordes que logran transmitir unos relatos con genialidad”.
La economía de recursos es un atributo destacado por varios de los rockeros consultados. Lejos de los trepidantes fraseos del hard rock o el heavy metal, la corriente new wave planteaba un abordaje primitivo pero tanto o más efectivo que los primeros.
“Los tres primeros discos son una definición por excelencia de la música de The Cure. Desde la austeridad del primero Three Imaginary Boys; la elaboración maravillosa de oscuridad del Seventeen Seconds, hasta el Pornography, que es un disco que te parte la cabeza, los flanger, los phaser cruzados, todos esos sonidos de guitarra son mortales. Y rítmicamente también eran increíbles, sobretodo en los dos primeros discos, donde era muy elemental pero atrapante. Era algo muy primitivo, pero adictivo. Era simpleza profunda. Son discos que todo guitarrista debería escuchar alguna vez en su vida”, recomienda Gustavo Parodi.
Según Sergio Schellemberg, tecladista de Zona Prohibida, ADN y finalmente socio compositivo de Garo Arakelian en los primeros trabajo de La Trampa, The Cure no tenía desperdicio. “Todo era cautivante: el fraseo del bajo, del teclado, la forma de cantar casi desafinada, pero perfecta y las guitarras rítmicas, imposibles, como en 'The Blood'”.
Para Gustavo Jack Doorman hay un antes y un después de The Cure, en todo sentido. “Su forma de cantar y tocar la guitarra es increíble. Es simple, pero es tremendo guitarrista. Hay cosas con buena distorsión pero tiene temas muy simples, con flanger o chorus nada más. Y Simon Gallup es siempre muy interesante en los bajos. Debo admitir que desde el '82, en que me empecé a meter en ese mundo quedé cautivado. Empecé a traer sus discos y, cuando vine de visita de París, conocí a la gente de Zona Prohibida, donde terminé siendo cantante y guitarrista”.
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Con casi 45 años de vida, The Cure es hoy una de las grandes bandas de gira. Ostenta una enorme lista de hits, así como también una profusa batería de grandes canciones que nunca alcanzaron difusión masiva. Robert Smith continúa portando la estética gótica, con raros peinados, tez pálida, labios rojos y cantando casi en el tono original de su obra más maciza.
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Aunque no lo parezca, The Cure es una banda tremendamente popular a nivel mundial, sobretodo a partir del '85, '86. Es una banda que no para de hacer hits. Un recital de The Cure es un éxito tras otro. "Me gusta eso de terminar sus recitales con canciones de su primer disco, como diciendo: nosotros partimos de esto", destaca Parodi. ansioso por verlos.
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Gustavo J. Doorman, hoy al frente del proyecto Jack Doorman, llegó no solo a conocer a Robert Smith, sino que alcanzó incluso a salir de copas con los miembros de la banda. Esa vez, vivió la mejor y la peor noche de su vida.
“Los conocí porque tocaba sus canciones en los metros de París. A veces, a la viola le metía una amplificador con batería de moto y con un palo de escoba atado con un pulpo incorporaba un micro. Yo hacía todo un circuito desde la estación Montparnasse hasta Charles de Gaulle y de ahí de regreso. El metro viajaba por afuera, mayormente, así que pasaba muy cerca incluso de la Tour Eiffel.
De pronto, una chica que habitualmente viajaba, empezó a dar toda la vuelta en tren conmigo junto a un grupo de seguidores que me iban pidiendo diferentes temas. Un día, esta chica francesa viene con unos pases para ver a The Cure. Tenía permiso para sacar fotos en una entrevista pero necesitaba alguien que le tradujera. Cuando llegamos al canal de TV donde estaban, entramos como por un tubo, y subimos unas escaleras donde estaban. Recién habían terminado una entrevista y había como treinta personas. De entre toda esa gente sale Robert Smith, enfila hacia mí y me mira casi con alivio de haber escapado del gentío. Yo tenía ya toda la facha loca bien 'curesca'. Al toque comenzamos a hablar. Se quedó a mi lado y comencé a traducirle a la francesa.
Yo aproveché y le conté que tocaba sus temas, mientras me escuchaba atentamente. Fue ahí que oí que iban a salir y le pregunté directamente si podía acompañarlos. Le preguntó al manager y nos dieron el ok. ¡Yo no podía creer lo que pasaba, hablar con él fue un cambio de dimensión en mi vida! Nunca había conocido ningún artista que me gustara y pasé a conocer al que más me gustaba, el que me había impactado. Antes de salir al boliche, se llevaron casi colgado entre dos a Lol Tolhurst (tecladista) que ya estaba con un pedo azul. A la salida del canal fue muy loco, la gente los aclamaba y a mí con ellos.
Tanto, que rumbo a la limousine, me pedían autógrafos. Es que antes no había redes y tan solo veías a los músicos en la tapa de discos. Yo estaba al lado de Robert y Simon Gallup. De hecho, fuimos con la francesa en la misma limousine. En el boliche, el batero se terminó levantando a mi amiga. De ahí nos fuimos a otro boliche del que ya tengo menos recuerdos. Quedé totalmente alucinado, pero al mismo tiempo con una sensación de las más feas. No recuerdo ni cómo fue la despedida, pero quedé con una gran sensación de vacío. Había sido muy épico lo vivido. Por unos cuantos días tuve roto el corazón”.
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Con 48 años de vida, The Cure es una de las propuestas más longevas y con vitalidad de gira. Se calcula que llevan vendidas más de 30 millones de discos en todo el mundo. Acumulan 14 álbumes de estudio, más una larga lista de discos en vivo, remixes y recopilaciones. Sin embargo, cada etapa es bien distinta en su discografía. Hay trabajos más oscuros, más pop, más punkies, más alegres o, definitivamente, más dramáticos y nihilistas.
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“De toda la discografía de The Cure, hay dos discos que te dan el panorama más preciso de las facetas del grupo. Pornography es el costado más oscuro, más darky, el que los hizo ser una referencia permanente para toda esa cultura dark que luego han asociado a lo gótico. El otro es The Head on the Door, donde muestran cómo sin perder su halo oscuro, es posible sostener una efectividad suprema a la hora de construir buenas canciones pegadizas, pop, que tanto en lo rítmico como melódico no se te van de la cabeza. Y siempre haciendo gala de esa economía de recursos, sin sobrecargar. También el disco en vivo representa un gran período. La sonoridad del Cure Live fue tremenda”, recuerda Martiniano Olivera.
“Para mí los primeros son los mejores: Three Imaginary Boys, Seventeen Seconds, Faith… El “Charlotte sometimes” había salido en un simple y es un temazo… Quizá hasta Pornography y The Top. Hasta ahí, porque había una magia que luego con The Head on the Door se pierde; hay un cambio que no me gustó. Noté que no tenía la fuerza de antes. Se vuelven un poco comercial. Si bien salieron cosas interesantes yo mismo quedé un poco prejuicioso. Tengo amigos que me dicen Desintegration es tremendo álbum. Y, sí, pero los primeros discos son incomparables. El salto de Three Imaginary Boys a Seventeen Seconds es enorme, sale el alma de The Cure”, señala Gustavo Doorman.
“Yo creo que depende mucho de la época y el gusto de cada uno. Para mi es Seventeen Seconds, The Head on the Door, Desintegration y Wish son los mejores”, aclara Sergio Schellemberg.
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Esta tercera oportunidad en Sudamérica fue la vencida. The Cure llegará a Uruguay en el marco del festival Primavera 0, para un show en el que estarán escoltados por dos bandas soportes: la irlandesa de rock experimental Just Mustard y la elegida para reemplazar la escocesa The Twilight Sad, que anunció la imposibilidad de ser parte de la gira.
La brutal demanda de entradas para algunos no tiene explicación, para otros sin embargo, fue una respuesta inmediata para esta única oportunidad en la vida.
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“Es bastante difícil de explicar”, confiesa Martinano Olivera y agrega: “Me sorprende mucho lo de las entradas agotadas. Se me ocurre que el principal elemento que ha movido a la gente es que, aunque pasan las generaciones, la nostalgia es un sentimiento que nos calza bien a los montevideanos. The Cure es una especie de banda sonora asociada a una época del Uruguay, que sin duda es la salida de la dictadura y el rock que tuvimos en ese momento. The Cure representa eso, para los que vivimos esa época y para los que no, pero que se han construido una imagen donde también entra The Cure como una señal de identidad. Fue un momento de mucha energía y entusiasmo. The Cure, paradójicamente, con su estilo darky está asociado a eso y lo que pesa es la nostalgia. Yo, por ejemplo, no tengo interés de verles hoy. No porque me disguste sino porque ya no me significa mucho y, además, porque están sus discos para disfrutarlos si lo quisiera”.
“Es inevitable que no se llene un Antel Arena”, explica Parodi. “Hay un fenómeno que está más allá de las bandas o del rocanrol. Son bandas que escuchó gente ya adulta, veteranos que hoy tienen hijos. Y como ocurrió con McCartney, con los Stones y ahora con The Cure, hay una cantidad de gente que lleva a sus hijos a mostrarles las bandas que a ellos les gustaban. No quiere decir que a sus hijos les guste, pero se comen las entradas. Hay un 20% o 25% de localidades vendidas a personas que no tienen la más mínima idea y no me parece mal que suceda. El tema es que le ocupan el lugar a otra gente que los disfrutaría. Me pasó personalmente. Tengo un amigo, con el que escuchábamos música de guachos, que me dijo: me boludeé, me quedé sin entradas para The Cure. Igualmente, salió beneficiado porque Lorenzo (su hijo) va a estar fuera del país estudiando y le heredó su entrada”.
“Toda una generación que seguimos a esta banda de lejos, ahora tenemos la posibilidad de revivir parte de nuestra historia y, además, mostrarle a nuestros hijos esa música que fue fundamental de una época del rock uruguayo y nuestras vidas”, destaca Sergio Schellemberg. “Claramente todos queremos ir y llevar a nuestros hijos para compartirles y que comparen con lo que ya no queda, buena música”.
"Yo lo puedo comparar con los viejos tiempos. Si por entonces hubiese tocado The Cure, creo que hubiese ido muy poca gente. Yo conozco a Danilo Astori y alguna vez le llegué a preguntar por los Cure o Depeche Mode. Yo creo que él también se sorprendió de la demanda. Si eso hubiese pasado en el ‘87 no llevaban a nadie. Con el tiempo se volvió una banda mainstream. Muchos de los que deben ir ahora a verles, deben ser los que en su momento nos trataban de raros y loquitos. Ahora van como fanáticos. Antes no habían once mil personas que los siguieran", expresó Doorman.