Dos días. 111 shows. Seis escenarios. Las sierras verdes que rodean el Valle de Santa María de Punilla, donde se celebra el Cosquín Rock. Entradas agotadas por primera vez desde su primera edición en 2001.
Con el paso del tiempo, el festival que surgió inspirado en una fiesta folclórica cordobesa, se convirtió en uno de los más importantes en la región. La congregación musical genera un éxodo de aficionados que viajan por el segundo país más grande de Latinoamérica desde alguna de las 23 provincias hasta Córdoba. Pero, además, el público que forma el pogo del Cosquín Rock trasciende las fronteras argentinas y llega a Uruguay.
Para Córdoba implica uno de los momentos más importantes en el año a nivel turístico, cuenta Diego mientras zigzaguea por las rutas ondulantes de las sierras. Hace varios años que, en esta fecha, se dedica a llevar a grupos de amigos y, también, músicos hacia el festival. El trayecto de 50 kilómetros entre Río Ceballos y Cosquín demora más de dos horas aproximadamente, y eso se debe a la cantidad de personas que se dirigen en grupo hacia el mismo lugar al mismo tiempo.
La llegada es caóticamente rockera: las calles del pueblo de Cosquín están tapiadas de gente que camina encajonada entre puestos de chorizo, papas fritas, cerveza, fernet y todo tipo de mercadería que pueda vincularse a cualquier artista que haya participado alguna vez. Puestos montados en el frente de casas particulares que, por dos días, padecen o disfrutan de los miles que tienen que pasar por ahí para ascender hacia la entrada del festival, que se ubica elevado en uno de los valles de la sierra. Suenan canciones de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Ciro y los Persas, Fito Páez. Hace calor.
Los uruguayos
Martín Gil, trompetista de No Te Va Gustar, desafió al Chat GPT y le preguntó en cuántos Cosquín Rock había participado la banda. Pero la aplicación de inteligencia artificial le respondió mal. “Me dice que el primero es en 2009 y se olvida, precisamente, del Cosquín del 2004, la primera vez que fuimos”, apenas tres años después de la primera edición. En ese año, todavía se celebraba en la plaza Próspero Molina, en el centro del pueblo donde, antes, se realizaba un festival de folclore. La primera vez que No Te Va Gustar tocó sobre un escenario del Cosquín Rock fue entre las tres y las cuatro de la tarde, recuerda Martín: “Había muy poca gente, apenas algunas personas en la sombra. Pero para nosotros fue una experiencia única”. A las risas, recuerda que después de tocar la banda estuvo horas festejando: “Nos terminaron expulsando de los camarines porque era un bardo bárbaro. Estábamos cantando murga a grito pelado sin parar”. La banda tenía 10 años de vida y, en esa edición del festival, estuvo Luis Alberto Spinetta en la misma grilla.
19 años después, No Te Va Gustar tocó en el Cosquín Rock otra vez, el sábado 18 de febrero de 2023 al atardecer en el Escenario Norte, de los más importantes del festival. Ahí también estuvo La Vela Puerca el domingo, donde Sebastián Teysera cerró el show cantando “José Sabía” a capela. El Escenario Sur, que se ubicaba frente al Norte pero en el otro extremo del predio, fue el otro punto donde se presentaron los músicos más conocidos. Ahí tocó Fito Páez, a la misma hora que No Te Va Gustar pero el día siguiente. El argentino acaparó su show con más de la mitad del público que estaba en el festival ese día, que se congregó para cantar varias canciones de El amor después del amor. Llegó a pedir perdón a los otros artistas que les tocó presentarse al mismo tiempo.
No Te Va Gustar también eligió sus clásicos: “Lo usual es armar una lista contundente. Tenés poco tiempo y la gente va a ver un montón de bandas”. El “diagrama” del espectáculo lo hace Emiliano Brancciari, cuenta Martín, con el objetivo de hacer una “lista bien rockera y bien arriba”. Además, también buscan aprovechar las colaboraciones que pueden suceder por la naturaleza propia del festival. Esta vez, la banda tocó “Tan Lejos” con Facundo Soto, de Guasones, que también tocó en el festival.
Uruguayos con menos trayectoria que No Te Va Gustar también llegaron a esta edición del Cosquín Rock. El rapero Zeballos se presentó con su banda por primera vez en el festival. Gastón Vivas, el baterista del grupo, ya había vivido una experiencia similar cuando acompañó a Alfonsina a presentarse en el Lollapalooza de 2019. Como músico, cuenta que es tan importante estar preparado a nivel de interpretación, mediante los ensayos y el estudio, como a nivel mental, porque “muchas veces en producciones tan grandes” pueden surgir “desafíos” que “van más allá de uno”.
Zeballos y su banda se subieron al Escenario Sur sin haber realizado una prueba de sonido y con “ridículamente” poco tiempo para armar el escenario. “Salimos a tocar sin estar prontos; faltaban cosas a solucionar pero había que salir”, cuenta. Cuando Gastón se sentó en la batería “no sonaban ciertos elementos que eran fundamentales”. El retorno no estaba bien regulado y tuvo que tomar una decisión: “Confiar en mi memoria. Empecé el show tocando de memoria y escuchando el metrónomo para que todos estemos en tempo y sincronizados con la pista”, hasta que, más adelante, el equipo técnico logró acomodar su mezcla.
Martín y Gastón coinciden en que este tipo de experiencias nutren mucho a los artistas por la posibilidad de conocer e intercambiar con músicos de otras bandas y países, lo que, en un futuro, puede generar nuevas colaboraciones.