Esta semana se celebró por séptimo año el día del orgasmo femenino (8/8). Es un día inventado para visibilizarlo ya que, por siglos, simplemente no era una parte importante del sexo, si es que siquiera se lo reconocía como tal. Hoy, ¡gracias al cielo!, el orgasmo se ha colado entre los temas importantes de la salud, y ha logrado un desvergonzado prestigio en la conversación pública. Pero si vamos a los números, todavía existe una diferencia entre cuánto acaban los hombres y las mujeres. Y, sobre todo, cómo.
En 2014, un estudio de la Universidad de Indiana (financiado por el sitio de citas match.com) realizó un cuestionario a 2500 personas y concluyó que los varones son 22,2 % más propensos a tener un orgasmo con una pareja que las mujeres (peor que la brecha salarial que en Uruguay ronda el 18 %). Y según el estudio de la publicación científica Journal of Sexual Medicine, las mujeres lesbianas son más favorecidas que sus contrapartes heterosexuales, que son las peores paradas en este asunto. Y los motivos pueden ser varios.
Las mujeres tienden a ser percibidas como de “orgasmo lento” y cuando, en realidad, según la sexóloga americana Nadia Bokody, durante la masturbación lo alcanzan en cuatro minutos y lo alcanza 13 % más seguido cuando tiene relaciones con otra mujer. Parece ser que los chistes recurrentes de que a los hombres les cuesta encontrar el clítoris tienen algo de datos detrás del meme. Podrían escribirse (y se han escrito) libros y libros sobre por qué concebimos al sexo de una forma tan falocéntrica y qué consecuencias tienen. Pero no es el punto de esta columna.
Es cierto que no se puede pedirle a un solo varón, mujer o nadie que cargue en su espalda con siglos de diferencias culturales, evolutivas, psicológicas y fisiológicas. Una pareja no puede deshacer años de educación sexual en la que a las mujeres se nos señala todo lo que nuestro cuerpo duele, huele o tiene pelos. No puede deshacer el trauma que el concepto “virginidad” ya ha infligido. No puede hacer que nuestra anatomía cambie y que la distancia entre el canal vaginal y el clítoris cambie (hay estudios que sugieren que esta distancia varía y que afecta si la mujer es o no capaz de acabar durante la penetración). Y pedírselo sería injusto. ¿Qué podemos hacer entonces? Comunicarnos, ir probando.
Hoy no podemos hacer magia para cambiar ese número, pero sí hablarlo. Abordar el problema, un orgasmo a la vez. Podemos honrar al inventor del día del orgasmo femenino, el concejal brasilero José Arimateia Dantas Lacerda, quien, en 2006, al ver que un estudio indicaba que casi un tercio de las mujeres de su región no llegaban al clímax sexual consideró que se trataba de un problema de salud pública. ¿Su solución? Abogar por el derecho de las mujeres a exteriorizar su deseo y ayudar a que este tema se hable en todos los hogares. Algo muy innovador y contrario a lo que se venía proponiendo. Así que exterioricemos. Que la brecha del orgasmo siga bajando, que no sea una meseta.
*Fernanda Kosak es comunicadora, periodista y empresaria. Trabajó en diario, radio, televisión y escribió el libro periodístico La mansión del sexo (Fin de Siglo, 2020). Hoy conduce un programa en Del Sol FM y dirige el sex shop con perspectiva de género Vibras.