Seré honesta. A Alejandro Ferreiro lo conocí hace muchos días atrás. Específicamente, hace muchos jueves atrás. La primera vez que lo vi desconocía completamente quién era y fue en un curso de periodismo cultural donde él es docente. Aunque no, él no se dice docente. Se dice muchas otras cosas. Ese término me lo corre hacia el costado cada vez que intento usarlo.
Aquella tarde noche en la que ya era invierno (creemos que por 2018, según los cálculos posteriores que hemos hecho) yo recuerdo que él tenía puesta una campera que era de nylon, de colores azul, blanca y naranja. Cuando le conté esto, enseguida se extrañó porque él dice nunca haber tenido una prenda de esas características. Esta cuestión nos llevó a tener charlas largas sobre por qué yo podría recordarlo así y sobre quién tiene razón. No hemos llegado todavía a una solución respecto al tema.
De cualquier forma, fue durante esos días que me enteré que él había leído la Broma Infinita de Foster Wallace. Luego entendería que ese es uno de los cientos de libros que ha masticado de forma incesante a lo largo de su vida. En realidad, casi todos los jueves me muestra una pila nueva de libros que canjea por otros en alguna librería que no pregunté cuál era y, quizá, tampoco quiera saber.
En ese entonces entendí que él no era lo que llamamos un profesor tradicional (disculpas por el término inadecuado, Alejandro, pero tengo que nombrar las cosas de alguna forma). Nunca entendí de qué iba su clase. Iba de escribir, sí, iba de leer textos personales en clase, también. Iba de, justamente, ser creativo. ¿Me gustó aquello? Sí, pero también me generó la ansiedad que genera la exposición de lo íntimo frente a un grupo de desconocidos que me acompañaba circunstancialmente. También puede suceder con grupos de conocidos, pero no era el caso.
Durante todo aquello intercambiamos un par de correos en los que él escribía en “formato chimichurri”. No develaré qué quiere decir esta estructura sintáctica, pero es seguro que me sacó una sonrisa. Luego, hubo silencio.
Cuando empecé a trabajar en Montevideo Portal, mi primera publicación fue un perfil periodístico sobre Gustavo Escanlar. Por alguna razón, que tampoco ninguno de los dos recuerda, le consulté por mail si lo conocía y me dijo que muy poco. Con tal de recopilar un testimonio que mostrara el corazón de Escanlar, le pedí el suyo y me respondió que no, que él no era la persona para hacerlo. Luego me compartió el disco de Oiga!, la banda que tiene a dúo con Álvaro Riet. Por cálculos lógicos, eso debió ser durante la pandemia.
Me acordé, enseguida, que él había comentado muy al pasar que hacía algo en su casa llamado Laboratorio del Entusiasmo y, sin saber de qué trataba, comencé a vivirlo. Eso es lo que hacemos casi todos los jueves en el apartamento que alquila en Pocitos. Tampoco contaré cómo es ese apartamento ni qué es lo que pasa exactamente porque sé que es algo que intenta mantener en reserva. Sé que también lo hace para torturar inocentes curiosos y no me gustaría cortarle la diversión.
Ese hombre de 53 años, al que a veces le digo Ale, a veces Alejandro, a veces no le digo ningún nombre, dice que nació en Sayago. Al menos, lo deja implícito en la tapa de ese libro que acaba de lanzar. No nació ahí (para eso leer la entrevista), pero sí siente que lo hizo. Por lo menos, allí creció. Vivió en una casa con un jardín enorme y, cuando era niño, le gustaba subirse a una casita del árbol que tenía y hacerse el distraído cuando sus padres empezaban a llamarlo. Tuvo animales, muchísimos. Me ha hablado de pájaros, conejos, perros, muchos otros más.
Sería periodista en varios medios, luego tendría un programa de radio muy conocido por la noche que se llamó Planetario, en El Espectador. Siento que algo de lo que hacía ahí se parece a algo de lo que hago yo aquí. De eso se trata este libro nuevo, llamado Irrepetibles, entrevistas en Planetario. Son seis de las cientos de entrevistas que hizo durante el tiempo que duró el programa, que fue mucho. Aparecen personajes, algunos que conozco bien y otros que no tanto, que ya están muertos y que, de alguna forma, eran excelentes en la tarea de crear. Me refiero a Mario Levrero, Marosa di Giorgio, Abel Carlevaro, Alfredo Testoni, Lágrima Ríos, El Príncipe.
Sin embargo, cuando hablo de este hombre al que llamo por distintos nombres y a veces ninguno, me cuesta colocarlo en el rol de periodista. Yo lo conocí escritor, lo conocí creativo y creador. Lo conocí lector. Luego de conocer a Mario Levrero, con quien desarrolló una gran amistad, empezó todo esto de ser escritor y poeta. Empezó con Portland, su primera novela. Otra de las largas charlas que hemos tenido, y que se repite, es sobre qué pienso de esta primera obra y sobre la cual me niego a dejarle mi opinión. Me interesa torturarlo en cuanto a inocente curioso. Es una forma de hacer justicia por los otros.
Luego vendrían los libros de poemas, otras novelas, incluso libros para niños. También lo he visto dibujar cosas, algunas espeluznantes, otras divertidas, otras buenas. Ninguna es completamente mala porque la creatividad no se lo permite. Son eso: creativas. Lo he escuchado cantar, he escuchado sus canciones con Oiga!, he visto su foto con Gabriel García Márquez en un taller durante el que fue su alumno.
He leído de él, dentro de muchísimos poemas, este que me gustó especialmente y que está en el libro Nos persigue la humedad y otras filtraciones (2004):
"su mirada:
ahora dos perlas uniformes
ahora dos ostras sangrantes"
Alejandro Ferreiro, cuando lee este tipo de entrevistas que ahora estoy haciendo con su persona, dice que no suelo incorporarme a la crónica. Me comentó una que hice sobre Felipe Reyes en la que observó que camino, en cambio, hacia la segunda persona. Excluyéndome. Aquí, en cambio, y quizá para demostrarle cuánto detesto escribir desde un “yo” en lo periodístico, estoy apareciendo desde la experiencia total de conocerlo. Él no sabe que haré esto y quizá el pudor que esto le provoque hará que el jueves que viene tengamos una charla al respecto. No pediré disculpas.
¿Por qué el programa se llamaba Planetario?
Porque mi primer programa de radio se llamó “La noche boca arriba”, por el cuento de Cortázar, en la Emisora del Palacio, tuve un programa nocturno. Muchos años después, volví a la noche para hacer este programa que se terminó llamando Planetario, pero mucho después. El programa lo había tenido en 1989, yo tenía 19 años y, cuando volví a tener este, ya tenía casi 30. Como para hacerme una referencia a mí mismo respecto a aquel programa, le llamé Planetario, para volver a usar el eslogan “para pasar la noche boca arriba”.
La referencia es que en el planetario vos tenés que mirar para arriba. De hecho, mucha gente recordaba cuando escuchaba “para pasar la noche boca arriba”. Mucha gente también hablaba de Planetario como “La noche boca arriba”. Alguna gente que venía de audiencia de muchos años atrás.
Si hay algo que tiene el libro, es que trae entrevistas que se hicieron por radio, solamente por radio, o sea que se basaban en la voz. Nosotros, como lectores, no podemos escuchar esas voces.
¿Cómo era la voz de cada uno de los que aparece en el libro, según tu oído?
Me gustaría aclararte que no es que no quiera que la gente escuche esas entrevistas, pero como es un trabajo en que voy a revisitar esas entrevistas y esas voces, prefiero que el libro sea eso, en principio. En todo caso, más adelante poner a disposición eso para que la gente haga su propio vínculo con la misma entrevista, aunque sea un poco reiterativo.
De hecho, hay personas que no las conozco, pero sé que tienen grabadas estas cosas porque había gente que grababa el programa. Digamos que debe haber registros de esto. A su vez, la nota del Príncipe, por ejemplo, está en el documental. Me la pidieron y la cedí. O sea que hay gente que ya escuchó esa entrevista, parcialmente. También en el Cabo Polonio había un hostel, que era de un argentino, que tenía las entrevistas del Príncipe y las pasaba como una actividad. Conozco gente que sabe la entrevista casi de memoria, más que yo, porque la escuchaba, gente que conoció al Príncipe ahí, en esas noches del Polonio.
Después, respecto a las voces, obviamente que, al escucharlas después de un tiempo, la voz es como distinta. También incide que está grabado en un casette y que lo escucho en un reproductor de casette. La voz no suena ante nuestros oídos como suena a través del artefacto.
Dicho esto, la voz de Levrero es la que tuve más presente porque conviví con él durante mucho tiempo. Entonces, es la voz que menos me llama la atención, pero es una voz rarísima. Tiene una vibración rara, como si hablara adentro de una cápsula espacial. Hay gente que me ha dicho eso, “pa, la voz de Levrero tiene como una vibración de alguien joven”. Para mí la voz de él tenía como una voz de picardía. No puedo escuchar la voz sin pensar en los ojitos cerrados de él.
A la voz de Marosa la conocía desde antes por sus grabaciones, leyendo sus poemas. Uno pensaría que la voz de Marosa era así cuando leía sus poemas nada más, pero no, hablaba como una diosa, era como de otro planeta, era increíble. Muy seductora.
De Carlevaro y Testoni recuerdo menos las voces en funcionamiento de toda la cosa física que acompañaba sus voces, como dos caballeros. Era, quizá, por ser de otra generación. No parecía que estuvieran súper relajados, pero desde un lugar de señores elegantes. No sé, había algo en sus voces de alguien que todo lo que está diciendo parece que lo pensó ya, quizá por la edad. Confieso que nunca había pensado esto antes.
La voz del Príncipe es una voz que te lleva a pegar saltos, como muy alegre. Una voz de un niño, casi. Y la voz de Lágrima, bueno, la voz como de sangre, la voz de esa mujer que tenía como cientos de años de historia atrás de ella.
Me parecen bien distintas todas, como son distintas nuestras voces. Me gustaría haber escuchado esas voces bajo tu pregunta para poder opinar más. Nunca me había preguntado eso, qué representaban para mí sonoramente, no su contenido. En el caso de los cantantes, no es la misma voz la de Lágrima cantando y la del Príncipe cantando. Sí es la de Marosa recitando. Quizá, haya más distancia entre el canto y el recitado. Es lindo también leer el libro e imaginarse la voz cuando no la conocés, o si conocés al Príncipe imaginarse esa voz que canta en las cosas que contestaba.
¿Cómo crees que es tu voz?
La idea de mi voz está distorsionada por el hecho de que mucha gente me habló de mi voz. No sé, no me parece una voz especial. La verdad, nunca sentí que era especial. Tengo amigos que tienen la voz ronca, otros cascada, otros que los llaman a hacer locuciones porque tienen una voz caudalosa. Nunca tuve una idea de mi voz.
Lo cierto es que, también, por haber hecho radio mucha gente me reconoce solo por la voz. Ahora no tanto como cuando estaba al aire. Me llevó tiempo darme cuenta que la gente me preguntaba cosas y no me conocía del barrio, ni del liceo, sino que reconocía una voz. Ahí les preguntaba si escuchaban y me reconocían. Te hablo de que me pasaba en un kiosko comprando el diario, en la calle, en el ómnibus, el guarda. Pero eso no la hace más que una voz particular como la que tenemos todos.
Con el tiempo te diría que hay gente que me ha dicho que le gusta mucho mi voz, pero son conocidos, que me quieren. No le encuentro nada particular. Lo que sí sé es que tengo una tendencia como a ponerle más graves, que sospecho que no es mi verdadera voz, la voz de cuando estoy más relajado. Quizá, ahora mismo, mi voz esté un poco por debajo de lo que estaría si no estuviéramos grabando. Es como una tendencia a la trascendencia, de que si se prendió el micrófono ahora hay que hablar y ser claro. Pero mi voz, por ejemplo cuando canto, es distinta. Evidentemente, como todas las voces cuando las escuchamos después de grabadas a través de un artefacto. Las escuchamos también desde adentro, cómo repican las palabras y la entonación en nuestros cartílagos, y toda la parte interna del oído. Nos parece la voz de otro, así que no sé.
¿Por qué crees que te interesa dejar registros de voz?
Se me vienen a la mente dos o tres cosas, bastante disímiles. Las tres están conectadas. Dictadura, falta de registros, programas de televisión que me re divertían y ahora no los podemos ver, los propios canales tienen en su espalda historia de canales. Por ejemplo, se habla Telecataplum y no hay mucha grabación. Los propios canales y radios de la dictadura registraban sobre la misma cinta, no había una manera de almacenar como ahora, tan fácil. Había un tema de costos, un tema de almacenaje y una desidia, sobre todo. Y una falta de interés, o un interés dirigido para que no quedaran registros de algunas cosas.
Toda la parte de archivología o de archivos en Uruguay se fue desarrollando con el tiempo y después de un periodo de mucha escasez. En ese sentido, al haber crecido un poco en esa época, no sé por qué tuve la sensación de que estaba pasando esto. Si bien nunca fui un coleccionista, siempre tuve un interés por guardar registros de cosas. Ahora, en mi casa, tengo registros de cosas y las uso como herramientas.
Lo otro es que falleció mi hermana cuando era muy joven. Ella tenía 26, yo 20. Mi hermano más chico tenía 12. Me di cuenta a los días que no había tantas fotografías porque, en aquella época, no había tantas facilidades como ahora y nosotros no teníamos en la familia ni máquinas grabadoras de video, ni cámaras. Darme cuenta que se había terminado la vida de mi hermana muy pronto y que no había mucha foto, no había video.
Después, en un tercer lugar en que no estaba la voz, empiezo a estudiar fotografía. Me consigo una máquina, como sea, y empiezo a sacar fotos. Después, cursé todo Bellas Artes e hice dos o tres años de taller, incluso. Estuve hasta el final de la carrera y me dediqué a la fotografía en Bellas Artes. Estudié también en la Escuela de Cine Cinemateca y me formé bastante en eso. Creo que tiene que ver con lo mismo, con el registro.
Ahora que me preguntás, la voz es una de las cosas que quiero registrar, pero también es tan única, que es un registro que vale la pena. De hecho, María Rosa también forma parte de una ausencia de voz en mi vida. Es mi madrina y mi única prima, que también por circunstancias ajenas a esta charla no la vi durante una época y después se fue del país, se exilió. También aparece María Rosa como otra voz que se había perdido y que ahora recuperé con el tiempo. Por suerte sigo pudiendo hablar con ella porque está viva.
Pero la voz, tiene algo tan particular que, claro, cuando tenemos a Marosa y la escuchamos, de alguna manera, está ahí. Hay algo que le da una veracidad a esa experiencia que es mayor que una foto, para mí. Ahí ves cuando, ya no una palabra, sino el sonido de la voz vale más que la imagen, en un punto. O te bastan algunas imágenes, o ahora podemos tener muchísimas imágenes de nosotros, pero muy pocas inflexiones de voz.
Hay algo ahí que me parece que se desató en ese entonces y empecé a tener interés por registrar. Lo que tenía más a mano era escribir. Después, cuando mi padre me regalo la primera cámara sacar fotos, aunque era muy costosa, sacaba fotos y empecé a revelar en mi casa para abaratar costos y, de paso, aprender. Después, el primer grabador, y ya se insinuaba el periodismo, era para grabar el sonido de los animales en mi casa, el sonido arriba del árbol.
Yo tenía una casa arriba del árbol, sobre todo en la segunda casa, que era un tilo bastante alto. Ahí me quedaba muchísimas horas por día, a veces hasta dormía ahí. Los pájaros me incorporaron como un elemento más. Entonces, podía grabar el sonido de benteveos al lado mío. Me gustaba imitarlos. Los grababa y lo escuchaba de noche. Sin duda tiene que ver, es todo junto. No hay duda de que el factor ausencia de voz de hermana es el principal.
En el prólogo escribiste que terminaste queriendo a cada una de las personas que entrevistaste. Entendería que eso pasara con Levrero, por ejemplo, pero ¿por qué crees que te pasa con los entrevistados en general?
Yo no lo dije con los entrevistados en general, lo dije respecto a estos seis entrevistados. Creo que hay una frase en el prólogo que dice “a algunos los quise de alguna manera y a otros los quise también”. Hay un juego de palabras que da a entender que son maneras distintas de querer a cada uno. A Levrero, obviamente, porque tuve un vínculo de amistad y es el responsable de que yo haya publicado mi primera novela y que haya, de alguna manera, seguido escribiendo. También de algunas de las cosas a las que me dediqué en la vida, valorando que yo había tenido una suerte que otras personas a lo mejor era muy difícil que la tuvieran. Que alguien que te conoce, más o menos en un terreno, pudiera acompañar o ayudar a quien quiere conocer este terreno y no sabe cómo.
En el caso de Marosa, ahí yo cuento cómo nos conocimos. A través de otra persona que era Ricardo Prieto, que era un escritor, dramaturgo y poeta, con el que yo también había tenido un vínculo más cercano porque le había hecho unas entrevistas y habíamos pegado onda. Dos por tres nos cruzábamos por la calle y hablábamos sobre mis cosas. Yo siempre tengo amigos más grandes o más chicos que yo, se me da eso, y tuve suerte que una generación o dos generaciones, gente más grande, fuera generosa conmigo.
Yo creo que en los países chicos o en las ciudades pequeñas ese tipo de generosidad suele estar distorsionada. Pero fijate, Levrero escribió el prólogo en mi libro, lo hizo publicar y Tomás De Mattos, por decisión propia, quiso presentarlo. No grabé la presentación de Tomás De Mattos. Es una de las grandes penas que tengo. No la grabé por vergüenza. De eso me arrepiento porque recuerdo muy bien muchas cosas que dijo y que fueron bastante reveladoras para mí de lo que había hecho y de lo que terminaría haciendo. Con Tomás también fui amigo y pude verlo varias veces más.
En el caso de Marosa tuvimos unas charlas telefónicas después y. Es gente de otra generación que no tiene ningún empacho en decirte “pa, qué lindo que pasé” y llamarte después y decirte “pa, me encantaría volver a charlar, me caíste bien”. Yo soy bastante, por lo menos para mí, transparente respecto a quién me cae bien y enseguida puedo sentir un cariño, un afecto, un amor y expresarlo. De alguna manera, también recibí eso de ellos.
Carlevaro me agradeció muchísimo y después tuve algunas charlas telefónicas. Con Testoni, me mandó un regalo y seguí hablando. Mi intención era mantener un poco estas entrevistas, ellos iban a seguir viviendo. En el caso de Tomás De Mattos, que podría también haber ingresado a este libro, tengo tres entrevistas, no una, porque su vida se extendió y la mía al lado de la experiencia de estar atento a lo que él hacia también, y lo seguí llamando.
En el caso del Príncipe, no quiero revelar lo del libro, pero nos conocimos antes sin saber y con el tiempo peleamos por una mesa en un bar sin conocernos. Yo lo entrevisté en un momento muy especial de su vida en que se empezó a abrir un mundo de posibles grabaciones y toques y se quebró en la mitad de una cosa. Él era amigo de Adriana González que había trabajado conmigo, o trabajaba en ese momento conmigo, haciendo los móviles. También había otro punto de comunidad ahí, aunque en realidad el vínculo fue uno a uno.
Con Lágrima fue con la que estuve menos tiempo, pero fue muy emocionante el encuentro con ella porque fue con su novio. Hacía años que eran novios y él estaba afuera, fue todo muy romántico. Lágrima estaba como encontrando un cariño general de la gente, que la amaban, ella no podía creer, era como una resurrección, ella lo dice en una entrevista. Estos eran grandes todos, ya en ese momento para mí. Vos te predisponés, no a complacer a esas personas, pero sí a justificar por qué las molestaste que fueran hasta ahí, por qué te interesa tu obra. Yo solo entrevisté a personas que me interesaba su obra, no me interesaba su vida personal. A veces su obra era mucho más interesante que ellos, eso suele pasar.
En términos generales, estás adentro de un mundo que ellos construyeron y de alguna manera estás agradecido de eso, y vas a averiguar y a preguntar. Eso es difícil hacerlo. Está lleno de periodistas que lo hacen sin amor y sin ganas, yo no puedo entender. Así como hay plomeros que no les gusta la termofusión, hay periodistas, aunque parezca increíble, y hay artistas y cantantes, que parecería que no lo viven con tanta intensidad.
A mí me parece un momento increíble el de estar hablando con alguien que me interesa su obra, más allá de cómo eran personalmente. Empezaba en ese vínculo a tener un diálogo que, de alguna manera, los conocía, porque las condiciones de un programa nocturno, todo apagado, sin apuro, aunque quede feo que lo diga, terminaban muy agradecidos porque alguien les diera bola. Muy agradecidos de que alguien se preocupara por su obra y hablara largo y tendido y no específicamente preguntarles lo que decía la gacetilla de prensa, en el caso que hayan publicado algo o hayan hecho un show. Generalmente, hacía coincidir las cosas, pero a veces no.
¿La selección tiene algo que ver con el cariño?
No, la verdad que no. Hay cariño, sin duda. No podía no estar Levrero, no estar Marosa, porque yo ya había arrancado por ahí. No estoy seguro si se murieron antes que los otros. A medida que iba pasando el tiempo y este proyecto incluía revisitar estos materiales cuando ellos no estuvieran vivos, a medida que iban desapareciendo figuras importantes, yo, motivado también y dolorido, iba a buscar esos materiales y empezaba ya a dialogar con ellos. Entonces, en el comienzo fueron los primeros textos que empecé, ya hace años, a redondear o a pensar en ellos. Sin escribir. A pensar, a recordar cosas, a anotar cosas que me iba a olvidar con el tiempo.
No fue el cariño. La selección fue un balance. No todos músicos, no todos escritores, hombres y mujeres. No sé si volvería a hacer esto, aunque tenga muchas más entrevistas, aunque el libro sea un éxito. No sé si haría una segunda parte. Es como un experimento que elegí. Que no fuera un libro gordo, que fuera más bien liviano de peso físico, pero con muchas desviaciones y un tamaño de libro que a mí me gusta. No sabía cuántas entrevistas iban, yo manejé más. Tenía más cosas para poner, pero cuando vi cómo venía de cantidad, de cómo se desarrollaba cada texto, más allá de la entrevista, lo que yo agregaba y lo que iba pasando, llegó un momento en que dije, "voy a parar acá". Pero no, yo creo que es la importancia de esas personas y el abanico amplio que brinda el estar todos juntos.
Sabemos que por esencia estas entrevistas son irrepetibles, pero si tuvieras que repetir, volver a estar en una, ¿en cuál sería?
Repetiría todas, la verdad que repetiría todas. Ojalá estuvieran vivos y pudiera acumular más material para cuando dentro de un tiempo no estuvieran y hacer un libro. No sé, por ahí después de lo que dije antes podés pensar en Levrero, porque era amigo y lo extraño. Está bien, pero con él viví muchas más experiencias que con los demás. Podría escribir un libro de todo lo que viví con Levrero y de todas las cosas que me pasaron y los momentos delirantes que viví con él. De hecho, traté de ser bastante equilibrado en el espacio que le daba a cada uno, pero con algunos de ellos podría haber contado muchas más cosas. Yo pasaba a buscar a Levrero en una camioneta que tenía e íbamos a comprar libros usados, y era una locura, solo ese capítulo podría ser un libro.
Leyendo el libro encuentro varias ironías. Una de ellas, es que empieza con una entrevista que es fuera del estudio de radio, ¿por qué esa decisión?
No, la decisión no era mía. Levrero, según sus palabras, no concedió nunca ninguna otra entrevista de radio. No había concedido ninguna hasta el momento en que yo fui. Él dice, en un momento, “hasta ahora nadie ha venido a hacerme una entrevista porque logré espantarlos a todos, contigo no pude”. Me puso muchas condiciones, “a la radio no voy, de noche no”. Me confesó que había escuchado el programa, sabía quién era yo porque lo había escuchado una vez de noche. Una vez dando vueltas habían escuchado y le había llamado la atención algunas músicas y algunos comentarios. Después, le llamo la atención que yo fuera el mismo que él había conocido en otras circunstancias, por un mail que nos conectó, en fin. Me la complicó mucho hasta que al final, creo que es un sábado de mañana que voy un día al Centro, voy. Él la pasó mal. Desde que abrió la puerta pasó muchos nervios, sudaba, se levantaba cada dos minutos a tomar agua, venía. Yo sentía que lo estaba recontra incomodando. Es la única entrevista de Planetario que no hice adentro del estudio.
Porque, aparte, a mí me interesan las cosas en vivo. Es la única entrevista que no fue emitida en vivo, no pasó en el momento. La emití tal cual, era un falso vivo porque yo no edité el material, solo por eso.
En definitiva, la gente que vos elegís son escritores, músicos y un fotógrafo, y esas son cosas vos hacés o has hecho, ¿es más fácil entrevistar a alguien con quien compartís oficio?
No. Bueno, quizá sí, pero nunca lo viví así. Por ahí nunca pensé “estoy entrevistando a un escritor y yo soy escritor”. Quizá, puedo hacer algunos comentarios porque conozco algunos dilemas del oficio, ponele. Yo creo, a lo mejor lo que digo ahora no es así, que no hablaba de mí mucho en el programa. Yo, por ejemplo, en el momento en que estaba en Planetario tenía una banda y tocaba, y nunca pasé música mía, ni se habló, y nadie sabía que yo hacía eso. Tampoco que era fotógrafo. Que escribía libros, sí, pero de hecho nadie me daba mucha bola como escritor en ese momento. Muy pocas cosas.
No recuerdo haberle dicho, por lo menos al aire, a Testoni, “yo también hice fotografía”. En la entrevista no aparece, no lo decía. No sé si es más fácil. Te diría que, en parte, uno puede pensar que tiene más elementos para, eventualmente, mantener una conversación o derivar hacia otros lugares, o cuando Testoni nombra marcas de cámaras fotográficas de los años ´40 yo las conocía o tenía referencia. Pero, por otro lado, no saber de qué se trata al que entrevistás es también mucho más fácil porque es todo preguntas. Si vos hacés cetrería, o tauromaquia, o soplado de vidrio, tengo ya mil preguntas para hacerte.
En Planetario han llorado varios entrevistados, entre ellos puedo mencionar Jaime Roos, Juana Molina, ¿por qué pensás que pasaba eso?
Cuando decimos "llorado", decimos emocionarse. Sí, mucha gente. Lágrima Ríos se emocionó y yo no lo digo ahí, no venía a cuento, pero emocionarse mucha gente. Me parece que es eso, solamente. Yo no lo puedo referenciar porque yo lloro casi todos los días de mi vida. A veces hablando con un amigo, a veces solo, a veces mirando por la ventana, y no necesariamente por cosas que están pasando en el momento que me afectan y en ese momento se me cae una lagrima, no. Pienso y muchas veces me emociono, no siempre es tristeza, no siempre es desapego, no siempre es alegría, no siempre es “qué suerte que tengo que me baño con agua caliente cuando quiero y toda la gente que veo por la ventana no”, o cuando me cruzo con gente que vive en la calle que me conoce y la saludo. Me conocen porque establecí un vínculo con ellos acá en el barrio o fuera del barrio y no porque soy el de Planetario. Muchas veces tengo la sensación esa y no tengo ningún filtro para llorar.
Creo que cuando vos estás en el presente activado y viviendo en relación con el entorno, la rareza es que no lloren todos. Para mí la rareza es que no llore todo el mundo. Si salís a la calle y no te ponés tapa ojos, si no vas concentrado en tu mundo y aislándote de todo, cómo no vas a llorar. Hay gente comiendo del contenedor, gente durmiendo en la calle, motivos hay. Después, está que logres estar tan en eso como para que la vida siga e ignores eso, incluso pienso que se ignora en demasía. No me parece tan raro de gente que habla de su experiencia como creador. A lo mejor una pregunta que no es contestada les desata recordar cuánto les costó hacer tal cosa. No me parece raro que se emocionaran, de hecho, no me parece nada raro.
¿Cuál es la historia detrás de la única foto que hay de Planetario? Que, de hecho, es la portada.
En ese momento no había redes, los teléfonos no tenían cámara. No teníamos una cámara todo el tiempo, no había un exceso de cosas. Si bien la radio hacía publicidad con sus locutores, con sus directores de programas o con los periodistas que tenían programa, era por ahí una foto medio oficial. En la radio entrabas y había una foto de los cabezas de cada programa. Estaba Figares, Cotelo, Ricardo Piñeyrúa. Estaban en una foto en el hall en un momento, pero era una foto. La radio no hacía publicidad con la cara de su gente, como después se impuso y ahora es.
Primero, eso. Segundo, que a mí no me interesaba, no me gustaba que fueran los oyentes que a veces te piden para ir, iba a perder la magia. Después que vas ahí ya no vas a escuchar el programa igual, porque este loco no está hablando concentrado solo, está hablando concentrado solo y está haciendo gestos para que vengan a buscar un disco que se le acaba de ocurrir que quiere poner. Yo era un pulpo loco, aunque estuviera hablando calmado. No me interesaba eso.
La radio empezó a mostrar por una camarita, fueron los primeros intentos de mostrar por internet, y yo tapaba la cámara. A ellos les parecía que estaba mal. Yo hacía historias como que me tomaron la cámara, que un hacker tomó la cámara, y ponía delante de la cámara fotos o macacos y no se veía nunca Planetario. Un poco todo eso, sumado a que no estaba la cámara ahí con nosotros.
Es verdad que ya había cámaras digitales en un momento y que se acostumbraba a veces a que la gente se sacara fotos con el entrevistado. Un poco de cholulo, como sigue sucediendo, y un poco porque también es un momento re lindo. Uno se encuentra con alguien que admira y recordarlo con una foto, decirles a los amigos, yo lo entiendo, pero a mí me da tanta vergüenza que siempre esquivaba eso. Me daba cosita. No tengo fotos con Levrero, no tengo fotos con ninguno de ellos. Me arrepiento un poco, sí, pero era así.
Un día una amiga mía, Andrea Néstoras, me dijo que estaba estudiando en el FotoClub y que le pidieron hacer un fotorreportaje. Se le ocurrió ir a sacarme fotos a la radio y le dije no. Me insistió con que no iba a aparecer en ningún lado, que era para ella. Le dije que sí, pero que no prendiera las luces y sin flash. Fue con un rollo y lo sacó entero. Aquella noche el invitado era Antonio Birabent. Me acuerdo claramente por conversaciones que se generaron después del programa entre todos nosotros y ella estaba con el trípode ahí sacando fotos.
Al tiempo reveló esta, me regaló una copia y yo la guardé. Ya después que dejé el programa y parecía más evidente que iba a aparecer este libro, después del programa y ya con la gente desaparecida físicamente, esta es la única foto que hay de Planetario. La busqué y la encontré. Cuando finalmente iba a salir el libro me comuniqué con Andrea y le pregunté si tendría el rollo. Me dijo que no, ni se acordaba de la foto, o sea que menos mal que me la regaló y menos mal que la tenía. De hecho, si vamos a fantasear con la idea de que a mí se me ocurriera hacer otro libro parecido, no hay otra foto. Buenas razones para que se compren este.
Esto ya te lo he comentado, pero me parece que ahí aparece otra ironía. Sabiendo que estabas armando un proyecto, quizá a nivel inconsciente, pero quizá consiente, para inmortalizar gente que en su momento ya creías grande, y encima habiendo estudiado fotografía en Bellas Artes, nunca sacaste vos mismo una foto de todo eso.
No.
¿Por qué?
No sé, la verdad que no sé. Sí me di cuenta que estaba conectado con el origen de la preocupación por el registro y con la desaparición de mi hermana como un mojón importante, pero bueno, también van desapareciendo amigos, padres de amigos, las mascotas. Creo que después, en lo que usé la fotografía, fue para registrar gente conocida y no conocida, sobre todo sin que se dieran cuenta.
Me gusta mucho robar fotos, por así decirlo, y no soy de la selfie de hoy en día. Tampoco soy de yo incluido en la fotografía. Por lo tanto, no iba a tener una cámara ahí para sacarle a ellos porque me iban a decir “bueno, nos sacamos una juntos”. Ahí ya iba a perder el control de la máquina, porque no era mi foto y, a la vez, ya te digo, el pudor de no querer fotografiarme con ellos a pesar de que me encantaría haber tenido registro de toda la gente que conocí, maravillosa, gracias al periodismo.
¿Quién eras cuando eras el de la portada?
Era bastante parecido a como soy ahora. Planetario cumplió una función increíble en mi vida, que fue la función del embudo. Lo que primero también cumplió el periodismo, cuando tuve que elegir qué estudiar y mis padres me dieron total libertad y me aconsejaron a que estudiara lo que quería, lo que me gustara, lo que me atraía, más allá de si eso me iba a dar dinero o no, e intuían que no me lo iba a dar y, obviamente, tenían razón.
Sabían que yo me iba a inclinar por las cosas que me incliné. Entonces, no solamente no se opusieron, sino que hicieron esfuerzos como comprarme una computadora y, primero, una máquina de escribir. Me acuerdo de la explicación que le di a mis padres de por qué iba a estudiar periodismo. Era porque, en ese entonces, me interesaba la música, hacía teatro, hacía deporte, de repente leía, y salía con esto del periodismo. Mi explicación fue que el periodismo iba a estar bueno porque si hacía periodismo iba a poder estar cerca de todo lo que me gustaba, del teatro, de la política, de la música, de los actores que hacen estas cosas. Entonces, era una manera de no estar tan lejos y de seguir afinando la puntería de ver si sigo teatro, o me dedico al cine, o a la fotografía. Yo ya estaba en todas las cosas a la vez.
Planetario, en ese sentido, es el embudo perfecto. Ya no trabajaba para un medio, si bien Planetario fue en El Espectador, yo era el responsable de Planetario y no tenía que dar ninguna cuenta de nada. El Espectador no sabía qué iba a haber, no intervenía, no le hubiera permitido intervenir. Ahí tenía el embudo en mis manos y lo podía poner en la dirección que quería.
El embudo que yo siempre me imaginé es el embudo que mirás por el agujero chiquito y amplificás, no el embudo que nos sirve para envasar cosas y que es muy útil. Ese no me interesaba en mi vida. A mí me interesaba del otro lado. O sea, como usar unos prismáticos al revés. Yo quería amplificar, ampliar la mirada, no estrecharla. En ese sentido, Planetario fue como más específico que el periodismo. Era periodismo, pero con una libertad total y todo el control era mío.
Yo soy ese, el de Planetario, bastante parecido. Una cosa que me costó mucho aceptar, por el tema de la culpa, era que para mí era increíble estar toda la mañana y la tarde leyendo porque iba a entrevistar a Marosa. Leyendo todo lo que no había leído o que ya venía leyendo desde hacía tiempo, y pensando, o irme a tomar un café a las 4 de la tarde, a un bar cualquiera, para seguir pensando. O tomarme el tren. A veces, si tenía que leer y precisaba un tiempo de concentración, me iba a la estación de tren del Centro. Me tomaba el tren a 25 de Agosto, que demoraba 2 horas, me bajaba y me tomaba el de vuelta, y tenía 4 horas para leer en un tren. Agarré los últimos trenes preparando Planetario. Me sentía con culpa porque hacía lo que quería, nadie sabía dónde estaba.
Sigo siendo el mismo y gracias a Planetario, en el sentido de que el tiempo lo utilizo para hacer lo que quiero hacer, que es mi trabajo. Mi trabajo es hacer lo que quiero hacer y me parezco mucho, la verdad, solo que la diferencia está en que no tengo que ir a ningún lado. Nunca fui a Planetario sin ganas, nunca, siempre fui muy feliz yendo a ese trabajo y a todos mis trabajos. Siempre fui con ganas y, si no, he renunciado por ello. Pero es re lindo eso. Sin embargo, era bastante duro el regreso. Cuando terminaba el programa, más las llamadas de la gente, y yo que soy muy dramático, era todo muy encantador, todo muy intenso. Terminaba el programa y a la 1 de la mañana la gente apagaría la radio y se metería en la cama, o ya estaba en la cama. El no cenar con gente durante 8 años, no ver amigos durante 8 años, llegar a los cumpleaños cuando ya había terminado técnicamente el día para el del cumpleaños, llegar a la 1 de la mañana a todos lados, el viernes salir del Centro a la una de la mañana y pegar el regreso a tu casa.
Lo recuerdo como un momento solitario y es una parte del sacrificio. De hecho, creo que lo que tiene la radio de noche, que es el mejor horario, es un contrapeso bastante fuerte que es que estás un poco aislado a pesar de que estás conectado con miles de personas. Yo recuerdo claramente cuando renuncié a la radio, la primera cena que sucedió en este lugar en que estamos hablando. Fue una alegría enorme. Me pondría a llorar ahora mismo. Fue con amigos, cena con amigos. Te aclaro porque yo cenaba solo, muchas veces, era de cocinarme incluso cuando llegaba porque era una manera de extender el horario. No podés apagar el switch a las 12 de la noche cuando termina el programa. Aparte que tenés que programar cosas para el otro día, dejar cosas planteadas, venís de una actividad. Imaginate que se va Marosa y terminó el día, que tenes que ir a dormir, imposible.
En Planetario, por ejemplo en la entrevista con Carlevaro, eran de conectar llamadas telefónicas al aire. Cualquier productor de radio sabe que esa espontaneidad es bárbara si todo sale bien, pero puede ser caótica si todo sale mal. Alguien se puede desubicar, o puede no querer cortar y te saca tiempo al aire, o lo que sea. ¿Cómo hacían para manejar eso?
Yo creo que la gente que te escucha y que llama está en correlación con lo que vos hacés. En Planetario nunca nadie, que yo recuerde, se desubicó o dijo un disparate al aire y, si alguna vez sucedió, es de esas personas que llaman para decir un disparate para cualquier lado, no específicamente, ni con la gente que estaba ahí, ni conmigo. No lo recuerdo. Puede pasar. En la noche hay mucha gente muy especial. Pasaba más, a lo mejor, que te dejaran un mensaje medio zarpado, pero se daban cuenta que no tenían espacio al aire porque para mí era muy fácil, si se produce al aire una cosa de una llamada inesperada. La puesta mía hacía eso también, que pase algo, ahí tenías que lidiar con eso y lidiaba.
Para empezar, podés cortar el teléfono. Podía hacer eso, aunque nunca tuve necesidad. De hecho, en Planetario sacaba llamadas al aire sin filtro, no era que la productora decía, “qué vas a decir”. Ni loco, esas llamadas que aparecen son tal cual. De hecho, se producen cosas increíbles gracias a eso. Había días en el mes en el que había un espacio que se promocionaba durante la semana, “este viernes en Planetario los adultos son de palo”, y los niños empezaban a llamar a las 8, una hora antes de que empezara el programa. Lo que había era niños hablando durante 2 horas y media en un programa que era para adultos. Los niños lo escuchaban con sus padres y hablaban de cualquier cosa. Eran los programas más disfrutables, sin duda, y más inquietantes porque los niños sí que te salían con cualquier cosa.
Eso era también Planetario, la puesta por lo vivo. Creo que eso era una característica. No solamente no me preocupaba, sino que no sé por qué no se generaba eso. También los tiempos actuales son mucho más zarpados en eso, porque la gente se acostumbró, sin dar la cara, a lo que antes era por teléfono, ahora en las redes, a decir cualquiera. Es de un grado de agresividad sin sentido y de atrevimiento sin sentido, que por ahí tu pregunta tiene sentido ahora, pero no era así antes, o por lo menos no había esa impunidad para decir cualquier cosa.
Tengo una pregunta específica sobre la edición del texto. Hay un momento en que aparece Testoni diciendo “formaban parte de mis herramientas, forman parte de mis herramientas”. Está hablando sobre sus cámaras de fotos. Esas repeticiones, que son en realidad típicas de la oralidad, se ven a lo largo de todo el libro. ¿Por qué esa decisión?
Ya que la gente no va a escuchar de nuevo la entrevista, me parecía justo que todo lo que se dijera estuviera ahí. Si había mucha repetición, o alguien se trancaba, en ese momento sí hay una edición. Pasar al formato escrito a alguien que dice “pará, pará, pará”, no tiene mucho sentido. Para la oralidad me interesaba que estuviera porque es cómo la gente habla. Estamos hablando de la voz, que no la estamos escuchando. La estamos tratando de respetar haciendo la traducción a lo escrito. La decisión fue esa, ser lo más honesto, que el texto se escuchara como si estuvieras escuchando la radio. Yo quise hacer eso y lo mantuve así.
Una cosa que te voy a contar, que no se sabe del texto, es que en todas esas entrevistas hay muchos momentos de risa. Con el Príncipe, muchos, Levrero se reía mucho, Marosa se reía mucho, Carlevaro se rio mucho. No de risa, solamente, de carcajada por humor, sino la risa que se escucha de que la está pasando bien. O Lágrima diciendo, “pero qué lindo que la estoy pasando, pero qué…” y jua, jua, jua. O chistes. Hay chistes que no están muy explícitos porque no se escucha la risa.
Hay una primera versión del libro en que yo puse entre paréntesis la cantidad de veces que había risa, porque me impresionaba la cantidad de risas que había. En un momento se me ocurrió, lo que es una locura, que solamente aparecieran como promoción, o en el propio libro con un código QR, solamente la risa de la gente hablando, no entrevistando. La risa de Levrero, la risa de Marosa, la carcajada del Príncipe. Me gustó ver el texto sin las risas, pero están. Espero que en algún momento alguien se sonría leyendo el libro. Después, lo demás traté de que fuera totalmente periodístico.
Me has contado, en otras instancias, que mucha gente te pregunta cuándo va a volver Planetario, incluso te han llegado a hablar de podcast. ¿Por qué no podría volver Planetario?
La explicación está en la línea final del libro, así que no la voy a decir acá porque, si bien ese que aparece en la tapa es muy parecido a mí, no soy yo. Entonces, si hago un programa en la radio nocturno (porque debería ser nocturno), en el mismo horario, y no se llama Planetario, no va a ser Planetario. Pero si se llama Planetario, tampoco va a ser Planetario.
Para empezar, yo no haría lo mismo. En nada hago lo mismo, no me repetiría. De hecho, Planetario perdió gente por sus cambios a lo largo de las temporadas, o ganó gente a la que no le gustaba Planetario hasta que un día le empezó a gustar porque pasó algo que le gustó y se permitió. Echaba gente también. No había programas así de noche. No estoy diciendo “qué programa bueno”, pero no había otro igual. No, no había programas así en la noche, de entrevistas largas, o de las cosas que pasaban.
Esta es una parte ínfima de Planetario. Creo que sí, que la gente que escuchaba Planetario, sin duda, recuerda las entrevistas y es que eran un punto importante, porque a mí es un género que me encanta y que realmente trabajaba mucho para eso. Creo que, de alguna manera, en el balance se notaba que eso funcionaba. Pero no todos los días había entrevista larga de este tipo, y había un montón de cosas más, que para mí eso es más Planetario que esto que estamos viendo. Esta es una parte muy importante y es un proyecto que nace en aquel entonces, y también es una reivindicación de algo que en aquel momento pasaba, y hoy en día ni que hablemos, que un programa nocturno no era un programa periodístico.
La idea de un programa nocturno era un programa de entretenimiento. O sea, no se consideraba, no se pensaba, el periodismo estaba de mañana y de tarde a primera hora. Y de tarde, a última hora, el periodismo de agro y de fútbol, deportes, pero el periodismo de noche no.
Hay una cosa que es real, también. Vos tenías que mover a las diez de la noche al Centro a un invitado que, a veces, no estaban las condiciones dadas para que fuera manejando en un auto o había gente que vivía lejos. Eso era una cosa que hubo que conquistar, también, que los invitados quisieran ir en ese horario a pesar de la incomodidad.
Para hacer esta entrevista me interesó honrar un par de cosas que vos hacías en Planetario. En ese sentido, una de las personas a las que se le dio este libro fue a Felipe Reyes, que tiene una pregunta para ti.
“Hola, querido Alejandro. Desde Costa Azul aquí en la Rambla, con Cinto que es amigo de Cecilia y es un perro, con Barrilete Cósmico, esta mañana queremos saber cómo estuvo la vez que se encontraron Tilo y Cecilia, Cecilia y Tilo. Para eso, tenés que hacer una breve introducción de estos últimos. Te mandamos un beso y la pregunta es, ¿cómo fue el día que se encontraron tu gata con mi hija? Fue un gran día, eso digo yo”.
Es pertinente la aparición de Felipe porque en el momento en que empecé Planetario, recuerdo dos personas que trabajaban en la radio por ahí, que aparecieron para ver quién era este loco. Incluso, que Felipe me ofreció cosas, lo recuerdo. Así lo conocí a Felipe. Después ya sería el Felipe de La Ronda para mí y asistiría al boliche, pero él estaba en la radio y trabajaba en una agencia de publicidad, estaba al frente de una campaña de una marca de cigarrillos. Yo lo recuerdo claramente atrás de los vidrios que separaban el estudio con el operador y él estar ahí, haciendo gestos como “me está gustando este programa que acaba de empezar y tengo discos, te los puedo pasar”. Lo recuerdo a él y también recuerdo a Nicolás Fervenza, que estaba en la radio.
Felipe tiene a su hija Cecilia que tiene 3 años, creo. Yo tengo una gata, que tiene 3 años y medio y es muy importante porque es mi compañía, la cuido, y porque tuve muchos animales a lo largo de toda mi vida. Viví con muchos animales a la vez, con muchos, llegué a vivir con 70 u 80 en condiciones que eran favorables. Hace unos años que estaba sin mascota, o sin compañía animal. Para mí son muy importantes y decidí embarcarme en el mundo de los gatos, del que no conocía mucho porque de niño mi padre tenía aves, entonces los gatos siempre estuvieron muy en la frontera polémica y no tenía mucha experiencia. Conocer algunos gatos fue ir creciendo y darme cuenta de que la vida no se trata de perros o gatos. No soy de este cuadro o de este otro y todo lo demás no existe.
Me embarqué con Tilo. Es una gata, se llama Tilo, pero es una gata. Hace poco me di cuenta que Tilo nunca había conocido a un animal de su tamaño o de su edad, nunca había visto niños, ni niñas. Se me ocurrió como buena idea que conociera a Félix, al hijo de Fede, que es un amigo también, de Fede y Lucía. Estuvimos a punto, pero no se dio. En ese momento apareció Felipe con Cecilia un día y me dijo, “un día te voy a visitar con Cecilia”, y dije que buenísimo porque quiero que mi gata la conozca. Y fue un encontronazo. Cecilia se comportó como una crá, tiene experiencia con gatos. Primero, la invitó a jugar. La gata se interesó y después la ignoró. Y después la gata se puso muy nerviosa porque Cecilia ocupó su espacio en el piso, sus juguetes, hizo un desparramo de lápices de colores que ella no tiene permitido hacer y se volvió una situación tensa.
Yo pensé que eso había terminado ahí, pero no terminó ahí. La dosis de niñez le generó un estrés porque a los dos días estaba toda lastimada, se había auto lastimado. Era un típico caso, aparentemente según los especialistas, de estrés, de estrés mezclado con celos y de quién viene a ocupar mi lugar. Quizá, el desarrollo social de mi gata esté pasando por un momento de conflicto y debamos hacer algo para integrarla al mundo. O sino abrirle redes.
Fue lindísimo. Yo le dije a Felipe, apenas se fueron, que hay que hacer una segunda dosis para la gata y la verdad que la segunda dosis se alargó un poco en el tiempo, pero fue muy divertido verlos a los dos. No es lo mismo tener un hijo que tener un gato, pero lo que sí es cierto que la posibilidad de alguien que tiene menos posibilidades de independencia y que es mamífero es, creo yo, la misma. No creo que haya que cuidar más a un hijo que a un gato, en el caso que seas responsable por un hijo y por un gato, así que fue un lindo momento. Estamos viviendo con las consecuencias, pero así tiene que ser. La pregunta sería ahora, ¿qué le paso a Cecilia? Pero eso para cuando entrevistes a Felipe, que ya lo entrevistaste.
Alejandro, la segunda forma en que voy a honrar a Planetario es haciéndote preguntas que le hiciste vos a los entrevistados, que aparecen en el libro. Vamos a empezar en orden, con Levrero. ¿Qué fue lo último que soñaste?
Hoy me desperté a las 7 de la mañana y arranqué el día normal, pero a las 9:30 me vino como un cansancio y me tiré en la cama, así nomás, ni siquiera abrigado, y me quedé dormido por unos minutos. Soñé algo que fue súper delirante. No es el típico sueño de una noche. Es un sueño como de una caída de ojos y me desperté pensando que se había subido a la cama Tilo y tampoco era eso. Era parte del sueño. Era así, en parte me acuerdo, yo iba a comprar ropa, una cosa que no suelo hacer mucho, voy cuando necesito. En el sueño iba a comprar ropa a un lugar donde siempre voy a comprar ropa. Era algo así como, en vez de una librería, un lugar de ropa. Yo iba y el lugar era muy grande, entraba y me conocían porque yo siempre iba ahí, me iba como para el fondo en el sector de ropa, pero en el camino encontraba una especie de estructura que parecía como de goma, eran como flores, como si te dijera imágenes como de goma, como una especie de objetos redondos, o casi redondos, que estaban impresos con distintos tipos de flores, y que esas flores supuestamente se abrían y se generaba como una maceta.
Entonces, eran como unas macetas plegadas, pero que cuando las abrías eran macetas de goma y que tenían flores dibujadas, muy bien impresas. Por algún motivo, yo llenaba todo eso de agua para probarlo e iba a buscar la ropa, pero de repente giraba y veía que una de las empleadas veía que estaba todo destrozado ese sector, porque no llevaban agua, no eran macetas como yo había creído. Empezaba a hablar con otras empleadas de ese lugar que no era tan grande como un shopping, pero tenía como una dinámica de shopping. Muchos empleados, gente circulando entre objetos que se compraban y la ropa en el fondo. Miraban como diciendo, "quién hizo esto" y era un desastre porque eran un montón de objetos que habían sido estropeados porque alguien los había puesto en uso, con un uso que no era, que era yo. Me ponía muy nervioso porque iban a mirar en las cámaras e iban a ver que el nabo era yo. Me ponía muy nervioso y me iba a probar ropa.
En realidad, yo llevaba ropa para cambiar, era como cuando llevo libros a canjear. A su vez, yo no las reconocía como cosas que me hubiera comprado yo y me daban solo 400 pesos. Ahí pensaba, "será que tengo una deuda acá" y seguía viendo que la mujer de los objetos estropeados por mí seguía preguntándole a otras personas del local, a otros empleados, si alguien había visto quién lo había hecho. Yo decidía irme porque prefería perder 400 pesos que quedar en evidencia por algo que no sabía tampoco por qué lo había hecho.
Después decía, “voy a ir y voy a decir fui yo” y que no sé de dónde saqué el agua, ni cómo hice eso, y me iban a querer cobrar un montón de plata porque yo sospechaba que eso salía muchísimo dinero y yo no tenía plata. Ahí me desperté angustiado por el dilema ético de “doy a conocer la estupidez que hice y pago lo que haya que pagar, o me voy de este lugar que parece muy trucho y que me cotizan la ropa a 400 pesos estas dos prendas”. Era todo un dilema. Me desperté muy angustiado y habían pasado 20 minutos desde que me había dormido.
¿Qué es lo malo de la notoriedad?
No sé, nunca fui muy notorio. No te sabría decir. No considero que tenga notoriedad. El momento de más gente pendiente de lo que yo hacía era la radio, un programa que no se conocía mi cara y que yo no veía a nadie. Tengo amigos que tienen notoriedad y tampoco podría contestar esa pregunta. Aunque la intuyo, no podría contestarla. No tuve lo que puede considerarse notoriedad, creo yo.
¿Ni siquiera fantaseaste con la posibilidad de que se te tiraran arriba para sacarte la ropa?
No, así expresado de esa manera te diría que trataría de evitarlo.
¿Fantasear?
No, que me pasara eso, que la gente que se me tirara arriba para sacarme la ropa. Así como lo planteás parecería que son más de una persona y que no las conozco. No me resulta muy atractivo.
¿Un escritor tiene que apoyarse en la inteligencia o debe ponderar otros caminos que no se recuesten tanto en lo intelectual?
Para contestar eso habría que, primero, asumir que uno puede definir qué es inteligencia y vincularse a ello desde un lugar que me incluyera como alguien que es inteligente. Yo considero que tengo algunas facetas de inteligencia, por ejemplo, no quiero entrar en los estamentos de los tipos de inteligencia, pero creo que en algunas cosas me desempeño bien porque crecí bien, porque crecí querido y queriendo y eso te ayuda mucho.
Pero también habría que detenerse en la palabra intelectual. Para mí un intelectual no es alguien que tiene conocimientos o que es culto, sino que está muy preocupado por todos los conocimientos que tiene y, sobre todo, los que no tiene. Pretende adquirirlos o manejarlos, o hablar con gente que lo tiene, porque le interesa la actividad humana. Para mí el intelectual es aquel que, cualquiera sea su labor, centra su interés en una repercusión en los demás. Una repercusión saludable de los demás y el interés en los que están alrededor, los amigos, la familia, los vecinos, pero incluso los desconocidos, cómo incide o cómo puede incidir su actividad o su pensamiento en el bienestar de los demás. Ese es un intelectual. En ese sentido, un intelectual puede ser una persona que tenga un trabajo social y que, a lo mejor, no tenga tanto conocimiento de data o estadística o de especialización en nada y sí un buen approach con la especie humana.
En ese sentido, la intelectualidad que percibo es la preocupación por los demás. Creo que es inevitable para un periodista eso y para un escritor también, porque si bien yo puedo escribir aparentemente solo, metido en mi cascarón, no puedo hacerlo sin toda la experiencia previa de estar inmerso en una casa, en un barrio, en una ciudad, en un país, en un mundo.
Así que la pregunta no creo que te la pueda contestar a no ser diciéndote todas estas cosas, que hacen más que nada referencia a los términos de la pregunta de si puedo ser una persona inteligente e intelectualmente comprometida a través de mi trabajo.
Hace un ratito me hablabas de tu infancia, que creciste querido y queriendo, y hay una persona que conocés mucho, Leandro Delgado, que te quiere hacer una pregunta al respecto.
“Hola Federica y Alejandro. La pregunta que se me ocurre es muy sencilla, ¿qué pensabas ser cuando eras niño? ¿Qué pensabas ser de niño, cuando fueras grande? Y otra pregunta relacionada, que tiene que ver con la anterior, es ¿lo que pensabas ser de niño cuando fueras grande se parece a lo que hacés hoy de grande? Esa es un poco la pregunta. Un saludo para Federica y un abrazo Alejandro”.
Cuando era niño pensaba ser inventor. Giro Sintornillos era como mi ídolo, era un inventor práctico. Quería solucionar. Si se rompía el calefón, inventar un sistema con el que me pudiera bañar. No específicamente el ejemplo este, pero básicamente sí, era un inventor que tenía algo de químico, de ingeniero, y mucho que hacer con las manos. Paralelamente, eso era de chico, no quería ser grande.
No pensaba en términos de crecer, pero sí en términos de que en el camino del crecimiento pudiera ir definiendo una actividad que me tuviera siempre en ese lugar, como de inventor, no el de traer soluciones, sino solucionar eventuales problemas o generar algún tipo de artefacto para problemas que por ahí no existían, pero que yo me los inventaba para poder generar el artefacto. Durante muchos años, te diría que entre mis 7 años y mis 12 años, estuve muy enloquecido con la química y haciendo experimentos. Debo haber pasado 2 años queriendo inventar un color, una de las cosas más ridículas que se puede intentar hacer porque es imposible. Me costó mucho darme cuenta que, por más que mezclara plantas, pedazos de cosas, moliera, quemara, prendiera, pasara bajo ciertas circunstancias líquidos, temperatura, todo, no iba a inventar un color. Todos los colores que surgían de eso ya existían. Esto te pinta un poco qué quería ser de grande.
Ahora, de grande, me doy cuenta que también quería ser escritor, entendiendo por escritor alguien que está rodeado de libros y que básicamente es un lector. Que cada tanto escribe, pero también tiene muchas cosas alrededor. Alguien en un buen sillón, en una buena habitación, con buena luz, ventana, un jardincito. Consumiendo cosas que le gustaban y eventualmente produciendo cosas.
Dicho esto, creo que lo que me imaginé que no tenía una forma precisa es lo que hago ahora, así que me siento muy dichoso. Me siento muy alineado con quién era y con quién soy. Ahora que soy grande, también me doy cuenta que no soy un niño, no soy aniñado, no tengo comportamientos infantiles, pero sigo pensando en términos bastante parecidos a aquellos, en relación al tiempo. Los experimentos, la invención, el juego, tengo muy presente las inquietudes de aquel niño y las ganas de aquel niño, por ejemplo, de no dormir la siesta porque se perdía tiempo de estar haciendo cosas. En eso sigo siendo igual, en un punto. La verdad que ahora que contesto esto pienso que debería ser una persona muy satisfecha y lo soy. Estoy muy contento con parecerme mucho a lo que quería, a lo que imaginaba que quería parecerme. Puede sonar un poco autoindulgente, pero la verdad es que no, estoy contento conmigo.
¿Sos todo lo que dicen que sos?
No.
¿Qué dicen que sos?
No sé, pero la respuesta debe ser "no" porque no me decís qué dicen ni quiénes lo dicen. Te digo no. Sin duda, no. No están en condiciones de saberlo.
De todo esto que me decís, ¿qué cuota tiene de “esto es muy Alejandro”?
Supongo que cualquier persona que te conoce dice, “esta es Federica en su mejor versión” o “esta es Federica cuando se enoja”. Todos tenemos, de la gente que nos conoce, como túnicas que nos ponen. O sea, cría fama y échate a dormir. Si siempre hiciste esto, cuando no lo hacés están esperando que lo hagas. Yo creo que, a la vez de que soy bastante transparente, también hay un montón de cosas que no es porque las oculte, sino que no hay forma de que las sepa la gente, ni siquiera gente muy cercana. Me parece que es una condición también de las personas que trabajan con la imaginación y que están en el mundo que podemos llamar del arte o de la creación. Me gusta más la palabra “creación”.
Ni yo sé. Yo no me conozco tanto. Mejor dicho, me conoceré muchísimo, pero hay un montón de cosas que no sé de mí y quiero saberlas. Otras que, quizá, las intuyo y no quiero saberlas. No sé, uno es un bicho, en parte, extraño para uno mismo. No digo que pueda conocer a otra persona más que a mí, pero sí hay muchas personas que conocen más a gente ajena que a sí misma y no tengo por qué pensar que soy mucho mejor y que he logrado conocerme tanto.
Me parece re difícil y encantador ese misterio de quién soy. Es un lugar común, que a todos nos ha pasado, que uno fantasea con qué pasa si me dan un millón de dólares, pero uno no fantasea con qué pasa si me sucede esta desgracia o esta buenaventura. Cuando te pasa, decís, “wow, nunca me imaginé que iba a reaccionar así”. No nos conocemos. La forma de conocernos es experimentar todas las posibilidades que nos va a dar una vida y, si bien eso lo vas a hacer sí o sí, aunque no quieras, vas a tener que experimentar todo lo que te da tu vida, no creo que salves la prueba siempre. Ni que siempre actúes como se esperaba que vos actuaras. Así que todo lo que dicen de mí debe tener un grado de certeza limitado. Me refiero a las cosas malas y a las cosas buenas. Por otro lado, ¿quién diría cosas malas de mí?
¿Encontraste tu lugar en el mundo?
Sí, sin dudas.
¿No vas a decir dónde es?
Donde están mis amigos y la gente que quiero es mi lugar en el mundo.
¿Cuál es la razón por la que no viajas más?
Dinero y tiempo.
¿Y Tilo?
Si tuviera dinero me llevo a Tilo. El tiempo no lo tengo porque me lo gasto en tratar de hacer lo que me gusta y, de paso, hacer algún dinero para poder estar alimentado y abrigado mientras hago lo que me gusta, pero no me da para viajar.
¿Está ligada la literatura de forma inevitable con lo no rentable?
No está ligada de forma inevitable con lo no rentable, pero me parece que la mayoría de los casos de literatura con rentabilidad están dados con literatura que, por ahí, no es la que más me gusta a mí, ni es la que intento hacer, lo logre o no. Si está ligada, en esos casos, es con gente que ya se murió, o con gente que fue realmente muy afortunada. Esto no quiero que suene vanidoso, como diciendo “ah, no tengo un mango, me dedico la literatura y soy tan bueno que el mundo no me entiende”. No estoy diciendo eso, no me estoy usando como ejemplo. No sé, quizá te pueda pasar en un momento que la pegás porque en un momento histórico suceden cosas, o sos muy bueno. Yo creo que en el Boom Latinoamericano había gente más buena que otra. Notoriamente, otros más buenos que no estaban en el boom. Pero también se generó un momento, una necesidad de mirar para un lado que abrió un abanico que lleva a mucha gente a saber que Vargas Llosa, Cortázar y García Márquez son buenos escritores, pero no sé qué tanto esa gente los leyó, y qué tanto leyeron a Donoso o qué tanto leyeron a Carpentier, o qué tanto leyeron a Felisberto Hernández.
De cualquier manera, me parece que cualquier actividad que vos hacés, honestamente y entregado a ella, si te da dinero o no, no creo que ponga en duda que tengas que seguir haciendo esa actividad o no, a no ser circunstancias muy puntuales. No sé, si yo mañana estoy en una situación en que tengo que tener dinero por la razón que sea, para ayudar a un amigo, porque tengo un hijo, voy a laburar de otra cosa para suplir ese tema. Voy a seguir escribiendo, pero no le voy a exigir a la literatura, voy a resolverlo de otra manera, que creo que sé cómo porque no tengo problema en laburar de otra cosa. Hasta el momento he preferido no tener dinero, no tener vacaciones, no viajar tanto como en otro momento que por ahí tenía un laburo fijo, no visualizar una jubilación en un futuro, pero estar contento con que me parezco a quien quería ser y no enfermarme, porque vivo satisfecho con lo que tengo.
No tengo ansiedades por tener cosas. Tengo ansiedad por ver gente, por tener más tiempo, pero no por consumir. Entonces, encontré un equilibrio que tiene su parte de inseguridad total y que, quizá, me llevó tiempo acostumbrarme a ella, pero me gustó hacer ese esfuerzo a cambio de sentirme bien, de ser feliz. No hay nada más importante que ser feliz.
De hecho, es uno de los motivos por los cuales uno padece, no solo por su infelicidad o falta de constancia en momentos felices, porque la felicidad como un absoluto no existe. Yo pienso mucho en el término felicidad, por ejemplo, y sin meterme en política partidaria que no me interesa, ¿cuál es el mejor gobierno que tiene un país? ¿Cómo deberíamos calificar que un gobierno es bueno? Un gobierno de un país hace que la gente sea feliz. No sé si la gente tiene que tener mejores condiciones. Vos dirás, con trabajo, alimento, casa, seríamos felices. No, eso no necesariamente, pero dar las condiciones para que cada uno pueda desarrollarse en lo que para él es su felicidad.
Para muchas personas estar felices es estar seguras, ellos y sus familiares, en tema económico. Tener su casa ya paga, su auto, está bien, pero para otras personas no. Para otras personas es viajar por el mundo, sin tener un lugar fijo y no tener una casa, ni que pagar impuestos en un lugar. Para otras personas ser feliz es vivir con muy poco en una cabañita en la montaña. No todos tenemos el mismo deseo de la casita afuera, del auto, la moto, la bicicleta. Yo no lo tengo.
Me encantaría tener casa propia, sí, no pagar alquiler, sí, tener un ingreso fijo, sí, pero bueno, no estoy haciendo las cosas para eso. Sabiendo cómo son las reglas, no las estoy haciendo porque las reglas a mí no me satisfacen. Si hubiera seguido en la radio o en la tele y adaptándome a cómo los medios han evolucionado, posiblemente tendría mi casa. Posiblemente, tampoco es muy seguro, pero lo que estaría haciendo no me hubiera permitido contestarle a Leandro lo que le contesté.
¿Es tan distinta hoy en día la situación de un escritor joven que busca editorial respecto a la que te tocó a vos cuando empezaste a escribir?
La verdad que no lo sé con certeza, pero si yo no hubiera conocido a Levrero, a lo mejor no me estarías haciendo la entrevista. Quizá, por este libro sí porque es periodístico, pero no mi parte de escritor, digamos, de ficción. Yo creo que tuve mucha suerte y también tuve el puntapié inicial de Levrero, que es muy importante. Por eso, también, yo me dedico a trabajar y a acompañar procesos creativos de otras personas, sobre todo de gente joven, para trasladar algunos beneficios que se me dieron y evitar algunos problemas que también se me dieron.
Quizá, un autor joven o un joven de cualquier disciplina, lo que necesitaría de alguien más grande no es una mirada paternal del padre que te pone rodilleras para que no te caigas y te lastimes, o le pone a los bordes de la mesa polifón para que a la edad que sos niño no te golpees, que eso está bien, pero hay algunos golpes que no están buenos que los padres te los eviten. Está bueno que te los des.
Yo creo que hay veces que no hay que adelantar y que no hay que amenazar con que te va a pasar esto. Es obvio que hay golpes que tenemos que recibir y está bueno. Si el golpe no te va a enseñar nada y se lo podés evitar, y se lo podés decir de alguna manera, hacelo. Yo creo que la gente joven siempre va a tener problemas en el mundo, siempre fue así y va a seguir siéndolo. Incluso, si los apoyan en demasía los abandonan dos años después, ya siendo jóvenes quedan en la banquina. Lo peor no es por ser escritor, es que los jóvenes tienen problemas para ser jóvenes.
Contestarte eso sería: sigue siendo medio igual. Yo no quisiera, nunca quiero, que se piense que la tarea creativa o los artistas tienen que tener mayor atención que otra. Yo realmente no creo que los artistas se merezcan algo distinto por aportar a la cultura, que lo que se merecen los panaderos, los floristas, los barrenderos. No lo creo y no creo que lo artistas tengan que tener un apoyo del Estado, necesariamente, porque durante toda su vida hicieron una obra. Los obreros de la construcción hicieron muchas obras a lo largo de su vida y aportaron, y tuvieron que trabajar con frío y en altura, y con peligro. No es distinto. Me parece que todos merecemos lo mismo en la medida que tengamos las mismas oportunidades.
La respuesta es que las oportunidades para los escritores jóvenes son tan malas como la de los jóvenes que quieren ser campesinos. Hay que abrazar lo que a uno le gusta y hacerlo bien, eso no te asegura la solución, pero te evita la desilusión.
¿La recurrencia de animales también se da en tu vida?
Sí, creo que nos hemos alejado de manera espantosa de los animales, de manera espantosa. El ejemplo más claro es el vínculo con la comida. No soy vegano, respeto a los veganos, me encanta la comida vegana, pero creo que de alguna manera el veganismo a ultranza es una lejanía de los animales tanto como la matanza, el descuido y el maltrato, que sufren la mayoría de los animales.
Son los dos extremos. Me parece que no hay que maltratar a los animales de ninguna manera, la producción de alimentos es un espanto, cómo trata a los animales. En cualquier gobierno cuando viene una ola de calor y se mueren los pollos, hay un montón de familias que quedan patas para arriba porque pierden plata. Ahora, una ola de calor mató pollos, pero ¿dónde estaban los pollos? Apretados en una jaula. Los que tienen los pollos con una producción buena no se murieron con una ola de calor.
Estamos muy alejados de los animales por un motivo o por otro. Yo creo que un campesino que cría a sus ovejas y a sus gallinas con amor y que a fin de año mata a la gallina, no creo que tenga un karma esa carne. Y no me parece que sea algo para dejar de hacer. Ahora, si viéramos cómo viven los animales que comemos, posiblemente no los comiéramos. Yo trato de no maltratar animales y de no alimentarme con cosas dudosas de maltrato. Es difícil. Yo durante mucho tiempo, también porque soy nieto de gallegos y gente que emigró en muy mala situación, teníamos gallinas y vi matar las gallinas e iba a buscar los huevos. Pero también esas gallinas tenían nombre y las quería y, cuando se murieron de viejas, lloré. No quiero hacerme el purista del tema, pero los animales tienen que estar cerca y tenemos que estar en vínculo con ellos.
¿En qué cosas crees?
Creo en el conocimiento y en la experiencia. Después, creencias sin conocimiento de por medio, o experiencia de por medio, no creo. Tiendo a pensar que a mayor conocimiento menor creencia. A mayor dato, menos fe.
¿Sos un ser místico, religioso?
No. Religioso sí. Yo soy religioso como soy político, digamos. Creo que soy una persona que le presta mucha atención a lo ideológico y a lo político, pero no a lo partidario, y mucho menos a lo ideológico partidario, de la misma manera con el pensamiento religioso. No con las religiones, digamos, pero no creo que no se pueda ser religioso, político o ideológico solo por proponérselo. Es muy difícil, no hay forma de no serlo, el grado con el que te vinculás, y volvemos a lo mismo, el grado con el que te querés medir depende de tu ejercicio de eso. O sea, ser místico solo por el hecho de ser místico, ser así, no le encuentro mucho sentido. A no ser que el sentido para vos sea, justamente, eso.
No me parece mal que existan religiones, por supuesto, no me parece mal que existan ideas, todo eso me parece divino, lo que yo no quiero es formar parte de estamentos, ni de castas, ni de corporaciones, por falta de datos, por conveniencia o por misticismo barato. Insisto, creer, creer, creer, no está mal, pero llega un momento en que tenés que corroborar esa creencia con el dato. Si el dato te brinda la confirmación, bueno, creemos en esto. Yo creo que tomar agua potable le hace bien al mundo y que termina con las enfermedades, que hay que tener agua potable en la casa de cada uno. Creo fervientemente en eso, ahora, no lo creo sobre una base de fe, lo creo porque hay información al respecto, hay una evolución, hay un aprendizaje del ser humano en los métodos para chequear qué tan importante es que el agua sea potable cuando la consumís.
¿Tu literatura te lleva a entregarte totalmente a eso? Como si fueras una especie de monje de la literatura.
No, ni ahí, no. No me gusta la idea de la trascendencia del escritor, o de la literatura. No me parece más trascendente, ni más importante, hacer un libro que hacer un puente, o que hacer una torta. No, es lo que me gusta hacer y yo soy muy de dedicarme a las cosas que me gustan. Me dedico a ello, le dedico tiempo, pasión, dejo otras cosas por hacer eso. Puedo convertirme en un asceta durante tres meses porque me voy a un lugar para escribir y lo tengo que hacer, y lo hago. Pero si me llama un amigo que me necesita soy, en todo un caso, un monje más de la amistad que de la literatura.
¿Hay algún tipo de literatura uruguaya que te interese en la actualidad?
Sí, en la actualidad que me interese a mí puede ser, por ejemplo, Felisberto Hernández. Me sigue interesando. Mientras estaba en Planetario, ya que estamos hablando de este libro, yo creo que leí prácticamente el 90% de lo que se publicó en Uruguay de literatura. Tenía un compromiso con eso que era agobiante, leía prácticamente 300 paginas por día. A veces era un libro, a veces un libro y medio, a veces dos libros, a veces la mitad de un libro. Solo de literatura. Realmente me lo tomé muy en serio. No lo estoy haciendo ahora, obviamente, entonces para contestarte eso te diría que no leí todo como para decirte qué cosas nuevas hay, pero estoy bastante actualizado y la mayor cantidad de cosas que me interesan de literatura no fueron publicadas.
Es de gente que conozco, con la que trabajo, que escribe cosas, sin la intención de publicar o que no ha visto la forma de publicarlas. Es lo que más me interesa porque también estoy involucrado en el proceso de cómo se lucha contra eso. Entonces, me siento también un poco inclinado a prestarle atención a eso que es a lo que ahora me dedico. Te diría que va por ahí. De las cosas que se publican, hay autores que me gustan y que les presto atención, otros que no es que me disgustan, pero no es lo que más me gusta. Estoy ahora en un periodo en que estoy leyendo pocas cosas uruguayas. Solamente de la gente con la que más trabajo y, a veces, leo cosas de amigos, pero estoy leyendo pocas cosas. En periodos en que estoy escribiendo yo novelas, no leo novelas ni de amigos, ni de conocidos. Con el trabajo sí, pero no leo novelas. Entonces, los periodos en que estoy escribiendo novelas leo otras cosas. Me interesa algo de poesía, también. En fin, no quisiera involucrarme con nombres, pero porque la mayoría no son conocidos.
Pasemos a Carlevaro. ¿Dónde fue su infancia? ¿Dónde naciste?
Yo nací a dos cuadras de Propios y Miguelete, en una época en que se veía bastante peor de como se ve ahora esa esquina, o esas cuadras. Ahí nací. Vivíamos en una casa con mis padres, mis hermanos (el hermano más chico no había nacido), mi abuela, que vivía con nosotros, mi abuela. Y ahí viví ahí hasta los 6 años.
Recuerdo episodios de mis 3 años, cuando me operaron de las amígdalas. Después salto a mi cumpleaños de 5 y después salto a mi vida en Sayago, cuando nos mudamos. Sin embargo, sí tengo fotos de ese barrio, increíblemente. Algunas fotos, yo de niño, con vecinos. Tenía dos amigos que eran del cantegril que estaba a una cuadra de mi casa.
Eran hermanos y venían a mi casa, y yo iba a la de ellos, que era toda una experiencia porque nosotros éramos una clase media, clase media más bien tirando a baja, por decir algo, o media media del Uruguay de aquella época. Los padres con empleos, todos en una casa que era de los abuelos, pero iba ahí y recuerdo cómo era su rancho, recuerdo todo el piso de tierra, la lata y los colchones parados durante el día porque no había lugar. Pero todo muy integrado, notando la diferencia, pero a la vez todo muy integrado. Me parece re importante ese recuerdo de mi vida. Recuerdo sí cierta aprehensión, a veces, cuando entraba al cantegril, porque notaba que mi vida era distinta y que había algo en ello que me distorsionaba.
Era muy chico, pero esa idea me quedó muy prendida hasta los 6 años. Yo creo que no seguí viendo a esa gente sencillamente porque me fui del barrio, nos mudamos a Sayago donde mi madre trabajaba. Yo iba al jardín de infantes en Sayago, pero no nací en Sayago. Cuando nos mudamos, yo tenía 6 años, iba a nacer mi hermano y por eso buscamos una casa más grande y, por una causa muy fortuita, compramos una casa de alguien que estaba muy fundido y vendió una casa muy barata. Una casa muy grande.
Mis padres juntaron plata con amigos, se endeudaron, y compraron una casa muy grande. Tenía muchos cuartos, pero estaba hecha pelota, y vivíamos todos encerrados en dos o tres cuartos y tratamos de mejorar la casa, luchar con la casa y trabajar. Yo fui un niño trabajador, me encargaba del terreno. Todos teníamos que hacer cosas y trabajábamos mucho para mantener, más o menos, esa casa funcionando. A su vez, era una casa grande. Entonces, todos mis compañeros del barrio y de la escuela podían ir y podíamos jugar corriendo, todo era al aire libre. Se podían hacer experimentos en el terreno y andar en bicicleta, saltar y trepar árboles.
A mí me gustaba mucho hacer trampas en el jardín. Trampas que vos rompieras, sin querer, un cordel invisible que no vieras, muy finito, de hilos que sacaba de la mercería de mi madre. Eso generaba una reacción en cadena que la hoja de la rama del sauce llorón te pegara en la cara, o te cayera un balde de agua fría desde una altura. Era un lugar increíble para hacer eso y en mi faceta Giro Sintornillos era ideal. Pongo a Sayago como origen en este libro porque ahí empieza a todo.
Creo que hay mucho más de la pregunta que me hiciste hace un rato de la escritura. Tiene mucho más que ver la relación con el ambiente de vegetación y de animales y de animales no domésticos. Animales tipo comadrejas, por ejemplo. Son muy importantes en mi vida las comadrejas, me han aparecido en muchos momentos de mi vida.
En mi literatura tiene mucho más que ver esa vida entre los árboles, subido a los árboles, con amigos y con mis hermanos también. El núcleo familiar actuando en un lugar desencajado, gente con pocos recursos en una casa, en un cascarón. No sé si percibirán lo mismo mis familiares de esto que estoy diciendo, creo que deben pensar que estoy siendo un poco preciso demás.
¿Cuál fue su primer contacto con la escritura o con la lectura?
A los 4 años empecé a leer porque mis padres, que no habían tenido una educación formal muy extensa (mi madre había hecho el liceo, pero mi padre no había terminado la escuela) estaban muy preocupados por que sus hijos tuvieran la educación que ellos no tenían. Entonces, se esforzaron. Sé que se esforzaron muchísimo y, en ese momento de plena dictadura, tomaron la decisión de que la educación no corra riesgos, creo que intentaron hacer lo mejor y estábamos becados en el Maturana. Tenía una media beca durante un buen periodo de mi vida. Mi hermano también. Mi hermana, no sé cuál era la situación. Sé que era un esfuerzo enorme que eso formaba parte de una preocupación.
Yo me sentí siempre muy atado a cumplir porque me daba cuenta que era un esfuerzo, que iba a un colegio privado y me daba cuenta también que mi origen no era tan parecido al de la mayoría de los compañeros, aunque estaba todo bien y tenía amigos medianamente parecidos en su historia. Antes de entrar al Maturana, a los 4 años, ibas como a la preparación para ir a jardinera-infantil. Ahí apareció una cosa que se llamaba Bleecker, alguien que había inventado un sistema de lectura en que cada letra se correspondía a un animal o a un objeto. La “a” era un anillo, el borde recto de la “a” tenía como una piedra preciosa. La “c” era un cinto, estaba dibujada con un cinto, la “ch” eran chorizos y estaba hecho con una tira de chorizos. La “i” era un indiecito, entonces se dibujaba la i y la cabecita del indiecito. La “z” eran tres zanahorias. Entonces, era muy fácil leer. Para mí fue una locura, fue el mejor juego que había aprendido. Salía por el barrio y leía todo, demoraba, pero empecé ahí a fascinarme con las palabras y con los objetos. Encima me mudo a Sayago a los 6 años, ya leía, y abre la Biblioteca Municipal en el barrio. Ahí exploto porque tenía libros cerca, la posibilidad de leer, y desde ahí como que no paré. Tuve un periodo de auge preocupante de lectura. Decir que era lectura, porque mis padres, recuerdo en ellos algunos momentos de preocupación por “¿qué estás leyendo? Lees mucho, qué lees", y chequear la información a ver qué estaba leyendo el niño.
Como era lectura, a priori no estaba mal, pero “¿por qué no salís a jugar? Y claro, jugaba todo el día, pero también me subía a un árbol con un libro y hasta que no lo terminaba no bajaba. Me apasionó. Me di cuenta que iba a estar siempre entretenido, que no me iba a aburrir nunca. No me di cuenta en ese momento, pero me di cuenta de que no me había aburrido y que nunca me iba a aburrir. No me aburro, no hay forma de que me aburra.
¿Y con la escritura?
Tengo como esa idea de que quería ser escritor, pero mi idea de escritor era alguien que tenía muchos libros, leía y tomaba notas. En el liceo alguien tenía que escribir los guiones de los sketches y los hacía yo. Después, empezaron las canciones, en seguida, en cuarto de liceo, en quinto, hacer canciones a partir de. Recuerdo claramente un episodio de un compañero de clase que se enamoró de una compañera de clase y era la típica historia del pobre y la rica, o la rica y el pobre, o el rico y la pobre. Para mí el problema era ese, pero para ellos el problema era otro. Entonces, escribí una canción. Me acuerdo que, incluso, era una canción que cantaba delante de ellos. No sé si ellos sabían que era por ellos.
Como que ahí empecé a escribir, pero no era ser escritor. Era sencillamente escribir. Era lo mismo que otros que dibujaban y yo los admiraba, que dibujaban increíble en la clase, que dibujaban un perro y yo no podía. Era más una actividad que la desempeñaba no tan consciente de que se trataba de escritura. Eso se mantuvo en formato canciones y en formato poesía, hasta que me crucé con Levrero. Ahí yo ya venía escribiendo algo que era una canción que se le había alargado mucho el estribillo. Él me dijo, ¿estás escribiendo algo? Y yo le dije de atrevido que sí, “estoy escribiendo una novela”. Él me dijo, “mostrámela la semana que viene”. Entonces, trabajé como para no perderme esa oportunidad de chequear eso, con mucha vergüenza, o de sorprender al maestro, no sé qué sería. A él le gustó y desde ahí no paré, pero era grande, estamos hablando que yo tenía 30 años. Es grande para alguien que siempre le gustó eso. Yo creo que finalmente iba a terminar escribiendo, pero no lo sé, quizá no, quizá sí.
Yo ya escribía periodismo. A todo esto, yo trabajaba, ya había cubierto gobierno, política de gobierno en el segundo gobierno de Sanguinetti. Yo tenía 25 o 26 años cuando empecé a hacer eso. 27, quizá, antes de Planetario. Planetario fue a los 30. Ya escribía yo, pero no era escritor, era periodista. Yo escribí de muy chico, tenía 20 años. Escribí en La Mañana, escribí notas para alguna revista, semanarios. Ya escribía, pero no escritor. No me sentía escritor.
Al día de hoy, ¿sigue emocionándose con otra gente que escribe?
Sí, a full. Me encanta cuando otra gente escribe. Me encanta leer cosas de personas que no valoran lo que están escribiendo y que a mí me encantan. Darme cuenta de que eso me pasaba y me sigue pasando, y darme cuenta que es tan difícil para uno mismo leerse. Me encanta, me re emociono. Por suerte, sí.
¿Puede escribir algo que a usted no le emocione?
Puedo escribir algo que finalmente no me emocione y lo descarte, pero no lo intento hacer. Es difícil escribir algo que no te emocione. Una declaración de impuestos puede no emocionarme, uno no escribe mucho de eso. Incluso, cuando a veces tengo que escribir cosas o ayudar a gente, no digo gente con la que trabajo a nivel creativo, sino un amigo que tiene que mandar una carta, me re entusiasma todo lo que tiene que ver con el lenguaje, sí, me re enrosco, me gusta, me encantan las palabras, me encanta la escritura. Es difícil que no me emocione, le busco la vuelta para que se parezca a algo emocionante, entonces ya es emocionante.
¿Sigue usted ejerciendo la docencia?
Esa pregunta se la hice a Carlevaro. Nunca ejercí la docencia. Me parece que enseñar, ser docente, requiere de una preparación. No quiere decir que porque te prepares seas un buen docente, pero requiere algo por lo que yo nunca pasé, nunca me lo planteé. Sí me pasa que yo doy clases de cosas. Hago cosas que no le llamo clases, pero, por ejemplo, en la Fundación Itaú, en el curso de periodismo cultural, yo soy uno de los docentes. A su vez, a lo mío yo no le llamo clase, pero por no ocupar un espacio del docente que es una institución que respeto mucho, aunque creo que está bastante mal la educación en general, incluso por culpa de los docentes. Creo que docente es una palabra mayor y que no me calza a mí. Así que la respuesta a tu pregunta es: nunca lo hice, Federica.
¿Le sigue produciendo placer enseñar?
No sé muy bien qué es enseñar. Enseñar como mostrar, sí, me da mucho placer. Ahora, enseñar como enseña un docente que se propone trasladar un conocimiento, no me propongo eso. Lo que hago, sí, que se parece a eso, y que lo puedo decir sin adjudicarme nada de forma atrevida, es que sí me gusta mostrar. Mostrar me encanta. O sea, que pueda eso repercutir en que para el otro sea una experiencia que le enseñe algo, bueno sí. Lo que pasa es que, ¿qué es la enseñanza? Para mí solo aprendés cuando experimentás. Lo demás no es aprender, es repetir data. Si yo te digo que 2 más 2 es 4 y no te muestro con caramelos, o no te robo de los 5 caramelos, para que entiendas que de los 5 caramelos tenés 4, vos no aprendés, estás reproduciendo.
La adquisición se da con la experiencia. En ese sentido, sí me encanta enseñarle a otros cosas que me apasionan. Por ejemplo, si a mí que me gusta el té, te cuento cómo, de dónde se produjo este té, cuál es el mecanismo, cómo llegó a mis manos. Lo hago de forma correcta y lo probamos. Te guste o no, te enseñé ese té. Eso me encanta hacerlo. Me encanta mostrarte, “mirá, estoy escuchando esto, estoy leyendo esto, mirá este libro”, vos me comentás que leíste tal libro, te lo voy a enseñar, te lo voy a mostrar. Eso me encanta y eso es lo que hago. Te ofrezco una experiencia que yo ya viví o que sé que existe y que la podés vivir, o la vivo contigo, eso sí. Pero nunca lo encaro desde el lugar de, “mirá, yo sé algo que vos no sabés, ahora lo vas a saber vos en la media que vos lo repitas”. No, compartamos esto y si te gusta seguimos tomando té.
Voy a seguir un poquito con una cuestión supuesta de enseñanza, pero voy a traer a colación el laboratorio, ¿cuál es la diferencia entre escribir acá y dar a conocer, no ya la obra de uno mismo, sino toda la técnica, toda esa escuela que uno fue armando para sí mismo?
Más de cuál es la diferencia, lo que sí te puedo decir es que todo es diferente. Para empezar, que la palabra escuela es un poco ostentosa para lo que yo hago, porque mi esquema sería no proteger lo que hago. Si yo ya pinté mi casa y vos querés pintar tu casa, y te quiero decir qué hice yo, te lo cuento todo. Yo estoy re a favor de contar los secretos de las cosas. No entiendo mucho al cocinero que no te da sus piques porque, en realidad, por más que tenga todos los mismos piques, no voy a poder hacerlo como vos.
He sido bastante cuestionado por gente que me quiere mucho de “por qué contás todo lo que hacés o cómo lo hacés y por qué creás con la ventana abierta”. Porque quiero que entre aire, básicamente. Eso a mí no me importa, pero tampoco es que esté haciendo eso, porque no puedo replicar lo que me pasó a mí. Lo que sí me gusta hacer es “mirá, a mí cuando me pasó esto, hice esto”, y en la medida en que estoy trabajando contigo en esto que se llama laboratorio, que yo hago, me gusta pensar qué podría armar o plantear, o mostrarte, para que vos te enfrentes a algo que no tiene sentido que no te enfrentes ahora, ni tiene sentido que te enfrentes de casualidad en la vida, sino que está bueno que ya te enfrentes a eso porque no te hace mal hacer el camino corto. Si te hace mal hacer el camino corto, no te lo voy a decir, hacé tu camino, pero si te lo puedo contar y podés experimentar vos y llegar a una conclusión, que a lo mejor es positiva o es negativa, te sirvió o no te sirvió, yo lo hago.
Lo que trato es hacer una cosa bien sencilla que es, si yo hace 20 años me dedico a plantar tomates y vos querés plantar tomates, yo te voy a contar todo lo que sé, pero no creo que me haya preparado para enseñarte a plantar tomates. Te cuento y, a lo mejor, probamos y no sale, o sale y aprendo cosas. Tengo que aprender. Básicamente, de lo que se trata es de compartir información y de compartir una experiencia, es válido para los dos lados, pero eso me parece que es así en todo. En la vida me pasa, viste, me pasa con los amigos, con las cosas. No hay ningún argumento que me ponga a mí en un lugar de conocimiento o sabiduría frente a otro. Incluso, aunque yo haya leído todo esto y vos no sepas nada, mi lectura cuando te lo comento, a lo mejor puede cambiar si vos me decís tal cosa de lo que te estoy diciendo. Yo estoy por la cooperación y no por la competencia. Me parece mucho más exigente, mucho más rica, y me hace más competente.
¿Cómo debe ser el trato con estas personas con las que compartís experiencia?
Amoroso. En el sentido de que, si los dos queremos vincularnos para intentar hacer cosas juntos, somos un equipo. Y no hay ventajeos, no hay competencia, te estoy mostrando lo que sé de esto. Esto lo aprendí muy temprano. Yo puedo saber mucho de algo y, cuando te lo quiero explicar a vos, me hacés una pregunta que nunca yo me la hice. Ahí ya aprendí cosas que yo no sabía de lo que supuestamente estoy dando cuenta, “enseñando”. Ahí te das cuenta de que no, que la idea es compartir y aprender.
Yo aprendo porque estoy atento a aprender, y espero que el otro en la experimentación adquiera cosas, no aprenda de mí, sino que adquiera experiencia con lo que estamos construyendo entre los dos. Es lo mismo que me preguntabas de las entrevistas, por qué terminas queriendo a los que entrevistás. Siempre que te vinculás con tu vecino y le das tu opinión de cómo le está quedando la pintura del frente de la casa, y se lo decís preocupándote por ser honesto y, a la vez por entender cuál es su intención, siempre se da a un nivel de comunión real. Te termina gustando ese espanto que está haciendo el vecino porque lo entendés desde su perspectiva y te da cariño.
Para mí es re importante eso, el otro. Creo que eso es una de las grandes cosas que aprendí, no con los salesianos o con una comunidad religiosa, sino con algunos. Con el cura Mateo, Mateo Méndez. Está vivo, hizo una obra increíble. Estuvo al frente del INAU en un momento, que evidentemente no iba a poder con ellos, según mi perspectiva, porque las instituciones tienen un montón de limitantes, que están bien porque hacen al asunto, pero él es un trabajador de los barrios. Yo aprendí eso, a ver en una persona que realmente tiene una vocación de ayudar. Más allá de que esté inmerso en una comunidad religiosa, esta o aquella, ver cómo estaba mucho más allá de eso y ver a alguien que realmente está preocupado por construir. Y la preocupación por el otro realmente es una cosa re linda que lo aprendí de chico. Si bien no he sido un militante social continuo, ni estoy trabajando en una organización, ni haciendo cosas que podría hacer, a mí manera las hago y trato de ser buena persona, que es darme cuenta que no puedo ser buena persona solo. Básicamente, solo, a duras penas soy persona. Eso lo aprendí de pensar en el otro. Más allá de que lo que me enseñaron yo lo apliqué a mi manera, y discrepé, sobre todo, con el dogma de las cosas, con cualquier dogma. Yo recuerdo que, ahora se le dice bullying, había bullying, siempre hubo, yo nunca participé. Ni siquiera cuando se lo hacían a gente que me caía mal, nunca me pareció bien. Pero eso no estaba dentro de mí, eso me lo enseñaron mis padres, mis amigos. Quizá, sea cierto mensaje sí establecido y con el que a lo mejor no comulgo totalmente pero bien llevado adelante por tipos como el cura Mateo, o por gente del barrio que era buena con los vecinos. El vecino que ayudaba a todo el mundo cuando tenía problemas, siempre me pareció un lugar feliz el de formar parte de una comunidad y, en ese sentido, es que te digo todo lo que te estoy diciendo.
¿Cuál fue el estímulo primero? Lo primero que entiendas por eso.
La pelota. Correr atrás de la pelota. Tratar, no de dominar algo que se mueve de manera aleatoria, sino de encontrar la lógica dentro de esa aleatoriedad y formar parte de ella y adaptarme a eso. El movimiento. La pelota es como la primera atracción de mi vida. Todos los deportes que tienen pelota me encantan, practiqué muchos de ellos. Debo decir que era bueno porque tenía como una pasión por prever los movimientos de la pelota. Me parece increíble. Fútbol, básquetbol, tenis, la bolita, paddle, squash. Hay deportes que no pude practicar como hubiera querido. Tirar una pelotita, hacer una bola de papel cuando estás trabajando y embocarle, siempre el movimiento de algo que vos lo impulsás o lo frenás, me parece apasionante.
Me atrae eso muchísimo. De hecho, lamento no haberme dedicado al deporte de forma profesional porque, quizá en ese momento que yo era chico y que podía haber tomado esa opción, no había tantas posibilidades como ahora de visualizar en eso un camino para desarrollar durante un tiempo y después no. Realmente, el skate, lo que se mueve, los patines, todo eso me apasionó y le dediqué. La bicicleta, me sigue enloqueciendo la bicicleta. Mi sueño sería tener un aro de básquetbol cerca para mí y creo que pasaría muchas horas por día, al día de hoy, solo. No necesito a nadie más. Incluso, yendo a buscar la pelota después que la tiro y la emboco.
¿No errás?
Bueno, la búsqueda del no errar es como… claro, toda mi infancia fue eso también. Un aro de básquetbol y arcos de futbol, y darle. Darle con amigos hasta el cansancio. Embocar de todos lados, de todas las maneras, que pegue acá, acá y que emboque. Que pegue acá, acá y que entre.
¿Qué prefiere en un escritor, la técnica o la emoción?
Me parece que ninguna de las dos cosas por sí solas valen.
Eso no responde a la pregunta.
No prefiero ninguna de las dos cosas por separadas.
¿Usted no es un caballero de la noche?
Yo soy un caballero todo el día. Bueno, en este momento la periodista pone una cara que es como que debo ajustar mi respuesta para no quedar como que hice algo mal. Quizá, sonó como a cliché. Hacémela de nuevo y te la contesto de nuevo.
¿Usted no es un caballero de la noche?
Yo soy un caballero de la noche. Soy un caballero y soy un caballero, también, en la noche.
¿Usted siente que en el Uruguay no le han retribuido como en otras partes del mundo?
Yo creo que me han retribuido más en Uruguay que en otras partes del mundo, pero solo porque estoy en Uruguay.
Pasemos a Marosa Di Giorgio. Hablame de tu apellido.
Ferreiro López. Ferreiro es el herrero, el que trabaja con el fierro, el Ferreiro. Portugués, español, de Galicia, por ahí. No sé mucho para atrás. Sé que tengo parientes Ferreiro, no los conozco, allá. Mis abuelos son como muchos otros abuelos, se vinieron para acá y tenían casas que quedaron ahí y las perdieron. Guerra civil, no sé. López, lo mismo, Galicia también. Y Piñeiro, que es el otro materno, el segundo, también Galicia, todos de Pontevedra y de Marín. Después, Mier es de la madre de mi padre, que era una señora del interior del país, de muy poca educación. No sé si tenía muy claros quiénes serían sus padres.
Había en mi casa objetos que eran de gente que había estado en la cruzada de los Treinta y Tres, como que era del palo ese, que venía de ahí, como que alguno de mi familia formó parte de ese contingente que obviamente eran muchos más que 33 y posiblemente este Mier no estaba entre los 33. No sé qué hay de eso, no sé dónde estará eso. Se perdió, pero yo era niño y mi padre tenía una caña tacuara, boleadoras y cosas que venían pasando de generación en generación, que eran mi abuela, la que las había atesorado. Es lo que tengo para decir, no soy mucho del árbol genealógico, no tengo mucha data y somos una familia muy chica.
En materia de sonoridad, ¿cuál es la diferencia que existe entre esa voz interior, que aparece en el papel, y la voz tuya cuando das lectura a lo que escribís?
Es la misma que formula la pregunta. Una es una voz interior y la otra es una voz que pretende convertirse en una voz exterior. Hay una diferencia entre escribir y que lo lea alguien que vos no sabés quién es, ni en qué lugar, ni en qué momento, ni en qué condiciones, ni si ve bien, o no ve bien, o si sabe leer bien o no sabe leer bien, y leer vos lo tuyo. Esa diferencia, primero.
Después, entre la voz interior que dice cosas y la voz tuya leyendo lo que escribiste, digamos, lo que haría Marosa, en el medio hay un montón de cosas. Para empezar, ya tenés que lidiar con que se parezca a la idea que vos tenías en mente de cómo iba a aparecer sobre la página y que, encima después, suene parecido a cómo tenías en mente que iba a sonar a través de esas palabras, que son como unas hormigas locas ahí sobre el papel, que se parecen a cosas, pero que no son la cosa.
Ese traslado ya es una locura. Ponele que aceptás ese traslado y estás conforme, y encima no lo va a leer otro para adentro, sino que lo vas a leer vos en voz alta, bueno, cuando lo leas en voz alta, si lo leés por primera vez para vos en voz alta, vas a querer cambiar mucha cosa. Recomiendo que si lo vas a leer al público, léelo antes en voz alta que va a cambiar mucho. Después, cuando leés al público, ya ahí lo que tenés que hacer es tratar de que se parezca lo más posible a lo que vos quisiste decir con tu voz interior y, habiendo superado, o no, todos los pasos intermedios que, más o menos, te mencioné, es raro. Básicamente, en un momento es como que transás contigo mismo y decís, “lo leí bien” y te quedás tranquilo.
Yo tuve mucha experiencia en la radio porque en los años de Planetario, siempre, pero en los años de Planetario específicamente leí mucho al aire. Y a primera vista. De hecho, jugaba a eso. Hubo un espacio del programa que era que yo leía un libro de punta a punta, a primera vista, como para todos, y yo incluido en voz alta. Entonces, me acostumbré a leer. Entre que tengo práctica de lectura y que hice esa práctica de lectura en vivo, en voz alta, digamos que si me dicen que lea en el Estadio Centenario un texto, con el estadio lleno (porque vacío es más complicado), no voy a pasar nervios, para nada. Pero eso es por práctica. Ahora, no quiere decir que interprete bien ese texto, cuando es mío o cuando no es mío. Pero hay una diferencia en leer en voz alta un texto que vos escribiste con tu voz interior, para respetar tu pregunta, y leer un texto aunque lo hayas leído antes, que no es tuyo, porque ahí tenés como un compromiso de la interpretación.
En cambio, cuando es algo tuyo, yo no siento tanto el compromiso de la interpretación, sino de la fidelidad con aquel espíritu. La pregunta, básicamente, pide algo que es imposible, no imposible de contestar, sino imposible de concretar. Uno podrá decir que Marosa leía increíble sus cosas, sin duda, pero habría que preguntarle a Marosa si estaba conforme del todo. Creo que nunca se lo pregunté, pero estoy seguro que me diría que no, siempre.
¿Qué recordás, más allá de lo que aparece en tus textos, de tu infancia? ¿Hay cosas que recuerdes que no aparecen en tus textos?
Casi todo. Casi todo no aparece en mis textos y, lo que aparece de mi infancia en mis textos, está puesto de tal manera que la gente no piense que es la infancia del escritor que escribió este libro. A no ser en la poesía. En la poesía sí aparecen cosas de mi infancia. En los libros de niños, también. En la poesía sí aparece mi abuelo, el tilo, la experiencia de la casa, los animales, algunas cosas que sucedieron. No tal cual como están ahí porque no puede ser tal cual, pero sí que hay una intención de contar lo que pasó como yo lo recuerdo, siendo fiel al recuerdo. Digamos que en la poesía hay momentos de periodismo, que es como la transcripción de estas entrevistas.
En la poesía, las partes que remiten, y que específicamente quieren remitirse a cosas que sucedieron, o que yo creo que sucedieron porque mi memoria evidentemente también inventa, son casi flashes informativos. Cuando aparece mi infancia, las cosas que aparecen son muy precisas, sino no aparecen, o aparecen muy transformadas. Hay un tono mío en que la primera persona, efectivamente, es la primera persona, pero no es verdad. Es verdad en cuanto a la honestidad de la primera persona, pero quizá es lo que siento yo respecto a ese personaje que hace algo en primera persona, pero que no soy yo. No sé cómo explicarlo. No creo que puedas aprender de mi peripecia personal leyéndome. Sí vas a aprender de quién soy o lo que pienso, pero no de las cosas que me pasaron, qué hice, o cómo me fue, o qué tan bien me salió esto. Eso te lo cuento si nos conocemos, pero no va sobre eso.
¿Se sufre del destino?
Yo diría, se sufre. No el destino. Mi mejor amiga piensa que yo repito demasiado que la vida es dolor, pero yo creo que, básicamente, la vida es dolor. No me parece pesimista lo que digo. Lo lindo también recontra duele. Sentir amor por alguien es súper doloroso, incluso si lo podés compartir. Y toda la otra parte es dolorosa, lo que no funciona bien.
Creo que la vida es dolor por presencia de cosas lindas, por ausencia de cosas lindas, por presencia de cosas feas, por ausencia de cosas feas, que no te tocan a vos y le tocan al de al lado. Eso no quiere decir que la vida no sea preciosa. Es preciosa, pero es preciosa porque hay dolor y hay ausencia de dolor. Hay gente buena y gente mala. Pensar que lo malo se va a terminar es ridículo. Es verdad que lo malo a veces vence provisoriamente a lo bueno y al revés, y que uno tiene que estar comprometido por lo bondadoso y no por lo malicioso, pero podemos hablar de bondadoso porque existe lo malicioso. Si lo malicioso desaparece, tiendo a pensar que va a desaparecer lo bueno también.
¿Se puede pensar que tu niñez es el núcleo de tu literatura?
No. Mi niñez no es el núcleo de mi literatura, sin duda.
¿Cuándo decidiste específicamente que ibas a ser poeta?
Yo nunca me referí a mí mismo como poeta. Sin embargo, me siento poeta, pero no por las cosas que he publicado de poesía, sino porque creo que tengo un pensamiento poético que incluso me avergüenza un poco, pero que está muy presente en mí. Te diría que tengo como una adicción a poetizar todo, pero no quiere decir que siempre haga poemas, ni que mis poemas sean la manifestación de mi yo poeta más creíble para mí. Es rara la palabra poeta, escritor, tienen una carga… porque no hay un título para eso.
Uno se recibe de ingeniero y puede decir livianamente soy ingeniero, podes ser un mal ingeniero, podes ser un ingeniero que no te actualizaste después de 3 años de haberte recibido, pero tenes el título. Yo estudié Ciencias de las Comunicación y me faltaron 1 o 2 materias para recibirme. Hubiera tenido un título de Licenciado en Comunicación, pero no soy Licenciado en Comunicación. Y, por otro lado, me parece que quienes deciden eso, aquellas tareas que no tienen un título universitario, o un título en sí, que pueda engañosamente definirte como algo para el resto de tu vida, que es una estupidez gigantesca. Esas son actividades que son más a las que me dedico yo. Soy un hombre que escribe, soy un hombre que hace poemas.
Ahora, en esta pregunta confieso que me gusta poetizar las cosas, verlas bajo una óptica que sería que todo aquello que está muy pegado tiendo a separarlo, y todo lo que está muy separado tiendo a juntarlo. Eso es como una especie de resorte que da como resultado un latigazo poético siempre. Pero, digamos, alejarme de los lugares comunes y tratar de construir otros lugares que no son comunes, pero ser tan efectivos con la esperanza de que alguien los sienta próximos, casi común a una experiencia. Cuando digo que poetizo me refiero a eso, pero esos títulos, digamos, no me parecen fáciles de llevar y también si vos te lo aplicás de alguna manera. Si te adjudicás cierto grado de dominio de algo, me parece que de alguna manera también es una manera de degradarte a la vez, no sé, es medio confuso. O sea que podría decirte, ¿qué soy? Muy pocas cosas que tengan un aval que no me importaría tanto. Soy hijo, soy amigo, soy buena persona, que es re difícil decir eso sin ruborizarse, y no me ruborizo nada. Creo que soy buena persona, realmente lo creo porque trabajo para ser buena persona. Me parece algo importante, ahora ¿qué es ser buena persona? En mis códigos, estoy dentro de ese título. Soy una persona que escribe. ¿Eso me hace escritor? Sí, pero siempre sospecho que la palabra escritor, poeta, porque yo también lo uso así, ligado a un certificado de calidad, y eso sí no me queda cómodo afirmarlo.
¿Qué ocurre en un día tuyo?
En un día mío ocurren muchas cosas como en la vida de todas las personas. Muchas de ellas las provoco yo, ojalá, como en la vida de las personas. Hay una porción grande de cosas que yo provoco por día, casi obligatoriamente. Todos mis días tienen un porcentaje de cosas muy parecidas y un porcentaje de cosas muy disímiles, que no se repiten de un día a otro. A veces, que no se repiten de aquí a mucho tiempo. Así que nada, muchísimas cosas.
¿Tenés amigos colegas?
Tengo amigos colegas. Lo que pasa que nombrártelos sería nombrar no mucha gente, pero tengo colegas que son periodistas y amigos. Tengo colegas y amigos que son escritores, que son músicos, y ahí la parte de colega es un poco menos firme porque yo me dediqué explícitamente, o públicamente, más al periodismo y a la escritura que a la música, a lo mejor. Tengo colegas que son gente que mira la vida de una manera, aunque no es exactamente periodista, pero que sí los siento colegas. Después, tengo colegas amigos muy importantes que quizá freno más la amistad porque es la gente con que trabajo, a la que considero colega. Toda la gente con la que trabajamos en procesos creativos los considero mucho más colegas que a otra gente, porque los veo semanalmente.
¿Hay colegas que vengan detrás que especialmente te gusten?
Muchos, muchísimos. Básicamente la gente más interesante que yo conocí, conozco y conoceré, son personas que suelen tener 20 años más que yo, y 10 o 20 años menos que yo. Ahí están mis referentes.
¿Tenés amigos que no pertenezcan a ese mundo?
Sí, claro, por supuesto. De alguna manera, cuando decís ese mundo, ¿es el mundo de los colegas? Por ejemplo, mi mejor amiga que se llama Ana es cirujana. Uno diría que no es mi colega, pero yo la siento colega en un montón de cosas. En la manera de encarar el mundo, de comprometerse con algunas cosas, de disfrutar de algunas cosas, y también en la producción de algunas realidades que no existían hasta que ella las generó, o yo las generé, que es una cosa creativa. Ella hace cosas que no estaban en el mundo y de repente están hechas porque las hizo ella, eso para mí es creativo.
Ella considera que no es una creatividad que entra en la categoría de lo artístico o de lo creativo, pero yo discrepo mucho en eso con ella y con mucha gente. Entonces sí, la siento como una colega. Eso, por darte un ejemplo, pero que tiene que ver también con una vida juntos. Pero tengo mejores amigos que los conozco más acá en el tiempo y que no pertenecen a este palo del que estamos hablando, de la creación, o hacen unas tareas que tienen un negocio, o hacen otra cosa.
Para mí es muy difícil no pensar que un amigo jardinero no sea colega mío, no porque yo sea jardinero. Si decís colega como que compartís la tarea, el trabajo, por donde te ingresa dinero, ponele que no, pero yo creo que la tarea en sí misma de un jardinero se parece mucho a la tarea que yo hago en otros ámbitos. La preocupación por procesos, por desarrollar cosas desde que no existen hasta que existen, cuidarlas, todo con un criterio de una ética aplicada a ese mundo, que es muy firme y que reúne unos valores que se extienden más allá de ese trabajo. No sé, en ese sentido te diría que tengo más amigos que no son escritores, que escritores, sin dudas, o más amigos que no son periodistas, que periodistas. Muchos más, sin dudas. Qué rara esa pregunta, qué rara la respuesta.
¿Cómo alguien que vivió en un jardín enorme, lleno de animales y en un barrio, puede vivir en un apartamento en Pocitos y de forma tan urbana?
Porque si me hubiera quedado en el barrio, que me hubiera gustado, tendría que haber sido mucho mayor que la edad en que me tuve que ir, que no decidía. Segundo, es posible que me hubiera ido igual, porque más allá de Pocitos o de Sayago, lo que importa es la distancia en Montevideo, ya sea, sobre todo con el transporte público. Yo estoy re a favor del transporte público, me parece que no puede haber más autos en Montevideo, no es que no tenga auto por eso, también por eso, ahora no podría tener un auto, no me justificaría económicamente tener un auto, pero lo tuve. Ahora no lo necesito y me gustaría que hubiera menos autos y que funcionara mejor el transporte público. Con transporte público funcionando como funciona ahora, o con esta vida de autos que coparon la ciudad y que son los dueños de la ciudad, vivir en Sayago es muy difícil para lo que yo hago.
Para empezar, la gente se acerca a mi casa en un lugar mucho más próximo. Acá llegan muchos ómnibus, solo uno que viene de Sayago. A su vez, hay un montón de cosas para hacer que se vuelven muy difíciles de hacer. Cuando yo estudiaba en la universidad, pasar de Sayago a vivir al Prado cambió muchísimo mi ritmo de vida, mi sueño y la posibilidad de estudiar más. Yo estudiaba en los ómnibus, yo hice todas las carreras en los ómnibus. Estudiaba en los ómnibus. Desde el liceo y las dos universidades que hice, las hice en un ómnibus. Pasaba mucho rato en el ómnibus y desde ya que era muy caro porque venía a la universidad a la mañana, o venía a trabajar a la mañana, al mediodía comer, volver a Sayago para volver a la tarde a la universidad, y quedarte en el Centro, comer en el Centro, económicamente era muy complicado.
Nos mudamos por eso, las circunstancias de la vida. Los padres se separaron, nos fuimos, esas cosas. Ahora, la otra es vivir lejos, más lejos, que me gustaría, pero esa es la circunstancia por la que vivo acá, pero yo me adapto como se adapta todo el mundo y le busco la vuelta. Yo no tengo casa, yo alquilo, si hubiera comprado a lo mejor hubiera estructurado mi vida de otra manera. No sé, hay algo en la capital que es importante. Me iría a vivir a otros lugares más alejados del ruido, me encantaría, y al a vez perdería cosas que me gustan de lo urbano. Puedo ser muy sociable y ser muy solitario, los dos extremos están bien. Ahora, estar a una hora de ómnibus de lo sociable, y estando ahí estando muy lejos del verde, no. Me acerco al verde y me voy, o me acerco a lo urbano y me hago fácil el día a día.
Tu vestimenta, ¿es un rasgo vital en ti?
Totalmente. No invierto en ella y también tengo una serie de pensamientos en cómo ahora se usa y se tira la ropa que me condiciona muchísimo. Pero a mí me gustaría tener dinero para invertir en vestimenta y me gustaría acceder a vestimenta que no es fácil acceder en Montevideo o en Uruguay. Ahora es un poco más, pero siempre me sentí en falta de opciones como para vestirme. Por otro lado, tampoco eso es tan importante para decir, “voy a invertir en esto”. No, la piloteo a mi manera. No es que sea muy importante en mi vida la ropa, pero sí cómo me visto. Tiene que cumplir con algunas cosas que son importantes para mí. Comodidad, que me sienta identificado con eso, sí, me parece re importante y le presto atención, pero no invierto en ello. No me va a determinar tanto como otras cosas, como lo que como, por ejemplo. No me va a determinar la vida, pero sí, y compro mucha ropa usada. Me parece medio alarmante el gasto y el tire, y la locura. También, a veces, comprando ropa usada podés conseguir cosas que no podés conseguir de otra manera. En otros países también me gusta mucho comprar ropa usada. Cuando vivía afuera me gustaba usar ropa usada. A veces le decimos ropa usada a ropa que no es usada.
¿A tu vestimenta le prestás atención como le prestás a un texto?
No. Tanto no. En el día a día, en mi casa, puedo andar vestido de cualquier manera, no me importa nada, quiero estar cómodo. Me gusta estar con ropa que pueda manchar o romper porque estoy dispuesto todo el tiempo a mancharme, a romperme. Con orden, pero a romperme. Quiero decir, jugar con la gata. Sé que me puede enganchar con la uña y romper, tengo cactus, me gusta trabajar con materiales, me puedo manchar. Entonces, siempre tengo ropa que no pasa nada si la mancho. Siempre fui muy cuidadoso de la ropa, también. Si tengo que ir a un lugar, me visto en un estándar de potabilidad de acuerdo con mis gustos y con lo que quiera hacer ese día respecto a cómo me quiero ver. Desde la última vez que me compré un jean pueden haber años. No soy un consumidor, pero me interesa mucho, me gusta.
De chico mi madre confeccionaba ropa. Si bien no era la ropa para un niño, o la ropa que no considero que fuera un sastre de profesión, siempre me interesaron los moldes, la máquina de cortar, la máquina de coser, tejer, son cosas que de chico las tuve cerca. En parte, practiqué. Me gusta, puedo diseñar mentalmente ropa. No tengo ganas de meterme en ese mundo, ni nada, pero sí me interesa. Le presto atención a cómo se viste la gente, no buscando esto o aquello, sino buscando cuánto representa la ropa. Creo que es una mirada medio también de periodista y de escritor, lo de prestar atención. No es un tema de chusmerío, es prestar atención y tratar de atar cabos. ¿Por qué razón esta persona camina tan incómoda? Porque tiene ropa que no es cómoda. ¿Por qué? ¿Por qué es tan importante eso? Esos zapatos, botas, tacos, championes. Si lo ponen incómodo, ¿qué es lo que quiere decir? Me parece re importante.
¿Preferís algunas estaciones a otras?
Sin duda. Prefiero más el invierno al verano y prefiero más la primavera al otoño. Ahora, si me das a elegir, el invierno me parece increíble. Siempre trae aparejado el invierno, como el verano, una preocupación. Decir esto no puede ser banal. En invierno hay mucha gente que la pasa muy mal y eso me complica. Me gusta el invierno porque estoy abrigado, porque tengo abrigo. No tengo estufa a leña, que me encantaría, no tengo calefacción, pero puedo estar abrigado y puedo tener un plato de comida caliente y agua caliente. Entonces, me encanta el invierno.
Ahora, estas circunstancias las contemplo bajo esta premisa. El verano me parece crudísimo porque ahí sí que está complicado. El verano no te da margen. El invierno te puede matar de frío, pero el verano te puede matar de otras cosas. A mí me gustaba cuando era chico, pero ahora lo padezco. El sol me hace pelota.
De niño yo era bastante moreno de piel, tenía una piel bastante más oscura que la que tengo ahora. Nunca me pelaba, siempre estaba al sol. Ya sabemos que por el agujero de ozono el sol es otro y muchas otras razones, pero ahora lo padezco mucho. La paso muy mal al sol, muy mal. Igual, voy a la playa, la paso bomba, no es que me anula, pero si me das a elegir estaciones, hoy en día me gusta mucho el invierno y el otoño. La primavera me gusta, pero cuando se parece más al otoño. Yo soy más temporada otoño-invierno. Me gusta más la ropa de esa temporada también, esto es importante, sí, me gusta lo de abrigarte, hay algo lindo en eso.
¿Cómo recibió tu familia tu dedicación a la poesía?
No lo sé.
¿Y que fueras un hombre dedicado a la poesía?
No, eso no cambia en nada. Creo que la pregunta anterior cubre esta pregunta, pero no creo que ese sea un problema. No era el problema hombre-poesía, sino realmente no sé qué piensan de que me haya dedicado a la poesía o a lo que me dedico.
¿Un viaje que recuerdes?
Ir a la Antártida en barco y venir de la Antártida en barco es difícil de olvidar. Bello y peligroso. Un viaje vital por todo, complicado, bello, peligroso, insoportable, una aventura increíble, inabarcable.
¿Existen suficientes flores en este país como para dejarte satisfecho?
No estoy en condiciones de contestártela porque mi grado de satisfacción con las flores se ha modificado mucho en los últimos tiempos. A mí siempre me gustó la vegetación en general. Me gusta el bosque, me gustan más los hongos que las flores, las cortezas que las flores, los frutos que las flores, las verduras que las flores, las frutas que las flores. Sin embargo, hace, quizá 15 años, que hay flores siempre en el baño de mi casa. Y las robo. A veces, las compro. Cuando digo las robo no es que vaya al cantero de Bulevar y robe las flores que planta la Intendencia, no lo hago, pero esos edificios que no cuidaron mucho el jardín y se salen las flores para la calle y que cuando vas caminando te chocás contra esa vegetación que está invadiendo la vereda, esas las robo. Entonces, todos los días, casi todos los días de mi vida, diría cada dos días, cuando voy a la feria siempre vengo con flores. Robo, corto, cuatro florcitas, cinco florcitas, tres hojitas, y hago un florero chiquito que tengo en el baño siempre, y siempre lo tengo con flores. También me gusta tener flores amarillas que compro y pongo en un florero en el comedor. Me gusta, pero es bastante nuevo.
Lo que sí es cierto es que tengo una vida muy ligada a los jazmines porque en Sayago tenía, no me acuerdo si 12 o 13, me gustaría pensar que eran 13, árboles de jazmines en la puerta. Eran muy importantes los jazmines para el barrio, para las madres de mis amigos, para mí, y sobre todo la fecha de mi cumpleaños, que es diciembre. Los jazmines eran siempre una parte muy importante de mi vida. Estar ahí entre los árboles, estar tirado ahí, siempre oliendo a jazmín. A mí no me gustan mucho los perfumes, no soy de perfume, nunca usé perfumes. Tengo perfumes, curiosamente, porque he heredado perfumes, pero no tiendo al perfume. Aunque el perfume de jazmín en la planta o en las flores, cuando las venden en las esquinas, me trae una conexión divina con el mundo de la infancia. Me gustaría meterme más en el mundo de las flores, quizá, no conozco mucho. Conozco algunos nombres de flores, pero no sería tan conocedor como Marosa, de cuáles son todas esas flores, creo que no.
Ahora, Testoni. ¿Sos un artista en expansión?
Soy un artista en expansión.
¿Cuál fue la semilla?
La semilla fue no querer dormir la siesta y que me quisieran hacer dormir la siesta a los 5 años. Y transar no dormir la siesta a cambio de que me pueda quedar sin molestar jugando en la pileta de la cocina con tachitos y con agua.
¿Cómo eran los políticos en tu época y qué pasa ahora?
Muchos de los políticos de mi época son los mismos. Muchos más de los que me imaginé que podrían ser, son los mismos. Lo que puedo decir es que me fui del mundo del periodismo político porque me parecía empobrecedor para mí y los políticos de ahora me parecen bastante parecidos, pero con muchas más herramientas para entusiasmarme menos. Y muy interesados en usar esas herramientas.
Usted fue muy privilegiado en ver todo ese mundo que fue cambiando. Lo vivió, además, como periodista, lo cual le permitía estar en lugares que la mayoría de la gente no podía estar, ¿verdad?
Exactamente, así es. Y me parece muy mal no hacer uso de esa información y tomar decisiones, básicamente personales, para alejarte de lo que te parece mal y acercarte a lo que te parece bien. No podía soportar el nivel de conversación. Yo me quedé conectado con el mundo de los políticos. No podía soportar el nivel de conversación que podía tener con los interlocutores del mundo de la política, realmente me parecía empobrecedor. No para mí, en general. No todos los casos, pero en general, sí. También gracias a eso conocí, ya después del mundo de la política, a nivel del mundo más de la cultura, conocí gente que me ayudó a ser mejor. Ya sea porque cambia mi forma de pensar, escuchándolos o viéndolos a ellos, o ya sea porque reafirmé mi forma de pensar negándolos a ellos. A veces, a la misma persona.
Lo bueno de la conversación y de conocer gente es eso, que aprendés que tenías razón, a veces, reafirmando tus opiniones porque el otro te las reafirma, pero también a veces porque el otro que te reafirma muchas cosas, y te parece buenísimo, te dice algo con lo que no estás de acuerdo. Para mí, mientras eso se dé fluidamente, ese tipo de relaciones son encantadoras. Cuando eso no se da, tiendo a irme de ahí. Creo que me fui del periodismo político porque me parecía muy pobre. Ahora, en términos generales, y esto va a sonar horrible, y no pido disculpas, el periodismo en general me parece bastante pobre en Uruguay, que es lo que conozco. En otros países no me animo, pero en Uruguay me parece que el periodismo es notoriamente un espacio donde se produjo una decadencia en el periodo de vida que yo he visto. En otros espacios no, pero en este sí. Y como yo formaba parte, formo parte, me hago cargo de lo que digo.
¿Usted tuvo militancia política en algún momento?
Yo tengo militancia política en todos los momentos, pero no es partidaria. Nunca pertenecí a ningún grupo partidario, nunca estuve afiliado ni trabajé para ningún partido político, ni para ninguna fracción de ningún partido político, ni para ningún movimiento político alineado a un partido. Pero, sí tengo una participación política en el día a día, re importante, que solamente refiere a unas ideas que respeto y que trato de llevar adelante, y que pongo a prueba a diario conmigo mismo y con los demás a los efectos de ser parte de la comunidad.
Me siento un ciudadano que ejerce sus derechos y que también practica sus derechos sin pedir permiso cuando sabe que sus derechos son esos. También soy bastante responsable con las obligaciones, con las que te controlan y con las que no, me parece importante eso. Me siento un animal súper político. Es como la pregunta de si siento que tengo un componente religioso de pensamiento. Ponele que sí, pero no creo que se alinee con ninguna religión establecida y mucho menos con las monoteístas, aunque fui educado en una de ellas. Lo mismo me pasa con los partidos políticos, lo vivo con bastante angustia. El debate político en Uruguay lo vivo con mucha angustia. Me parece, te diría que en términos generales, mal educado.
¿Siente admiración por Sanguinetti?
No, no siento admiración por Sanguinetti. Curiosamente, yo lo conocí como se puede conocer a alguien que es una persona a la que vos tenés que tener bajo la lupa. Yo fui periodista en el segundo gobierno de Sanguinetti de casa de gobierno. Por lo tanto, conviví muchas horas siguiéndolo, viajando fuera del país atrás de las actividades del gobierno. Tuve mucho diálogo con él y la cercanía que se da cuando uno tiene que hacer esa tarea. Es una cercanía que tiene que ver con respeto. Me sentí respetado, también. Está buenísimo el ejercicio periodístico de tratar de cumplir la función sin obnubilarte ni posicionarte frente a la persona, sino frente al rol que cumple esa persona. Lo digo por Sanguinetti y por otros políticos. Conocí políticos muy piola, pero como políticos muy lejanos a mi forma de ver el mundo. Y políticos que no me caían bien, que no tenían un buen trato, pero que eran muy serios en su tarea.
En términos generales, nunca coincidí mucho con ninguno a nivel de pensamiento político-ideológico, pero sí tuve el vínculo suficiente para decirte que no sentí admiración por ningún político. Sí puedo haber sentido beneplácito con algunos movimientos de algunos políticos en algún momento. Te diría, para ser honesto, que sí sentí una admiración por 3 o 4 gestos que viví y que presencié de manera casi única de Alejandro Atchugarry. Hablo de él, no como un político de un partido, sino como una persona que ejercía la política y tuve 3 o 4 experiencias con él, yo como periodista y el cómo político consultado por mí, que fueron muy reveladoras de un comportamiento muy destacado humanamente, emocionalmente y profesionalmente, de la tarea de un político.
Momentos únicos de experiencia ciudadana de decir “wow, qué en serio está haciendo las cosas esta persona”. No estoy hablando de coincidir con lo que hacía, porque no importaba cuál era el tema, era su rol y su responsabilidad como político ante la sociedad, que no se iba a enterar, ante un periodista que se iba a enterar, pero no era materia de revelación, sino en cómo cumplía el rol y en cómo sentirse, cómo asumir la responsabilidad que es que te hayan elegido para ocupar un cargo.
No conocí a nadie, nunca vi en un político una manifestación tan evidente de cosa bien hecha, de alguien que es responsable a unos niveles increíbles. Eso lo dije en un programa de televisión que hice. El único político entrevistado fue él, cuando ya no era político. Lo entrevisté y dije eso, por eso lo repito. Quizá, hay gente ahora haciendo eso, yo no estoy en el periodismo político del día a día como estaba antes, en el periodismo duro de batalla, por suerte. Quizá, haya gente que lo haga, no tengo duda que debe haber. En nuestro plantel de políticos quiero creer que hay algunos que, en términos generales, se comportan así, pero no lo sé. Mi experiencia me indicaba que no había una voluntad tan inherente a la que se supone que tiene que tener un representante de todos nosotros, nunca lo vi y no lo veo.
¿Se considera un hombre culto?
No te sabría contestar. Sin duda, no entendiendo lo que yo entiendo por culto. Por otro lado, no sé si me gustaría ser un hombre culto. Entonces, quizá, el no considerarme un hombre culto me gustaría contestarlo diciéndote que no quisiera coincidir con lo que yo entiendo que es un hombre culto. Sí me gustaría, me gusta, pensar que fui una persona que durante su vida, en todos los momentos de su vida en la capacidad del momento, traté de mantenerme enterado y partícipe de lo que sucede en mi entorno y más allá, pero no creo que eso sea ser culto.
¿Qué foto nunca pudo sacar y no va a sacar?
Creo que una autofoto en la que me viera bien. Se llama selfie eso, ahora.
¿Usted siente que es un profesional de las artes plásticas? Específicamente de las fotografías.
Ni loco, no quisiera ser un profesional de nada.
¿Qué cámara usa?
Ahora uso la cámara del teléfono que me toque, que generalmente es un teléfono heredado. También tengo algunos teléfonos viejos, que ya no funcionan, para cumplir la tarea que tiene que cumplir un teléfono, pero sí como cámara, y uso esos teléfonos viejos para hacer fotos también.
¿Qué relación tiene con esas máquinas? Las cámaras.
Como es un teléfono no es una relación muy amorosa. Con las cámaras tengo una relación amorosa. Tengo una Nikon analógica que ya quedó muy vieja, que no la uso, pero la quiero. Y tuve otras cámaras analógicas que quise, pero ahora no me queda ninguna. Justo estos días estuve pensando. Con Javier, con el fotógrafo que conocí que me vino a sacar fotos para esta nota, hablamos bastante de cámaras y me gustaría tener un equipo actualizado, pero no sé si me inclino como antes a tener muchas cosas. Prefiero tener algo más compacto que pueda llevar, que no se note mucho. Me gusta robar fotos, ya lo dije.
Quedan dos. Lágrima Ríos. ¿Qué sentís?
Hambre.
¿En serio?
En general.
¿Has esperado cosas que no valieron la pena?
Obvio, todos nos equivocamos.
¿Vos decís que el silencio es la música perfecta?
No, pero qué linda que es. Toda pregunta que incluya la palabra perfecta no voy a poder contestarla de manera rotunda porque lo perfecto es una construcción. Ni siquiera cuando te digo, “qué momento perfecto”. Estoy siendo muy groso con la perfección.
Cuando decís Dios, ¿en quién pensás?
Generalmente no pienso en nada que sea humano, ni que tenga una representación humana. No me imagino a un señor con barba, ni su hijo con los brazos extendidos, ni a la gente que quiero. No pienso en nada concreto, pero no lo veo dentro de una representación que se parezca a nosotros.
¿Qué pasa en tu vida cuando tenés 53 y mirás a los costados?
Me parece que lo mismo que cuando tenía menos edad y miraba a los costados. Solo que ahora, hace ya mucho tiempo, no es que le preste más atención a lo que pasa en los costados, pero tengo mucha más conciencia que antes de lo que pasa en los costados, porque la vida es más ancha que larga.
¿Qué significa la noche para vos?
El bosque. El bosque de día.
¿Podés contar con quién te gustaría tocar?
¿Tocar qué cosas?
Música.
Con cualquier persona con la que me sintiera relajado.
¿Fuiste desdichado en el amor?
Obvio, pero muy dichoso en la vida. Estaba jugando con una canción de Calamaro. Empezemos de nuevo.
¿Fuiste desdichado en el amor?
No hay forma de conocer el amor cuando sos desdichado. Solamente conocés el amor cuando llega la desdicha, porque mientras estás enamorado del amor no sabés nada.
¿Te gusta bailar?
Me encanta bailar. Soy muy bueno, excelente bailarín, pero muy vergonzoso a la hora de bailar. Son muy pocas las personas que me vieron en expansión bailarina.
¿Nunca tuviste ganas o necesidad de tocar instrumentos?
Desde que soy chico tengo ganas y necesidad de tocar instrumentos, desde que soy muy niño. Te diría que es lo más importante como pulsión que tengo en la vida. Aunque, quizá, no le he dedicado tanto tiempo como a pulsiones menores.
¿Por qué eras más católico antes que ahora?
Nunca fui más católico antes que ahora, solo conocí un poco más de cerca al catolicismo por haber ido a un colegio católico. Pero, por ejemplo, no fui muy aceptado para hacer algunas cosas dentro del catolicismo porque era muy cuestionador. Era más como un periodista en acción en el lugar que le tocaba vivir, pero también porque crecí y no solamente con el catolicismo, sino con la ilusión, con el uruguayismo, con el fútbol uruguayo, con la literatura uruguaya, con todo. Uno se vuelve, en el mejor de los casos, mucho más crítico, en la medida que tiene más datos y se hace más fuerte en sus opiniones personales.
El catolicismo puede ser como los amigos de la escuela. Es normal que ya no los siga viendo. Eran los que estaban cerca. Cuando pude elegir, elegí los que estaban más cerca y bueno, es normal que no sigas viendo a esa gente, o que no sigas pensando como ellos, o que no sea la gente que estaba más cerca de vos. También es verdad que a lo mejor te encontrás ahora con alguien que lo dejaste de ver a los 8 años y puede ser genial, pero en principio es por casualidad, es porque de repente hubo un milagro, pero no porque yo vaya a buscarlo.
Finalmente, el Príncipe. ¿Te costó un poco, a partir de qué edad, mantener al niño?
No me cuesta nada mantener al niño. Nunca me costó nada mantener al niño. A mí no me costó, me costó que aceptaran que quisiera mantener al niño, pero bueno, a esa gente la dejé de ver.
¿Cómo se hace para mantener al niño?
No dejándolo nunca, porque después que dejás algo, retomar es re difícil. Empezás a correr tres veces por semana y, a la tercera vez, el cuerpo te dice, “llevame a correr”. Y vos estás tan feliz. Es como comer ensalada todos los días, pero se te cruza la papa frita y le metés tres días al a papa frita. Después, al niño no lo ves más y hay que volver a buscarlo, mantenerlo a raya medio cercano, y tener sobre todo poca vergüenza en defenderlo. Porque no aceptar la supuesta lógica de que hay cosas que tienen que ir quedando atrás y que no podés mantenerlas adaptando al día a día. La idea del niño, la curiosidad del niño, el desparpajo del niño o del adolescente, y algunas cosas de adulto también que está bueno mantenerlas, pero que las vas perdiendo porque te vas volviendo viejo. Para mí, lo bueno hay que mantenerlo. Lo que te hace feliz hay que mantenerlo, lo que te pone en buena frecuencia hay que tratar de tenerlo cerca. Pero después de que te desacostumbrás, en realidad, lo que está pasando es que te estás acostumbrando a otra cosa, y la costumbre es así. Una costumbre sustituye a otra costumbre y por ahí no está bien.
¿Tenés tipos a los que consideres que en algún momento los miraste como maestros?
Obvio, sí. Cuando digo maestros, digo gente inspiradora. Sí claro, te puedo nombrar algunos. Son muchos lo que pasa, pero no sé. Tampoco los conocí a estos maestros, por ahí le pegaban a su perro, pero me parece que hay muchos músicos, muchos escritores, gente conocida, gente desconocida, no sé. Hay muchísimo. Mientras te digo esto se me está ocurriendo gente, pero por ahí para decir algo y que no quede en el aire. Hay algunos momentos especiales de vínculos con gente creativa que me cambiaron la vida o me condicionaron la vida. Siendo niño el sonido del rock and roll, en general. A medida que fui creciendo, el sonido de música uruguaya, importantísima. Eso va pasando con escritores, con pintores, con músicos.
Ahora, por ejemplo, Legiao Urbana, El Último de la Fila, Zitarrosa, Mateo, Galemire, Fernando Cabrera, Levrero, Felisberto Hernández, Marosa, The Cure. Te digo como momentos importantes y en el medio hay mil personas. Hay discos de amigos que me parecen, vaya en honor a un montón de amigos que no voy a nombrar, que me disculpen, pero, por ejemplo, el disco solista de Garo Arakelián. El primer disco de Garo, me parece un disco increíble, me parece muy increíble, y te lo digo porque se lo dije a él que es amigo. Me parece un disco sustancial, pero te puedo nombrar bandas en Argentina, amigos en Argentina importantísimos. Pasa que si los nombro, siempre lo mismo, es mucha gente. En la formación creo que El Último de la Fila, Legiao Urbana y Eduardo Mateo son muy importantes en mi sensibilidad. Te nombré un grupo español, un grupo de Brasil y uno uruguayo. También hay pintores, cineastas y cine. Escritores, cuando era más chico… Conrad fue muy importante. Después, cuando fui creciendo aparecen otros escritores, obviamente. Stevenson fue importante, Levrero antes de conocerlo como escritor. Más acá en el tiempo, un momento importante fue Clarice Lispector, Foster Wallace aunque no lo leí tanto, pero sí me acerqué a él también por miradas de otras personas que escribieron sobre él. Bolaño me pareció importante. Muchísima gente, pero si me tengo que concentrar en lo importante, determinante, está en la música. En esos músicos que te dije. Es increíble, lo estoy pensando en ese momento. Si bien la literatura me acompaña desde niño, mi pulsión por la música es la más fuerte de todas. De alguna manera, me avergüenza no haberle dedicado tanto como me dediqué a otras cosas. Creo que por temor a fracasar, quizá.
¿Cómo se da el proceso escritura en ti?
Ha cambiado con el tiempo. Nunca es igual. Ahora es, en apariencia desorganizado. Escribo muchas cosas en distintos lugares. En computadora, en libretas, en papeles, y cada tanto me concentro y unifico cosas, criterios, pero nunca fue igual. Siempre va cambiando. Me parece que es natural que vaya cambiando, pero tal vez es una manía mía de cambiar. Me aburre hacerlo siempre, más o menos, igual. De hecho, te diría que quizá hay un parecido entre mi segunda novela y mi tercera novela en cuanto al procedimiento de ponerme en un lugar que es el mismo, sentarme y escribir, pero después nunca fue igual. Lo hice en distintos lugares, distintos soportes. En un mes, cinco años, no tiene un método. Más bien es, básicamente, voluntad.
¿Es voluntario que no haya un método?
Si te dijera que sí estaría diciendo que tengo un método. La respuesta es no.
¿Sos un tipo ansioso?
Sí, pero no soy muy consiente de mi ansiedad. Me doy cuenta en algunas cosas. Preferiría no ser tan ansioso. No siempre tengo ese grado de ansiedad, pero me doy cuenta de que sí que es algo que me preocupa porque, si bien es una ansiedad, no es mala la mayoría de las veces. No es que estoy atrás de algo que no consigo, no, es como un deseo exagerado de hacer cosas, que termina siendo ansiedad. La ansiedad no es positiva en ningún lado, aunque la motiven cosas que sean positivas. A parte, por otro lado, también me gusta mucho la actividad pasiva. No creo que leer sea pasivo, pero sentarme y leer cinco horas para una persona puede ser pasivo. A mí me gusta quedarme quieto haciendo algo o, al revés, moverme en un entorno de constancia que pueda parecer pasivo, pero la verdad que me parece que en los últimos años he tomado mucha confianza en experimentar cosas, entonces se me fue un poco la mano.
A veces, estoy tranquilo haciendo algo y ya estoy pensando en hacer otra cosa. Ahí siento que sí, que tengo una pulsión de ansiedad. No es una ansiedad que me haya traído problemas de salud. Igual no me parece bien decir eso, preferiría decirte que tengo controlada la ansiedad, pero no es verdad.
¿Dormís mucho?
No, la verdad que no. Me parece que tendría que dormir más. No es que me quiera levantar como loco para hacer cosas, es que no me quiero ir a dormir por hacer cosas. Entonces, no duermo.
¿No has pasado en algún momento por una situación de tipo no creativa? Es decir, que tengas dificultades, ¿que tengas las ganas y que algo se tranque?
No porque que tengas las ganas y algo se tranque pasa todo el tiempo. Eso es ser creativo. No me preocupa eso. Es más, mientras tenga las ganas que se tranque. Para mí el problema es no tener las ganas. Que no tenga las ganas, no me pasa, porque si no tengo las ganas en algo, me las invento en otra cosa. Pero las ganas siempre las tengo funcionando.
No es que se me da, trabajo para eso. Siempre tengo cosas para hacer. Creo que la ansiedad está dada en el hecho de que siempre tengo cosas atrasadas, pero porque tengo demasiados proyectos. Llegó un momento que tenía demasiados proyectos y sufría. Lo que hice fue duplicar la producción. Tengo muchos proyectos y estoy ansioso así que voy a tener muchos más, por lo tanto, la ansiedad no va a tener mucho sentido porque es claro que no voy a poder hacer todos.
¿Qué es lo que más te gusta de Brasil?
Lo que más me gusta de Brasil tiene que ver con lo que más conozco de Brasil. Y lo que más conozco de Brasil es la música.
¿Cuál es tu instrumento?
¿Musical?
Contexto: el Príncipe.
Te podría decir la guitarra porque le dediqué bastante tiempo, pero también le dediqué tiempo a otras cosas. Desde hace un tiempo me atraen mucho los instrumentos que no conozco. No es que conozca muchos instrumentos, pero que no toque, o que no sé cómo se afinan, o que son más extraños, o que siempre estuvieron presentes porque son instrumentos occidentales, pero nunca tuve uno. Hace poco me compré un chelo. Ahora estoy un poco alejado de él, pero los primeros tiempos estaba enamorado del chelo, lo tocaba de cualquier manera. Me lo colgaba como una guitarra gorda. Me dio muchas satisfacciones. En otro momento fue otro instrumento y quizá sea otro, próximamente. Me empezaron a gustar mucho los sintetizadores, cosas electrónicas, me empezaron a gustar mucho también ahora, hace un tiempo.
No sé, no tengo uno ahora. Hoy en día no tengo uno. Me encantaría decirte que soy buenísimo con la armónica porque me parece tan lindo, un instrumento que podés portar en un bolsillito y llevártelo, pero no soy bueno.
Justo le hiciste esta pregunta al Príncipe, ¿cuándo aprendiste a tocar la armónica?
Nunca aprendí a tocar la armónica. Igual he tocado la armónica en lugres increíbles de atrevido. Me acabo de dar cuenta que toqué la armónica en territorio chino. Dimos un mini concierto cuando fuimos a la Antártida en la base china, por lo tanto, era territorio chino. Toqué la armónica, improvisando y todo. No está mal lo que toque, pero no tengo la más mínima idea. Tengo ideas, pero no son ideas que haya experimentado tanto como para decir que las domino, es solo idea y voluntad con la armónica.
¿Sos tímido?
Soy tímido. A ver, no parezco tímido y no soy tímido, pero para algunas cosas soy tímido. Por ejemplo, para desplegarme como bailarín soy tímido.
¿En qué momento de tu carrera te sentís?
Calentando para la partida.