Alfonsina entra al galpón luminoso vestida -no, lookeada- con prendas negras y holgadas. De fondo, suena un reguetón fuerte. Sus ojos se esconden tras unas gafas enormes y futuristas, también negras. Será por eso que el piercing que siempre lleva, casi como un sello personal, brilla por sobre todo. Su aire podría restarle al menos cinco años a sus 34. El estilo callejero es suyo desde que comenzó a tomar distancia de Pactos, su último disco, que le valió tres Premios Graffiti. Desde que Alfonsina comenzó a sonar a trap. Podría ser que para cada disco haya una compositora transformada.
Llega prendida al teléfono, contándole a alguien cómo le fue en su última ecografía. Se acomoda alrededor de la mesa de maquillaje y comienza a prepararse para que la transformen en los personajes que hará para las fotos. Mientras se embadurna la panza “maciza” con crema humectante, la fotógrafa se acerca a saludarla y, en ese momento, cuenta la noticia:
—¡Boluda, me acabo de enterar de que voy a parir en dos semanas! Yo pensé que me faltaban cuatro. Parece que es re grande.
Venía del médico para hacer una producción de fotos que tendrían como protagonista a su panza de tres kilos y 36 semanas de embarazo. Aunque al parecer faltara poco, menos de lo que esperaba, lo dice como si estuviera contando un chiste. ¿Por qué preocuparse a ciegas, antes de saber cómo es parir? No hay tiempo para eso cuando Alfonsina es atravesada por alguna creación.
El otro embarazo es Síndrome Post Covid, un mixtape concebido en la pandemia, igual que su hijo León, al que también le falta poco para dar a luz. Si el embarazo es el único momento en el que el cuerpo humano manifiesta la creación, “tendría que salir un globo de la cabeza cuando estás creando un disco con todo un concepto y amor, todo eso nos cambia”, dice Alfonsina mientras la maquillan.
Pero antes de hablar del amor y de la maternidad y de la creación con tanta liviandad e imaginación, tuvo miedo. Sobre todo el día que se hizo el test de embarazo. Enseguida llamó a una amiga para decirle que no podía ser, que esa rayita no estaba del todo dibujada. Una llamada de resistencia.
Después de un rato de reguetón, le toca a La Rosalía, quizás por casualidad o quizás porque Alfonsina es fanática y siempre termina por tararear las canciones de Motomami. Al menos en esas dos semanas que se dejó perseguir por una “sombra”, diría, que anotaba todo en papel y lapicera. Mientras el equipo prueba los flashes, deciden el vestuario, aprontan la peluca y le dejan el rostro como una porcelana asiática, la conversación se sucede entre películas, música, budismo y los animes que veía de chica. Hablará también de su juventud, cuando bailaba música electrónica en Milenio y la llamaban por cualquier nombre menos por Alfonsina.
—Mi nombre significa “preparada para la guerra”, pero no es por eso que me lo pusieron.
***
Hace poco más de un mes, exactamente cinco semanas antes de dar a luz, Alfonsina lanzaba Cambio la Mirada. Esa pista, que creó junto con Duality Music, es una de las canciones hijas del coronavirus, de cuando estuvo sola y aislada en el balneario La Juanita y lo único que la mantuvo activa fue la idea de improvisar sobre un track distinto cada día. En vivo, en Instagram. Así, en colaboración con productores virtuales que le mandaban beats, concibió el mixtape que terminaría de grabar esa tarde gris en la cabina del estudio.
Del otro lado de la ventana, desde el monitor, se le ve sentada en una banqueta frente al micrófono. Sus manos acarician la redondez de su panza mientras calienta la voz, jugando con la melodía de Nadie Más que Vos. El tema que grabó esa tarde es una composición de miles de voces y coros: graves, agudos, octavas, doblajes. Todos elementos que le dan cuerpo a una canción que le pide a la humanidad: “Escribamos el mundo de nuevo”.
—Pero antes de reinventarte, se tiene que caer hasta el último pedacito de la cáscara.
—¿Qué te sacaste?
—Me desarmé como persona. Mis expectativas, mi manera de hacer música… una rigidez que había por ahí y no me dejaba estar satisfecha. Desarmé esa autoexigencia extrema porque me encontré con la vulnerabilidad en un momento en el que me sentía muy triste y no había manera de salir de ahí.
Síndrome Post Covid vuelca en música esas revelaciones pandémicas: “Es mucho más importante colaborar con otro que andar en tu propio misterio”. En Pactos, ese había sido su motor para componer. Alfonsina no encontraba las canciones que quería escuchar, entonces, hizo un disco. Un disco autorreferencial. Esa etapa habilitó la siguiente, para dar paso a la música que habla hacia afuera, hacia el encuentro con el otro.
—La gente conoce al Picasso cubista. Pero para llegar a ser cubista, Picasso hizo mil cosas antes.
Y Alfonsina, antes de ser Alfonsina, fue una niña que cantaba todos los hits de pop que salían en MTV: Britney Spears, Christina Aguilera. La primera vez que se subió a un escenario fue cuando a la niña de siete años que algunos molestaban en la escuela, la eligieron para protagonizar a Bella en La Bella y la Bestia. Después, en el liceo, tuvo una banda que recuerda con cariño y un poco de vergüenza a la vez: cantaba Nirvana y Guns´n Roses.
Pero su crianza musical fue en Milenio. En esa discoteca de música electrónica, la chica estudiosa y abanderada empezó a conocer la cultura de la libertad y el jazz, mientras bailaba un sample de Ella Fitzgerald. Ir al bar Tartamudo los domingos de jazz comenzó a volverse rutina, hasta que una noche se animó a ser ella quien cantase Summertime millones de veces en ese sótano.
—Mientras escuchaba, veía a los músicos y sentía que estaba enamorada. Qué cosas hace el escenario, ¿no? Porque es una persona que ni conozco, pero es tal la admiración que me toca el corazón.
Sus propias canciones no saldrían de entre las paredes de su cuarto hasta que se las cantó a Tricky, un músico inglés que visitó La Trastienda cuando Alfonsina hacía de traductora. “Una historia bien misteriosa”. Conversaron de música, valores y poesía. De los vínculos, las drogas y la autenticidad de la gente. La conexión fue al instante. Lo que Alfonsina no sabía era que esa persona era el músico detrás de Maxinquaye, el disco que sonaba en sus corridas por la rambla. Lo confirmó después de que Tricky le pidiera que cantase una de sus canciones y, al pasar por su casa a buscar la guitarra, frenó a googlearlo. Para la estudiante de Comunicación, esa audición del destino sembró la ilusión de, algún día, terminar teniendo un lugar propio frente al micrófono.
—En él vi un poeta que no transaba con hacer música que no le gustara. La mirada que me devolvió Tricky me hizo Alfonsina. Me reconoció de una manera que me hizo agarrar el camino del arte sin vuelta atrás.
Transformada por esa experiencia, Alfonsina se convirtió en Alfonsina. Esas canciones que componía con su guitarra desde su cuarto vieron la luz con El Bien Traerá el Bien y el Mal Traerá Canciones (2014), 11 pistas muy cálidas que la catalogaron como “bluesera” y “jazzera”. Eso le complicó la entrada a Pactos, un disco en el que todo está pensado para que el siguiente sonido sea impredecible. Un disco que, para Alfonsina, el público tardó alrededor de cinco años en digerir; en entender los diálogos que ahí plantea en un tono mucho más oscuro.
—No es que estoy traicionando mi época anterior, es que soy un ser humano. Y ahora cambié de vuelta, me gusta ser así. —Ahora, Alfonsina suena a “canciones hechas desde la compu”.
A pesar de tanto cambio, esa tarde en el estudio terminaría con una reversión rescatada de su primer disco, de cuando llevaba el pelo bien cortito y oscuro. “Rezo al Sol” es la canción que aún mantiene el “hechizo” y le vale rejuvenecer.
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—¿Qué es Alfonsina?
—Soy un experimento, un experimento muy sensible. Al ser muy sensible voy cambiando. Siempre me dio la impresión de que estaba acá para aprender cosas y hacer experimentos, como si la vida fuera un laboratorio. Alfonsina no puedo decir que sea nada, es como una manera de llamarme. Pienso que cada uno vive muchas vidas en una vida.
Recuerda que de chica quería ser psiquiatra, como uno de sus abuelos. Al comienzo de su carrera, se definía como poeta por la forma en la que concebía la creación. Hoy, suspira, se ríe y dice que es artista, rindiéndose ante la exigencia de poner nombre al experimento.
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—Todo el pensamiento que viene de oriente me identifica mucho. Yo, que tengo los ojos redonditos, pienso que debo haber sido un meditador. Sé que debo haber sido un meditador varón al que le gustaban las mujeres, entonces se quiso convertir en una para entender. Mirá lo que te digo, esto es algo que le dije a mi psicóloga.
Si en esa otra vida ser mujer no estaba en sus planes, ser madre, menos. Salir de gira, tomar buses, ir de un lado para el otro sin dormir. Tener un hijo no iba con su estilo de vida. Hasta que un día sí, porque la pandemia sacudió su ensimismamiento. Así se cuestionó la maternidad que sentía ajena.
—Cada vez que estoy convencida de una idea, me gusta también darme la contra. ¿No me voy a perder una experiencia re zarpada de la vida?
A Alfonsina no le gusta perderse aventuras. Quiso ser madre para entender. Además, sentía que estaba con la persona correcta. A Joel Alva, su pareja, lo vio por primera vez en 2019, en el backstage de un show de hip hop: “Andaba por ahí, con su cara de misterio”. Y aunque al principio le pareciera engreído, su subconsciente sabía que esas personas “en su propio mundo” le interesaban. Antes de conocerlo, se había enamorado de su poesía de trapero: “Hablaba de la muerte sin ningún reparo, sin ningún miedo. Era un personaje que sabía vivir el hoy, que tenía una liviandad muy particular”, y que tenía la motivación de ser padre.
Primero tomó la decisión, enseguida apareció el embarazo y después comenzó la deconstrucción:
—Miedo de cómo se hace, de quedar relegada, de sentir que me abandono. A veces me da miedo vivir. Eso mismo que estoy ansiando, que es vivir la vida plenamente, eso y todo el encuentro con lo desconocido, esa misma imprevisibilidad me da miedo. Supongo que es una dualidad bastante profunda. Mamá me transmitió confianza en cuanto a lo que una mujer puede llegar a ser cuando se enfrenta con este desafío.
Sea cual sea la historia detrás de su nombre, caminar preparada para la guerra parece tener sentido cuando la curiosidad, y el amor por la curiosidad, es esencia constante.
—Si vos observás la vida, ves el cambio en todos lados. Y si te acoplás a la vida, vas cambiando.
***
La “sombra” dio por finalizada las preguntas una noche gélida en una esquina adoquinada al sur de Montevideo. La persecución terminaría en una casona vieja hecha bar que reunió a quienes quisieron estar allí para escuchar clásicos rioplatenses y despedir a la embarazada antes de ser madre. Pero la historia, esta historia de una mujer preparada para las aventuras que le cruza la vida, daría un vuelco el 19 de junio, el día que nació León. El día que comenzó una nueva vida para Alfonsina.